La lucha del pueblo palestino ha ido ganando partidarios con el paso de los años entre la opinión pública internacional. Al mismo tiempo hay que admitir que sus detractores tienen la sartén por el mango, lo cual es debido a que son los gobiernos, grupos de presión y empresas más poderosos del mundo los que […]
La lucha del pueblo palestino ha ido ganando partidarios con el paso de los años entre la opinión pública internacional. Al mismo tiempo hay que admitir que sus detractores tienen la sartén por el mango, lo cual es debido a que son los gobiernos, grupos de presión y empresas más poderosos del mundo los que apoyan a Israel.
El común de los mortales siente lástima, repugnancia, también ira y hasta odio, cuando Israel -con el concurso de los que le apoyan en el plano militar, político y económico- asesina a su sabor a palestinos sin temor al castigo que lógicamente merecen sus actuaciones.
Aquí hay que mencionar la labor de propaganda de Israel y sus partidarios, la cual lleva al engaño a muchísima gente respecto de lo que ocurre en Palestina. También hay que tener en cuenta la indiferencia de otros muchos ante un dolor ajeno que no padecen, el racismo contra los árabes y musulmanes y el desinterés por un crimen que creen que no les atañe.
Esa labor es tan eficaz que mucha gente ni siquiera se extraña, por ejemplo, de que en la última semana hayan muerto tres israelíes, supuestamente las víctimas, y más de cien palestinos, muchos niños entre ellos, supuestamente los agresores. Casi nadie se preguntó en 2009 por qué la operación Plomo Fundido, que también se anunció que era para erradicar a los «terroristas» de Gaza, ocasionó 1.400 víctimas, de las que un tercio eran niños. Lo ocurrido en las dos operaciones resume bien la historia palestina.
Esta historia se repite y eterniza desde mediados del siglo XX no sólo por la enorme violencia de Israel, también por la colaboración constante de los poderes citados y mediante la desinformación y el engaño de la opinión pública occidental. En Israel las encuestas muestran que más del 80 por ciento de los israelíes apoya los crímenes de su gobierno. La impunidad de la que disfruta Israel permite que siga cometiendo crímenes.
La solidaridad de los partidarios de Palestina no consigue alterar la historia sustancialmente. Esto, desde luego, no se les puede achacar a estos últimos, algunos de los cuales han pagado su apoyo a la causa palestina con la vida (por ejemplo Rachel Corrie, los pasajeros del Mavi Mármara, etc.), otros con la cárcel, con castigos…. Al contrario, son merecedores de reconocimiento, recuerdo y admiración por su generosa entrega.
Uno de los argumentos más usados por la propaganda -israelí y occidental- es que Israel responde a la violencia de los palestinos. Tanto ha calado esta falsedad que hasta algunos partidarios de éstos -y el cien por cien de los que disimulan su apoyo al Estado sionista con una falaz postura equidistante entre dos contendientes como si fuesen iguales en derechos, fuerzas y situación- condicionan su apoyo a que los palestinos renuncien a defenderse infligiendo a Israel el daño que éste les ocasiona, en todo caso algo imposible por la falta de medios para hacerlo.
El que ONGs como Amnistía Internacional y otras condenen a los palestinos porque se defiendan con los medios a su alcance, no hace sino alejarles aún más de la única forma que tienen de impedir que Israel los mate como y cuando quiera.
Los que condenan el «terrorismo islamista» y recomiendan a los palestinos optar por las conversaciones de paz, los que exigen a los palestinos que renuncien a defenderse con sus medios del agresor sin garantizarles que se les va a defender de éste, lo único que hacen es colaborar con el criminal mientras criminalizan a la víctima.
No parece casualidad que los que dictaminan lo que tienen permitido los palestinos a la hora de defenderse de los ataques de Israel no sean ellos mismos víctimas de Israel.
Resulta que ni los judíos israelíes, ni los sionistas de otras nacionalidades, ni los políticos europeos y estadounidenses que les apoyan, ni los líderes de la ONU y otros organismos internacionales, ni las ONGs de derechos humanos, han sufrido la limpieza étnica a manos de Israel en 1948, no han vivido bajo ocupación militar desde 1967, no han visto a sus familiares asesinados a bombazos ni encerrados en las cárceles israelíes sin juicio durante años. No saben lo que es vivir como refugiados sin poder volver a sus casas ellos mismos ni cuatro generaciones de sus descendientes hasta el día de hoy. No han visto sus casas demolidas por las excavadoras del ejército ocupante, no han visto sus huertos arrasados, sus árboles cortados, sus pozos envenenados, su dinero robado, sus enfermos morir porque Israel prohíbe la importación de material médico a los territorios ocupados…
Tampoco han visto a sus hijos hechos pedazos en plena infancia en una de las decenas de grandes agresiones como la de estos días, o como la de Plomo Fundido, que cada poco interrumpen los continuos ataques de menor escala que ocasionan ‘solamente’ algunos pocos muertos, heridos y prisioneros, de lo cual no se entera la prensa occidental, aunque sí lo hace cuando un único soldado israelí ocupante es capturado en una acción bélica, pero para titular contra la verdad: «Hamas secuestra a un soldado israelí.»
