Las cartas están echadas. Aparentemente, desde las conclusiones a las que arribó la inteligencia israelí, de que ese país no está en capacidad militar de realizar por su cuenta un ataque a las instalaciones nucleares de Irán con resultados favorables, y ante la negativa del gobierno estadounidense de proporcionar a las fuerzas armadas israelíes las […]
Las cartas están echadas. Aparentemente, desde las conclusiones a las que arribó la inteligencia israelí, de que ese país no está en capacidad militar de realizar por su cuenta un ataque a las instalaciones nucleares de Irán con resultados favorables, y ante la negativa del gobierno estadounidense de proporcionar a las fuerzas armadas israelíes las bombas perforantes capaces de llegar hasta 45 m. bajo tierra (en la última reunión realizada entre Obama y Netanyahu en Estados Unidos), los planes del ataque militar inmediato a la nación persa han quedado en un cierto suspenso, concretándose a apretar los bloqueos económico, financiero, diplomático y legal que le han impuesto.
Todos los esfuerzos entonces se han volcado ahora a la intervención militar y la caída del gobierno de Bashar Al-Assad en Siria. Para ello, los gobiernos de los Estados Unidos, de Israel y de las naciones europeas de la OTAN, están aplicando rigurosamente el mismo libreto que utilizaron en Libia:
· El primer paso del libreto consiste en desatar una campaña hegemónica a través de los medios de comunicación corporativos a nivel mundial, que señala al gobierno sirio y a su presidente como los malvados de la película (tal como se hiciera por ejemplo con Noriega, con Saddam Hussein, y finalmente con Gaddaffi). Violadores de los derechos humanos, asesinos de civiles inocentes, dictatoriales y arbitrarios [1] , la condena es unánime. Es curioso percatarse como todo esto se desata sin ningún tipo de pruebas, los medios actúan como jueces previos que determinan a priroi la maldad del gobierno sirio. Basta con contemplar los noticieros diarios de cualquiera de las cadenas internacionales (CNN, FOX, DW; RTE, RTF y demás) para constatar como toda noticia que tenga que ver con Siria, parte inexorablemente de la culpabilidad y mala intención del gobierno de Bashar Al-Assad y de su responsabilidad directa por los heridos y muertos de la población civil. Curiosamente, las imágenes que acompañan estas noticias son siempre escasas y confusas, no elaboradas por los corresponsales de estas cadenas, sino en general «videos de aficionados» en los cuales no es posible determinar su pertinencia, tomados en su gran mayoría de la Internet. En definitiva, es posible percibir para cualquier observador precavido, como toda esta campaña consiste fundamentalmente en la creación (bastante burda) de «realidad virtual», la imposición de una «matriz de opinión» necesaria a los intereses de quienes manejan las cadenas de información para justificar una invasión.
· Mientras tanto, se ejerce en forma coordinada todo tipo de medidas de presión (expulsión de embajadores, congelamiento de cuentas bancarias, bloqueo económico y comercial) sobre el país designado.
· Por debajo se financia y abastece a las «fuerzas rebeldes» que están formadas en su mayoría por opositores radicales y mercenarios de todo tipo (algunos de ellos, los mismos que ya operaron en Libia) con equipamiento y armas suministradas -en este caso- por «países amigos», cómplices de la jugada internacional. El gobierno sirio (acallado siempre por el peso mediático de las cadenas de información occidentales) ya ha mostrado por ejemplo, el decomiso de armas capturadas a los «insurrectos», de origen saudí (los que, además de su apoyo político a los países centrales, tienen especial interés religioso en hacer caer al gobierno sirio) y por supuesto de origen israelí.
· Se presiona además a los «Organismos Internacionales» para que avalen medidas que, tal como ocurriera en Libia, den un cierto «carácter legal» a un ataque militar. El objetivo final, declarado abiertamente por la Secretaria de Estado Norteamericana Hillary Clinton, es la destitución de Bashar Al-Assad y su gobierno y su sustitución por un régimen fiel a los intereses de los países centrales. El recién elegido «socialista» Hollande es uno de los más inmediatos proponentes de la intervención armada por parte de la OTAN. El Secretario General de las Naciones Unidas vuelve, como en el caso libio, a ejercer el papel de vocero oficial de los países atacantes, «secretario colonial» de los poderes imperiales.
Siguiendo todas las directivas del libreto, se supone que se lograrán los objetivos de conquistar para los intereses occidentales el control de Siria.
