Traducido por Marwan Pérez para Rebelion
La razón de la actual «violencia» en Israel y Palestina no es causa del colonialismo israelí, en absoluto, es más bien una consecuencia directa de una mala traducción. Joseph Massad proporciona un léxico abreviado de la terminología sionista
«El colonialismo es la paz, el anticolonialismo es la guerra». Ésta es la ecuación inalterable en la que insisten los sucesivos gobiernos israelíes y que debe ser la base de todas las relaciones actuales y futuras entre judíos de Israel y palestinos. De hecho, el despliegue de la retórica de la paz entre palestinos y judíos-israelíes desde 1970 ha dependido de que el pueblo palestino acepte esta fórmula o insista en resistirse a ella. Los Acuerdos de Oslo fueron en gran medida una ratificación de esta fórmula por la OLP. Sin embargo la resistencia, violenta y no violenta, para entender que el «colonialismo es paz» nunca ha desaparecido totalmente de los palestinos, aún cuando la Autoridad Palestina insiste en que se convierta en la ley de la tierra.
El despliegue de la retórica de la paz fue sin embargo más que nada un despliegue de la retórica del «proceso de paz». William Quandt, en su libro sobre el proceso de paz, traza la historia de esta implementación:
«A mediados de la década de 1970 el término «proceso de paz» comenzó a utilizarse ampliamente para describir los esfuerzos de los Estados Unidos para lograr una paz negociada entre Israel y sus vecinos. El término se quedó y desde entonces ha sido sinónimo de la estrategia del paso a paso gradual que se sigue para resolver uno de los conflictos más difíciles del mundo. Desde 1967 el énfasis en Washington se ha desplazado de los componentes de la palabra «paz» al proceso para llegar hasta allí. Estados Unidos ha proporcionado un sentido de dirección y un mecanismo. Lo mejor es que el proceso de paz ha empezado; y lo peor, es que ha sido poco más que un lema utilizado para ocultar la marca de tiempo.
Estoy en parte en desacuerdo con la conclusión de Quandt, sobre todo porque «el proceso de paz» desde 1993 ha sido una máscara para el asentamiento colonial Israelí y los intentos del pueblo palestino de resistir y la Autoridad Palestina a coexistir con él.
Como ha quedado claro incluso para los más firmes creyentes en la retórica de la paz, los Acuerdos de Oslo no sólo han sido el principal mecanismo por el cual Israel ha subcontratado a la Autoridad Palestina para la ocupación de su pueblo, sino también el principal instrumento de Israel para mantener su control colonial de las tierras palestinas. Si bien los territorios ocupados habían sido sometidos a un conjunto diferente de leyes militares que gobernaron desde 1967 los palestinos y sus tierras, los Acuerdos de Oslo comenzaron a instituir el principio de la separación, o en la jerga de Sudáfrica, el apartheid. Fue Yitzhak Rabin, ex primer ministro de Israel y el limpiador étnico de la población palestina de las ciudades de Lod y Ramala en 1948, quién expresaría el principio de separación de Israel el 23 de enero de 1995: «Este camino debe conducir a una separación, aunque no de acuerdo a las fronteras anteriores a 1967. Queremos llegar a una separación entre ellos y nosotros». La separación o el principio del apartheid en última instancia se traduce en la construcción por Israel del muro de apartheid, que ya ha absorbido más del 10% de las tierras de Cisjordania, y se tragará más una vez se haya completado. Permítanme que les recuerde aquí que el régimen sudafricano del apartheid se sentía terriblemente incómodo con el término apartheid, que significa separación en afrikáans, y comenzó a sustituirlo, en 1970, por el término «desarrollo separado».
