En una modesta barbería del campo de refugiados de Jan Yunes, en la franja de Gaza, Ali Rantisi afeita a Ibrahim Dahlan. Son parientes de dos figuras de Hamas y Al Fatah. La escena es bastante común en las calles palestinas. La hace singular el parentesco de los dos protagonistas con líderes de dos movimientos […]
En una modesta barbería del campo de refugiados de Jan Yunes, en la franja de Gaza, Ali Rantisi afeita a Ibrahim Dahlan. Son parientes de dos figuras de Hamas y Al Fatah.
La escena es bastante común en las calles palestinas. La hace singular el parentesco de los dos protagonistas con líderes de dos movimientos enfrentados. El barbero es sobrino de Abdelaziz Rantisi, ex dirigente de Hamas que falleció en un ataque aéreo israelíen 2004. Su cliente es primo de Mohamed Dahlan, ex responsable de servicios de seguridad de la Autoridad Palestina y considerado durante mucho tiempo el hombre fuerte de Al Fatah en la franja de Gaza. Hoy, ambos movimientos palestinos están sumergidos en una peligrosa prueba de fuerza. Los enfrentamientos armados entre milicianos de ambos bandos han dejado un saldo de un decena de muertos en sólo dos semanas. Pero en el pasado también hubo numerosos choques entre Hamas y Al Fatah. Abdelaziz Rantisi invirtió muchas energías en desacreditar los esfuerzos negociadores de la ANP con Israel, proceso que tuvo en Mohamed Dahlan a uno de sus principales artífices. De hecho, al frente del servicio de seguridad más poderoso de la ANP, Dahlan no vaciló a la hora de reprimir sin piedad a los activistas de Hamas en los últimos años 90. Pero en Jan Yunes, los parientes de estos dos rivales siguen siendo amigos. Ni el barbero ni el cliente creen que sea posible una guerra civil. «En nuestro entorno, ni hay problemas ni los habrá asegura Ali Rantisi, de 27 años. Somos vecinos y hablamos de política día y noche, pero después nos estrechamos las manos y nos vamos juntos a cenar». «Dahlan y Rantisi eran como hermanos recuerda, por su parte, Ibrahim Dahlan. Rantisi era una persona de bien, igual que Dahlan. Pasaron juntos la infancia correteando por estos mismos callejones». En el salón de peluquería que linda con el supermercado propiedad de la familia Dahlan, militantes de Al Fatah y de Hamas se reúnen en torno a sus vasos de té para escuchar las informaciones que ofrece la televisión y hablar de política. La tensión entre los dos movimientos, que parece crecer cada día que pasa, no ha afectado a esta convivencia. «Somos un pueblo con una misión y un enemigo», proclama Ahmed Sir, de 21 años, estudiante de la Universidad Islámica de Gaza, un bastión de Hamas. «Algunos dirigentes de los partidos piensan sólo en sus propios intereses, pero constituyen una pequeña minoría», subraya Sir. Un primo de Ahmed, miliciano de las Brigadas de Ezzedin al Kasam brazo armado de Hamas, murió durante un ataque aéreo hace algunos meses. Otros clientes de la barbería relatan cómo murieron familiares suyos luchando contra la ocupación. Este destino común les une por encima de las diferencias por sus opciones políticas. En casa de la familia Habash, Al Fatah y Hamas viven bajo el mismo techo. «Vivimos separados por un piso relata Hatem Habash, miembro de Hamas cuyo hermano milita en Al Fatah. El reza, yo rezo, todos rezamos. A veces tenemos discusiones muy calientes, pero sin sobrepasar ciertos límites».