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El pequeño capitalista que llevamos dentro

Fuentes: Rebelión

Vivimos una realidad social dual Cuando se habla de la crisis y de su impacto social solemos lanzarnos rápidamente al terreno de los «perdedores» y las «pérdidas», pero no deberíamos hacerlo sin tener presente que también hay «ganadores». El detenernos un momento en este último enfoque puede ser muy interesante y aporta aspectos autoexplicativos que […]

Vivimos una realidad social dual

Cuando se habla de la crisis y de su impacto social solemos lanzarnos rápidamente al terreno de los «perdedores» y las «pérdidas», pero no deberíamos hacerlo sin tener presente que también hay «ganadores». El detenernos un momento en este último enfoque puede ser muy interesante y aporta aspectos autoexplicativos que nos ponen de manifiesto el tipo de dinámica en la que estamos metidos, más allá de las cargas ideológicas de uno u otro signo.

Hay dos colectivos que merecen ser citados entre el club de los «ganadores»: las grandes fortunas y las grandes empresas y sus gestores. Comenzaremos por los primeros de la mano de la revista Forbes y, luego, pasaremos a los segundos de la mano de algunas cabeceras de prensa recientes y de algunos datos de las cuentas de resultados de los «buques insignia» del empresariado de este país representados en el IBEX35 (índice bursátil de las 35 principales empresas españolas).

Durante el 2010, esto es, en plena crisis, el número de multimillonarios en el mundo han pasado de ser 1.011 a 1.210, con lo cual hay 199 personas más en el mundo cuya fortuna supera los mil millones de dólares. Hay, por lo tanto, quien sabe «aprovechar» las crisis. En el caso de España, a pesar de nuestra endeble economía y de las altas tasas de paro, el país ha pasado de albergar 12 a 15 multimillonarios, en esto no hemos retrocedido.

El mexicano Carlos Slim que encabeza la lista de multimillonarios ha conseguido en 2010 incrementar su patrimonio en otros 20.500 millones de dólares, el mayor crecimiento cuantitativo de toda la lista de super-ricos. Y como él, todos los que ocupan los veinte primeros puestos de la lista vieron incrementadas, en mitad de la crisis, sus fortunas personales con una excepción, el empresario indio Mukesh Ambani , que ha pasado del cuarto al noveno puesto y ha perdido 2.000 millones de dólares.

Por su parte, nuestras grandes empresas han sabido «estar a la altura de las circunstancias»:

· Los beneficios netos de Enero a Junio de 2011 de las 35 empresas del IBEX35 ascendieron a 19.970 millones de euros.

· Los salarios de los consejeros de esas empresas crecieron un 13,7% y los salarios de sus directivos aumentaron un 14%.

· Por el contrario, los salarios medios de sus trabajadores/as solamente crecieron un 1,3%.

 

Durante el periodo de la crisis (2007-2010), sólo tres empresas del IBEX-35 han tenido pérdidas, todas las demás, reportaron beneficios. Es más, de las tres que declararon pérdidas, dos las tuvieron sólo durante el primer año, mostrando al año siguiente beneficios de más de 900 millones de euros una de ellas, y más de 2.000 millones de euros la otra. Sólo la tercera empresa, ACERINOX, obtuvo pérdidas dos años seguidos, consiguiendo obtener 123 millones de euros de beneficio en 2010.

 

Pero no solo tenemos empresas que saben moverse en la crisis hay también personajes que saben hacerlo y de qué forma, ahí van unos cuantos titulares de prensa más o menos recientes: «Los altos directivos del Ibex se suben un 20 por ciento el sueldo»; «La austeridad en el Ibex empieza a hacer aguas: los presidentes de Repsol y de Iberdrola ganan siete millones»; «El presidente del BBVA ganará 4,97 millones de euros en 2011»; «Amancio Ortega se jubila con 9.100 millones más que en el peor momento de la crisis». «Telefónica pagará un dividendo récord de 7 300 millones en plena crisis» «Gas Natural incorpora a su Consejo al expresidente Felipe González»; «Aznar ficha por la eléctrica que privatizó. Endesa contrata al expresidente del Gobierno como asesor externo para Iberoamérica»…

 

Dicho esto y sin necesidad de dar más explicaciones vamos a asomarnos a la parte del iceberg social que está sumergida bajo el nivel del mar, una parte que como buen iceberg oculta unas dimensiones mucho mayores que la parte que está a flote.