Tampoco tienen que alimentarse con la dieta que Israel impone a los palestinos de Gaza, la cual según la ONU es insuficiente para satisfacer las necesidades alimenticias de un ser humano; tampoco han sufrido que el mundo entero, en particular la ONU, las ONGs y las iglesias, se limiten a condenar en alguna ocasión los ataques con fósforo blanco y otra munición prohibida por la ley internacional que realizan aviones, tanques y barcos de guerra israelí sobre las ciudades de Gaza, la zona con más densidad de población del mundo, pero desprovista de ejército y medios de defensa contra misiles de última generación.
¿Cuándo una mera frase de condena sin actuación acorde ha logrado salvar a un niño palestino de un misil o ha llevado al gobernante que ordenó el disparo ante un tribunal penal internacional, incluso aunque no sea digno de este título como ocurre con la Corte Penal Internacional?
A los palestinos no les hace ninguna falta expertos de la ONU ni de ONGs sobre derecho internacional, genocidio, limpieza étnica, crímenes de guerra y contra la humanidad que son del todo incapaces de evitar que Israel los cometa sin parar contra ellos desde hace más de 60 años, mucho menos lecciones sobre cómo deben responder a estas barbaridades sin fin.
Es tiempo de dejar de lado la monserga de la Carta de la ONU, la vaciedad de la Declaración de los Derechos Humanos, la palabrería del Cuarteto para la paz, la patochada de las misiones y enviados de paz, el timo del proceso de paz entre Israel y la Autoridad Palestina. Los sionistas saben bien qué es lo único que puede truncar su historial de muerte, robo y opresión.
Los palestinos también, aunque se han visto tremendamente presionados durante décadas para seguir las directrices de la comunidad internacional por razones evidentes de debilidad manifiesta ante el poderío de Israel y de aquélla. Este camino no les ha favorecido en nada, al contrario, se ha vuelto en su contra porque sólo les ha traído más muerte, menos tierra y ningún derecho, ni siquiera el de resistir al agresor, derecho que les asiste en la ley internacional pero que nadie está dispuesto reclamar en beneficio de los palestinos.
En contra de lo que dice la propaganda, una vez más, la ausencia de operaciones armadas palestinas contra Israel, habitual pero no exclusivamente de martirio (conocidas estúpidamente por operaciones suicidas islamistas), es lo que permite que éste no sienta la necesidad de cumplir la ley internacional y abandonar su política agresora ante la inoperancia cómplice del resto del mundo.
No es que los palestinos no alcancen su Estado y sus derechos porque usen la violencia en defensa contra la violencia de Israel, sino porque no lo hacen. Con otras palabras: si los israelíes no pagan un precio por sus crímenes ¿por qué habrían de dejar de cometerlos, o sea, matar civiles, niños incluidos, robar su tierra, ocuparla, expulsar a sus habitantes, etc., etc.?
No hay motivo alguno para creer hoy que esa comunidad va a obligar a Israel a cumplir la ley internacional, al contrario, aquélla le deja vía libre para seguir la matanza y además le financia y arma para ello. Obama acaba de anunciar al mundo entero que Israel cuenta con el apoyo firme de Estados Unidos.
No hay tampoco razón para pensar que las ONGs van a tener en cuenta la situación permanente de muerte a bombazos para que admitan que las víctimas están más legitimadas que nadie para saber cómo tienen que defender a sus hijos ante un agresor tan cruel e insaciable como Israel.
El miércoles 21 de noviembre de 2012, hubo un ataque contra un autobús en Tel Aviv. Hacía muchos años que no sucedía algo parecido.
Puede que sea la señal de que los palestinos ya no están dispuestos a que sus hijos y los hijos de sus hijos, como les ha pasado a sus padres y abuelos, sigan siendo víctimas complacientes con sus verdugos y encima tengan que aguantar las recomendaciones de los cómplices de éstos.
Si esto tiene continuación, deje por un día de leer lo que publican los periódicos y escuchar lo que dice la televisión sobre los palestinos, a cambio lea lo que dicen los sionistas; quizás le haga modificar su opinión sobre todo lo que ha pensado hasta ahora acerca del conflicto palestino.
Moshe Dayan, ministro de defensa de Israel durante la guerra de 1967, refiriéndose a los castigos contra la población civil, o sea, los que él ordenaba 50 años antes de los que ordena Netanyahu hoy contra Gaza, afirmó en 1950:
«No podríamos proteger cada una de nuestras instalaciones de un ataque o cada árbol de ser cortado. Ni evitar que un trabajador resulte muerto en su huerta o una familia en su hogar. Pero sí está en nuestro poder hacer pagar un alto precio por verter nuestra sangre, tan alto que ni los palestinos, ni la comunidad árabe, ni su ejército, ni los gobiernos árabes crean que merece la pena pagarlo…»
Tras más de 60 años en la posición de víctimas, puede que los palestinos decidan dejar de serlo. Tras más de 60 años como agresores, puede que los israelíes tengan que pensar que el precio a pagar por sus crímenes es demasiado alto.
El mismo miércoles recibí un mensaje desde Palestina:
«Si la resistencia puede continuar y abrir nuevos frentes, pues sea, de todas maneras nos van a seguir matando, por lo menos que les hagamos pagar en la medida que podamos, no como hasta ahora, que nos matan impunemente sin sufrir aunque sea un poco de miedo.
Este estado de ‘no paz no guerra’ ha durado demasiado, aparte de que ellos se lanzan a matar cuando les de la gana, hasta como campaña electoral usan nuestras muertes.»
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.