Said Diab nació en Nablus, Cisjordania, médico, licenciado en la Universidad de Sevilla, reside en Jordania. En 1986 fue condenado a cuatro años de cárcel por pertenecer al Frente Popular para la Liberación de Palestina, FPLP. Cumplió tres años de cárcel y fue amnistiado en 1989. Said participó en la fundación de la UPDJ y, […]
Said Diab nació en Nablus, Cisjordania, médico, licenciado en la Universidad de Sevilla, reside en Jordania. En 1986 fue condenado a cuatro años de cárcel por pertenecer al Frente Popular para la Liberación de Palestina, FPLP. Cumplió tres años de cárcel y fue amnistiado en 1989. Said participó en la fundación de la UPDJ y, desde 1996, es Secretario General de este partido.
En la última década, comenta Said Diab, ha habido sucesos importantes que han afectado a la situación y al equilibrio de Oriente Medio y, por supuesto, también al entorno palestino, como la invasión de Iraq, que ha influido entonces y lo sigue haciendo ahora. El bombardeo israelí de Líbano en 2006 y el bombardeo y asedio a Gaza, que comenzó a finales de 2008, nos mostró, una vez más, que Israel no tiene límites ni en su agresividad ni en el respeto a las leyes internacionales. Agredió a un país soberano, como lo es Líbano y realizó el inhumano bloqueo sobre Gaza, añadiendo el terror del ataque por tierra, mar y aire en lo que denominaron «Operación plomo fundido».
Mientras, y a pesar de las protestas populares en numerosos países, los organismos internacionales miraron para otro lado, no condenaron estos crímenes y mucho menos dictaron sanción alguna y ni siquiera obligaron a Israel a reparar los daños causados. Israel, una vez más, de la mano de EEUU, goza de inmunidad y de impunidad ante los organismos internacionales. Sin embargo, y a pesar de la descomunal agresión, Israel mostró su vulnerabilidad ante la resistencia y la organización de Hisbulá que, de algún modo, dejó al descubierto la fragilidad de Israel, porque ni el ejército israelí ni sus servicios secretos consiguieron destruir la resistencia de Hisbulá ni tocar su organización.
Otros acontecimientos de gran importancia ocurridos en esta última década tienen su origen en lo sucedido en años anteriores y sus consecuencias se dejan sentir ahora. Los acuerdos de Oslo de 1993 no han sido más que el inicio de una buena parte de lo que está sucediendo en estos últimos años. Como consecuencia de aquellos acuerdos se abrieron las puertas a Israel en el mundo árabe. Se abrieron embajadas en Egipto y en Jordania y se iniciaron acuerdos comerciales en varios países. De los acuerdos de Oslo que poco o nada beneficiaron a Palestina, Israel obtuvo un reconocimiento internacional y también beneficios económicos, comerciales y políticos. Las negociaciones han ido encaminadas a fomentar la relación de los regímenes árabes con EEUU e Israel con el objeto de dar forma al proyecto de construir el gran Oriente Medio económico en el que Israel pasara a ser el eje, bajo el paraguas de EEUU como máximo beneficiario. Las consecuencias de este proyecto, visto ahora, unos años después, contribuyeron a anular las aspiraciones del mundo árabe y a aumentar la división entre los países, precisamente el sentido contrario al deseo de buscar la unidad árabe.
Paralelamente y al mismo tiempo, EEUU e Israel consiguieron mejorar y asegurar el suministro energético de petróleo y gas, junto con un mayor dominio y control de la zona.
Las consecuencias inmediatas es que la mayoría de los países árabes han pasado a quedar bajo el domino del FMI, el BM y otros organismos, lo que ha conducido a profundos cambios sociales y económicos al entrar en juego las privatizaciones, el comercio, los recursos y el control de todo ello, originando desempleo, pobreza, subdesarrollo y el estancamiento de los proyectos productivos y de desarrollo. Al mismo tiempo, surgieron unas clases comerciales no productivas y el resultado es que se facilitaba la corrupción con la mezcla de lo político y de lo económico, junto con los regímenes dictatoriales.
Todo lo anterior explica la Primavera árabe. El mundo árabe comenzó a sentir que su identidad, sus derechos y su independencia, había sido perdida y no encontraron otra salida que no fuera la explosión. Sin embargo no se puede mirar a todos los países árabes del mismo modo. Todos tienen cosas comunes, pero cada uno tienen su especificidad y existen diferencias de madurez en las organizaciones, en los partidos políticos y en los movimientos de la juventud.
Ahora ya no se puede gobernar con el modelo anterior, es necesario el cambio, lo mismo que a nivel internacional, este cambio es deseado dentro del mundo árabe.
Respecto a Palestina es necesario, en primer lugar, unificar el proyecto nacional palestino, tener un liderazgo común y resolver las diferencias y divisiones existentes. En el proyecto nacional palestino hay cuatro puntos básicos: la autodeterminación, la creación de un Estado palestino, el derecho al retorno y, finalmente, es necesaria una estrategia de lucha popular. Todo ello en el marco de la aceptación internacional por parte de los países democráticos, sin olvidar la cooperación con el mundo árabe.
En Jordania, antes de la Primavera árabe, había movimientos populares con peticiones de respuesta política y, con el inicio de la Primavera en otros países, recibieron un gran impulso con el que multiplicaron su fuerza. El régimen del rey Abdalá II se comporta con poca flexibilidad y está poco dispuesto a modificar las leyes y la constitución. El movimiento en Jordania tiene dos características, por un lado, la participación popular se extendió a todas las provincias y, en segundo lugar, la implicación en el movimiento de las tribus que representaban la base del régimen se sumaron a las peticiones de reforma. Ahora la situación está en un punto crítico, el régimen no quiere hacer reformas y el movimiento popular no es suficiente fuerte aún.
En Siria hay un grave conflicto, el punto de partida para entender la situación ha de partir del análisis de las cuestiones internas, como la exigencia de libertades y derechos, el enfrentarse con la corrupción, el desempleo, la pobreza y otras cuestiones sociales básicas. Pero no son tan solo los asuntos internos, cuentan mucho los intereses exteriores que tanto afectan a toda la zona. Siria representa una de las fuerzas que se oponen y obstaculizan el proyecto estadounidense y sionista para el nuevo Oriente Medio que, junto con Irán, Hisbulá libanesa y Hamás palestina también ofrecen resistencia al proyecto.
Hace unos años, podíamos dividir al mundo árabe en dos tipos de países, los radicales, representados por Siria y la resistencia palestina, y los moderados que agrupaban a Egipto, Arabia Saudí, Túnez, Jordania, los Emiratos y alguno más. Y, ahora, con el apoyo a la oposición siria por parte de estos países moderados, junto con el apoyo de EEUU, quieren que Siria y el régimen sirio pague la ayuda que han dado en 2006 a la resistencia libanesa cuando fue bombardeada por Israel y, también, que paguen su enfrentamiento al proyecto del nuevo Oriente Medio diseñado por Estados Unidos e Israel conforme a sus particulares intereses. Dentro de Siria, hay una oposición democrática, civil, que apoya el derecho a una nueva Siria que sea democrática, pero rechazan la intervención exterior, la injerencia en los asuntos internos sirios, porque no es desinteresada.
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