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Entrevista a Gilbert Achcar

«El juego de la extrema derecha israelí en el gobierno siempre ha sido debilitar a los palestinos ‘moderados'»

Fuentes: Amandla!

[Amandla! es una revista y web progresista de Sudáfrica. Gilbert Achcar (Líbano 1951) es un referente ineludible en lo concerniente a Oriente Próximo y el mundo árabe en general. Profesor primero en la Universidad de París-VIII y ahora en la School of Oriental and African Studies de Londres] -Amandla!: En su opinión, cuales son los […]

[Amandla! es una revista y web progresista de Sudáfrica. Gilbert Achcar (Líbano 1951) es un referente ineludible en lo concerniente a Oriente Próximo y el mundo árabe en general. Profesor primero en la Universidad de París-VIII y ahora en la School of Oriental and African Studies de Londres]

-Amandla!: En su opinión, cuales son los factores que provocaron los recientes ataques en Gaza y por qué tuvieron lugar en ese momento? ¿Por qué han adoptado una forma tan excepcionalmente brutal?

-Gilbert Achcar: El incremento en la brutalidad no es nuevo: se desarrolla de manera paralela a la dilatada deriva de la sociedad y la política israelí hacia la extrema derecha. El Likud, la principal fuerza en la extrema derecha sionista, llegó al poder en 1977, y dirigió uno cuantos años más tarde, en 1982, la sangrienta invasión del Líbano que culminó con las masacres de Sabra y Chatila -la más letal de todas las guerras de Israel hasta ese año. En aquel momento ya se cruzó un umbral en el horror y la brutalidad contra la población civil. Pero la intensidad en la destrucción y la violencia fue superada por el ataque israelí de 2006 en el Líbano. Y de nuevo por el ataque a la Franja de Gaza en diciembre de 2008 y enero de 2009 que fueron igualmente brutales, e incluso más lesivos para la población civil dada la densidad de población de Gaza y la imposibilidad de sus habitantes de huir de la franja.

El ataque más reciente contra Gaza encaja perfectamente en este patrón de brutalidad y violencia creciente, así como de aumento del desprecio hacia la opinión pública mundial por parte israelí. Los intentos anteriores de preservar una imagen de «búsqueda de la paz» por parte de Israel forman parte del pasado; ahora, en la era de la llamada Guerra contra el Terror los gobiernos israelíes se sienten autorizados a hablar el lenguaje de la fuerza bruta. Esta perspectiva post 11-S, patrocinada por Estados Unidos, da vía libre al terrorismo de estado israelí y a la brutalidad de estado en nombre de la lucha contra el terror.

Por lo que respecta a la razón real de la ofensiva actual en Gaza, se trata de la exasperación del gobierno de Netanyahu debido a la reconciliación entre Hamás y al-Fatah, así como al hecho de que los gobiernos occidentales, incluyendo el de Washington, hayan dado la bienvenida a esta reconciliación, aunque no haya sido de forma explícita.

La exasperación del gobierno israelí no se debe de ninguna manera a que Hamás se haya «radicalizado», sino al contrario, a que -debido a los acontecimientos en Egipto desde 2013- ha tenido que suavizar su línea política general y ha tenido que hacer muchas concesiones en pro de una reconciliación con la Autoridad Palestina de Cisjordania (AP). En realidad el gobierno israelí se siente mucho más cómodo con un panorama político palestino dividido y un Hamás que sea fácil de demonizar que con un panorama unificado y un Hamás más moderado. Desde los acuerdos de Oslo de 1993, el juego real de la extrema derecha israelí en el gobierno siempre ha sido debilitar a los palestinos «moderados», de Arafat a Abbas, y provocar una radicalización que beneficie a Hamás -siendo este último su «enemigo preferido» mientras pueda fácilmente ser demonizado, ya que esto facilita el consenso en las relaciones con los EEUU y Europa y en líneas generales reduce la presión occidental. Hay que recordar que el ataque israelí más brutal contra Hamás/Gaza se produjo cuando el movimiento islámico se apartó de los ataques suicidas a favor de la acción política. Esta acción política incluía la participación en las elecciones de 2006 después de haberlas rechazado durante años como ilegítimas en contraposición a la lucha armada.

-A!: ¿Cuáles fueron los objetivos, teniendo en cuenta que la brutalidad del ataque seguramente acercaría a todos los palestinos?

