Ya lo decía Naomi Klein en La doctrina del shock. El siglo XX y el XXI han dado ejemplos magníficos de cómo crisis reales o provocadas son utilizadas, como golpe de efecto, para aturdir a los ciudadanos y así abrir el camino a la imposición de programas económicos y a la restricción de derechos civiles. […]
Ya lo decía Naomi Klein en La doctrina del shock. El siglo XX y el XXI han dado ejemplos magníficos de cómo crisis reales o provocadas son utilizadas, como golpe de efecto, para aturdir a los ciudadanos y así abrir el camino a la imposición de programas económicos y a la restricción de derechos civiles. Ha sido una manera inteligente y efectiva de imponer un capitalismo agresivo, que de otro modo hubiera sido rechazado. Y he aquí que en medio de la vorágine de la crisis, que es desde hace tiempo un dolor de cabeza en los países europeos y en Estados Unidos, surge una gripe que de golpe y en apenas unos días ha dejado al mundo tiritando.
Han sido las afirmaciones de algunas autoridades de renombre las que han hecho extender el pavor de una posible pandemia. El Centro de Prevención y Control de Enfermedades de la Unión Europea (ECDC por sus siglas en inglés) se atrevió a decir que el virus AH1N1 podría afectar entre al 40 y 50% de la población europea. Pero la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce que no hay un contagio generalizado ni en Asia ni en Europa, por lo que resulta raro que el Gobierno de Bélgica ya haya decidido vacunar a todos los habitantes del país -lo que tendrá un coste de al menos 150 millones de euros.
España, ágil también en según qué iniciativas, ha firmado un acuerdo de colaboración con los laboratorios Roche para conseguir nuevas dosis. Sin embargo, ninguna de las 88 personas infectadas en el país está hospitalizada. ¿Por qué los han mandado a casa si de verdad existe el riesgo de propagación?
En realidad, y según el último parte de la OMS, hay más de 3.000 afectados en 29 países. Desde que se dio la voz de alarma, han fallecido 48 personas, pero no se sabe ni quiénes son ni en qué condiciones vivían como para afirmar con rotundidad que su muerte fue provocada sólo y exclusivamente por el virus. Se desconoce si intervinieron variantes como alguna otra enfermedad, la edad, o simplemente, la precariedad de las condiciones en las que podían vivir.
De esta gripe que ha provocado tanto pánico, ni siquiera puede decirse que provenga del cerdo, porque como ya ha reconocido la OMS, su origen no queda claro. No se descarta, en suma, que pueda ser un problema de salud pública, pero la gran parte de los medios de comunicación han dado poco lugar a la reflexión y han alimentado el miedo a una trasmisión desbocada del virus. Los análisis apresurados y el espanto que han provocado los titulares fatídicos constituyen la mejor publicidad para las farmacéuticas, que ya han recibido pedidos millonarios en todo el mundo.
Conste, en cualquier caso, que una afección tan frecuente como la gripe común causa al año unas 250.000 muertes en todo el mundo, como admite la comisaria europea de Sanidad Androulla Vassiliou. Y nadie se ha alarmado hasta ahora por eso. También es poca la atención que se brinda a enfermedades mucho más peligrosas y mortíferas, que no sólo se desvían del interés de los laboratorios, sino que también son de poco atractivo para la prensa.
Entre tanto, la histeria generalizada ha dado sus frutos. Y si mientras el pueblo tiene circo, mejor que mejor.
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