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Su victoria no despeja las dudas sobre las atribuciones que tendrá el jefe del Estado bajo la tutela militar

El islamista Mohammed Mursi, nuevo presidente de Egipto

Fuentes: Público

La comisión electoral egipcia anunció ayer por la tarde la victoria de Mohammed Mursi en las elecciones presidenciales que se celebraron el pasado fin de semana. Mursi, el candidato de los Hermanos Musulmanes, es un islamista educado en Estados Unidos y ha prometido defender el espíritu de la revolución. La primera decisión del nuevo presidente egipcio […]

La comisión electoral egipcia anunció ayer por la tarde la victoria de Mohammed Mursi en las elecciones presidenciales que se celebraron el pasado fin de semana. Mursi, el candidato de los Hermanos Musulmanes, es un islamista educado en Estados Unidos y ha prometido defender el espíritu de la revolución. La primera decisión del nuevo presidente egipcio ha sido renunciar a su militancia en los Hermanos Musulmanes, como había prometido que haría si conseguía ser elegido presidente.

Su victoria no despeja, sin embargo, las incógnitas que ha abierto el Ejército sobre las competencias que tendrá el primer presidente democrático elegido por los egipcios a lo largo de toda su historia. La victoria fue saludada con gritos de alegría y cánticos por miles de islamistas congregados en la plaza Tahrir.

La victoria fue saludada con vítores en la plaza Tahrir

Apenas unas horas antes, y mientras tenía lugar un gran despliegue de las fuerzas de seguridad, los medios cairotas revelaron la existencia de una negociación secreta entre los militares y los Hermanos Musulmanes. El mediador ha sido el opositor y premio nobel de la paz Mohammed El Baradei, un liberal que habría tratado de que unos y otros realizaran concesiones para llegar a un compromiso.

El Baradei habría respondido así a una petición de los generales, quienes ante todo desean que la manifestación permanente que tiene lugar en la plaza Tahrir no conduzca a disturbios graves que podrían obligar a los militares a tomar medidas represivas similares a las que adoptó el presidente Hosni Mubarak hace un año y medio y que condujeron al caos y a la caída del dictador después de haber gobernado el país durante tres décadas.

La existencia de negociaciones secretas entre los generales y los islamistas sugiere que no todo lo que está ocurriendo entre bambalinas es trigo limpio. El hecho de que los resultados de las presidenciales se hayan demorado durante varios días ha suscitado comentarios en el sentido de que se estaban manipulando las papeletas, y a esta opinión también ha contribuido las negociaciones sobre el porvenir de la revolución.

En el aire está el papel que los generales desempeñarán a partir de ahora en un país que carece de parlamento. La disolución de la cámara ha supuesto un serio revés para los islamistas, que en las pasadas elecciones lograron una holgada mayoría absoluta.

Lo más probable es que vuelvan a convocarse elecciones parlamentarias antes de que concluya el año en curso. Esto dará tiempo a los laicos y a los partidarios del antiguo régimen para prepararse mejor, pero tal como están las cosas, los islamistas -Hermanos Musulmanes y salafistas- son quienes cuentan con mejores proyecciones.

En la sociedad civil y laica egipcia existe una gran inquietud acerca de la orientación que tomarán los islamistas en el gobierno. Algunas organizaciones laicas se han quejado de que Estados Unidos está apoyando a los Hermanos Musulmanes. Sin embargo, los islamistas son quienes han ganado las elecciones y lo han hecho de una manera clara y no mediante un pucherazo como ocurría en tiempos de Mubarak.

Con los cristianos coptos a la cabeza, los laicos van a tener que acostumbrarse a un gobierno islamista. Es cierto que en las inciertas condiciones presentes todavía está en el aire la orientación más o menos religiosa que los Hermanos Musulmanes aplicarán desde el gobierno, contando con una limitación de las libertades civiles, pero eso forma parte del juego democrático tal y como se está desarrollando en Egipto.

Lo más preocupante es que la revolución del 25 de enero de 2011, que fue iniciada por jóvenes laicos y liberales, ha dado paso a una confrontación entre los islamistas y el antiguo régimen. Laicos y liberales apenas han obtenido una pequeña representación en las urnas a pesar de apoyo incondicional que tuvieron de Estados Unidos y de la comunidad occidental en general. Los temores de los laicos están justificados, pero una vez más la última palabra la tienen las elecciones y los votantes se han expresado con claridad.

Por otra parte, las autoridades egipcias han dicho que disponen de reservas estratégicas de trigo y otros alimentos básicos, suficientes para hacer frente a las demandas de la población durante varios meses.

Fuente original: http://www.publico.es/internacional/438112/el-islamista-mohammed-mursi-nuevo-presidente-de-egipto