Uno de los grandes héroes de la resistencia antifranquista en el frente de Andalucía Oriental e Inspirador junto a sus compañeros de uno de los poemas más importantes de la literatura española: «Andaluces de Jaén» incluido en el libro «Viento del Pueblo» de Miguel Hernández
Miguel Hernández
Juan Pérez Laguna originario de Arjona en Jaén -mejor conocido como «el Naranjero»- ha sido uno de los personajes más renombrados en Andalucía en los años veinte y treinta del siglo pasado. Hoy como tantos otros luchadores permanece enterrado en la fosa común del olvido. Él pertenecía a una saga familiar irrepetible que el fascismo pretendió aniquilar de la faz de la tierra. Su fama se debe a que valientemente encabezó las luchas de la clase obrera y campesina en esa época tan intrigante y convulsa. Miembro destacado del antiguo Partido Socialista Obrero Español desde muy joven se convirtió en uno de los más enconados enemigos de la oligarquía y los señoritos. De profesión criador de cerdos y carnicero a base de esfuerzo y dedicación logró superar la lacra atávica del analfabetismo. Un verdadero autodidacta que alcanzó un alto grado de conocimiento para ponerlo al servicio de su pueblo.
En la época en que estuvo realizando el servicio militar en Gerona (1924) se dio cuenta que a los trabajadores del campo les pagaban 8 pesetas diarias mientras que en Andalucía les daban tan sólo 5 pesetas. Este agravio comparativo lo indignó tanto que cuando regresó a su tierra comenzó una campaña con el sindicato de UGT para reclamar una subida de salarios. Por tan procaz actitud se ganó la animadversión de los señoritos y terratenientes.
El «Naranjero» fue miembro destacado de la Sociedad Obrera Socialista «Círculo Socialista» de la UGT de Arjona (desde su fundación en 1918). Además de impulsor en los años veinte de la cooperativa Agrícola de Producción y Consumo. «Pablo Iglesias». En las elecciones municipales del 1931 es elegido concejal y poco después asume el cargo de Alcalde por decisión del grupo municipal socialista. También en esa época es nombrado vocal del Comité Ejecutivo de la Federación Provincial de los Trabajadores de la Tierra de UGT. Por su extrema beligerancia en los asuntos sociales y sindicales fue cesado como primer edil por el Gobernador Civil de Jaén. Tal medida recibió una amplia contestación popular en Arjona y la comarca. Las protestas dieron paso a una huelga que se alargó por semanas como medida de presión para que fuera repuesto en su cargo.
La huelga de Arjona en la que participaron campesinos, obreros del campo, jornaleros adquirió un inesperado carácter revolucionario. Los alzados exigían jornales dignos en los campos de aceituna (que es la principal riqueza de la región) y el dignificar la servidumbre doméstica (esclava). Las mujeres, las esposas, las hijas o hermanas se organizaron en comités de autodefensa entregadas por completo a la causa. Ante la paralización de las actividades en el agro los señoritos y los patrones reclamaron protección al Gobernador Civil en un intento por desmovilizar el alzamiento popular. Estaban en juego su honor y sus privilegios de clase y, especialmente, el respeto a la jerarquía. Las masas obreras tomaron el pueblo cortado el agua, la luz, el teléfono y las conexiones telegráficas. Los huelguistas colocaron barricadas en las carreteras, apedrean los automóviles y lanzan tachuelas para pinchar las llantas. Se producen refriegas y tiroteos causando la muerte un guarda rural y heridas a su compañero. La Guardia Civil se hace presente en Arjona para pacificar el pueblo y salvaguardar la integridad y las propiedades de los señores feudales. Pero son agredidos por los manifestantes y tienen que replegarse a los pueblos colindantes. La prensa local y nacional señala al «Naranjero» como el directo instigador de la «asonada bolchevique».
