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El levantamiento sirio: atado de pies y manos en el mar y se le prohíbe mojarse

Fuentes: Al-Quds al-Arabi

Los amigos del pueblo sirio (y me refiero a los de verdad, no a los hipócritas mentirosos) han empezado a declamar con lenguaje poético los peligros de los derroteros hacia los que se dirige el levantamiento. Cuando se cumple un año de su inicio tienen más miedo que en los primeros meses. En un 90% […]

Los amigos del pueblo sirio (y me refiero a los de verdad, no a los hipócritas mentirosos) han empezado a declamar con lenguaje poético los peligros de los derroteros hacia los que se dirige el levantamiento. Cuando se cumple un año de su inicio tienen más miedo que en los primeros meses.

En un 90% de lo que dicen sobre la lista de errores, tropiezos e incluso desvíos se pretende una corrección que siga la buena lógica, pero, que no será del todo correcta si no se somete a un polémico examen cada detalle de la lista, de forma que se llegue a un mínimo justo que no les ponga ni a favor ni en contra de la revolución, sino en un punto medio. No es paradójico, porque no deja de ser el espíritu del equilibrio polémico y su característica definitoria, que algo de lo que se dice al criticar el levantamiento pueda en otro nivel de discusión convertirse en una glorificación de la misma. Lo contrario puede también darse. La impresión más destacada y extendida, incluso si confesarlo puede suponer vergüenza, o un intento de evasión o negación, es esa que pretende que el levantamiento se convierta en un elevado ideal de esos que escasean en la historia y, a poder ser, que sirva como ideal supremo de la lucha, la ética, la política, la sociedad y la cultura, un ideal que ninguna nación ha conocido antes. El pueblo sirio debe hoy conseguirlo y entrar por ello en la historia por la puerta grande (y también la más cruenta, salvaje, violenta y criminal).

Nadie, como era de esperar, reconocerá que esa es la petición que hace al levantamiento sirio, pues es obvio que comienza a ser una petición imposible y es ahí donde aparece la vergüenza. Se exige un imposible muy detallado, casi un deseo, que no se apoya en la realidad efectiva sobre el terreno. Ahí es donde uno evita hacer declaraciones o directamente niega tales pretensiones.

Pero el levantamiento es un hecho popular complejo, mucho más de lo que piensan los amigos y mucho más dependiente de procesos muy complicados, a los que no sirve aplicar ningún principio maniqueo, que no ve más que el blanco o el negro, el pacifismo o la militarización, la independencia de las fuerzas extrajeras o el encomendamiento a ellas, el aferramiento a la unidad nacional o el desvío hacia los atrincheramientos sectarios, religiosos, etnicos o regionales. Y precisamente por ser un hecho popular complejo se trata de un hecho social con diferencia, que supera las complejidades de todo y cualquier «trazado» ideal que se haya elaborado. También puede decirse que se trata de un hecho que puede contradecir, en mucho o poco, cualquier «descripción» prefabricada o preconcebida, totalmente desprovista de los tropiezos, errores y desvíos de la realidad. Este levantamiento es hijo de la utopía y no de la realidad y su carácter utópico no se rebela contra la idea de la puesta a prueba, de la investigación por medio de sencillos experimentos durante un breve espacio de tiempo. ¿Qué pasa si se prueba durante un año entero? ¿Qué sucederá si se utilizan en la prueba todo tipo de armas , desde el tanque al aerodeslizador, los lanzamisiles y los barco militar, pasando por los lanzacohetes, los carros de combate, las bombas de racimo y los gases prohibidos internacionalmente?

