Traducido del inglés para Rebelión por J. M.
La propuesta del primer ministro de revocar el estatus de residencia de 100.000 residentes de Jerusalén Oriental envía un mensaje inequívoco a todos los árabes que viven bajo dominio israelí: sus derechos y condiciones están sujetos solamente a nuestra buena voluntad. El silencio del campo «democrático» de Israel es ensordecedor .
Los policías fronterizos israelíes detienen a los palestinos y revisan sus permisos para salir de la vecindad de Issawiya, en Jerusalén Oriental, el 15 de octubre de 2015. Israel estableció puestos de control en los barrios palestinos de Jerusalén Este y movilizó a cientos de soldados para dar un castigo colectivo después de los recientes ataques de los palestinos. (foto: Oren Ziv / Activestills.org)
El autodenominado campo «democrático» de Israel aceptó en silencio el mes pasado la propuesta de Benjamin Netanyahu de revocar el estatus de residencia permanente de los 100.000 palestinos que viven en los barrios de Jerusalén Oriental que se encuentran más allá del muro de separación.
Incluso si la propuesta de Netanyahu no se actualizara es imposible ignorar su importancia aún como propuesta: el primer ministro de Israel aboga por la transferencia en masa de los palestinos de Jerusalén y los partidos políticos de centro-izquierda en la oposición no expresan ni siquiera el más leve susurro de protesta.
Se podría concluir que Netanyahu expresó en términos más explícitos una idea que las facciones de centro-izquierda comparten pero que por lo general se ocultan detrás de un lenguaje más aceptable.
Mientras que Netanyahu pudo liberarse de la solución de dos estados, el centro-izquierda sigue blandiendo esa solución, a esta altura vacía de toda sustancia. Los dos grandes campos políticos de centro-izquierda en Israel comparten su negativa a ceder Jerusalén. Tanto el campo sionista (el laborismo y Tzipi Livni) y Yesh Atid (el partido de Yair Lapid) juegan con la idea de que se pueda transferir a los palestinos de Jerusalén a los suburbios remotos de la ciudad, o sea, a los barrios más allá de la barrera de separación.
El muro de separación rodea un barrio palestino de Jerusalén Este, 15 de mayo de 2015. (Activestills.org)
Pero estos suburbios pobres no son parte de la histórica Jerusalén palestina en la misma medida que no son parte de la Jerusalén judía histórica. Ningún líder palestino en su sano juicio apoyaría tal propuesta.
Ambos enfoques comparten la misma negativa a reconocer cualquier archivo que incluya la Palestina histórica de Jerusalén, junto con la negación de la pertenencia de Palestina al Gran Jerusalén. Esto se suma a sus esfuerzos para endilgar la actual ola de violencia en Jerusalén como localizada y de trasfondo político.
El silencio cómplice en respuesta al plan de transferencia de Netanyahu es una señal más de que el campo «democrático» de Israel reconoce que sus propias soluciones son absolutamente delirantes.
En ausencia de una solución política los judíos y los árabes de Jerusalén seguirán viviendo en un área binacional y no hay una sola manera democrática para gestionarla que comprenda la completa igualdad política y civil. Sin embargo tanto la derecha como los autodenominados «campo democrático» están históricamente inclinados a rechazar tal posibilidad.
Desde mediados de la década del 90 miles de palestinos de Jerusalén tenían su residencia permanente revocada bajo gobiernos de derecha y de centro-izquierda.
Una década más tarde, bajo la cobertura de la Segunda Intifada, Israel construyó un muro de separación que cortó ocho barrios de Jerusalén Oriental del resto de la ciudad, transformándolos deliberadamente en guetos pobres cuyos habitantes viven bajo el temor constante de perder su condición de residentes y estar completamente desconectados de la ciudad, tanto geográfica como políticamente.
Desde que comenzaron a implementarlo, la condición de residencia permanente siempre ha sido una amenaza que se cierne sobre los residentes de Jerusalén Este, mucho antes de que se dieran a conocer los últimos planes de Netanyahu.
El silencio del campo «democrático» de Israel es aún más grave, ya que se proyecta más hacia el exterior la situación de las relaciones judías-árabes que en el interior de Israel propiamente. Una sola línea de pensamiento se extiende entre los intentos de revocar el estatus de residencia en Jerusalén Este y los ataques de Netanyahu a los árabes residentes dentro de la Línea Verde, desde culpar al Mufti del Holocausto hasta retratar a los votantes árabes como una amenaza. La condición de residencia y la ciudadanía de los grupos pueden ser diferentes, pero el mensaje es uniforme: sus derechos están sujetos meramente a nuestra buena voluntad y condicionados a ella. O, dicho de otro modo, a nuestros ojos todos sois de Jerusalén Este.
La propuesta de Netanyahu y el consentimiento silencioso que se le unió constituyen un hito en las relaciones entre israelíes y palestinos en Jerusalén y más lejos también. Ambas poblaciones comparten y seguirán compartiendo áreas comunes, medios de transporte, servicios públicos y privados y el comercio.
En lugar de declarar la guerra a un tercio de la población de la ciudad se deben promover el diálogo y la justicia. Hay cosas que se pueden y se deben hacer en este momento: una defensa absoluta de los residentes permanentes de Jerusalén Este, la asignación equitativa de los recursos y la infraestructura (especialmente en los barrios más allá del muro de separación), la persistente lucha contra el racismo y la incitación al mismo, el apoyo a las instituciones palestinas en Jerusalén y la promoción de los esfuerzos para alcanzar una solución política o, alternativamente, hacer acuerdos basados en la igualdad y los valores democráticos.
Yehudit Oppenheimer es l directora ejecutiva de la ONG Ir Amim. Este artículo fue publicado por primera vez en hebreo en Haokets. Fue traducido del hebreo por Alan Horowitz.
Fuente: http://972mag.com/netanyahus-transfer-plan-is-met-with-silent-complicity/113894/