Por su valerosa actitud al servicio de la clase obrera y campesina el «Naranjero» gozaba de gran fama y prestigio -hasta hoy en día se le recuerda hasta el punto que una calle de su pueblo lleva su nombre como eterno homenaje a su memoria- Desde luego que miles de incondicionales lo apoyaban hasta las últimas consecuencias. Tras el triunfo del Frente Popular en las elecciones de 1936 fue repuesto en el cargo de Alcalde de Arjona. El 18 de julio cuando los militares fascistas dieron el golpe de estado inmediatamente se incorporó junto a todos sus hermanos en las milicias populares republicanas. Por su arrojo y espíritu temerario se distinguió en la defensa de la legalidad democrática a la cabeza del FP (Frente Popular) de Arjona donde alcanzó el grado de capitán.
La primera medida que tomó el FP fue encarcelar a los simpatizantes de la derecha y los terratenientes que habían apoyado la conspiración fascista. Aunque la mayor parte ya había huido en las primeras escaramuzas con dirección a la provincia de Córdoba. El Naranjero sin amedrentarse se batió con sus compañeros en primera línea de fuego en el momento en que Arjona empezó a sufrir intensos bombardeos por parte de la aviación franquista.
Los milicianos al contemplar la destrucción y las victimas que provocaban entre la población civil enloquecieron de rabia. En respuesta violaron la cripta del Barón de Velasco despedazando la momia de la señora madre de Fernando Ruano Prieto Barón de Velasco. -Más adelante cuando los franquistas tomaron el pueblo sería nombrado juez militar de la zona en el que se distinguió por su extrema crueldad- como símbolo de la caída de la aristocracia y la oligarquía. Igual pasó con el panteón de don Bartolomé Lápiz en la iglesia de Santa María pues su momia fue despedazada en la plaza mayor. La turba indignada profanó las iglesias fusilando a los santos, vírgenes y cristos. Algunas reliquias antiquísimas corrieron la misma suerte y otras se salvaron gracias a la intervención de los más beatos que las pusieron a buen recaudo. La iglesia como aliado natural de la oligarquía fue blanco de la ira popular. Arjona -como el resto de Andalucía-es un pueblo muy devoto y en el que existen innumerables leyendas sobre apariciones marianas. Una alienación milenaria plagada de supersticiones y supercherías.
Las tropas de Queipo del Llano -compuestas por falangistas, monárquicos tradicionalistas requetés, guardias civiles y regulares africanos- avanzaban imparables con la intención de someter a sangre y fuego la provincia de Jaén. Era de vital importancia capturarla pues se aproximaba la cosecha de aceituna que ese año prometía ser muy abundante. Los golpistas necesitaban esos recursos para financiar la campaña militar. En la navidad de 1936 llegan a la región los refuerzos de las Brigadas Internacionales (la Marsellesa) comandada por el general Walter. El Naranjero por su buen conocimiento del terreno comanda uno de los batallones en los que se encontraban los poetas ingleses Fox y Cornford (ambos caídos en la batalla de Lopera). Los requetés de la columna del capitán Redondo mantienen la posición de Lopera y el grueso de la tropa republicana debe retirarse a Arjona. Están en inferioridad de condiciones pues carecen de la artillería y los golpean inmisericordemente los ataques aéreos fascistas procedentes de Córdoba. Tras la cruenta batalla de Lopera el frente se estancó y ambos bandos fijaron las posiciones hasta casi el final de la guerra. El general Franco ante el fracasado plan de Mola para someter a Andalucía Oriental pronuncia la célebre frase «Jaén me quita el sueño».
