En este artículo se analiza el estado actual de la clase trabajadora egipcia, tras su papel crucial para el desarrollo del estallido revolucionario y la transformación del sistema desde abajo. Hace ya más de un año que los medios de comunicación nos mostraban la plaza Tahrir inundada de gente que aclamaba un cambio de gobierno […]
En este artículo se analiza el estado actual de la clase trabajadora egipcia, tras su papel crucial para el desarrollo del estallido revolucionario y la transformación del sistema desde abajo.
Hace ya más de un año que los medios de comunicación nos mostraban la plaza Tahrir inundada de gente que aclamaba un cambio de gobierno en Egipto, luchando en contra de la tiranía ejercida durante casi 30 años por Hosni Mubarak y en pos de unas mejores condiciones de vida. La toma de las calles por cientos de miles de ciudadanas y ciudadanos, sobre todo jóvenes de clase trabajadora y de origen humilde, su constancia y su capacidad para auto-organizarse y resistir en las plazas de todo el país ha sido considerado como una verdadera revolución en la que «las masas han entrado forzosamente en el reino del control sobre su propio destino».
Esta lucha, sin precedentes en el mundo árabe, ha dado como resultado el derrocamiento de Mubarak y la constitución de un nuevo Parlamento, formado en su mayoría por el Partido Libertad y Justicia, es decir, por los Hermanos Musulmanes. El próximo mes de mayo serán las elecciones presidenciales.
Sin embargo, poco ha cambiado para los y las egipcias. La tradicional represión de un régimen fuertemente militarizado continúa, sobre todo contra quienes se han levantado, violando sistemáticamente sus derechos civiles y políticos. Aunque lo que sucede en Egipto ya no sea noticia de primera plana, y a pesar de esta represión, la ocupación en las plazas continúa. Las demandas de la población, primero contra Mubarak, después contra la Junta Militar provisional y ahora contra el nuevo Parlamento, han trascendido al mero cambio institucional y atacan a la propia esencia del sistema.
El movimiento obrero
Lo que no aparece en los medios de comunicación es que, en paralelo a la ocupación de las plazas y las batallas campales entre la gente revolucionaria y las fuerzas de seguridad del Régimen, en el último año las y los trabajadores han protagonizado una inmensa ola de huelgas por todo el país. Y ha sido cuando han amenazado con paralizar el país cuando se ha conseguido la marcha de Mubarak, poniendo de manifiesto el papel crucial que ha jugado la clase trabajadora en la caída del Régimen y el de la huelga como herramienta fundamental de su lucha.
Pero el movimiento de los y las trabajadoras egipcias no surge con las manifestaciones de descontento en las calles el 25 de enero de 2011, sino que ya venía creciendo fuertemente desde los últimos seis años, en paralelo a la etapa más dura de la política económica neoliberal del Régimen de Mubarak.
La huelga que protagonizaron 3.000 trabajadoras de la empresa textil Misr Spinning and Weaving, en Mahalla, supuso un punto de inflexión. Reivindicaban el pago de una prima prometida por el gobierno que nunca llegó, haciendo popular su grito ante sus compañeros de «¡Aquí están las mujeres! ¿Dónde están los hombres?». Unos 24.000 trabajadores y trabajadoras de esa empresa paralizaron la fábrica y la ocuparon durante cuatro días, consiguiendo que el Gobierno les concediera la mayoría de sus demandas.
Desde entonces, se han extendido por el país cientos de huelgas exigiendo una mejora de las condiciones laborales de la plantilla. De 222 huelgas que se llevaron a cabo durante 2006, se pasó a 614 en el año 2007. El estallido de la Revolución, por supuesto, ha alimentado también este movimiento, con unas cifras de participantes en huelgas mucho mayores que en la etapa pre-revolucionaria.
No es casual que, entre todos los fenómenos de revolución denominados como la Primavera Árabe, sea en Egipto donde más éxito haya habido. Esto se debe, en gran parte, a que es el país donde la clase trabajadora es más numerosa y ha estado históricamente mejor organizada.
La democracia en los centros de trabajo
Una de las consecuencias más importantes que ha tenido la oleada de huelgas para el movimiento obrero egipcio es que se ha comenzado a vivir un proceso verdaderamente democrático en lugares donde antes no había esa oportunidad. Se ha llegado a tener un alto grado de control sobre el propio lugar de trabajo, aunque sea temporalmente. La organización de las huelgas ha obligado a reunirse a miles de personas en el mismo centro de trabajo, y a tener que aprobar todas y cada una de las decisiones colectivas en el seno de estas ocupaciones, siendo necesario a veces elegir un comité de huelga o de ocupación. Las personas encargadas de negociar con la empresa se han elegido en las Asambleas y los resultados de las negociaciones han sido expuestos en las mismas para ser aprobados o rechazados. Así se ha optado en numerosas ocasiones con continuar las movilizaciones, a pesar de las propuestas de finalizarlas que quienes negociaban traían recurrentemente, y se han depuesto negociadores que no cumplían con las expectativas de sus representados. Estas Asambleas han supuesto un gran potencial de discusiones ricas y variadas, sobre todo teniendo en cuenta que el egipcio es un régimen donde la libertad de expresión y asociación es muy limitada, más aún para las y los trabajadores.
