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Juan Carlos de Borbón y los principios éticos

El mejor chiste del año… (por el momento)

Fuentes: Rebelión

Para Manuel Talens, cuya amistad me honra y enseña

La ética -asimilada usual y mediáticamente (aunque no sólo) con la formulación de bellas palabras sin ningún compromiso personal ni social- da para casi todo. Incluso para mostrar rostros bondadosos en territorios donde su ubica el lado más innoble del poder.

«Dar primacía a los principios éticos que respondan a una exigencia de la que hará norma de vida…» La frase no es un portento pero ha sido escrita por un algún asesor Real, supuestamente muy puesto en lemas de publicidad poliética orientada a estamentos militares, y fue dicha nada menos que por la primera autoridad del Estado en la pasada «Pascua Militar», en su mensaje a las Fuerzas Armadas y a la Guardia Civil.

¿Principios éticos? ¿Norma de vida de comportamientos públicos y privados regida por tales principios? ¿La vida como un proyecto lleno, pletóricamente desbordado o cuanto menos poblado de valores morales? ¿Principios éticos, normas, vida consistente, como los tres vértices de la Inmaculada Transición existencial? ¿Normas y principios Reales formulados para los aposentados oficiales de los estamentos militares y de la gloriosa Benemérita, la misma que asesinaba en los años 40 -sin pedir disculpas hasta el momento-, y en años posteriores desde luego, a luchadores republicanos condenados en farsas fascistas llamadas impropiamente «juicios militares»? ¿De qué se habla cuando se habla de principios, ética y normas de vida?

¿De una muy flexible axiología que permite acumular una fortuna de casi 2 mil millones de euros en unas tres décadas de incesante trabajo especulativo? ¿Los mismos principios éticos que permiten ser una figura inviolable en una Constitución que afirma ser democrática? ¿Se habla de los valores que permiten haber evitado durante años y años cualquier acercamiento crítico a la Casa y a la Familia porque la opinión ciudadana no rige en estos exquisitos ámbitos? ¿Una ética que permite ser Jefe de Estado sin elección y asegurar la continuidad de la dinastía vía descendencia masculina? ¿La norma de vida que permite la doble, triple o incluso cuádruple moral en asuntos públicos y también, por qué no recordarlo cuando se dan lecciones de moralidad urbi et orbe, en asuntos privados? ¿Acaso la misma ética que permite las buenas relaciones con Javier de la Rosa, Manuel Prado y generosos e interesados grupos de presión empresariales poco recomendables? ¿La norma de vida que permite gritar con malos modos «por qué no te calles» a un presidente republicano de orientación socialista que estaba formulando, documentadamente, verdades como puños que apelaban a golpes de estado y apoyos de primeros ministros españoles ultraconservadores? ¿Será esa misma ética, me olvidaba, la que permite que después de días y días, incluso de meses, el suegro no haya condenado explícitamente y sin subterfugios ni rectificaciones posteriores los comportamientos muy poco éticos -eso sí, altamente «creativos» económicamente y muy emprendedores- del yernísimo? ¿Es esa ética la que permite hablar de que la justicia debe ser igual para todos pero, eso sí, hasta cierto punto? ¿La norma de vida que permite tratar despóticamente a la prensa no sumisa o poco servil cuando se estima oportuno? ¿Los mismos principios éticos que no han permitido formular nunca hasta el momento, más bien lo contrario, una condena explícita de la dictadura fascista que asoló durante España durante más de 40 años guiada por aquel general africanista asesino? ¿Es esa ética la que permitió salir con el dictador fascista al balcón de la plaza de Oriente tras los asesinatos del 27 de septiembre de 1975? ¿La misma que ha posibilitado no asistir a ningún funeral de una cualquiera de las más de 2 mil mujeres que han sido asesinadas en nuestro país durante las décadas de su reinado por una violencia que tiene que ver directamente con el género y el poder patriarcal? ¿Es esa ética la que también ha impedido asistir a un funeral, a cualquiera de ellos, de obreros y obreras que han perdido su vida en el puesto de trabajo por laxas condiciones de seguridad? ¿La ética que permite vivir en palacios, en la estupidez consumista y practicar aristócratas cacerías mientras el 20% de la población del país vive en la miseria o la bordea, y más de un 50% de la ciudadanía vive con la soga al cuello en trabajos mal pagados con miedo al despido en empresas dirigidas por miembros de su organización amiga, la CEOE? ¿Es esa ética la que permite dirigir una familia, al lado de la consorte opusdeísta, donde se transforman personas como Leticia Ortiz en horribles muñecas anoréxicas de porcelana, incluso con peineta si lo exige el guión? La lista permite ampliaciones.

