Traducido para Rebelión por Caty R.
Michel Warschawski es un periodista y escritor israelí comprometido con la lucha anticolonial. Acaba de publicar la obra Destins croisés (Destinos cruzados, N. de T.)
Lo que llama la atención en su último libro es la forma en que muestra cómo el sionismo, entre las dos guerras mundiales, fue mal acogido por todas las comunidades que vivían entonces en Palestina, porque entonces, tanto judíos como árabes, cristianos o musulmanes, todos se sentían palestinos. ¿Es el sionismo lo que rompió las relaciones entre ellos?
Sí, por supuesto. El sionismo apoyado en el colonialismo de la potencia mandataria, Gran Bretaña. La mayoría de las familias judías que vivían allí desde el siglo XVIII vieron con muy malos ojos la llegada de los nuevos inmigrantes. Esos nuevos judíos que llegaban de Europa, Rusia o Estados Unidos, eran extranjeros. No tenían la misma cultura ni las mismas costumbres. Comían y se vestían de otra manera. Hablaban otras lenguas. Los judíos creyentes hablaban en árabe. El propio gran rabino sefardí de Hebrón era árabe. Los judíos de Palestina se sintieron invadidos lo mismo que los árabes, con quienes mantenían buenas relaciones, y enseguida vieron que esa inmigración iba a poner en cuestión dichas relaciones, lo que se confirmó desde 1929 con la masacre de los judíos de Hebrón.
Sin embargo, en la actualidad ya no hay diferencias. ¿Cómo se realizó la integración?
Llevó tiempo. Al principio, los sabra (1) estaban aplastados entre el movimiento sionista y la comunidad árabe, que rápidamente los consideró enemigos. Estaban al margen. No se sentían parte de lo que ocurría. El punto de inflexión data de los años setenta, y fue Begin quien consiguió integrarlos en la vida política, como había hecho con los sefardíes. Actualmente, la mayoría se han pasado a la derecha, incluso a la extrema derecha, mientras que para sus ancestros el sionismo era el diablo y el árabe era el vecino. El otro vuelco es del año 2000. Mientras que en el período precedente la sociedad israelí había conseguido recuperar los contactos con los árabes, quienes volvían a ser visibles gracias a la Intifada y a Oslo. Existía la impresión de que se avanzaba hacia la normalización. Y ¡zas!, Barak lo destrozó todo en Camp David. Nunca olvidaré el discurso que pronunció a su regreso. Dijo: «Ya no hay socio. Los palestinos nos dieron la mano para anestesiarnos y a continuación arrojarnos al mar». Ese discurso repetido por todos los medios de comunicación -incluido Haaretz– causó el hundimiento del movimiento pacifista israelí, que nunca se ha recuperado. Sin eso no se entiende Gaza y la falta de reacción, aunque sólo fuera desde el punto de vista humanitario, frente a los crímenes perpetrados. No es la primera vez que el ejército israelí comete crímenes -ya lo hizo en Sabra y Chatila- pero es la primera vez que no hay reacción, ni siquiera tardía, de la opinión pública. Esto me parece muy grave.
Sin embargo, sigue habiendo manifestaciones contra las demoliciones de casas, contra el muro…
Sí, por supuesto. Las organizaciones más comprometidas prosiguen la lucha anticolonial. Es lo que Uri Avnery denomina «la pequeña rueda». Pero ya no existe la «gran rueda» que arrastra, como antes fue el caso de «La Paz Ahora», que se convirtió en un movimiento de masas en la época de Oslo. La «pequeña rueda», que moviliza entre 5.000 y 15.000 personas, sigue rodando, pero ya no es intermediaria del conjunto de la sociedad. Además, los sólidos lazos que tenía la organización con los palestinos se han aflojado. El muro ha hecho su trabajo, físicamente y en el pensamiento. Ha separado las dos sociedades. Cada vez es más difícil la conexión y gana terreno la idea de que dicha conexión se está convirtiendo en un imposible. Quedan algunos lugares simbólicos, como Bilín o el sur de Hebrón, donde se llevan a cabo acciones conjuntas con los palestinos.
Entonces, ¿no hay esperanzas de reanudar las relaciones?, ¿de establecer, por fin, la paz?
La única esperanza es que Obama obligue a Israel en nombre de los intereses de Estados Unidos, que siempre pasan por Oriente Próximo. Obama dispone de medios de presión: todo nuestro armamento depende de Estados Unidos. Puede dejar de utilizar su veto en la ONU para proteger a Israel. Y pienso que Netanyahu es demasiado «americano» para mantenerse contra él. Tendrá que someterse o dimitir. En cuanto a Lieberman, pronto podría verse obligado a renunciar por las graves acusaciones de corrupción que pesan sobre él. Queda Europa, que podría hacer mucho, pero ahí podemos acabar desesperados de esperar.
Nota:
(1) Nombre que designa a los judíos originarios de Palestina antes de la creación de Israel.
Texto original en francés: http://www.humanite.fr/2009-