Muchas veces, para tener certeza de los hechos tenemos que fijarnos en nuestro alrededor. Si volvemos a los lugares dónde jugábamos cuando éramos niños constataremos que han cambiado». Roger Cremades (València, 1977) ha dedicado cinco años a escribir Macrourbanismo y agresiones al paisaje mediterráneo , libro dónde analiza el «proceso irreversible de transformación territorial y […]
Muchas veces, para tener certeza de los hechos tenemos que fijarnos en nuestro alrededor. Si volvemos a los lugares dónde jugábamos cuando éramos niños constataremos que han cambiado». Roger Cremades (València, 1977) ha dedicado cinco años a escribir Macrourbanismo y agresiones al paisaje mediterráneo , libro dónde analiza el «proceso irreversible de transformación territorial y paisajística que afecta el País Valenciano».
Ingeniero forestal de formación, Roger milita en Ecologistas en Acción y ha realizado los indicadores ambientales y la diagnosis de la ciudad en la que vive, Gandia. Define el macrourbanismo como un modelo «de construcción a gran escala, que piensa en los beneficios privados sin tener en cuenta las necesidades de servicios que tiene cualquier asentamiento urbano, y hace que los territorios pierdan su identidad».
Tu libro tiene un estilo directo y pedagógico. ¿Cuál ha sido tu objetivo al escribirlo?
Quería que cualquier persona, fuera cuál fuera su formación de partida, pudiera entender todo lo que ocurre alrededor del urbanismo y las problemáticas territoriales en el País Valenciano. La vocación divulgativa ha sido presente en todo el proceso de escritura del libro.
¿Cuáles son las consecuencias del «macrourbanismo» sobre nuestro territorio?
En un futuro cercano estaremos sufriendo las consecuencias. A priori disminuye la calidad de vida de las personas que viven en el lugar dónde se implanta este modelo. No sólo de los que viven en dentro, el colapso también lo sufren las personas que viven en las ciudades y pueblos próximos.
Copa América, Circuito de Fórmula 1, Mundo Ilusión, Terra Mítica o Tren de Alta Velocidad… ¿Cuál es alcance real de estos proyectos urbanísticos y de infraestructuras, y a qué intereses responden?
Todos estos ítems acaban siendo polos de atracción urbanística, que generan expectativas urbanísticas e impactos mal calculados a su alrededor. Se externalizan los beneficios a empresas próximas al poder y la sociedad asume los costes. Quienes sale ganando? El tendero de mi barrio y yo mismo no, desde luego.
¿Encuentras diferencias entre los comportamientos de los partidos políticos de derecha y de izquierda en cuanto a modelo urbanístico y ordenación del territorio en el País Valenciano?
Durante la última década podemos encontrar proyectos de campos de golf con macrourbanitzaciones relacionados con cada una de las siglas políticas con representación parlamentaria en las Cortes.
¿Acusarías de «catastrofista» alguien que denunciara la situación del litoral, marjales y la huerta en el País Valenciano?
El litoral creo que es una hecatombe para todo el mundo que lo haya conocido quince o más años atrás. Respeto a los marjales, la catástrofe es que des de Ecologistas en Acción continuamos luchando en los tribunales contra quienes los entierran, mientras las fuerzas públicas -que los deberían defender por ley- no hacen nada. También es alarmante lo que sucede con la huerta, que no tiene protección específica en el conjunto del territorio valenciano; sólo existe una declaración de intenciones en València rodeada de PAI, como el de Nuevo Milenio en Catarroja.
¿La depredación urbanística en el País Valenciano ha dado paso a una degradación irreversible del territorio o todavía estamos a tiempo de volver atrás?
No se puede generalizar. Para echar atrás la costa de la Marina Baixa lo tenemos mal. Quizás en determinados lugares de algunas comarcas podemos parar el proceso de degradación galopante del territorio. Pienso que hay que fortalecerse y crear redes sociales con capacidad humana y técnica para defender los argumentos medioambientales, históricos y culturales del País Valenciano.
La experiencia del conflicto por la Marjal de Pego-Oliva despertó tu conciencia ecologista, has contado alguna vez. ¿Qué relevancia tuvieron aquellos hechos?