-Su objetivo ha sido provocar una radicalización renovada de Hamás, poniendo trabas de nuevo entre el movimiento islámico y la Autoridad Palestina. De hecho, la brecha entre los dos aumentó inicialmente con el ataque, y por un tiempo el ataque parecía estar logrando su objetivo. Pero el resentimiento que creó entre todos los palestinos es tal que la AP tuvo que expresar su solidaridad con una Gaza liderada por Hamás. Al gobierno israelí le importan un comino los sentimientos del pueblo palestino, lo que en realidad quería era torpedear la tendencia hacia las iniciativas de paz en el bando palestino: los cálculos consistían en que, ante tanta brutalidad israelí, Hamás consideraría que ya no podía seguir adelante con la moderación y la negociación, como lo había estado haciendo justo antes de la reciente agresión. Irónicamente, el gobierno israelí teme las iniciativas de paz por parte de los palestinos mucho más de lo que teme los cohetes lanzados desde Gaza: lo que más le irrita es cualquier gesto palestino al que los gobiernos occidentales puedan dar la bienvenida y que pueda estar apoyado por el gobierno de Washington, aunque sea tímidamente.

Para conseguir sus propósitos Israel puede aprovechar cualquier pretexto, tal y como hicieron en este caso con los tres adolescentes israelíes secuestrados y asesinados en Cisjordania. Inmediatamente acusaron a Hamás sin ninguna prueba, exactamente igual que el gobierno de Bush acusó a Iraq de estar detrás del 11 de septiembre en 2001: un pretexto con objetivos premeditados. Aprovecharon el triple asesinato como una oportunidad para volver a arrestar a un gran número de esos presos políticos palestinos que habían sido liberados a cambio del soldado israelí Gilad Shalit, mantenido como prisionero de guerra en Gaza. Obviamente esto era una campaña premeditada de arrestos: el gobierno israelí había liberado a estos hombres muy a su pesar y estaba esperando la primera excusa para volver a arrestarlos con el objetivo de decir a los palestinos que hagan lo que hagan en este sentido será en vano, porque Israel terminará retirando cualquier concesión que pudiera haber hecho bajo presión.

Así es como empezó. Acto seguido el gobierno de Netanyahu utilizó la excusa de los lanzamientos de cohetes, después de haber exacerbado deliberadamente las tensiones a través de su brutal comportamiento en Cisjordania con la excusa de la búsqueda de los adolescentes. Esta brutalidad produjo espontáneamente reacciones de ira por parte de los palestinos. A su vez, Israel aprovechó esto último como un pretexto para lanzar su ataque brutal, completamente «desproporcionado» y sin ningún tipo de inhibición moral, aparte de los avisos completamente hipócritas, seis minutos antes de la destrucción de edificios civiles a sus habitantes en el medio de la noche.

-A!: ¿Logró Israel alguno de sus objetivos con este ataque? ¿Ha salido de esto más fuerte o más débil? ¿Qué hay de las bajas militares israelíes?

-GA: Los israelíes han sufrido bajas porque tenían que demostrar que estaban dispuestos a entrar en Gaza con el fin de restaurar su «credibilidad» como potencia militar. Limitarse a golpear desde la distancia se habría visto como un signo de debilidad: todo el mundo sabe que no se pueden comparar los cohetes artesanales que salen de Gaza y la formidable potencia de fuego de Israel. El gobierno israelí necesitaba restaurar su «credibilidad» perdida mediante la participación de tropas en el terreno, pero esto tiene un precio muy alto porque no se pueden desplegar tropas en un entorno urbano hostil sin tener bajas.

En realidad lo peor para el bando israelí, mucho más que las bajas que sufren, es ver a sus soldados convertidos en prisioneros de guerra (lo que ellos llaman «rehenes»). Por lo que han ideado una nueva estrategia para reducir al mínimo ese riesgo: cada vez que un soldado israelí está en peligro de caer prisionero, atacan con toda su fuerza, con un alto riesgo de matar al soldado. Por lo tanto, prefieren matar a sus propios soldados que verlos convertidos en prisioneros de guerra y que sean utilizados después en un intercambio con presos políticos palestinos. La política de Israel es la política de la fuerza bruta. No tiene ningún deseo de paz. Solamente quiere aplastar a los palestinos con su superioridad militar, quiere aterrorizarlos: se comporta como un estado terrorista en el amplio sentido de la palabra. Solamente cree en la dominación militar, en la supremacía militar.

-A!: En este ataque, los israelíes tuvieron bastante éxito en aterrorizar a la gente, pero no sometieron a nadie, y provocaron una gran indignación internacional. Entonces, ¿podemos decir que con esta misión el tiro les ha salido por la culata?