Pero esta separación israelí y la apropiación colonial de la tierra fue una vez más articulada a través de la retórica de la paz. Desde la firma de los Acuerdos de Oslo Israel ha triplicado su población de colonos en Cisjordania y ha duplicado los territorios ocupados, incluida Jerusalén Este. Israel sigue confiscando tierras palestinas para los propósitos coloniales y suprime toda la resistencia palestina a sus esfuerzos coloniales. En 1993 había aproximadamente 281.000 colonos en Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este (124.200 en Cisjordania, 4.800 en Gaza y 152.800 en Jerusalén). A finales de 2009 había aproximadamente 490.000 colonos en Cisjordania y Jerusalén oriental -en septiembre de 2009, había 301.200 colonos en Cisjordania y 190.000 en Jerusalén Este-. Los líderes israelíes mantienen que sus asentamientos coloniales no menoscaban la adhesión de Israel a la paz. Por el contrario, es evidente que es la Autoridad Palestina la culpable de la paralización de las negociaciones. El actual primer ministro israelí, Binyamin Netanyahu dice que no sólo está comprometido con el «colonialismo como la paz», él, como sus predecesores, insiste en que las protestas de la Autoridad Palestina de detener los asentamientos coloniales israelíes para comenzar las negociaciones, son nada menos que una imposición de «condiciones previas» que no puede aceptar.
Esta posición de Israel no es nueva. Los líderes israelíes han insistido siempre en que el colonialismo israelí no sólo es compatible con la paz, sino que el consentimiento del liderazgo palestino garantiza la paz, mientras que la resistencia palestina es la que causa la guerra y el terrorismo.
Uno de los argumentos más apremiantes frecuentemente expresados por los dirigentes israelíes desde el 1948 es que siempre han estado comprometidos con la paz con el pueblo palestino y sus vecinos árabes, y sólo para ser rechazados por ellos una y otra vez. Los dirigentes israelíes, desde David Ben Gurion a Netanyahu, han insistido en que las guerras de Israel no fueron su elección, sino que fueron impuestas por el rechazo árabe y palestino del derecho de Israel a colonizar. Mientras que Israel está dispuesto a luchar en todas las guerras, insisten, su preferencia ha sido siempre la paz. Golda Meir había declarado en 1969: «Siempre hemos dicho que en nuestra guerra con los árabes teníamos un arma secreta -otra alternativa». Esto no es sólo una cuestión de propaganda política, sino también un reflejo del compromiso sincero de Israel de «colonialismo como paz.»
La sabiduría política en Israel sostiene que los judíos-israelíes han rezado y trabajado por la paz durante los últimos 62 años sólo para que sus pacíficas ofertas sean rechazadas por sus enemigos árabes. Lo que los israelíes quieren decir con esto es que han orado para seguir colonizando tierras palestinas y al mismo tiempo tener paz, sin embargo han tenido que lidiar con la guerra, el terrorismo y la resistencia en sus «esfuerzos pacíficos coloniales». Es cierto que un árabe, Anuar El-Sadat, cogió la mano extendida de Israel con un acuerdo de paz en 1979, pero ha sido el único en hacer este esfuerzo. Le llevó al rey Hussein 15 años bajo presión internacional seguir su ejemplo. Sin embargo, incluso estos acuerdos pacíficos no han dado lugar a la normalización de las relaciones con los Estados árabes o la aceptación popular de Israel por parte de los pueblos árabes. Los palestinos pretenden ofrecer la paz a Israel, pero han mostrado ser engañosos y nada serios, como de hecho insisten en resistir a los esfuerzos coloniales. ¿Qué puede hacer Israel ante esta beligerante y «dura» vecindad en la que vive? ¿Cómo puede hacer frente a tal pueblo belicoso que intenta destruirlo cuando lo único que pide es paz y seguridad para su asentamiento colonial?
Hace apenas unas semanas el presidente Shimon Peres insistió: «Quiero decir en nombre del Estado de Israel en general: No buscamos la guerra … Somos una nación que anhela la paz, pero que sabe y sabrá siempre cómo defenderse». Incluso el difamado Netanyahu también declaró hace unas semanas: «Somos una nación que busca la paz, que reza por la paz, nuestra mano está extendida ofertando paz a nuestros vecinos, mientras que la otra empuña una espada para protegernos contra los que tratan de destruirnos».
Para entender el compromiso de Israel con la «paz», tenemos que comprender qué significa este término, así como su compañero inseparable, el término «seguridad». Éstos son conceptos claves en el idioma del sionismo. Muchos de los detractores de Israel creen que éste está mintiendo cuando insiste en la paz y la seguridad. Voy a argumentar que estos detractores están equivocados. Israel está comprometido a muerte con la paz y es honesto cuando insiste en que la guerra es algo que le fue impuesto por sus enemigos. El problema es de traducción. Los enemigos de Israel no parecen entender el lenguaje del sionismo -y no me refiero a la lengua hebrea, voy a traducir del sionismo al inglés una vez más: «El colonialismo es la paz, el anticolonialismo es la guerra».