El Naranjero como alcalde de Arjona es el responsable de organizar a los socialistas, los comunistas, anarquistas CNT, PCE, JSU, milicias populares armadas, sindicatos de trabajadores y partidos obreros para afrontar con éxito la defensa de la república. A pesar de sus contradicciones y recelos se debe apostar por la unidad. Empezando por la construcción de bunkers y trincheras con el fin de contener la ofensiva de los sublevados fascistas. «Sin resistencia no hay victoria» es el lema. En el pueblo se instituyó una especie de «dictadura del proletariado» empezando por la socialización de los medios de producción para trasformar las viejas estructuras socio-económicas. Especialmente en las cooperativas olivareras expropiadas a los terratenientes y señoritos que pasaron a manos de los jornaleros y campesinos. La producción colectivizada para el bien común y no para engordar el patrimonio individual de las familias de la burguesía y la aristocracia. Se establecieron comunas socialistas promovidas por FTT-UGT con la incorporación por primera vez de las mujeres en la vida política y sindical. Y lo principal continuar con la campaña de alfabetización popular con el fin de erradicar esta lacra atávica. Este es un caso excepcional pues se tomaron medidas más propias de la anarco-sindicalismo que del socialismo. Los campesinos, los jornaleros, los peones y gañanes, los obreros, los jóvenes, viejos, mujeres y hasta los niños empuñaron las armas decididos a enfrentar a muerte al nazi-franquismo. El poeta Miguel Hernández inspirado en tan heroica resistencia campesina compuso su archiconocido «Andaluces de Jaén»: «Jaén levántate brava, sobre tus piedras lunares, no vayas a ser esclava con todos tus olivares» (publicado en el libro «Viento del Pueblo» en 1937) El insigne poeta estuvo enrolado en el «Altavoz del Frente» una unidad propagandística que incluso se acercó hasta el frente de Lopera para arengar a los combatientes. (Allí es donde conoce al Naranjero y le dedica ese: «Nunca nacerá un hombre tan digno como tú).
Durante los tres años que duró la guerra el ejército republicano tuvo que improvisarse sobre la marcha para enfrentar el criminal accionar de los golpistas y sus aliados (nazis alemanes, fascistas italianos y salazaristas portugueses). Desgraciadamente ante la falta de material bélico moderno y de unidades de relevo se vieron obligados a mantener una posición más defensiva que ofensiva. En los distintos frentes el FP retrocedía cediendo terreno ante el empuje enemigo lo que hacía presagiar un trágico final. En todo caso la orden era resistir, resistir hasta la muerte. ¡No pasarán! Pero la derrota en la batalla del Ebro y el golpe del traidor coronel Casado en Madrid (que quiso negociar la rendición con Franco) prácticamente firmó su certificado de defunción.
El 29 de marzo de 1939 el Cuerpo del Ejército de Córdoba al mando del General Borbón invade la totalidad de la provincia de Jaén. Arjona es uno de los últimos bastiones en claudicar. El Naranjero con su hermano Enrique a lomos de una yegua logran escapar antes de que los franquistas los detengan. Pero varios de sus hermanos caen en sus garras: Manuel Pérez Laguna fusilado en 1940 en el cementerio de Arjona; Tomas (detenido en Alicante e internado en el campo de concentración de Albatera) José y Fernando condenados a treinta años de reclusión por auxilio a la rebelión; Enrique y Juan condenados a muerte en ausencia) por un tribunal militar (huyen a Francia). Es la hora de la venganza y los nacionales comienzan una persecución implacable. Hay que exterminar la «mala yerba» de los «antiespañoles». Son de todo conocidas las ejecuciones sumarísimas en la provincia donde se baraja la cifra de 15.000 muertos entre los años 1939 y 1945-(sin sumar represaliados, encarcelados y proscritos).
El Naranjero junto a su hermano Enrique huyen con dirección a Cataluña en un intento por llegar hasta la frontera francesa. Sorteando multitud de peligros viajan de noche y duermen de día y burlar así a las patrullas de la Guardia Civil. Tal vez pensaron en algún momento dirigirse a Alicante pero tuvieron una corazonada que les salvó la vida. En Alicante son miles de republicanos que se encuentran bloqueados en el puerto a la espera de un barco que los traslade a Francia o al norte de África. Pero desgraciadamente su espera se hizo infructuosa y caen en manos de las tropas fascistas italianas al mando del general Gambara. La mayoría son enviados al campo de concentración de Albatera donde les aguarda el hambre, las enfermedades, la tortura y la muerte.
El primero de abril de 1939 la Radio Nacional de España emite el último parte de guerra dando así por concluida la contienda. Los fascistas proclaman solemnemente la victoria con el conocido «cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales los últimos objetivos militares. La guerra ha terminado».
