Traducido del francés por Guillermo F. Parodi y revisado por Caty R.
Marius Schattner, periodista israelí que trabaja desde hace tiempo para la agencia France Presse, en Jerusalén, es autor de un ensayo interesante: Israel, el otro conflicto (laicos contra religiosos,) publicado en noviembre de 2008 por la editorial André Versaille. Nuestro encuentro se produjo en esa época en Bruselas.
¿Cómo resumiría la relación entre el sionismo político y la religión?
Es una relación ambivalente. Por un lado, el sionismo se desliga de la religión, me refiero al sionismo de finales del siglo XIX y principios del XX, que considera que la solución de la cuestión judía pasa por la creación de un Estado y el retorno a Sión, como un acto humano procedente de la voluntad de los hombres. Y, por otro lado, la idea de la religión era que el exilio de los judíos debía durar hasta los tiempos mesiánicos (llegada del Mesías, NdT.). En ese sentido hay un corte claro, ya que el sionismo se incorpora al despertar de los nacionalismos modernos que, en cierta manera, procede de la Ilustración, del pensamiento nacido con la Revolución Francesa. Además había una oposición muy fuerte de los judíos ortodoxos al sionismo naciente. Pero, por otro lado, aparece un fenómeno complejo, el sionismo exalta el pasado judío, como cualquier nacionalismo, y en ese pasado la religión es un componente esencial.
Por otra parte, usted describe detalladamente la percepción de David Ben Gurión, personaje emblemático del sionismo…
Sí. Los dirigentes sionistas, ya desde Teodor Herzl, tenían la ilusión de que el componente «religión» desaparecería por sí mismo. Una ilusión por otra parte compartida por muchos movimientos en Europa. Esos sionistas tenían una idea instrumental de la religión. Consideraban que la religión era la forma que había adoptado el pueblo judío para perdurar como comunidad nacional. A partir del momento en que hubo un Estado, se consideró que la religión había cumplido su cometido y que iba a desaparecer lentamente. No valía la pena, sin embargo, lanzarse a una pugna frontal, al menos por tres razones: 1) habría dividido a los judíos en vez de unirlos en torno al proyecto sionista; 2) habría sido prematuro, antes de la creación del Estado; 3) habría sido inútil ya que las cosas se arreglarían por sí solas, tal como creían basándose en una profunda ilusión.
La actitud de Ben Gurión también era ambigua, ya que la religión era necesaria para definir el carácter judío del Estado a crear; incluso proclamó en 1937 ante la Comisión Británica Peel: «La Biblia es nuestro mandato», pero, ¡no tenía una visión religiosa de la Biblia! Se trataba de tomar a la Biblia como un texto fundacional de carácter histórico, lo que conducía en resumen a una visión histórica discutible. Ben Gurión podía considerarse como laico. Fue una sola vez a la sinagoga, creo, el día de la independencia… Incluso manifestaba una cierta hostilidad hacia los rabinos. Pero pensaba servirse de la religión como cimiento de la identidad, lo que estaba bien visto, pero al mismo tiempo no se daba cuenta de eso tenía un precio. No se conceden impunemente ventajas a los religiosos, como fue el caso en el ejército, la educación, el estatus personal, etc.
En nuestra época, en la esfera de influencia de los judíos israelíes practicantes se pueden distinguir dos grandes grupos, los ultra-ortodoxos (hombres de negro o «temerosos de Dios»), que viven en su mundo aparte, y el de los sionistas religiosos, que forman el núcleo de los colonos ideológicos…
Exactamente, podemos esquematizar así la situación. Pero existe, desde hace algunos años, un acercamiento entre ellos; al principio estaban muy alejados. La ultra-ortodoxia, al principio rotundamente antisionista, se fue acomodando al Estado israelí a medida que percibía que necesitaba dinero para financiar sus instituciones, escuelas, etc. Pero, al mismo tiempo, y todas las encuestas de opinión lo demuestran, la base de los partidos ultra-ortodoxos se encuentra muy, pero muy en la derecha. Ultra-nacionalistas. Más nacionalistas, casi racistas en ciertos aspectos, que incluso los partidos laicos de derecha. Pero no activistas.
Por otra parte, asistimos a una radicalización religiosa entre los sionistas religiosos. Por ejemplo, hay menos mestizaje en sus movimientos juveniles; en las colonias religiosas sionistas, se ve una tendencia a la radicalización, y existe un grupo marginal aunque muy visible, los llamados «jóvenes de las colinas», compuesto por ultranacionalistas piadosos a veces peligrosos.
Dicho esto, es fundamental comprender que esos dos «ultras» son muy diferentes. En mi libro explico que paradójicamente no son los hombres de negro con su conservadurismo y su rigurosidad la mayor amenaza para la sociedad israelí, sino la mayoría que se convirtió al sionismo religioso. Para mí, el peligro, por sus graves repercusiones políticas, no viene de la fe sino de la mezcla de la fe con el nacionalismo.