Le daré algunos antecedentes históricos. El 14 de mayo de 1948, el primer ministro de Israel Ben urión declaró las intenciones pacíficas de Israel en el documento fundacional del Estado naciente, en la Declaración de la Independencia Ben Gurión anunció:
«Hacemos un llamamiento -en medio de la agresión sangrienta lanzada contra nosotros desde hace meses- a los habitantes árabes del Estado de Israel a mantener la paz y participar en la construcción del Estado sobre la base de una ciudadanía plena e igual y con representación en todas sus instituciones provisionales y permanentes… Extendemos nuestra mano a todos los Estados vecinos y a sus pueblos en una oferta de paz y buena vecindad, y los exhortamos a establecer vínculos de cooperación y ayuda mutua con el pueblo judío soberano asentado en su propia tierra. El estado de Israel está dispuesto a realizar su parte en un esfuerzo común por el progreso de todo el Medio Oriente».
Estos nobles sentimientos fueron pronunciados mientras el ejército israelí seguía adelante con su limpieza étnica de los palestinos y la colonización de sus tierras. De hecho el 14 de mayo de 1948, el ejército de Israel ya había expulsado a 400.000 palestinos de sus tierras y hogares. Ben Gurión hizo un claro llamamiento a los palestinos que quedaban y que no habían sido expulsados todavía, para «preservar la paz» antes de que el ejército llegase para echarlos. Pero la expulsión de los palestinos era necesaria para la colonización judía del país, que sólo podía proceder pacíficamente una vez que fueron expulsados.
Es cierto que el movimiento sionista se basaba en la colonización de Palestina por los europeos judíos desde la década de 1890. Pero muchos sionistas se dieron cuenta de que las instituciones creadas a finales del siglo XIX y principios del XX tenían nombres que podrían ser embarazosos hoy: «La Asociación de colonización judía de Palestina «, «El Fondo Colonial Judío» , «El Banco Colonial judío «, o» El Departamento de Colonización de la Agencia Judía», entre otros. En la década de 1930 se trataron de corregir algunos de estos nombres pues preocupaba que pudieran ser ofensivos para los palestinos. De hecho FH Kisch, el director del Departamento de Política de la Agencia Judía y Presidente del Comité Ejecutivo de la Agencia Judía en Palestina, propuso un cambio en el lenguaje colonial del sionismo. Escribió en su diario en 1931 que estaba «tratando de eliminar la palabra colonización (en conexión con el asentamiento colonial judío en Palestina) de nuestra fraseología. La palabra no es conveniente desde nuestro punto de vista ya que no establecemos colonias en nuestra patria hogar, sino en el extranjero: por ejemplo, las colonias alemanas en el Volga o colonias judías en la Argentina, y además desde el punto de vista de la opinión árabe el verbo «colonizar» está asociado con el imperialismo y la agresividad. Desgraciadamente para futuros estrategas israelíes, la palabra persistiría en el lenguaje sionista, incluso cuando los propagandistas israelíes insistían en que el movimiento sionista era un movimiento anticolonial, no muy diferente de los movimientos anticoloniales de la India y Ghana.
Pero no sólo la palabra «C» persiste, sino que la colonización de las tierras de los palestinos también. Después de 1948, sin embargo, Israel sustituye el término de «colonizar» por el término de «judaizar», como su esquema de «judaizar la Galilea», en la década de 1970. Israel sigue presentando su caso al mundo, explicando sus actos a través de la Hasbará, que, como muchos de ustedes saben, significa «explicación». A diferencia de otros países que recurren a la propaganda política, Israel sólo ofrece explicaciones, Hasbará. Por ejemplo, los líderes israelíes «explicaron» después de 1948 que las acciones coloniales de Israel fueron actos pacíficos. La única razón de la guerra es que los palestinos y los árabes se opusieron y se resistieron a estos actos coloniales pacíficos. Para citar otra vez a Golda Meir, ¿qué alternativa tiene Israel, sino defenderse de quienes planean detener sus esfuerzos coloniales?