Tras varios días de marcha El Naranjero y su hermano logran llegar hasta la Junquera en (Cataluña) Allí se entregan a los guardias franceses del puesto de Perthus quienes los interrogan y remiten al campo de concentración de al Argelès-sur-Mer en el que se encuentran retenidos miles de republicanos derrotados. Allí van a tener que afrontar el peor de los castigos y la más escalofriante humillación: el hambre, las enfermedades, el frío, la lluvia, son tratados como bestias pues no son más que unos «sucios estalinistas» -según las autoridades francesas. Pasan las semanas y poco a poco van siendo devorados vivos por los chinches y los piojos, otros por la sarna o reventados de estreñimiento. Es tal la desesperación que muchos ruegan a los guardas volver a España donde saben que les espera la pena capital o largas condenas de cárcel.
El Naranjero y su hermano son trasferidos al campo de Barcarès donde son obligados a engrosar las filas de las compañías de trabajo. Siguiendo órdenes del Ministerio de la Guerra los envían a la región de las Ardenas a construir trincheras en la línea Maginot.
Al estallar la Segunda Guerra mundial los españoles regresan al departamento de la Haute Garonne al dividirse en dos Francia (la libre y la ocupada). Los socialistas asumen una actitud pasiva de no intervención, es decir, no toman las armas sino que se limitan a cooperar con los grupos de resistencia realizando funciones de enlaces o correos o proveyendo ayuda logística – la mayoría de los españoles que se unieron a la resistencia eran Comunistas que vinieron a conformar las Brigadas de Guerrilleros Españoles. Su actividad se inicia tras la ruptura del pacto de no agresión germano-soviético de 1941. Se esconden en las montañas más inaccesibles y siempre están cambiando de sitio ante el temor de ser descubiertos. El objetivo era impedir mediante sabotajes y atentados la libre circulación de los nazis y colaboracionistas por los caminos y vías férreas.
El triunfo de los aliados en la Segunda guerra mundial y la firma de la rendición alemana es un motivo de esperanza para los miles de republicanos españoles que piensan que el próximo en caer será el dictador Franco.
El Naranjero a pesar de fijar su residencia en Toulouse sigue obsesionado con la idea de volver a su pueblo Arjona donde le esperan su esposa y sus hijos. Ellos están en una situación límite pues el régimen los ha represaliado y sobreviven en la más absoluta indigencia. (Es tal la inquina que su hijo Juan muere de hambre) El propósito de los fascistas no es otro que extinguirlos por inanición. Un crimen que narra en primera persona su hijo Manuel Pérez García en este documental: https://youtu.be/dS6k3TaE9JE . Él cree como tantos otros republicanos españoles que por su contribución a la caída del nazismo los aliados se pondrán de su parte. Pero muy por el contrario se mostraron complacientes con Franco e incluso lo reconocieron diplomáticamente. La invasión de España por el Valle de Arán (Pirineos catalanes) o reconquista organizada por el Partido Comunista fracasa y su máximo comandante Cristino García es detenido por la Guardia Civil y posteriormente fusilado en Madrid.
Los exiliados republicanos definitivamente tienen que resignarse a asumir su triste destino. En la comuna de Toulouse se contabilizan cerca de 30.000 españoles. A partir de finales de los años cuarenta se comienzan a organizar los partidos políticos, sindicatos, asociaciones y clubes. Especialmente la UGT y el PSOE cuentan con gran cantidad de afiliados y el ayuntamiento de Toulouse les brinda una sede social para que desarrollen sus actividades. El secretariado lo componen miembros históricos como Rodolfo Llopis, Azpiazu, Trigo Mairal, Barreiro o Tomás. Todos se proponen -siguiendo las directrices del presidente de la república en el exilio José Giral- iniciar una campaña de boicot contra la dictadura franquista ante los organismos internacionales. La premisa es que si se quiere reconquistar España la lucha debe llevarse a cabo tanto en el interior como en el exterior. Oponiéndose por completo a una vía alternativa de la restauración monárquica. (Aunque en secreto se llevan a cabo contactos con don Juan, el heredero de la corona) Los socialistas rechazan cualquier alianza con comunistas y sus afines y prefieren entenderse con republicanos y anarquistas. En el congreso del PSOE de 1946 Indalecio Prieto condena a Negrín, y lanza un ferviente alegato anticomunista propugnado la colaboración con los monárquicos para reinstaurar la democracia en España.