Pero perdón, perdón… Me falta práctica filosófica y había olvidado que todo esto de los principios éticos y de las normas de vida afectan a todos las organizaciones y personas, incluso a los grupos de presión conservadores, el Partido del Té, los colectivos pro-nucleares, la CEOE, asociaciones ilegales nada recomendables, al mismísimo Premio Nobel belicista usamericano de la Paz, y que, desde luego, principios éticos y normas de vida no tienen por qué pisar suelo kantiano, ilustrado, marxiano, allendista o emancipador. Que la ética, como casi todo, se ponga o no ropajes de ensueño, da para un cosido y también para un fregado, incluso -¿por qué no recordarlo?- para un fregado como el protagonizado por el trío Urdangarin-Borbón-Torres cuyas dimensiones, por consistencia lógica, no pueden ser disjuntas de los territorios de la realeza.

Un profesor-maestro de Metodología de las Ciencias Sociales de la Facultad de Económicas de la UB, filósofo de una pieza donde los hubiera, ya nos advertía que la política, bien mirada y pensada, no era en el fondo sino ética de lo colectivo y que si en política admitíamos que había posiciones conservadoras, reaccionarias, cosmovisiones que alentaban y justifican incluso las peores tropelías del capitalismo, recién iniciada su «contrarrevolución neoliberal conservadora», hablaba en aquel entonces, de la misma forma añadía, en el ámbito de la ética no todo son flores, sonetos de amor y entrega y armoniosos conciertos barrocos. Pensadores, enormes filósofos de la talla de Platón, al que tradujo, Nietzsche, Schopenhauer y Heidegger, al que conocía al detalle, por poner unos pocos ejemplos, habían cultivado y abonado unas éticas en absoluto recomendables para cualquier colectivo que aspirara a la emancipación de los seres humanos superando su escisión milenaria (y en ocasiones despiadada, violenta y cruenta) en clases sociales antagónicas. No hace falta apuntar hasta el momento donde se habían ubicado las Monarquías, borbónicas o no, en esta lucha que parecía seguir siendo el motor (ampliable y matizable) de la Historia.

En síntesis: o bien la distancia entre lo dicho en la Pascua Militar y las prácticas realmente existentes son prácticamente inconmensurables, o bien esos principios éticos como norma de vida son humo para jalear oídos que quieren escuchar melodías asignificativas envueltas en celofán político publicitario. Quedan bien, pasamos páginas poco decorosas, no hablamos de lo que hay que hablar y el personal se queda impresionado.

PS: Edward Bibbins Aveling, el compañero-marido de Tussy Marx, hizo un carrera estelar como científico consiguiendo una plaza de profesor de anatomía comparada en la Universidad College de Londres. Su laicismo no disimulado -él fue quien pidió permiso a Darwin para dedicarle un libro, el asunto atribuido durante tiempo a Karl Marx- le costó su puesto. Llegó a ser llamado el «Darwin del pueblo». Publicó un Darwin para estudiantes y un Darwin es fácil.

Su viaje hacia el marxismo se inició en 1884. El mismísimo Engels respaldó muchas de sus posturas políticas e ideológicas. El autor de La situación de la clase obrera en Inglaterra, señala Hunt, lo respetaba «como eficiente divulgador científico del marxismo en el mercado inglés». Escribió también el yerno de Marx un Marx para estudiantes que publicó en 1891. Así explicaba Aveling el carácter revolucionario de los descubrimientos marxianos: «[…] La electricidad ahora tiene sus ohmios, sus faradios, sus amperios; la química, la tabla periódica; los fisiólogos reducen las funciones corporales a ecuaciones, y el hecho de que en el campo de la economía política Marx pudiera expresar muchas de sus generalizaciones en términos matemáticos es prueba de que hizo adelantar esa ciencia más que sus predecesores» [3].

Sea o no totalmente exacta la aproximación de Aveling a la tradición y obra de Marx, el compañero de Tussy Marx no hubiera podido incluir, si hubiera querido y no es nada probable, a Juan Carlos I de Borbón entre los grandes estadistas de la historia ni tampoco su reflexión del día de la «Pascua Militar» en el catálogo de los textos éticos imborrables o tan siquiera de interés limitado.

Notas:

[1] Público, 7 de enero de 2011, pp. 6 y 14-15.

[2] Tomado de Tristram Hunt, El gentleman comunista. La vida revolucionaria de Friedrich Engels, Anagrama, Barcelona, 2011, pp.325.327 (traducción de Daniel Najmías).

Salvador López Arnal es autor de Entre clásicos (La Oveja roja, Madrid, en prensa)

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.