Pero, ¿por qué los enemigos de Israel insisten en que el colonialismo sionista e israelí, o judaización, no es compatible con la paz y, de hecho, dicen que no es equivalente a la paz? Es cierto que Israel expulsó a tres cuartos de millón de palestinos con la guerra que lanzó contra ellos, pero eso fue con el fin de establecer un Estado judío en paz. Se ha negado a repatriar a los refugiados palestinos en violación del derecho internacional a fin de preservar la paz, y ha confiscado sus bienes y propiedades, también en violación del derecho internacional, en aras de establecer la paz. Sólo fue a la guerra cuando se vio forzado a hacerlo. El 15 de mayo de 1948, cinco ejércitos árabes intervinieron para poner fin a sus cinco largos meses de guerra y expulsión del pueblo palestino, ¡pero eso solo muestra que los árabes iniciaron la guerra!. Cuando invadió Egipto, Jordania y Siria en 1967, Israel lo hizo con el fin de lograr la paz. Claro, comenzó a implantar asentamientos de colonos en Cisjordania, Gaza, el Sinaí, Jerusalén Este y los Altos del Golán, y sí, se anexó Jerusalén Este y los Altos del Golán, pero todo esto se llevó a cabo pacíficamente. Incluso cuando invadió Líbano en 1982 Israel llamó a su salvaje invasión «Paz para Galilea». El lenguaje de la paz de Israel no podría haberse resaltado con más fuerza.
Otro término sionista importante es «seguridad» que, por supuesto, está vinculado a paz. Por «seguridad» el sionismo e Israel siempre han entendido seguridad para el proyecto de asentamiento colonial Israelí y para sus asentamientos coloniales, pero podría significar inseguridad para los palestinos, a cuyas expensas avanza dicho asentamiento colonial. Esto, sin embargo, carece de importancia, pues la inseguridad de los palestinos es incidental al significado de «seguridad» en el idioma del sionismo. Creo que Ariel Sharon lo dijo muy bien cuando declaró en el 2000 el compromiso de Israel con la paz y la seguridad: «Estoy a favor de una paz duradera», dijo: «Unidos, creo que podemos ganar la batalla por la paz. Pero debe ser una paz diferente, una con el pleno reconocimiento de los derechos de los judíos en su primera y única tierra: paz con seguridad para las generaciones y paz con una Jerusalén unida como capital eterna e indivisible del pueblo judío en el Estado de Israel para siempre». Esto significa que la seguridad es en realidad un sinónimo de la paz y el colonialismo, y lo contrario del colonialismo es el anticolonialismo, y la ausencia de seguridad significa anticolonialismo, y por lo tanto la guerra. Permítame traducir para usted una vez más: El colonialismo es la paz, es la seguridad; el anticolonialismo es la guerra, es el terrorismo.
Pasemos ahora a la importante fórmula en la que se basa el «proceso de paz», llamada » tierra por paz «. Sugeriré que la razón por la cual el «proceso de paz» no ha tenido éxito no es debido al continuo colonialismo israelí, sino más bien el resultado de un perenne problema de traducción. ¿Qué significa «tierra por paz» en el idioma del sionismo?, significa que Israel no se comprometerá a colonizar algunas pequeñas partes de Cisjordania y Gaza y que Israel, con Dios y América de su parte, considerará el derecho a toda la tierra para los judíos, a cambio de que cese la resistencia anticolonial o guerra. Es en efecto una concesión israelí de gran envergadura y un intento de Israel de comprender el lenguaje palestino de anticolonialismo.
Mientras Israel se desconcierta al ver que colonialismo no parece significar paz para los palestinos, como sí lo es para el sionismo y otras lenguas coloniales, y estarían dispuestos, en nombre del relativismo cultural, a conceder a los palestinos la no colonización de algo de lo que erróneamente creen que son sus tierras, si los palestinos solamente detienen su anticolonialismo como guerra. El problema es que los palestinos tampoco parecen entender lo que significa «tierra por paz». Para los palestinos, «tierra por paz» significa que los palestinos renuncian al 78% de sus propia tierras para el colonialismo israelí a cambio de cesar la guerra colonial contra ellos y el cese de los asentamientos coloniales israelíes en el restante 22% de Palestina, que incluye toda Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este, y que los palestinos (y el derecho internacional también) creen que es su tierra. Esto ha enfurecido a los israelíes que insistieron en que es su interpretación de «tierra por paz» la que debe ser la base de las negociaciones y no esta extraña y esotérica, e incluso una mala traducción palestina «anti-semítica» que rechaza el mandato de Dios y la promesa al pueblo judío según la interpretación el sionismo. Desde entonces Israel ha proporcionado a la Autoridad Palestina un diccionario sionista para evitar malentendidos en el futuro, pero ha sido en vano.