Sin embargo, usted afirma en su libro que ese grupo sionista religioso se separa cada vez más de la sociedad israelí, como si el peligro se alejase. Pero cuando vemos una encuesta que muestra que el 15% de los israelíes consideran que el asesino del Primer Ministro Yitzhak Rabin debe ser indultado, podemos decir a pesar de todo que esta proporción de la población se muestra extremadamente radical. Y este grupo tiene mayor crecimiento demográfico que los laicos…
Sí. Y entre ellos, por otra parte, usted encontrará gran cantidad de ultra-ortodoxos. Pero yo escribí el libro fundamentalmente porque me parece que ciertas imágenes no corresponden a la realidad tal como yo la conozco. Aunque pienso efectivamente que el nacionalismo religioso es una amenaza real y veo una progresión de la ultraortodoxia, no pienso sin embargo que tendrán un ascenso imparable. Después de la creación de Israel la imagen de un país laico se había impuesto, los pioneros, los kibutz, etc. Una imagen en la época ya bastante abusiva, creo. Ahora bien, esta imagen cedió el lugar a otra, la de una sociedad que se desgarra permanente, que es el tema del que hablo, pero que estaría al borde de la implosión, lo que me parece exagerado. Obviamente, hay una paradoja: escribo sobre una crisis real, pero al mismo tiempo pretendo poner de manifiesto que no es necesario exagerar. Por ejemplo, lo que me lo afectó del nacionalismo religioso, es que por una parte, efectivamente, puede representar, bajo la forma que tiene hoy, un verdadero peligro para la sociedad israelí, pero lo que percibo es que es un movimiento que está en retroceso. Y eso no se percibe lo suficiente.
Lo que impacta, cuando uno visita frecuentemente Israel desde hace alrededor de dos décadas, es ver los sentimientos compartidos por el gran público israelí respecto a esta esfera de influencia extremista: un temor por esos radicales mezclado con admiración por esos últimos pioneros…
Justamente eso es lo que ha cambiado. Lo que usted describe era bien cierto después de 1967 (la guerra de los Seis Días y la conquista de Jerusalén, Cisjordania, etc., NDLR). Hay que recordar el contexto de la época: el miedo existencial y más tarde la euforia, sentimiento de una victoria… milagrosa. Después, tenemos hasta los sionistas de izquierda que veían con admiración a esos pioneros que se instalaban en los territorios conquistados, eran los niños mimados de Israel en los años 70. Pero eso cambió profundamente. Es impactante leer la prensa sionista religiosa, que trasmite un malestar, un sentimiento de no sentirse amados. Usted tiene por ejemplo las imágenes de locos de atar de esa gente (colonos, NDLR) de Hebrón, representados por la prensa israelí con caricaturas exageradas. Otro elemento sorprendente es lo que pasó con la retirada de Gaza en 2005. ¡Los nacionalistas religiosos organizaron una gran movilización para impedir la retirada y el resultado fue lamentable! Esperaban congregar a 150.000 personas que no aparecieron. Si hubieran tenido éxito el ejército israelí no habría podido evacuarlos. En 1982, para la evacuación de las colonias de Sinaí (egipcio), ocurrió lo mismo.
Hay que matizar: eso no quiere decir que lo que se produjo en Gaza se reproduciría en Cisjordania. Hebrón no es Gaza, existen muy fuertes lazos religiosos judíos, y además una población de colonos mucho más importante, en Cisjordania se habla de centenares de miles de personas (en Gaza eran menos de 8.000, NDLR).
Cuando usted afirma que el público ultra-ortodoxo sefardí es muy de derecha, nacionalista, a menudo más que sus líderes, explica poco el porqué…
No pienso que se hayan radicalizado. Siempre fueron radicales. El Shas (partido político, NdT) auténticamente sefardí, sólo existe desde 1984. Anteriormente, votaban por los partidos religiosos asquenazíes o por partidos de derecha laicos. Las cosas no son simples en el Shas. El personaje central, Ovadia Yossef, con mucho prestigio y cultivado, es mucho más fino que las bromas vulgares que hace a su rebaño. Pero existe otro personaje que pesa, que cuenta, Arieh Deri, que no tiene nada de extremista. No protestó contra la retirada de Gaza, al contrario que los demás. No es de izquierda, sino un pragmático. La división en el partido no pasa por derecha-izquierda. Sino que la hace el liderazgo de cada uno obtenido agradando a su público. Yossef hace observaciones racistas, pero sobre todo para agradar. Dicho esto, hay un vínculo profundo, para ellos, entre la tierra de Israel y la religión. Y este vínculo no se puede negar. Sin olvidar que todo eso no pasa en compartimentos cerrados, el contexto es el del crecimiento del islamismo. Uno juega frente al otro, habría que escribir un libro sobre eso. Los miedos de los Israelíes no son totalmente irreales. El leguaje de la derecha, que consiste en decir «el conflicto con los árabes no es territorial sino existencial, básicamente el mundo árabe no nos acepta», es el leguaje que se escucha.
Podrían decirles que los sufrimientos inflingidos por los israelíes a los palestinos alimentan el odio que agobia a esos israelíes…
Sí, pero no es contradictorio. Es un círculo vicioso. Cuyo paroxismo se vive en Hebrón con la actitud de los colonos. Pero, decir a la gente: «Sus miedos son imaginarios», es muy cuestionable. Y el islamismo no sólo es una consecuencia de la ocupación israelí. No hago juicio de valores, pero eso cuenta. Pienso que los judíos del norte de África son sensibles a eso. Hay también, y eso lo complica todo, un odio de la izquierda, no político pero debido a la identificación de la izquierda con una laicidad agresiva y con el establishment israelí asquenazí.
Se pueden encontrar algunos argumentos para explicar el despertar religioso en Israel, algo que también está ocurriendo en otras partes del mundo. Ese despertar es una respuesta al vacío que la ideología sionista nunca ha llenado. Las personas están buscando nada menos que encontrar un sentido a su vida.…
Fuente: http://www.lesoir.be/
Guillermo F. Parodi es miembro de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y la fuente.