Vivo en Jordania desde hace 4 meses porque los sionistas me impiden volver a mi tierra: Palestina. Durante el tiempo que permanecí, como turista, en lo que hoy llaman Israel, fui tratada como palestina, es decir, sin ningún derecho, pero bienvenida en cada oportunidad con humillaciones y malos tratos, pese a tener un […]
Vivo en Jordania desde hace 4 meses porque los sionistas me impiden volver a mi tierra: Palestina.
Durante el tiempo que permanecí, como turista, en lo que hoy llaman Israel, fui tratada como palestina, es decir, sin ningún derecho, pero bienvenida en cada oportunidad con humillaciones y malos tratos, pese a tener un pasaporte chileno, que en teoría, me da las garantías de ser tratada como «persona» por el estado ocupante, en virtud de los acuerdos que Chile ha firmado con Israel.
A los 9 meses, los sionistas decidieron que ya era suficiente, que mi tiempo como «invitada» en Israel se acabó y que había llegado el momento de que me marchara…, «No queremos más palestinos aquí», fue la amable respuesta de la mujer, europea, que me escoltó hasta el otro lado del puesto fronterizo.
A pesar de la gran frustración que sentí en esos momentos, quedó claro que los ocupantes «saben» quienes somos y reconocen nuestra existencia; que para ellos soy palestina, indeseada, ¡pero palestina!
En Jordania la situación no es muy diferente. Desde hace un par de meses he estado haciendo los trámites para optar a un pasaporte jordano, en vista que mi padre, nacido en Salfet, Palestina, tiene el suyo. Por derecho me corresponde y es legítimo que obtenga un pasaporte jordano (les cuento que el sistema de derecho en Jordania reconoce distintas categorías de ciudadanía, en la que los palestinos son residentes del Reino, no ciudadanos con plenos derechos).
Hoy por fin recibí la respuesta que estaba esperando desde hace mucho tiempo: tengo dos opciones, recibir un pasaporte jordano para palestinos, sin número social de identidad, es decir, provisional y restrictivo, con validez para cinco años (cinco años para los originarios de Cisjordania, y sólo dos años para los provenientes de Gaza). Con dicho pasaporte puedo vivir aquí y trabajar, pero no puedo tener nada a mi nombre y estaré sometida a constantes inspecciones del servicio de seguridad jordano, que se encargará de velar para que mi estancia en el Reino siga los patrones de la ley impuesta.
Ya lo sabía. Sabía que al optar a un permiso de residencia, tendría que aceptar ser una ciudadana de segunda categoría, pero es la opción que tengo para seguir viviendo aquí.
La novedad es la que los «amables» burócratas de las oficinas de pasaportes me comunicaron hoy: que, aunque Jordania acepta doble nacionalidad, es un derecho que sólo se concede a los ciudadanos de primera categoría, es decir, con número social de identidad; no para palestinos. ¿Cuál es la solución que me ofrecieron?: debes renunciar a tu ciudadanía chilena, optar por un pasaporte sin número social y de esa manera puedes vivir aquí. Es decir, convertirme en ciudadana de segunda categoría, sin ningún derecho, sometida a vigilancia constante sobre mis actividades, mis palabras, mis acciones… como les ocurre a todos los palestinos que esperan en estas tierras a conseguir el derecho al retorno a su legítimo hogar.
Las palabras que me dijo el encargado de la oficina, momentos antes de abandonar el recinto, fueron claras y precisas, «Tu padre no es jordano aunque tenga pasaporte jordano. Tú no eres jordana, eres palestina y bajo las leyes del gobierno, serás tratada como tal. Si te gusta… bien; si no te gusta, vuelve a Chile».
¡Qué similar al discurso pronunciado por la malnacida sionista hace un par de meses!.
Si queremos ser reconocidos como palestinos, la solución es simplemente renunciar al derecho de ser personas; y eso para los afortunados que tenemos la opción de elegir, ¡para cuantos millones es simplemente una imposición, una puta realidad!
Nadia Hasan y Caty R. son miembros de los colectivos de
Rebelión y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Este artículo es copyleft y se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a la autora y la fuente.