El problema de la traducción se hizo más evidente en el fracaso de las conversaciones de Camp David en el verano de 2000, que terminaron con el rechazo de Yasser Arafat a la oferta de Ehud Barak. En el lenguaje del sionismo, Barak ofreció a Arafat el 73% de Cisjordania, y que podría ampliarse en 10 a 25 años a 91% (aunque algunas fuentes estadounidenses e israelíes insisten en que Barak ofreció el 95%). El problema fue nuevamente de traducción. Cisjordania no significa lo mismo para la lengua del sionismo que para los palestinos y el derecho internacional. Cisjordania fue el nombre que las autoridades jordanas dieron a la parte central y oriental de Palestina que se anexionaron en 1950. Esto incluyó la pequeña ciudad de Jerusalén oriental, que era de seis kilómetros cuadrados cuando los israelíes la ocuparon en 1967. En el lenguaje del sionismo, Cisjordania no sólo excluye a la pequeña ciudad de Jerusalén oriental sino que, de hecho, excluye también una ciudad mucho mayor que se la adjuntaron en 1967 y ratificaron su anexión en 1980, ampliando su tamaño a 70 kilómetros cuadrados a expensas de las tierras de Cisjordania, es decir, expandió a casi 12 veces su tamaño original. Jerusalén sería rebautizado en la década de 1980 por los israelíes como «Gran Jerusalén», y sería ampliada a casi 300 kilómetros cuadrados con el robo de más tierras de Cisjordania. De hecho el Gran Jerusalén ha llegado a abarcar casi el 10% de Cisjordania, por no hablar del plan más reciente del área metropolitana de Jerusalén, cuya dimensión geográfica se está ampliando para abarcar posiblemente tanto como 25% de Cisjordania. Además, según la oferta de Barak en Camp David, Cisjordania se divide en dos por una carretera que va desde el Gran Jerusalén al Mar Muerto, y que Israel cerraría a los no judíos según sus medidas de seguridad. Esto significa que el 73% de Cisjordania es el 73% de 75-90% del total, es decir, un 55-65% de lo que los palestinos y el derecho internacional entendemos por el término de Cisjordania. Los israelíes estaban horrorizados por la avaricia de Arafat. He aquí a Israel suplicando a Arafat que continuaría colonizando en cualquier sitio a partir del 35 a 45%, pero que se comprometía a no colonizar más del 65% de Cisjordania, lo que en el idioma del sionismo significa el 91-95% de Cisjordania, y Arafat siguió rechazando esta generosa oferta. Esto fue claramente un problema del idioma. Permítame recapitular para usted: El colonialismo es la paz, es la seguridad; anticolonialismo es la guerra, es el terrorismo; la mitad de Cisjordania es Cisjordania.
Otro problema de traducción tiene que ver con la «soberanía». En el lenguaje del sionismo un Estado palestino soberano en la mitad de Cisjordania y Gaza significa lo siguiente, según la oferta de Ehud Barak: Los israelíes tienen derecho a establecer «estaciones de peligro inicial» en el interior del Estado palestino, tener el control total y exclusivo del espacio aéreo palestino, Israel también tendrá derecho a desplegar tropas en el Estado palestino en el caso de una emergencia, y una fuerza internacional, incluyendo a Israel, se estacionará en el valle del Jordán. Por último, el Estado palestino debe ser desmilitarizado. Aparte de esto, el Estado palestino sería «soberano». Este arreglo no es tan distinto a los bantustanes de Sudáfrica del apartheid. La Autoridad Palestina ha venido recibiendo cursos intensivos de lenguaje y traducción por parte de EEUU e Israel en los últimos 10 años para cambiar su extraña idea de soberanía (compartida por el derecho internacional) por el significado que entiende Israel. Estas lecciones han dado sus frutos recientemente. Permítanme traducir para usted una vez más: El colonialismo es la paz, es la seguridad; el anticolonialismo es guerra, es terrorismo; la mitad de Cisjordania es Cisjordania; un bantustán es un Estado independiente soberano.