 

Esta semana el Gobierno ha desvelado el dato del número de personas en paro al cierre del 2011, hemos sobrepasado los 5,2 millones y las previsiones son de lo más pesimistas: recesión para el 2012 e incremento del número de parados. Las familias con todos sus miembros en paro superan los 1,5 millones. Los niños en riesgo de pobreza relativa en España son el 24,1%, es decir, 1 de cada 4 niños españoles estén en riesgo de pobreza relativa y es que el conjunto de la población en esa situación supera los 10 millones.

 

La pymes (pequeñas y medianas empresas) cerradas se cuentan por cientos de miles desde el inicio de la crisis en 2007. Los jóvenes con un nivel aceptable de formación se encaminan hacia otros países, empobreciendo, aún más, los apoyos sobre los que remontar ciertos aspectos de la situación que vivimos, pero nadie se lo puede reprochar ¿cómo no lo vamos a entender si hay casi un 45% de tasa de paro entre nuestros jóvenes?  

 

Los desahucios no dejan de crecer, e n los 9 primeros meses de 2011 se han llevado a cabo 42.789 ejecuciones de desahucio frente a las 34.459 del mismo período en 2010. Esto hace que las cifras de personas atendidas en los centros para «los sin techo» no dejen de crecer, en 2009 su número se incrementó en un 15% y alcanzaban las 13.000 personas al día de media y desde entonces las cifras siguen creciendo.

 

Las arcas públicas están mermadas hasta límites insospechados, en algunas comunidades autónomas se ha llegado al borde de la quiebra después de haber organizado eventos deportivos multimillonarios o haber construido aeropuertos sin tráfico aéreo; en otras se han abierto embajadas en otros países pero no se tiene liquidez para pagar los gastos sanitarios; en otras la corrupción ha desviado los fondos del paro a bolsillos privados… y suma y sigue.

 

Las políticas de recortes se generalizan, la primera medida del nuevo gobierno del PP fue congelar el salario mínimo interprofesional y, a continuación, recortar los presupuestos de Sanidad y Educación. Los funcionarios vieron cómo se congelaban sus salarios y lo mismo ocurría con prestaciones tan sensibles como la atención a la Dependencia. Después de que el gobierno haya descubierto que había oculto un 2% de déficit público que «desconocían» por la desviación en las Comunidades Autónomas (CC:AA) en las que mayoritariamente gobernaban, aumentaron los impuestos como el IRPF o el IBI en contra de sus recientes promesas electorales… y suma y sigue.

 

Del gabinete de gobierno ideológico de ZP, con una más que deficiente capacidad y cualificación que ha sido un verdadero desastre para este país, hemos pasado a otro en el que los economistas o personas de acentuado perfil económico se han multiplicado ocupando varias carteras fundamentales. El PP cree que poniendo al frente a personas que «saben de economía» la gente va a dormir más tranquila pero eso sólo es una cortina de humo, ellos mismos saben que las políticas de recortes que están aplicando avivan la crisis, reducen el empleo y castigan el crecimiento. Nos dicen que hay que dar preferencia a arreglar las cifras macroeconómicas, el déficit fundamentalmente, para ganar la confianza de los mercados y que, para ello, todavía hay que castigar más la microeconomía, esto es, la economía del día a día de la gente de la calle… y suma y sigue.