El último paso del guión llega a los límites del surrealismo. Dentro de la convulsión militar del país se produce en la localidad de Hula una matanza que deja como saldo alrededor de cien civiles muertos y múltiples heridos, incluyendo ancianos, mujeres y niños. De forma inmediata, el sistema de medios corporativos y los voceros de Occidente condenan al gobierno sirio como autor de la masacre. El gobierno hace una investigación y determina que la matanza la realizaron las milicias rebeldes financiadas y equipadas por Occidente, y que las tropas gubernamentales no estuvieron en el sitio en ese momento. Rápidamente este informe es descalificado por las mismas cadenas de medios y los voceros de los gobiernos centrales, con argumentos tan «sólidos» como que «ese incidente tiene todas las características de un ataque de las milicias progubernamentales y de las tropas del gobierno.» Otra vez las imágenes de los sucesos son mínimas y confusas. Inclusive el «tan serio» servicio informativo de la BBC de Londres, utiliza para ilustrarlo una fotografía apócrifa, cuyo fotógrafo autor se apresura a aclarar que fue tomada en Irak diez años antes, provocando una mínima explicación por parte del servicio informativo, cuya única preocupación fue suministrar una imagen que apoyara el libreto. Gracias a la firme disposición de China y Rusia (que parecen ahora no estar dispuestas a repetir el error que cometieron al permitir la resolución con la que se justificó el bombardeo a Libia), no fue posible en este caso una decisión del Consejo de Seguridad que avalara un ataque a Siria.
Resultado: un empate entre el libreto y el gobierno sirio. De todas maneras se ejercen otras medidas adicionales, como la expulsión de los embajadores sirios de varios de los países europeos (el gobierno francés uno de los primeros). Pero no se logra lo que pareció ser el objetivo directo de la masacre: comenzar el ataque militar.
Es que las cosas no son tan sencillas aquí. En primer término, el objetivo central del libreto no consiste (como en Libia), en apoderarse de las fuentes de petróleo, gas y agua por parte de las naciones centrales. El principal objetivo aquí es sobre todo geopolítico. La privilegiada situación geográfica de país central de Siria, permitiría que su control aumentara exponencialmente el poder de Israel en la región, reforzara las fronteras de países como el Líbano o la propia Turquía (que pudieran representar puntos débiles en la influencia de los países centrales) y fundamentalmente se privaría a Irán de su principal apoyo en la región, en la guerra de desgaste para su futura intervención.
Pero Siria no es Libia, en primer lugar y por razones históricas, el gobierno sirio no ha bajado la guardia en su defensa militar desde la apropiación por Israel de las Allturas del Golán, territorio sirio invadido en la Guerra de los Seis Días en 1967 y anexado al Estado de Israel en 1981. Desde entonces, el Estado sirio está en constante pie de guerra. Hace un tiempo, en una visita a Caracas, Thierry Meyssan, el director de la Red Voltaire, nos contaba que estaba viviendo en Damasco, y como el clima de estado guerra constante que pesa sobre esa hermosa ciudad (que en un momento fuera la perla del Oriente Medio) es excesivamente asfixiante y opresivo, y altera y enajena toda actividad cotidiana de quien allí vive.
Siria nunca cometió, presionada por sus circunstancias, el error de Gaddaffi de desarmarse como gesto de buena voluntad hacia un Occidente que creyó lo había aceptado. Toda su parafernalia militar, incluidos los estratégicos proyectiles SS300 rusos (que fueran hace poco tiempo potenciados a su máxima capacidad por técnicos rusos autorizados por Putin), constituye un hueso mucho más duro de roer que la entonces empobrecida capacidad militar Libia, considerando además que en este caso, errores en posibles bombardeos de la OTAN corren el peligro, de sembrar «fuego amigo» en los cercanos Israel, Turquía o El Líbano. No será entonces tan sencillo enviar miles de misiones de bombardeo a un territorio que no está indefenso y está rodeado cercanamente de «países amigos».
Y como vimos, la hoy firme posición tanto de la Rusia de Putin como de China, de no ser cómplices en proporcionar un «justificativo» que permita la intervención armada, hacen menos «digerible» un ataque militar inmediato.
El problema está en que, aunque hasta ahora no les haya sido posible emprender la aventura militar en Siria, los intereses occidentales seguirán presionando para lograrlo, insistiendo en el mismo libreto. Hay demasiado en juego como para retroceder, considerando que además de todas las razones económicas y políticas previas, una nueva guerra aportaría un «ruido social» capaz de funcionar como elemento contrarrestador, frente a las inmensas presiones sociales internas que la crisis económica y financiera está produciendo en los países centrales.
El pronóstico entonces no es demasiado alentador. Prosigue sin cesar la «huída hacia delante» de los poderosos, y todos nosotros (el resto del mundo) deberemos estar dispuestos para enfrentar las consecuencias.
[1] Que conste que con esto no estamos realizando una defensa de las bondades del régimen de Bashar Al-Assad. La «democracia occidental» y sus normativas sobre valores y derechos humanos, no son precisamente características de los regímenes islámicos que provienen de otro espectro cultural. Lo notable es que las características que lo hacen «condenable» para la visión occidental, son las mismas que existen en el resto de los estados islámicos pro-occidentales (como las monarquías, saudí, yemenita y jordana por ejemplo), hacia las cuales Occidente no tiene ningún tipo de reparo y a las que nunca condena, considerándolas «aliados amigos y confiables».
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