Esta semana conmemoramos dos acontecimientos notables. El 18 de marzo se cumple el aniversario de la Comuna de Paris de 1871 y el 21 de marzo es el Newroz, año nuevo kurdo. Estos dos hechos sin aparente relación entre ellos, tienen ciertas cosas en común. El Newroz es una celebración que conmemora la llegada […]
Esta semana conmemoramos dos acontecimientos notables. El 18 de marzo se cumple el aniversario de la Comuna de Paris de 1871 y el 21 de marzo es el Newroz, año nuevo kurdo. Estos dos hechos sin aparente relación entre ellos, tienen ciertas cosas en común.
El Newroz es una celebración que conmemora la llegada de la primavera o según la mitología kurda recuerda la liberación del yugo del tirano Zohak tras una revuelta liderada por un herrero llamado Kawa. Supone en Kurdistán un momento de reafirmación nacional y como tal se manifiesta en las numerosas movilizaciones a lo largo de todo el país. Estos días el pueblo toma las calles y reclama libertad.
Al igual que otros pueblos no reconocidos y oprimidos del mundo, el pueblo kurdo lucha por el reconocimiento de su idioma, su cultura, su identidad y sus formas de organización social. Frente a este sistema en cuyo centro está el capital y que actúa como negador de la diferencia y la idiosincrasia de los pueblos, reivindica el derecho a decidir su destino y a desarrollarse libremente. Este pueblo oprimido se niega a rendirse . Desde tiempo inmemorable resiste contra los ocupantes y sus intentos por hacerlo desaparecer han sido siempre en vano. Hoy día, a pesar de lo difícil de la coyuntura histórica y de la mayor presión del capitalismo, tanto mediante chantajes económicos, como con intervenciones militares directas, el pueblo kurdo sigue luchando e intentando nuevas vías de organización.
A lo largo de la historia, este pueblo milenario ha sido cruce de caminos de numerosas civilizaciones. Se encuentra en la intersección de la cultura turca, la persa, la árabe y las culturas de los pueblos del Cáucaso. Cuarenta millones de personas ocupan una vasta extensión de 500.000 kilómetros cuadrados con grandes reservas de agua y materias primas importantes para el desarrollo industrial de la región y de nuestro sistema.
Las últimas décadas han sido de dura represión: asesinatos, torturas, personas presas, desaparecidas o en el exilio, varios millones de desplazados y refugiados, y miles de aldeas destruidas. Así se escribe la historia contemporánea en este sistema cruel que vivimos.
Sin embargo, tras décadas de lucha armada, en el seno del movimiento de liberación kurdo han hecho un análisis profundo y hoy día apuestan por un modelo que derive su fuerza del pueblo y no de la globalización basada en los estados-nación. En parte obligados por la represión y la ocupación, pero sobre todo para buscar maneras de desarrollar un sistema alternativo al capitalismo actual, proponen un sistema de organización social en el que las comunidades sean quienes hablen, debatan y tomen decisiones autónomas. Ni el sistema capitalista ni la presión de las fuerzas imperialistas serán las que conduzcan a los pueblos a la democracia, refieren. En esta novedoso salto, no interpretan el derecho de autodeterminación para establecer un estado-nación, sino para el desarrollo de una democracia propia a pesar de fronteras políticas. La idea es crear una federación de los kurdos de Iran, Turquía, Siria e Irak, al margén de fronteras y estados impuestos.
Comienzan a desarrollar asambleas del pueblo, de la villa y de la ciudad y establecen una organización general supraestatal y de carácter a veces alegal o ilegal, que engloba a las ciudadanas y ciudadanos de cuatro estados en el llamado Koma Civakên Kurdistan (KCK), Unión de las Comunidades del Kurdistán, que inició su andadura a partir de 2005. Se establecen igualmente distintos consejos y se hace especial hincapié en los de la mujer y la juventud. La meta es, según su propia definición, «crear una sociedad en Kurdistán basada en principios de democracia radical que viva de acuerdo a elementos de confederalismo social democrático y que esté organizada democráticamente basada en la igualdad de sexos y en la conciencia ecológica.»
Es en estas formas organizativas donde se ven reflejadas experiencias históricas previas como la de la Comuna de Paris. En 1871 el pueblo de Paris estableció lo que ha dado en llamarse la primera experiencia histórica de un gobierno proletario. Desde el 18 de marzo hasta el 28 de mayo, el pueblo de Paris tomó el poder y se creó una estructura comunal para ejercer el poder popular desde la base: asambleas locales de barrios, de pueblos, autogestión de las fábricas abandonadas por sus dueños, etc. Fue una forma de transición hacia la abolición del estado como tal. Mediante estas estructuras organizativas se establecieron medidas contundentes en favor de la clase trabajadora y campesina y por los derechos de las mujeres. También en otras ciudades de Francia se constituyeron comunas como en Marsella y Lyon. Sin embargo el gran capital europeo, viendo cuestionado su estatus, hizo un gran esfuerzo por hacer frente al levantamiento popular. Tras aplastarlo, 30.000 communards fueron asesinados por el gobierno burgués.
Otras experiencias históricas posteriores retomaron estas prácticas como los Soviets en Rusia en 1917, o las comunas de Aragón en 1937, o como hoy día los consejos comunales y las comunas en la Venezuela Bolivariana, considerados órganos básicos para el desarrollo de poder popular. Y el pueblo kurdo a su vez, también quiere demostrar que hay alternativas a este caduco sistema capitalista.
Se ha relacionado este intento kurdo con el llamado municipalismo libertario desarrollado entre otros por el anarquista Murray Bookchin y las propias organizaciones kurdas lo reconocen. De una manera o de otra, lo cierto es que este novedoso intento del pueblo kurdo sólo ha recibido represión y encarcelamiento como respuesta por parte de los estados. Sin embargo, esta estrategia también está dando frutos y los estados se ven obligados a negociar. La organización continua y la desobediencia aumenta. Al igual que cuando se han extendido rebeliones al estilo de la Intifada, como la Serhildan (levantamiento), hoy las resistencias se multiplican. El pueblo kurdo tiene la fuerza de la razón y esperemos que los vientos soplen a su favor. Es el momento de darles todo nuestro apoyo. El intercambio y la solidaridad entre los pueblos se hace imprescindible. Su experiencia puede servirnos de modelo y nuestras luchas pueden ser ejemplo para otros pueblos. Como dijo el Che: «la solidaridad es la ternura entre los pueblos». No la perdamos.
Gontzal Martínez de la Hidalga, Komite Internazionalistak.
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