 

Las agencias de calificación nos bajan la nota dos escalones, algunas CC.AA. ya están al nivel de bono basura, y nos mantienen en el «tablao» de la deuda de riesgo en el entorno de los 350 puntos bailando al ritmo que nos marcan los mercados. Mariano, si te despistas y pierdes el ritmo como hizo ZP al principio, te van a subir la prima de riesgo para que recuperes el paso, sí o sí… y suma y sigue.

 

De tanto sumar se nos va a desbordar la calculadora, creo que no es necesario seguir dándole a la tecla. El cúmulo de dolor y de dramas personales y familiares que hay detrás de las cifras y políticas económicas y sociales expuestas es más que suficiente.

 

Responsables y culpables de la crisis

 

Llegados a este punto podríamos preguntarnos por los responsables de esta situación. Los analistas nos dicen que desde un punto de vista económico los grandes responsables en su génesis son las autoridades e instituciones financieras que procedieron a una desregularización paulatina del sistema financiero y que, en su momento, favorecieron la creación de una enorme burbuja de liquidez para dinamizar la economía.

 

Esta burbuja de liquidez que ofrecía crédito barato fue aprovechada por los bancos comerciales para conceder todo tipo de préstamos a gente sin recursos ni capacidad económica suficiente como para poder hacerles frente. Esta búsqueda de beneficios cortoplacista hizo que la burbuja de liquidez pasara a convertirse en una burbuja inmobiliaria y que, ésta, a través de la titulización de derivados financieros, haya llenado todo el sistema bancario de basura financiera.

 

Los bancos, a su vez, han restringido el crédito ahogando la economía productiva, por un lado, y, por el otro, han llevado a una situación crítica a los Estados que al salir a su rescate inyectando cantidades ingentes de dinero han visto cómo se ha disparado su deuda pública.

 

Rebobinando, hemos hablado de reguladores, entidades financieras, Estados y de la gente que se endeudó temerariamente. En esta reflexión querría centrarme en estos últimos porque creo que no conviene olvidar una lección de las muchas que se pueden sacar de esta crisis: «Todos llevamos dentro un pequeño capitalista en potencia».

 

Nos haríamos un flaco favor a nosotros mismos si no ejerciéramos una autocrítica social fuerte. El capitalismo no son sólo los bancos, el FMI, las agencias de calificación, Goldman Sachs, los especuladores, las grandes corporaciones transnacionales… Ellos son los mecanismos estructurales que sostienen el capitalismo pero el capitalismo no nos es ajeno.

 

Decimos que hay que ir hacia un mundo más sostenible pero eso de ir a la última tiene su aquel (el último móvil de pantalla táctil, el ordenador de más capacidad…); decimos que hay que conciliar la vida laboral y la vida familiar pero no se ve con malos ojos eso de poder comprar durante todo el fin de semana o el poder ir al banco por la tarde; queremos que haya salarios dignos pero queremos adquirir los artículos que compramos a precios lo más bajos posible; decimos que hay apostar por la colaboración frente a la competitividad pero luego dedicamos años a estudiar «oposiciones»; decimos que los bancos son unos canallas pero les encomendamos nuestros ahorros; queremos que al pedir un crédito nos pongan un interés bajo pero cuando depositamos nuestros ahorros buscamos el producto financiero que más interés nos puede otorgar, etc, etc.

 

El capitalismo lo llevamos dentro, lo mamamos a diario a través de las relaciones laborales instrumentales, de la publicidad que nos empuja a las dinámicas consumistas, de los mensajes de los medios de comunicación que lavan la imagen del sistema todos los días y a todas horas, del lenguaje manido y de una racionalidad que hace que los defectos se vean transformados en virtudes (el interés individual se convierte en motor del progreso social, la competitividad prima sobre la colaboración, el hacerse a sí mismo se antepone al reconocerse necesitado de los otros, etc). Pero es fundamental recordar que esos no son los únicos mensajes que recibimos, también recibimos mensajes de quienes van contracorriente y apuestan por experiencias laborales donde vivir la colaboración y la autogestión; de quienes se niegan a poner su saber al servicio de los poderosos y lo hacen buscando la promoción de la gente; de quienes optan por vivir la gratuidad comprometiendo su vida en líneas de una militancia en pos de mayor justicia social; de quienes viven agradecidamente por haber tenido compañeros de camino que les han ayudado a crecer humanamente y espiritualmente…