-GA: No en la mente del bloque de extrema derecha que actualmente está en el poder en Israel. Esto podría haberse visto como un problema importante por la vieja generación de sionistas. Pero lo que se ha desarrollado con el pretexto de la guerra contra el terrorismo es la idea de que la lucha contra un enemigo horrible justifica recurrir a todo tipo de medios horribles. Y el actual gobierno israelí de extrema derecha es la encarnación más extrema de esta lógica.

A ellos simplemente no les preocupa la opinión pública mundial. Lo que por supuesto les importaría es la opinión pública de Estados Unidos en la medida en que afecte a la conducta del gobierno de Estados Unidos. En ese sentido, Netanyahu ha estado comportándose plenamente como un jugador astuto en la política estadounidense, tratando de explotar de manera muy directa las divisiones políticas dentro de los EEUU, coqueteando con la derecha republicana, etc. En definitiva Netanyahu ha sido muy eficaz en este juego, el hecho de que Obama sea el mayor pelele, especialmente en relación a Israel, ha facilitado todo. Y Hilary Clinton -que lo más probable es que sea la candidata demócrata en 2016, con una alta probabilidad de convertirse en la próxima presidenta- acaba de aceptar plenamente la política de Netanyahu. Esto es lo importante para Netanyahu. A él no le preocupa la opinión pública, ni las peticiones de los intelectuales, ni cosas por el estilo.

-A!: Parece que cuanto más brutal, más intransigente y más a la derecha se comporte el gobierno, más fuerte será el apoyo del pueblo israelí. Da la impresión de que no hay prácticamente ninguna voz de oposición.

-GA: Sí, en realidad, este es también un aspecto terrible de la cuestión. De nuevo se trata de la neurosis de la Guerra contra el Terrorismo, en este caso la demonización de Hamás y el argumento inepto de los cohetes desde Gaza. Muchos de aquellos israelíes que hubieran participado en las manifestaciones contra la guerra en 1982, ahora apoyan la guerra llevada a cabo por su gobierno en nombre de la oposición al «terror». En ese sentido el factor Hamás es muy importante. Sharon hizo todo lo posible para debilitar, desacreditar y destruir a Yasser Arafat, lo que permitió a Hamás cosechar apoyos entre los palestinos. Provocó a los palestinos repetidas veces de manera deliberada, consciente de que esto conllevaría reacciones, especialmente por parte de grupos como Hamás. Ariel Sharon Aprovechó esto siempre que fue posible como pretexto para intensificar la opresión de los palestinos y alimentar el ciclo de violencia que benefició tanto a Hamás en el bando palestino como a él mismo en el bando israelí. Esta dialéctica de extremos promovida por la extrema derecha israelí ha sido constante. Abbas fue muy lejos rindiéndose a las condiciones israelíes y de Estados Unidos, sin embargo, los israelíes siguen desacreditándolo porque, como ya se ha mencionado, este gobierno israelí no quiere un «socio para la paz»; este gobierno simplemente no quiere la paz.

-A!: ¿En general, qué impacto ha tenido el conflicto de Israel/Palestina sobre la situación política en el Oriente Medio?

-GA: Básicamente se trata de un factor más de radicalización en el mundo árabe. El resentimiento popular se está acumulando rápidamente ante el desarrollo de múltiples tragedias, especialmente la tragedia de Siria que empequeñece a todas los demás. La verdad es que incluso durante el ataque a Gaza, morían más personas cada día en Siria que en Gaza. Y el hecho de que se permitiera que siguiera ha creado un resentimiento tan profundo entre los sirios que ha facilitado en gran medida la irresistible ascensión de ISIS -una organización fanática tan ultrafundamentalista que en comparación, la rama local de Al-Qaeda parece incluso moderada.

-A!: ¿En qué medida van a conducir este resentimiento y esta radicalización siempre a la aparición constante de los fundamentalistas religiosos en vez de que las fuerzas democráticas seculares adquieran preponderancia?

-GA: La radicalización y el resentimiento no conducen por sí mismas al desarrollo de una u otra fuerza; todo depende de los factores subjetivos existentes que puedan interactuar con los factores objetivos de la radicalización. Esta región se embarcó en 2011 en lo que yo llamo un proceso revolucionario a largo plazo, que continuará durante décadas. Un proceso revolucionario nunca es lineal, no es una victoria tras otra hasta ver la bandera roja ondeando sobre algún palacio. Puede ser muy insatisfactoria, y pasar por momentos contrarrevolucionarios terribles. La tendencia dominante en la región árabe es contrarrevolucionaria en la actualidad, especialmente con los acontecimientos en Siria (la resistencia del régimen de al-Assad) y en Egipto (al-Sisi), y la propagación del Estado Islámico. Pero eso es sólo una fase de un proceso a largo plazo.