El mejor estudiante palestino de la lengua del sionismo ha sido el primer ministro palestino Salam Fayyad. Fayyad comprende el lenguaje de Israel tan bien que se está preparando para construir las instituciones de este «Estado soberano palestino», para agosto de 2011, en un 40% de Cisjordania, donde la A.P. tiene autoridad parcial. Es cierto que desde la oferta de Barak el muro del apartheid ha dado otro 10% de Cisjordania, pero eso no importa. El presidente Barack Obama está considerando un nuevo «plan de paz» cuyo mapa, de acuerdo con el Washington Post, es esencialmente el 90% del mapa ofrecido por Ehud Barak a Arafat en 2000. Supongo que el 90% reconoce que el 10% de Cisjordania ya ha sido tragado por el muro del apartheid, por lo cual no está en oferta. Nuevas ediciones complementarias del diccionario sionista incluyen nuevas definiciones para el término «Cisjordania». Si Ehud Barak ofreció 55-65%, el 90% de esto equivale al 49-58% de Cisjordania. Si los intentos de Obama tienen éxito y consigue hacer caer el gobierno de Netanyahu y Ehud Barak (que visitó el Pentágono y la Casa Blanca la semana pasada) se convierte en el nuevo primer ministro de Israel, hará una nueva oferta a Fayyad, y esto es lo que Fayyad firmará. Por supuesto, esto será lo pragmático, lo cual nos lleva a otros términos importantes del vocabulario sionista que merecen una traducción, a saber, los términos «pragmatismo» y «extremismo».
Estos dos términos son importantes porque, en gran medida, requieren no sólo la comprensión del significado de los términos sionistas, sino también la capacidad para adoptar y hablar el idioma sionista con fluidez. «Pragmatismo» en el idioma del sionismo significa, esencialmente, la aceptación de los significados asignados a las palabras en el idioma del sionismo, es decir, un pragmático es alguien que acepta que «el colonialismo es la paz y la seguridad» y que «el anticolonialismo es la guerra y el terrorismo». Por otra parte un pragmático, en lo que están de acuerdo israelíes y estadounidenses, es Fayyad, y deberá actuar entendiendo que los bantustanes significan la soberanía y que la mitad de Cisjordania es Cisjordania.
Aquí es importante recordar que Arafat había aprendido sólo parcialmente el idioma del sionismo, como cuando accedió a identificar a la resistencia armada palestina al colonialismo israelí como «terrorismo» y se comprometió a renunciar a ella en 1988. Sin embargo Arafat siguió padeciendo las limitaciones del idioma que le impedían comprender que «la mitad de Cisjordania significa toda Cisjordania» y que «bantustanes significa soberanía». Es cierto que Ehud Barak trató de introducir a Arafat a otro término sionista, éste es que Jerusalén significa la aldea palestina de Abu Dis y que Arafat podría tener su capital en Abu Dis en Jerusalén, pero Arafat se mantuvo claramente analfabeto ante esta nueva terminología.
Por otra parte existe el término «extremismo», que en el idioma del sionismo se refiere a todas las posiciones que niegan el significado otorgado a los términos en el idioma del sionismo. Cualquier palestino que insiste en que el conjunto de Cisjordania, incluida Jerusalén Oriental, no se refiere a la mitad de Cisjordania excluyendo Jerusalén Este debe ser un extremista. Por otra parte cualquier palestino que insiste en que la soberanía significa un Estado independiente que controla sus fronteras y su espacio aéreo y no puede aceptar el despliegue de tropas extranjeras en su territorio soberano, excepto por invitación, también debe ser un extremista; como lo haría cualquier persona que cree que el colonialismo no significa la paz y seguridad y que el anticolonialismo no significa la guerra y el terrorismo. Me doy cuenta de que es el momento para que le traduzca lo que hemos aprendido hasta ahora: El colonialismo es la paz, es la seguridad; anticolonialismo es la guerra, es el terrorismo; la mitad de Cisjordania es Cisjordania, un bantustán es un Estado independiente y soberano, y un pragmático es alguien que acepta todo lo anterior, mientras que un extremista es alguien que lo rechaza.