A principio de los años cincuenta en Toulouse llegaron a estar censados casi 19.000 españoles. Había asociaciones, partidos políticos, peñas, restaurantes, bares, tiendas, teatros, cines, ateneos. Por Toulouse pasaron personajes pertenecientes a las más diversas tendencias políticas como Largo Caballero, Indalecio Prieto, Negrín, La Pasionaria, Santiago Carrillo, Llopis, Federica Montseny o Ricardo Sanz.
En el sur de Francia existían 220 agrupaciones y 8.000 militantes censados. Aunque donde verdaderamente se tomaban las decisiones era en Paris como centro del poder político a nivel internacional. A Toulouse se le conocía por ese entonces como la «capital del exilio español» o «la capital de la república española». Los socialistas solían reunirse en el cine Espoir donde se convocaban actos políticos y culturales. Allí se instalaron también las Juventudes Socialistas y se editó durante varios años el diario «el Socialista». En la Casa del Pueblo se llevaban a cabo apasionados debates políticos que intentaban aplacar las ansias de justicia y de libertad.
En Toulouse se establecieron las sedes de distintos partidos políticos o agrupaciones como: la Esquerra Republicana, los de Terra Lliure, el Casal Catalán, en la 4 rue de Belfort se instaló el eje del exilio libertario anarquista de la CNT y el Ateneo Español Anarquista y MLE (movimiento Libertario Español) Allí tenía su despacho la primera mujer que logró ocupar el puesto de ministra en España la catalana Federica Montseny y su amiga María Mateo Bruna, reconocida anarco-sindicalista. Además el PCE (PSUC) también contaba con una sede, la oficina de la Agrupación de Guerrilleros Españoles, la UNE que se unieron a la resistencia francesa. El PCE instaló una emisora de radio REI (radio España Independiente, llamada más tarde Pirenaica) los camaradas editan Mundo Obrero (con una tirada de 10.000 ejemplares), al igual que Reconquista de España y Trevall. En 1946 Dolores Ibárruri se instala en Toulouse por un corto periodo de tiempo junto a Santiago Carrillo empeñados en planificar una táctica de conspiración antifascista. Las crónicas de la apoca relatan que se celebró una gran fiesta con motivo de su 50 cumpleaños a la que asistió Pablo Picasso. Lo cierto es que los principales líderes comunistas prefirieron exiliarse como es lógico en el Este europeo, la Unión Soviética o Latinoamérica. A partir de 1950 el PCE es ilegalizado por resolución extraordinaria del Ministerio del Interior francés. Deben pasar a la clandestinidad pues comienza una implacable persecución contra los comunistas (la Guerra Fría). Tanto es así que muchos de sus militantes son detenidos y deportados a la URSS y Argelia. Falta contabilizar en la lista los de Izquierda Republicana, Acción Republicana, JEL (Junta Española de Liberación) La principal función de estas organizaciones era apoyar logística y económicamente al maquis antifranquista en España, y como no a las cedulas clandestinas, los represaliados, los camaradas presos por delitos políticos o por organizar huelgas. Había que sostener la lucha antifranquista a base de la generosa solidaridad. Toulouse sirvió como refugio a muchos de esos guerrilleros huidos o heridos que venían a recuperarse en los hospitales y casas de reposo administrados por los exiliados españoles.