Así, el levantamiento, entendido como hecho social popular específicamente, no es el fruto de la total adecuación entre los intereses, los objetivos, los medios y las creencias, incluso si su lema principal («derrocar al régimen», después de convencerse finalmente de que el aparato securitario-militar-inversor gobernante no tiene ninguna intención real de reforma ni es capaz de ello tampoco, y la aspiración a una «Siria libre democrática plural y civil para todos sus hijos con sus diferentes adscripciones doctrinales, religiosas y étnicas») goza de un consenso prácticamente absoluto. Por ello, una misma manifestación puede incluir a gente de izquierdas, de derechas, a islamistas, a cristianos, a liberales, a politizados partidistas, a independientes que acaban de meterse en política, a moderados, a extremista, a personas de término medio, a los que creen en el pacifismo del levantamiento, a los que llaman a una guerra de guerrillas, al que está convencido de que EEUU conspira contra nosotros y al que lo considera el tronco a lque agarrarse para salvarse.
Esta es la verdadera sociedad del levantamiento, y no sirve ninguna alquimia utópica que la depure hasta dejarla monolítica (suponiendo que la historia lograra en algún momento crear dicha alquimia). Tampoco se la puede dividir en distintos «colores», opresión oscura aquí y cerrazón clara por allá, de forma que se reduzca el complejo conglomerado popular (nunca debe dejarse de insistir en su complejidad) a «clases», «calles» y «partes» sometidas todas ellas a la misma regla maniquea, que opone el blanco al negro, y sitúa al que cree en el pacifismo del levantamiento frente al que lleva un kalashnikov. Tanto si esto es un error y aquello lo correcto y viceversa, así como si lo uno no es mejor que lo otro, las reglas maniqueas son el peor de los parámetros para medir el sentimiento nacional de Zayd o Amro y el que se centra en el espíritu de la polémica, mirando al levantamiento de una forma totalmente abstracta, aislada del tiempo y sus cambios y sin poner las políticas defensivas del régimen en el corazón del la ecuación, ni en el platillo de la balanza.

¿Quién, entre los amigos del levantamiento que hoy tiene miedo de su desarrollo, niega que el recurso de algunos a las armas y el pago desorbitado por ellas (la bala cuesta 180 libras sirias, imagina lo que vale un fusil o un revólver), es en defensa propia, y en defensa del honor, de los niños, de las mujeres y de los ancianos, y no para asesinar a los criminales de la Cuarta División y la Guardia Republicana? ¿Quién tiene el valor y se otorga a sí mismo el lujo de aconsejar a la gente que no se defiendan a sí mismos contra los crueles y salvajes bestias destructoras con otros medios que no sean los pechos desnudos, los lemas nacionales y los eslóganes pacíficos? ¿Quién es ese que olvida que esta opción no ha nacido al tiempo del estallido del levantamiento, sino que ha sido el resultado lógico de la brutalidad del régimen y su paso del (programático, organizado y planeado) promedio de 10 víctimas al día, a un promedio de 20, 30 o 40 llegando a superar las 100, 200 y 300?

¿Acaso desde el principio no pretendía el régimen empujar al levantamiento pacífico hacia alguna forma de militarización a modo de defensa en el nivel estratégico, y no táctico, y así demostrar su teoría sobre las «bandas armadas» y atemorizar a Occidente con las consecuencias del cambio democrático?

¿Es acaso la violencia contraria, incluso en el significado que adopta el luchador teórico como Franz Fanon[1] en el contexto de la guerra de liberación argelina, una opción unilateral a la que recurren los movimientos de resistencia popular directamente y no para establecer un equilibrio (militar, al igual que hacen con el político) con la mafia dictadora? Es cierto que desearíamos que el régimen no hubiera llegado a ese extremo de salvajismo en el uso de la violencia, y por tanto no haber obligado a algunos a tomar las armas en defensa propia, pero ¿cómo es posible que se lance a los ciudadanos sirios al mar atados de pies y manos y se les pida después que no se mojen? ¿Acaso al mojarse, como es lógico ya que poco pueden hacer para evitarlo, nadar supone un desvío de la ética?

Además de las cuestiones de la militarización y el armamento, muchos amigos del levantamiento plantean el problema de la división de la oposición siria en diversas agrupaciones, lo que indica que si se uniera el régimen se debilitaría más o se disiparían sus fuerzas, y que el levantamiento, por su parte, se haría más fuerte, se elevaría y progresaría en su programa político y de lucha. Ciertamente, según la simple lógica, la unidad es mejor que la división, pero ¿acaso la oposición o las oposiciones sirias han sido los iniciadores de dicho levantamiento como para ahora convertirse en quienes lo eleven? ¿Acaso los dirigentes del levantamiento efectivo son el Consejo Nacional Sirio (CNS) con sus ventajas y desventajas, ya en el nivel organizativo, ya a título personal, especialmente en lo que se refiere a las «estrellas» de los canales por satélite, los valientes de las peleas de gallos y los que se pavonean cual pavos reales?