Esta fase ha sido posible ya que de las fuerzas potenciales de la izquierda en la región han fracasado a la hora de actuar de forma independiente en la construcción de una alternativa a los viejos regímenes y a las fuerzas islámicas. Tanto los antiguos regímenes como la oposición fundamentalista islámica son fuerzas profundamente contrarrevolucionarias. Si no se produce la aparición de un tercer polo, una fuerza popular progresista capaz de constituir una alternativa, seguiremos atrapados en este binomio y en la dialéctica de oscilar hacia los dos extremos. El viejo régimen se hace más nocivo (al-Sisi es en realidad más nocivo que Mubarak) y la oposición fundamentalista islámica se hace también más nociva (el Estado Islámico es definitivamente mucho más nocivo que cualquier cosa que los Hermanos Musulmanes hayan representado nunca). Así que lo que tenemos, básicamente, es un tipo de «dialéctica de extremos» de radicalización a ambos lados de un binomio contrarrevolucionario en ausencia de una alternativa popular progresista.

-A!: ¿No había una alternativa cuando las masas populares en Túnez y en Egipto salieron a la calle bajo la forma de un movimiento democrático laico? ¿Se ha mantenido esto en algún lugar?

-GA: El potencial todavía existe, no sólo un potencial teórico, sino un potencial real. Aunque no sea igual en todos los países. En Túnez, se encarna en la central sindical UGTT, que es con mucho la fuerza social y política organizada más importante en el país. El problema aquí es de estrategia.

Lo mismo ocurre con Egipto: existe un gran potencial que pudimos observar en 2012, cuando el candidato nasserista nacionalista de izquierda quedó tercero en las elecciones presidenciales, con cerca de cinco millones de votos. Esto demostró un enorme potencial, bastante comparable en tamaño con los dos bandos de la contrarrevolución representada, por un lado, por el antiguo régimen, y en el otro, por los Hermanos Musulmanes. Y sin embargo los nasseristas de izquierda egipcios desaprovecharon esa oportunidad cuando pasaron de la alianza de 2011 con los Hermanos Musulmanes a una alianza con al-Sisi en 2013. Pero el potencial todavía es real, y la juventud está todavía radicalizada; los jóvenes no votaron a al-Sisi, y esto es muy importante. La participación en las últimas elecciones presidenciales fue tan baja que fue necesario prolongarla durante un día más con el fin de movilizar a los electores potenciales en su esfuerzo por dar cierta credibilidad al grotesco 95% de al-Sisi.

En Siria, los Comités de Coordinación Local que llevaron al levantamiento en su primera fase representan un potencial progresista muy importante; pero esto también se disipó cuando estos mismos comités reconocieron el llamado Consejo Nacional, creado en Estambul y dominado por los Hermanos Musulmanes sirios desde dentro, y Qatar y Turquía desde fuera. Desde entonces, la situación de Siria ha estado atrapada entre una oposición oficial ineficiente y corrupta y un régimen muy brutal: esto condujo a la aparición de una oposición islámica más radical representada por una miríada de grupos, el más importante de los cuales es ahora el Estado Islámico.

Por lo tanto, las aspiraciones de la revolución siria han sido aplastadas entre estos dos polos contrarrevolucionarios, el régimen, por un lado, y los fundamentalistas islámicos fanáticos, por el otro. Pero el potencial está todavía allí, con decenas de miles de personas, sobre todo jóvenes, oponiéndose al régimen desde una perspectiva progresista. El régimen arrestó a miles de esos jóvenes progresistas que estaban organizando el levantamiento en su fase inicial, mientras que al mismo tiempo liberaba yihadistas de la cárcel. El propio régimen sirio ha fomentado por todos los medios posibles la aparición y predominio de la tendencia islamista radical en la oposición. Esto conviene al régimen, de la misma manera que la radicalización islamista entre los palestinos conviene a la extrema derecha israelí. Ambos están jugando el mismo juego de favorecer el desarrollo de sus «enemigos preferidos».

-A!: ¿Alguno de los bandos está tomando ventaja en el conflicto ahora?