Era necesario que la ONU condene con firmeza el carácter dictatorial del régimen genocida y las relaciones que tuvo con el nazismo. Pero el tiempo pasa implacable y a pesar del aislamiento Franco sobrevive. El estallido de la guerra fría entre EE.UU y la Unión Soviética es un hecho que favorece a Franco que es un reconocido anticomunista. El generalísimo se convierte en una ficha clave para las potencias occidentales. Para intentar legitimarse en el poder celebra en 1947 un referéndum en el que «democráticamente» el pueblo español tenía que elegir la sucesión o la forma de gobierno. El resultado por arrolladora mayoría es la proclamación del reino de España con un soberano sin corona en la figura del Caudillo. En 1953 se firman los pactos de Madrid mediante los cuales se da luz verde a la instalación de cuatro bases americanas en territorio español a cambio de ayuda económica y militar. La Santa Sede igualmente bendice al régimen con la firma del Concordato. En 1955 España ingresa en la ONU gracias a los votos de respaldo del Consejo de Seguridad. En 1959 el presidente Eisenhower visita España y con el abrazo al dictador Franco le da la bienvenida al seno de los países occidentales (anticomunistas).
El céntrico barrio Arnaud Bernard de Toulouse se trasforma en un gueto en el que se asilan la mayoría de los refugiados españoles. Es allí donde el Naranjero fija su residencia y trabaja en la recogida de basuras con el ayuntamiento de Toulouse. Poco a poco su familia se va reagrupando ya que su mujer y sus hijos tras 12 años de separación consiguen un salvoconducto para entrar en Francia. Escapan de las penurias a que se ven sometidos en Arjona y renacen a una nueva vida. Pero siempre estará presente el recuerdo de Andalucía, de sus raíces y su identidad. En Toulouse todos de lleno se involucran en las actividades que desarrolla el PSOE para que no decaiga un ápice el espíritu de lucha antifranquista. El Naranjero es nombrado tesorero de la agrupación socialista de Toulouse en el que sobresale por su enjundia y capacidad organizativa. El líder del PSOE en ese entonces era el reconocido profesor de origen valenciano, director general de primera enseñanza durante la república y uno de los fundadores de la Internacional Socialista Rodolfo Llopis. (Que será elegido igualmente presidente del gobierno de la República Española en el exilio).
Desde 1944 hasta 1970 se vienen desarrollando regularmente en Toulouse los congresos del PSOE en el exilio. En todos ellos se va elegir por aclamación a Rodolfo Llopis Secretario General hasta que en 1972 -en el llamado «congreso de la renovación»- se destituye fulminantemente a la vieja guardia. Acto seguido los jóvenes militantes del interior toman el control del partido. Rodolfo Llopis no acepta dicha decisión y esto provoca una ruptura en el partido y en la UGT. Así se consuma la traición del nuevo PSOE a Rodolfo Llopis y a la república. Cisma que vendría a ratificarse en el congreso de Suresnes en 1974 donde la facción socialista del interior encabezada por Felipe González y Alfonso Guerra, Castellanos, Múgica, Redondo, Rubiales asume el mando del partido. El PSOE se escinde entre el histórico y el renovado. La Internacional Socialista del alemán Willy Brandt, Helmut Schmidt (SPD) y Olof Palme en Suecia o Mitterrand y con el respaldo de EE.UU se decanta por apoyar a los renovadores. Felipe González, mejor conocido por los servicios secretos españoles con el alias de «Isidoro» (el caudillo al parecer le tenía en estima) será el que protagonice la mal llamada «transición democrática» o restauración borbónica.
El PSOE se convierte en un partido social-demócrata (en confrontación con el comunismo soviético) de corte europeísta y atlantista en connivencia con el capitalismo. Además, reconoce la monarquía, acepta la bandera rojigualda y, por último, reniega del marxismo. En definitiva traiciona todos los ideales republicanos y fundacionales de Pablo Iglesias.
El Naranjero fue un testigo directo de la metamorfosis que conduciría a su amado partido a una indignante y vergonzosa capitulación. La desesperanza y el pesimismo es lo que predomina entre los más veteranos exiliados que contemplan resignados la agonía de los ideales revolucionarios por los cuales lucharon. Al final el Naranjero no pudo ver cumplido su sueño de presenciar la muerte del Franco puesto que falleció en el año 1970. Él les había repetido una y otra vez a sus familiares y amigos que si se moría antes que el dictador su tumba ardería en metralla.
