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El mayor riesgo para la paz en Próximo Oriente es que nadie cree en ella

Fuentes: LE MONDE

Barack Obama ha conseguido un pequeño éxito en Medio Oriente del que espera obtener un empujoncito que le sirva en las elecciones de mitad de mandato del próximo 2 de noviembre. Los Estado árabes, más pendientes de los votos de Washington convencieron a la Liga árabe , otorgar un mes más a la administración usamericana […]

Barack Obama ha conseguido un pequeño éxito en Medio Oriente del que espera obtener un empujoncito que le sirva en las elecciones de mitad de mandato del próximo 2 de noviembre. Los Estado árabes, más pendientes de los votos de Washington convencieron a la Liga árabe , otorgar un mes más a la administración usamericana para seguir intentando retomar el hilo de las negociaciones directas entre el primer ministro Israelí Benyamin Netanyahu y Mahmoud Abbas presidente de la autoridad palestina.

El señor Obama puede de este modo seguir mostrando ilusoriamente que los EEUU han encarrilado de nuevo  el proceso de paz. Tal es el motivo por el que Georges Mitchell, emisario usamericano  para el oriente próximo no ha cesado de destacar en las últimas semanas  los «progresos» registrados en el marco de la mediación. La verdad, atestiguada por los negociadores palestinos  e israelíes es que no ha habido ninguno.

Luego de que fueran lanzadas las negociaciones directas, el 2 de setiempre ppdo, interrumpidas más tarde, el proceso de paz ha asumido las características de una comedia diplomática  entretejida con «fechas límite», «discursos históricos», «concesiones sin precedentes»  luego de tantos engaños, el Sr. Obama ha encontrado en Netanyahu un aliado providencial pero enmascarado, de modo que flanqueado por una mayoría republicana en el Congreso, Obama se verá obligado a dejarle «la rienda en el cuello» para la colonización de Cisjordania.

Para tratar de mantener el proceso de paz, Washington ha multiplicado sus generosidades políticas y las garantías de seguridad hacia Israel, pero que Netanyahu consciente de su ventaja sigue reclamando. Lleva adelante un juego que parece liberado de toda visión histórica: ganar tiempo, permanecer, mantener intacta su coalición gubernamental, administrar sus limitaciones políticas.

Su postura política utilizada por gran parte de sus predecesores, se traduce en pocas palabras: negociar (con los palestinos) siempre, no firmar (la paz) jamás  y sobre todo preparar el terreno para que la culpa de una ruptura de las negociaciones recaiga sobre los palestinos.

El riesgo, es que un día no haya nadie con quién firmar la paz. Los palestinos sienten un creciente desaliento,  el 66% según las encuestas no quieren escuchar más hablar de negociaciones directas. Entre las nuevas generaciones, la perspectiva de un estado palestino independiente sería solo un milagro, cuya materialización no es por otra parte demasiado deseada. El señor Abbas a fuerza de tragarse las culebras que le ofrecen los usamericanos y los israelíes, fijando «líneas rojas» siempre transgredidas, ofrece un espectáculo que sería patético si dispusiera de un coherente plan B.

Pero la Intifada ha sido un desastre para la causa palestina. La otra opción, está siendo preparada por el primer ministro Salam Fayyad construyendo las bases sobre las que espera que la comunidad internacional reconozca, en las Naciones Unidas un estado palestino independiente.

Por su parte ¿quieren la paz los israelíes? Hace algunos meses solo el 8% pensaba que reglamentar la paz era el más urgente desafío para Israel. Existe una equívoca sensación de tranquilidad en la mentalidad colectiva, casi de invencibilidad, basada en la potencia militar, la prosperidad económica y la certeza de que el apoyo de los Estado Unidos  al  estado judío es inalterable.

El credo de Avigdor Lieberman, el ultranacionalista ministro de Relaciones Exteriores, según el cual en «Medio oriente solo sobreviven los fuertes» es parte de las certezas de una parte creciente de la sociedad israelí.

Bajo la influencia de ese aliado que juzga ineludible, la política del señor Netanyahu tiende indefectiblemente hacia la extrema derecha: el 69% de los israelíes, indiferentes a la deriva teocrática, están de acuerdo en obligar a los candidatos a la ciudadanía a jurar lealtad hacia el «estado judío y democrático».

Una gran mayoría no cree que haya que  poner obstáculos a la limitación a la libertad de expresión cuando resulta contraria a los intereses del estado. Más de un tercio de los israelíes y el 68% de los ultraortodoxo quiere  prohibir a los no judíos elegir a los miembros de la Knesset. Yitzhak Herzog, ministro de Asuntos Sociales (laborista) ¿exagera acaso cuando percibe  en esta evolución «resabios del fascismo» y los comentaristas que ven desarrollarse en Israel un «fascismo religioso» no son los  izquierdistas de un «campo de paz» en vías de agotamiento»?

Moshe Yaalon, vice primer ministro lo ha dicho hace algunos días  sin ambages: ninguno de los siete ministros más influyentes del gobierno de Netanyahu cree posible llegar, en el futuro próximo, a un acuerdo de paz con los palestinos. Israel, advierte el ministro de defensa Ehoud Barak está cada vez más aislado en el mundo. A este fenómeno de encierro internacional se agregan el creciente autismo de una sociedad israelí indiferente al «otro» y una evolución política cada vez más ultranacionalista.

De donde hay que darle la razón a los Casandra, para quienes las posibilidades de lograr la coexistencia de dos pueblos y de dos estados en la Palestina histórica son ínfimas.

Artículo publicado en la edición del  20.10.10