-GA: Hace dos años al-Assad estaba al borde de la derrota, y fue entonces cuando Irán decidió ir más allá de la ayuda material e intervenir masivamente en el terreno mediante el envío de tropas para apuntalar al régimen. Debido al factor lingüístico, enviaron tropas árabes de los satélites sectarios de Irán en la región: Hezbollah del Líbano, y Asa’ib Ahl al-Haq de Iraq. Estas fuerzas ayudaron al régimen en el lanzamiento con éxito de una contraofensiva y en la recuperación de una gran parte del terreno que había perdido hasta ahora. Sin embargo, el fenómeno Estado Islámico está limitando el papel de Irán y el de sus aliados que ahora deben luchar en dos frentes, tanto en Siria como en Iraq. Además de luchar contra la corriente principal de la oposición siria, ahora también tienen que contrarrestar la propagación del Estado Islámico en Iraq, uno de los bastiones más importantes de la influencia iraní en la región. La dispersión de las fuerzas respaldada por Irán llevó a la aparición de signos de agotamiento dentro del régimen sirio, cuya base militar sectaria y fiable es relativamente pequeña.

Así que a pesar de todas las apariencias, el régimen sirio está encontrando actualmente dificultades de nuevo, pero está invocando más que nunca el argumento de la «guerra contra el terrorismo» para alejar la perspectiva de un mayor apoyo de Occidente a la corriente principal de la oposición. Básicamente, el régimen sirio está compitiendo con la corriente principal de la oposición al tratar de convencer a las potencias occidentales de que el propio régimen es su mejor aliado en la guerra contra el terror. Aquí se pueden ver las similitudes entre el régimen sirio, el régimen egipcio, y el gobierno israelí. Todos hablan el mismo idioma, el idioma de la «guerra contra el terrorismo», y en el nombre de esta «guerra contra el terrorismo» solicitan carta blanca para todo tipo de violencia. Todos ellos están diciendo a Washington: «Somos tus mejores amigos, apoyarnos será lo mejor para tus intereses».

-A!: ¿Se podría decir que la actitud de Estados Unidos hacia la aparición del Estado islámico es de contención más que de erradicación?

-GA: La elección de los términos es correcta. Hasta ahora ha prevalecido la contención, los EEUU han intervenido para detener el avance del Estado Islámico, pero no quieren ir más allá de la contención antes de lograr un objetivo político. Washington vio este rebrote del Estado Islámico como un instrumento para deshacerse de Maliki y reducir la influencia iraní en Iraq. Maliki se había hecho cada vez más dependiente de Irán, y las tensiones entre él y Washington había aumentado de manera constante desde el final de la presencia militar estadounidense en Iraq en 2011. Las relaciones de Maliki con Washington se deterioraron hasta el punto de que llegó a ir a Moscú para discutir un acuerdo de armas. Por cierto, al-Sisi está haciendo lo mismo, como un gesto de protesta contra el gobierno de los EEUU que se muestra reacio a apoyarlo plenamente. De este modo se puede ver como Washington pierde terreno en la región. Sin embargo, con el Estado Islámico en Iraq, el Estado iraquí necesita a los EEUU. Depende de apoyo militar norteamericano, ya que su ejército fue reconstruido con armamento estadounidense tras la invasión de 2003, y una gran cantidad de estas armas han caído en manos del Estado Islámico. Los EEUU han establecido las condiciones para mejorar su apoyo al Estado iraquí, empezando con la salida de Maliki. Consiguieron lo que querían: Maliki dimitió y ha sido sustituido.

Washington está ahora tratando de repetir lo que hizo en 2006, después de perder terreno frente a Al-Qaeda. En aquel momento, los EEUU compraron las tribus sunitas, el mismo espacio político en el que Al-Qaeda se estaba desarrollando. Washington incluso tuvo éxito en convertir a las tribus sunitas en aliados de Estados Unidos, logrando así erradicar prácticamente Al-Qaeda de Iraq. Lo que estamos viendo ahora es una repetición de esa misma estrategia: las tribus suníes han sido completamente alienados por la actitud sectaria de Maliki, respaldado por Irán. Tanto resentimiento se ha generalizado entre ellas que se han aliado con el Estado Islámico cuando éste ha irrumpido. Lo cierto es que no fue el Estado Islámico en solitario quien tomó grandes partes de Iraq, sino el Estado Islámico en alianza con las fuerzas sunitas árabes: tribus, restos del partido Baath de Saddam Hussein, etc. Esto fue lo que pasó en Irak, después de la masacre de Faluya en 2004, cuando los sunitas llegaron a estar tan alienados que permitieron que Al-Qaeda entrara, y la apoyaron hasta que Washington cambió su estrategia. Estamos viendo ahora una nueva versión del mismo escenario, las tribus suníes han permitido la aparición del Estado Islámico durante este tiempo, y Washington quiere renovar la estrategia de alianza con ellas. Para esto era necesario deshacerse de Maliki. Esto ya se ha conseguido y ahora vamos a ver cómo se desarrolla la próxima fase.

Tradución: José M. Copete para VIENTO SUR