Traducido por Nadia Hasan y revisado por Caty R.
Hoy, más que cualquier otro día de mi vida, me siento orgullosa de ser palestina.
Permítanme explicarlo. Los Estados-nación significan muy poco para mí. Están compuestos por fronteras artificiales, restricciones legales, señales de «no pasar» y un lavado de cerebro colectivo sobre la «singularidad» de las culturas que sólo los seres humanos conocen. ¿Qué pez ha dejado alguna vez de nadar al acercarse a la invisible «frontera de las aguas» que separa un país de otro? ¿Qué aves migratorias dudan, aunque sólo sea un momento, al cruzar desde Canadá hacia Estados Unidos y luego a México, para llegar al sur en invierno? Muéstrenme una flor, aunque sólo sea una, en el jardín más exclusivo, con una «barrera de seguridad» más alta, que impida mezclar su aroma con el de las flores del jardín vecino.
Los límites son artificiales. Y porque son artificiales nunca me he relacionado con ellos. Sí, he abogado durante mucho tiempo por los derechos del pueblo palestino, pero mi identidad nacional forma parte de mi lucha. Abogo por los derechos del pueblo palestino porque son derechos humanos violados por esos límites artificiales. Pero hoy, cuando veo que la población palestina está auténticamente representada por el poder popular, me siento orgullosa de ser palestina. Me siento orgullosa de formar parte de un pueblo que rechaza que se cerquen con fronteras artificiales nuestras libertades más elementales: la libertad de comer, beber, crecer.
El Tribunal Internacional de Justicia declaró ilegal el muro, pero no tuvo el poder para derribarlo; la Cuarta Convención de Ginebra declaró ilegal el castigo colectivo, pero no ha tenido el poder para detenerlo; el Derecho Internacional declaró ilegal la ocupación, pero no ha tenido la fuerza para acabar con ella. Y luego los palestinos, posiblemente el pueblo más pisoteado actualmente, derrumbaron el muro.
A pesar de todo, y aún extasiada como estoy, no soy ingenua. Sé que ésta sólo es una apertura temporal y sé que la dirigencia nacional se adjudicará el éxito. El presidente de Egipto, Husni Mubarak, ha señalado que «permitió» la entrada de los palestinos en Egipto porque los habitantes de Gaza se estaban muriendo de hambre, a pesar de que sus fuerzas de seguridad arrestaron a 500 manifestantes en el Cairo por protestar contra el asedio. Y Dov Weissglas, consejero del Primer Ministro israelí Ehud Olmert, se refirió a la estrangulación de Gaza como si les estuviera haciendo un favor a los palestinos: «Es como una cita con un nutricionista. Los palestinos adelgazarán, pero no morirán»,
Pero los palestinos están muriendo por la «dieta» que les impuso el ocupante ilegal. Un estudio elaborado el año pasado por el Programa Mundial de Alimentos señala que la mitad de la población palestina padece «inseguridad alimenticia». Los indicadores de desnutrición incluyen estar por debajo de un peso determinado, mal desarrollados y mal nutridos. También, como resultado de las restricciones impuestas por Israel, el índice de recién nacidos muertos o con malformaciones en Cisjordania se elevó a un 52% en 2007. No hay estadísticas disponibles para la Franja de Gaza.
Incluso en el momento de escribir esto, llegan noticias de que Israel ha asesinado a Mohammad Harb, líder de Gaza cuyas fuerzas hicieron volar parte del muro y permitieron que los palestinos se aprovisionaran de lo esencial. Harb ha pagado con su vida la libertad temporal de mi pueblo, un pueblo que eligió democráticamente a sus representantes, a pesar de la enorme presión de Israel y Estados Unidos para que «eligiéramos» a un peón de la ocupación. Por lo tanto no quiero olvidar. Harb fue la elección del pueblo y fue el poder del pueblo el que derribó el muro.
Y este es un ejemplo que todos podemos emular en cualquier lugar en que nos encontremos. Si el pueblo palestino, privado de sus derechos, puede derribar un muro construido por la mayor potencia nuclear de la región y respaldado por la mayor potencia mundial, entonces todos los pueblos oprimidos del mundo, en cualquier lugar, también pueden hacerlo.
Hoy, en este breve momento, soy una palestina feliz.
Original en inglés: http://electronicintifada.net/v2/article9264.shtml
Nada Elia es profesora de Género y Cultura en la Universidad Antioch de Seattle. Es miembro fundador de RAWAN (Radical Arab Women’s Activist Network) y actualmente trabaja en el colectivo de INCITE! Women of Color Against Violence
Nadia Hasan y Caty R. pertenecen a los colectivos de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a la autora, a la traductora y la fuente.