Por último, pero no menos importante, es la cuestión del reconocimiento palestino de Israel. Durante la década de 1970, Israel presentó una desconocida y novedosa figura en las relaciones internacionales, a saber, «el derecho de Israel a existir», e insiste en que los dirigentes palestinos y los Estados árabes deben reconocerle como paso previo a cualquier tipo de paz. «El derecho de Israel a existir», por supuesto, significa «el derecho de Israel a colonizar Palestina», y por lo tanto a legitimar la catástrofe que le llegó al pueblo palestino en 1948 y continúa visitándole desde entonces. La resistencia sobrevino hasta que la OLP aceptó en parte esta formulación en 1993 y reconoció «el derecho de Israel a existir en paz y seguridad». Israel se dio cuenta de que EEUU, que obligó a la OLP a aceptar esta formulación, no entendió lo que quiere decir su «derecho a existir». En la última década Israel explicó (de nuevo, Hasbará, aquí en su término operativo) a los estadounidenses que lo que la Autoridad Palestina debe reconocer es «derecho de Israel a existir como Estado judío», es decir, un Estado que tiene el derecho de colonizar Palestina únicamente por judíos y que tiene derecho a tener leyes discriminatorias entre ciudadanos judíos y no judíos, y que otorga derechos diferenciales a judíos; en pocas palabras, el derecho del Estado de Israel a ser racista. Esto es esencial para el «colonialismo como paz», insisten los israelíes. Los estadounidenses aceptaron. Los presidentes Bush Jr. y Barack Obama han insistido a la Autoridad Palestina desde hace algún tiempo en que la paz significa reconocer el derecho de Israel a existir como un «Estado judío». Fayyad está de acuerdo, y recientemente dijo al periódico israelí Haaretz que Israel era una país «Bíblico» y que los colonos judíos pueden colonizar sus tierras vacías, pero que deben dejar la mitad de la colonización de Cisjordania en la que se quiere establecer un Estado palestino: «En relación con la ética sionista, bien, Israel es un país bíblico, hay un montón de colinas, un montón de espacio vacío, ¿por qué no lo utilizan los colonos judíos, y seguimos adelante con esto? » Aquí Fayyad está reconociendo el «colonialismo como la paz» sobre el 78% de Palestina, que será de Israel incluyendo Jerusalén Este, ¡pero no más que el 50% de Cisjordania¡ También entiende que reconoce el derecho de Israel a ser un Estado racista que significa paz.
Ahora que he proporcionado un léxico abreviado de la terminología sionista, espero que haya quedado claro para todos que la razón de la actual «violencia» en Israel y Palestina no es a causa del colonialismo israelí, en absoluto, sino más bien una consecuencia directa de la mala traducción. Es esencialmente un problema de lenguaje. Si expertos en resolución de conflictos tuvieran la oportunidad de explicar a los líderes palestinos que Israel se niega a tratar con «extremistas» y que está dispuesto a tratar con «pragmáticos» y que el pragmatismo para Israel significa aceptar el lenguaje del sionismo, a continuación este conjunto sórdido del mal llamado «conflicto palestino-israelí» se acabaría en un santiamén y todos podríamos irnos a casa. Lamentablemente, estos expertos lo han intentado desde la década de 1980 pero parece que no pueden romper la barrera del idioma por completo a pesar de que ha habido éxitos notables. El presidente Obama es la esperanza para conseguir estos logros y avanzar en su nuevo «plan de paz». Esta vez parece haber un socio palestino, Fayyad, que es fluido en el idioma del sionismo. El problema, sin embargo, es que, al contrario que la Autoridad Palestina, el pueblo palestino nunca ha sido analfabeto en el idioma del sionismo y además tiene mucha fluidez, hasta el punto de entender muy bien cómo traducir las palabras sionistas sobre el terreno.
Después de 62 años de colonialismo persistente israelí de Palestina, a menos que el Presidente Obama y los líderes israelíes entiendan que «colonialismo es guerra y anticolonialismo es paz» y que el único proyecto viable en la zona sería el que abarcase a todos los palestinos y judíos-israelíes como ciudadanos iguales, sea cual sea «el plan de paz» que ofrezcan a los palestinos no será nada más que un plan de guerra.
* El autor enseña árabe y la política moderna de la historia intelectual de la Universidad de Columbia en Nueva York. Es el autor de La persistencia de la cuestión de Palestina.
Fuente: http://www.jnoubiyeh.com/2010/
rCR