La proclamación de la democracia monárquica pone fin a la aspiración de todos aquellos que soñaban con el advenimiento de la III República. En la actualidad nadie se acuerda (con excepción de los profesores e intelectuales) de este periodo tan importante en la historia del exilio español. No quedan más que unas cuantas fotos amarillentas y los libros y archivos que engrosan las estanterías de bibliotecas y museos. Hoy apenas sobreviven unos cuantos viejos que a duras penas se sostienen en pie. Por ley de vida han perdido el vigor y la firmeza y para mayor drama no existe el relevo generacional. Por las calles de Toulouse ya no se ve ninguna bandera republicana ni carteles convocando a actos de solidaridad con esa España oprimida y avasallada. Para colmo los hijos de aquellos exiliados ya son franceses y muchos votan a la derecha del FN o la UMP. Es triste reconocerlo pero más triste es escribirlo y que se sepa públicamente. Poco importa la extinta República y solo la reivindica de vez en cuando un puñado de nostálgicos y románticos que se niegan a claudicar. Tal estado de decadencia ha llegado a su punto álgido. La ciudad de Toulouse está gobernada por un alcalde de derechas -que es la ideología predominante en la república francesa y en España la monarquía garantiza el buen funcionamiento institucional y democrático. ¿Para qué protestar entonces? No hay nada de qué preocuparse pues estamos en la Europa de los «derechos humanos y las libertades».
Un día por pura casualidad encontré en ese barrio de Arnaud Bernard (el antiguo gueto republicano español -hoy magrebí) al señor Manuel Pérez. Don Manuel que habla con un nítido acento andaluz- llevaba un ramo de flores entre sus manos con la intención -según él- de regalárselo a una novia secreta. Este venerable anciano de casi 90 años se me presentó orgulloso como el hijo del «Naranjero de Arjona». Yo desconocía por completo de quien se trataba hasta que él de viva voz me contó la historia de su padre don Juan Pérez García.
Don Manuel Pérez es uno de esos últimos republicanos supervivientes junto a Conchita Ramos, heroica mujer que se incorporó a la resistencia contra los nazis en los maquis y que fue detenida por la Gestapo. Deportada en el tristemente famoso «tren fantasma» que la condujo -junto a otros cientos de deportados- al campo de concentración de Ravensbruck. Por suerte logró sobrevivir a las duras condiciones de cautiverio (trabajo esclavo en las fábricas de armamento) además del hambre, las enfermedades, las torturas o los experimentos médicos.
La leyenda del Naranjero aquel «forajido» que luchaba por los derechos de los obreros, los campesinos y jornaleros recobra vida por boca de su hijo Manuel Pérez. A él se le marca una sonrisa en sus labios mientras narra sus venturas y desventuras. Cierra los ojos y apasionado enaltece la figura de su progenitor: «El Naranjero fue el más grande de los socialistas, un auténtico revolucionario que se entregó de cuerpo y alma a la causa de su pueblo». Desde luego que si porque no solo arriesgó su vida sino también la de su familia, y encima perdieron todos sus bienes y patrimonio. Su único premio fue la ruina, el destierro y una condena a muerte que aún sigue vigente en los juzgados por rebelión y traición a la patria.
En este 80 aniversario del criminal golpe estado infringido por los militares sediciosos a las instituciones democráticas de la República es imprescindible reivindicar su memoria de sindicalista, miliciano y político de primera línea. Un gran militar y estratega que con pocos hombres y con armas obsoletas se atrevió a resistir el envite del nazi-franquismo.
En el cementerio de Terre Cabade o de Salonique de Toulouse reposan los restos de muchos de esos republicanos españoles (incluido el del Naranjero) que siempre soñaron con retornar a su patria liberada y reconstruir su amada República. Ante tan lapidaria realidad no nos queda más remedio que evocar uno de los versos que escribió Pablo Neruda: «yo vengo a hablar por vuestra boca muerta».
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