Necesariamente esta dinámica ha llevado a los y las trabajadoras a alejarse de sus sindicatos tradicionales y a crear sindicatos independientes. Los sindicatos tradicionales, agrupados en la Federación de Sindicatos Egipcios (FSE), completamente burocratizados y verticales, han ejercido durante años el papel de intermediarios y aliados del Régimen, apoyando la última oleada de privatizaciones del gobierno egipcio antes de la Revolución, así como bloqueando y frenando continuamente las luchas de quienes representaban. Sin ir más lejos, la FSE ha jugado un papel importante en la contra-revolución, organizando manifestaciones a favor de Mubarak e incluso participando en el ataque brutal a los ocupantes de la plaza Tahrir el 2 de febrero de 2011.
El primer sindicato independiente se creó en diciembre de 2008, tras una huelga de recaudadores de impuestos sobre la propiedad que se saldó con un aumento de sueldo del 325%. A partir de entonces, el número de este tipo de organizaciones ha crecido espectacularmente, pasando de 3 a 200 en un año, sobre todo en sectores tradicionalmente menos organizados y casi siempre a partir de los comités de huelga formados durante un conflicto. La primera federación de sindicatos independientes se anunció en Tahrir en enero de 2011 y ya existen dos: la Federación Egipcia de Sindicatos Independientes (FESI) y el Congreso Egipcio Democrático del Trabajo (CEDT). Ambas federaciones han sido reconocidas por el gobierno a pesar de que la legislación egipcia vigente sólo lo permite con los sindicatos afiliados a la FSE.
Algo relevante es que los nuevos sindicatos independientes surgidos de estas movilizaciones han intentado conservar los mismos mecanismos democráticos. Un ejemplo de ello es que el control desde abajo de quienes negocian ha funcionado incluso con las y los líderes de estas organizaciones, como ha sido el caso del presidente del sindicato independiente de la Autoridad del Transporte Público, que perdió las elecciones sindicales después de plantear el fin de una huelga y ser rechazado por la asamblea de trabajadores y trabajadoras .
El potencial movilizador de los sindicatos independientes es cada vez mayor. Tanto es así que ya están empezando a coordinarse y a poder movilizar a sectores enteros, como por ejemplo durante la huelga nacional del profesorado, la de conductores de autobuses, la de correos, la de las refinerías de azúcar, la del aeropuerto y la del Ministerio de Justicia. No es de extrañar que los Hermanos Musulmanes, junto al FSE, estén trabajando en un nuevo proyecto de ley sobre las libertades sindicales.
Sin embargo, su desarrollo e implantación es aún muy desigual en los diferentes sectores, teniéndose que enfrentar además con sindicatos tradicionales todavía con bastante fuerza en muchos centros de trabajo.
La conexión entre las demandas económicas y las políticas
Como concluye Anne Alexander, experta en política del mundo árabe, a pesar de su aprendizaje democrático durante las grandes olas de huelgas del último año, la clase trabajadora egipcia no necesariamente ha concluido que puede usar su poder colectivo para destruir el viejo estado y construir uno nuevo. Una prueba clara ha sido el escaso seguimiento de la Huelga General convocada el pasado 11 de febrero contra el Consejo Militar. Es evidente que los y las trabajadoras todavía confían en el Parlamento para cambiar las cosas.
No en vano los Hermanos Musulmanes y los partidos salafistas en el poder, a pesar de su mensaje en pro de los derechos laborales y de la justicia social, han trabajado duro para transmitir que la democracia no está en las calles ni en las plazas, y han hecho fuertes campañas en contra de las huelgas en general y de las huelgas políticas en particular. En los últimos meses de 2012, los Hermanos Musulmanes han estado mediando entre trabajadores y patronal, prometiendo elevar las demandas de los primeros al Parlamento y frenando así al menos cuatro protestas: la del sector petrolífero en Alejandría, la de una fábrica de fertilizantes en Aswan, un corte de carreteras por la plantilla de una fábrica química en Fayyum y una ocupación de la compañía Kom Ombo Valley en Aswan.
Todo esto ha puesto de manifiesto dos cosas: que la huelga se considera como un arma extremadamente poderosa y que la izquierda revolucionaria no tiene aún una implantación suficiente en los centros de trabajo para ganar el debate de las huelgas políticas. Sin embargo, la lucha de los y las trabajadoras egipcias ya ha dado sus primeros pasos en ese sentido. Las grandes huelgas por sectores que implican a cientos de miles de personas trabajadoras y el surgimiento de demandas que afectan al conjunto de las mismas, como por ejemplo la exigencia de un salario mínimo, deja entrever el nacimiento de una conciencia de clase.