 

El capitalismo provoca en nosotros profundas contradicciones que en la crisis se han resumido, por parte de los economistas, en la frase: «la gente ha vivido por encima de sus posibilidades». Sí señores, así ha sido, pero quienes han favorecido esta dinámica, los culpables de la misma, han sido los grandes beneficiarios de esta crisis, algunos de los cuales ya se han citado al principio de esta reflexión, y no la gente de a pie que ha pagado, y de qué manera, su error como ya hemos visto también. No se puede culpabilizar a los que han sido los grandes damnificados, aunque sí hay que marcar su parte de responsabilidad en todo esto y aprender la lección de que los cantos de sirena del capitalismo no nos llevan a buen puerto.

 

Necesidad de una respuesta social

 

Vivimos momentos en que lo social, que parecía fragmentado y en estado de latencia, ha despertado y ha adquirido cierta relevancia y estructura especialmente después del 15-M. Su papel de protesta, de denuncia del poder establecido, de lucha contra la impunidad y el anonimato de quienes han generado esta crisis ha sido significativo. Pero además de esa tarea más estructural, lo social ha de servir para ayudarnos mutuamente a contener y combatir al pequeño capitalista que llevamos dentro, y a abrirnos a dinámicas de relación y humanización que nos ayuden a aprender a resistir y, al tiempo, a abrir cauces de una cultura y una praxis donde el beneficio deje paso a la gratuidad. Resistir y al tiempo construir; denunciar y al tiempo proponer.

 

No atribuyo el monopolio de esta tarea a lo social, también la política tiene un papel esencial, pero siempre que sea una política protagonizada por la ciudadanía para que no se aleje de lo cotidiano, de lo real, del sufrimiento y también del disfrute de la gente.

 

Estamos en un punto en que el sistema ya no busca convencer, la virulencia de la crisis ha desbordado su discurso justificador, le basta con nuestra aceptación, le basta con que el pequeño capitalista siga teniendo unas cuotas de poder suficientes como para mantenernos en la resignación, en posturas conservadoras aferradas al miedo a perder lo que se tiene, o en el mejor de los casos, haciendo una gestión de cuenta gotas de «nuestra generosidad».

 

Si la política cede ante la economía dejando la gestión del bien común en manos de los mercados, y si lo social no hace de dique de contención, el enfrentamiento será muy desigual: el sistema contra el individuo. Y en esos términos la batalla por la justicia social está perdida ya que el mercado no entiende de personas, ni de emociones, sólo de beneficios.

 

En la crisis hay que abrir ventanas, hay que sentirse más necesitado que nunca del otro, hay que poner al servicio de los demás las capacidades que poseemos, hay que saltar por encima de los prejuicios ideológicos, hay que romper el miedo a imaginar, hay que pensar en común, soñar en común, luchar en común. Y hay que hacerlo, primero, porque es lo más auténtico de cada uno de nosotros mismos y, segundo, porque como decían en la revolución mejicana: «O peleamos juntos o nos cuelgan separados».

 

Quisiera acabar esta aportación con una frase de una activista islandesa que tiene mucho calado político cuando se conocen las luchas reivindicativas que allí han tenido recientemente: «Si el gobierno no cuida de los ciudadanos, los ciudadanos cuidamos de los ciudadanos». Reforcemos, por lo tanto, lo social para ir construyendo una economía y una política cuyo centro sea la persona. No dejemos pasar el momento ni dejemos el protagonismo en manos de otros, es un lujo que la actual realidad social nos dice que no nos podemos permitir.

 

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.