El caso de Pego – Oliva acabó de la peor manera: en los tribunales y con el territorio propiedad de los terratenientes fuera de la zona protegida. Aquellos hechos tuvieron relevancia en todo el Estado español. Piensa que el ex-alcalde de Pego es el primer cargo público que ha entrado en la cárcel por delito ecológico. Es cierto que la indefensión que sufrió la marjal de Pego despertó en mí una fuerte conciencia de lo que estaba sucediendo con el medio ambiente.
¿Nos encontramos frente el fin de la ciudad mediterránea, compacta y habitable, característica del País Valenciano?
Sí, este modelo de ciudad era el de los años 80 en nuestro país. Un modelo de ciudades pequeñas, equidistantes, un buen punto de partida para una sostenibilidad que no ha llegado. Actualmente, entre los centros comerciales y las macrourbanizaciones se ha echado de la ciudad gran parte de las funciones urbanas. Esto es el final de la ciudad mediterránea.
En tu opinión, ¿cuál sería el modelo donde se ha pervertido más claramente este modelo de ciudad mediterránea?
Un buen ejemplo serían las autovías urbanas -eufemismo: ronda- que rodean Castelló por el sur. Después, una famosa urbanización que hay en el norte de Orpesa, o la autovía de Valencia a Llíria. También podemos encontrar buenos ejemplos en la Marina Baixa y la Vega Baja. Hay más ejemplos graves. Pero esto no quiere decir que debamos desfallecer. Se tiene que ser positivo e impulsar iniciativas atractivas en medio de todo este drama.
En este sentido, voces cualificadas del ecologismo han afirmado recientemente que el «modelo Benidorm» no es tan agresivo, pues concentra el consumo de recursos. ¿Estás de acuerdo con esta afirmación?
Quienes dicen esto ignoran que el Benidorm de los años 90 ahora está rodeado de un enorme cinturón de macrourbanizaciones que tumban este argumento. Muchas veces «grandes expertos» -que yo no calificaría nunca de ecologistas- no tienen en cuenta que Benidorm es un fenómeno que ha acabado funcionando como polo de atracción urbanística y ha deshecho el paisaje de numerosos pueblos de los alrededores. Id a ver las vertientes del Ponoig, en Polop de la Marina.
¿Cómo observas a nivel ambiental, territorial y paisajístico la realidad de tu comarca, la Safor?
La Safor se la están cargando a base de invitar personas de relevancia, que después de cobrar lo suyo, todavía se atreven a afirmar que la solución en el turismo pasa por el urbanismo. Estas y otras barbaridades todavía suceden en la Safor. Pero aquí siempre estamos en pie de guerra contra el macrourbanismo. De más de diez proyectos de campos de golf que han presentado los últimos diez años, no les hemos dejado hacer ninguno, a través de alegaciones y retrasos les hemos desmontado el chiringuito.
Alguna vez has explicado que Gandia podría ser una ciudad sostenible de referencia. ¿Podrías contarnoslo?
Gandia es mi pueblo, así que pienso que hay que asumir la realidad y pensar como un pueblo dónde viven personas, y dejar de querer ser ciudad en el mundo de las megalopolis. Algunos gobernantes con nombres y apellidos no piensan así y ahora dicen que quieren urbanizar toda la huerta que separa el centro de la playa. Creen que así conseguirán desestacionalizar el turismo, una excusa como otra para urbanizar y embolsar dinero.
Para acabar. ¿Cuáles son las consecuencias, sociológicas y ambientales, de la combinación de urbanizaciones, centro comercial y vehículo privado?
Si sumas todas las horas que pasas en el coche viviendo en una macrourbanización y yendo al centro comercial, a lo largo de un año equivalen a unos 15 días de vacaciones. La alternativa es vivir en la ciudad compacta, comprar en las tiendas del barrio e ir a pie o en bici. Esto es más saludable y socialmente más favorable para relacionarse con el entorno. El problema es que todos respiramos el mismo aire, los que contaminan y los que no lo hacemos tanto.