Además, en muchas de estas luchas comienza a observarse un control cada vez mayor de los y las trabajadoras sobre su propio centro de trabajo, tomando decisiones reservadas normalmente a la dirección. Es lo que ha ocurrido en el hospital general Manshiyet al-Bakri, en el Cairo, donde la plantilla constituida en sindicato ha conseguido sustituir al director por uno elegido democráticamente.
También comienzan a existir unas demandas cada vez más políticas, como por ejemplo la retirada de miembros de las Fuerzas Armadas de la dirección de las empresas públicas, como ha ocurrido en el sector de la aviación civil, o la lucha contra la privatización. Un ejemplo de esto último sería la ocupación durante 22 días en diciembre de 2011 de la Compañía Egipcia de Jabones y Aceites por varios miles de trabajadoras y trabajadores, forzando la marcha atrás del proceso de privatización.
No obstante estas experiencias, los y las trabajadoras del hospital general del Cairo pronto han visto como su nuevo director se alinea con el gobierno, evitando las reuniones con el resto de la plantilla y boicoteando el desarrollo de sus asambleas. De la misma manera, ¿cuántas ocupaciones más necesitarán los y las trabajadoras de la fábrica de jabones y aceites para frenar los más que probables nuevos intentos de privatizar la compañía? Así, la clase obrera egipcia está aprendiendo también que sus logros y sus experimentos democráticos sólo son temporales a menos que sea el propio sistema el que cambie desde abajo.
La necesidad de una organización revolucionaria
Lo que sí parece cierto es que, a un año del derrocamiento de Mubarak, las posibilidades de una Revolución social crecen cada vez más. Todo apunta a que las grandes luchas están aún por llegar ya que, por un lado, es poco probable que los Hermanos Musulmanes o los partidos salafistas puedan atender las demandas de los y las trabajadoras egipcias en este contexto de crisis económica global. Los Hermanos musulmanes deben su éxito electoral al reconocimiento por parte de la población egipcia de la labor asistencial llevada a cabo durante años entre las capas más pobres de la sociedad. Sin embargo, al mismo tiempo que prometen cumplir esas demandas, le prometen también a la élite empresarial egipcia y a los poderes financieros internacionales que van a mantener la «paz social». Y por otra parte, es evidente el alto grado de confianza y auto-organización que están alcanzando los y las trabajadoras en sus centros de trabajo, en el marco de una situación de inestabilidad del Estado en sí mismo.
Para que este estallido revolucionario consiga finalmente la sustitución de este régimen por uno nuevo construido desde abajo, verdaderamente democrático, la clase trabajadora egipcia necesita una herramienta que le ayude en su lucha para trasladar al estado las lecciones aprendidas en los centros de trabajo. Mucha gente ya coincide en la necesidad de crear una organización política revolucionaria, un partido de los y las trabajadoras que tenga una verdadera presencia industrial y urbana, que cuente con una visión estatal y global, y comprenda, más allá de las batallas inmediatas de la lucha de clases, la posibilidad de derrotar al propio capitalismo.
Esta organización será también la que unifique a la gente trabajadora, estudiante y campesina, conectando la Revolución de la calle con la de los centros de trabajo, las demandas políticas con las económicas. Ya existen movimientos de la izquierda revolucionaria trabajando en ese sentido, como es el de la organización Socialista Revolucionaria. No lo tienen fácil, ya que en Egipto están prohibidos los partidos que defienden los intereses o la ideología de una clase. Pero quizás éste también sea históricamente el mejor momento de conciencia de la clase trabajadora egipcia para llevarlo a cabo.
Ana Rincón es militante de En lucha / En lluita.
Artículo publicado en la revista anticapitalista La hiedra
http://enlucha.org/site/?q=
Notas
1. Trotski, León, 1932: Historia de la Revolución Rusa. Disponible en: http://marxists.org/espanol/
2. «Egipto bajo represión». Llamamiento a la Comunidad Internacional en Defensa de los Derechos Humanos. Disponible en: http://www.solidaridad.org/
3. Vídeo de Regina Martínez, militante de En lluita / En lucha y activista feminista, sobre el papel de las mujeres en la revolución egipcia, en: http://www.enlucha.org/site/?
4. Naguib, Sameh, 2012: La revolución egipcia: análisis y testimonio político. Barcelona, En lucha. p. 7-43.
5. Alexander, Anne, 2012: «Our democracy and theirs: reflections on the Egypcian revolution». Irish Marxist Review, nº 1. Disponible en: http://es.scribd.com/doc/
6. Alexander, Anne, 2012: «El movimiento obrero en Egipto». Artículo publicado originalmente en Socialist Review y disponible en castellano en: http://www.enlucha.org/site/?
7. Naguib, Sameh, 2012.
8. Alexander, Anne, 2012.