La respuesta es negativa, naturalmente, pues la mayoría de los opositores se han apresurado a correr tras el levantamiento una vez iniciado. Así hay quien ha logrado alcanzarlo y se ha unido a él, de forma sincera o no, y quien ha tropezado, o se le ha cortado el camino y se ha quedado atrás. Sin embargo, se ha subido al carro de todos modos porque se ha negado a reconocer su incapacidad. Por otro lado, hay una cuestión a tener en cuenta:¿por qué es necesario que se una la oposición o las oposiciones en el sentido organizativo o institucional, de forma que coincidan sus métodos de trabajo, se asemejen sus opciones tácticas y se unifiquen sus posturas?

Deberían al menos estar de acuerdo, si son de verdaderos opositores claro, en la necesidad del cambio democrático, ya sea por medio del derrocamiento del régimen o su caída por sí mismo. ¿Cuál es la diferencia a fin de cuentas, entre un grupo opositor cercano a Turquía o EEUU o Francia o Gran Bretaña, y otra cercana a Irán, Rusia o China? ¿Cuándo ha tenido el acercamiento, por parte de ambos, algún efecto real y directo en la determinación del ritmo del movimiento popular, como cuando se manifestaron seis millones de sirios en un solo día no hace tanto? Aquí también se pide al levantamiento sirio que sea puro, limpio, claro y que diga a una sola, única y unificada voz, como si fuera un loro: «No a EEUU, no al Consejo de Seguridad, no a la protección árabe, no a Rusia y no a Irán».

Ni que decir tiene que la sociedad no es así y que la política está bien lejos de tan falsa pureza. La pluralidad que distingue al movimiento popular da lugar, por su parte, a una amplia pluralidad en los objetivos, las visiones y los medios, y puede que los intereses se entrecrucen y que las creencias se opongan entre sí. Así es la vida y los protagonistas del levantamiento no son menos inteligentes que el régimen en la forma de absorber los acuerdos y desacuerdos e invertirlos de la mejor manera, como se demuestra sobre el terreno, y ello es lo más importante, en el marco de los ingentes sacrificios y de las víctimas que gotean por decenas a diario.

Las armas son un dilema, la militarización sectaria y los temores que se infunden en torno a la posibilidad de que se dé una guerra civil es otro dilema. Existe también un tercer dilema, que es la debilidad de las organizaciones que dicen ser los dirigentes. Por otro lado, poner las esperanzas en los enemigos del régimen hoy, sus amigos hasta ayer supone un cuarto dilema. Finalmente, la específica y delicada posición geoestratégica de Siria es el quinto dilema. Pero, ¿quién esperaba que un levantamiento en este país en concreto contra este régimen específicamente, en medio de todas estas dificultades iba a ir como la seda?

Queda por recordar que los que se concentraron frente a la embajada de Libia en Damasco[2], hace un año y medio, y después se manifestaron en el corazón de la mezquita de los Omeyas, antes de que Daraa construyera la revolución con la sangre de las primeras víctimas, y que continúan su victoria sobre la maquinaria del régimen a cada instante y no a cada hora, esos se levantaron antes de que se creara el CNS y antes de la sofistería de los «noes»[3] del Comité de Coordinación Nacional. También lo hicieron antes de que se mezclaran las oposiciones exteriores con su prolongación en las oposiciones interiores, y de que aumentaran el cacareo, el graznido y el balido sobre las «mediaciones» políticas, sobre la «reforma» del régimen sin derribar sus soportes, sobre las diferencias entre la «negociación» y el «diálogo», sobre el «sectarismo» del Ejército Sirio Libre y sobre la protección de la «soberanía» del estado, que no son más que palabras que se lleva el viento a diario porque la sangre de las víctimas pesa mucho más y es un mensaje mucho más elocuente e influyente. Los amigos del levantamiento de Siria deben reflexionar sobre lo que queda para que sirva a los sirios sobre el terreno, en los países del entono, y a lo largo y ancho de la Tierra.

Notas:

[1] Psiquiatra  y filosofo revolucionario nacido en la Martinica francesa que apoyo la revolución argelina (1925-1961) y escribió uno de los libros más influyentes en la lucha antocolonial: «Los condenados de la tierra».

[2] La primera concentración en Damasco fue a mediados de febrero en protesta por la represión de Gadafi en Libia.

[3] «No a la intervención militar, no a la violencia y no al sectarismo».

Fuente original: http://traduccionsiria.blogspot.com/2012/03/el-levantamiento-sirio-atado-de-pies-y.html