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Nueve meses desde que ETA hiciera pública su declaración de alto el fuego permanente

El proceso de Kafka

Fuentes: Gara

Se han cumplido ya nueve meses desde que ETA hiciera pública su declaración de alto el fuego permanente. Hacía ya algún tiempo que desde diversos ámbitos se venía diciendo que tal era la condición previa e indispensable para la apertura de un proceso encaminado a la búsqueda de una solución al conflicto político existente. Se […]

Se han cumplido ya nueve meses desde que ETA hiciera pública su declaración de alto el fuego permanente. Hacía ya algún tiempo que desde diversos ámbitos se venía diciendo que tal era la condición previa e indispensable para la apertura de un proceso encaminado a la búsqueda de una solución al conflicto político existente. Se decía también que, una vez cumplida esta premisa, se iba a poder hablar de todo y entre todos para tratar de llegar a un acuerdo (más o menos común) sobre cómo encauzar por vías democráticas una metodología de resolución. Se decían tantas cosas.

Lo cierto es que se nos termina el año y seguimos como empezamos esta historia, allá por el mes de febrero. Transcurrido este tiempo, dicho alto el fuego continúa siendo el único activo (al menos conocido) puesto sobre el tapete a la hora de abordar un proceso que, para ser tal, debe comprender algo más que palabras y declaraciones de intenciones en su discurrir, y ello por muy buenas que sean estas últimas.

Palabras. Eso es todo cuanto nos recuerda a diario que, al menos supuestamente, nos hallamos inmersos en un proceso que unos llaman de paz y otros de resolución. Palabras y más palabras para que politólogos profesionales se entretengan en confeccionar análisis para el optimismo o el pesimismo. Mientras, la sociedad bascula en una escala de diseño estadístico entre una mayor o menor esperanza codificada en las encuestas y una cada vez mayor desesperación-frustración palpable en la calle.

Ya desde un principio, ese adalid de la sonrisa y buen talante que gobierna el imperio nos lo advirtió, con esa seguridad de la que sólo pueden hacer gala quienes son capaces de generar profecías autocumplidas. «El proceso será largo y difícil», aseveró en tono solemne. La verdad, al paso en que lo han comenzado, si es que como un primer paso se puede considerar la declaración en el Congreso (más palabras, no en vano es un Parlamento), más que largo parece orientarse con vocación de infinito. Y más que difícil se antoja como imposible cuando no se encuentra un modo, no ya para llevarlo a buen puerto, sino incluso para ponerlo simplemente en marcha. Y es que, en definitiva, el Gobierno que preside no ha puesto más activo que una retahíla de declaraciones voluntaristas que van perdiendo su significado con el propio paso del tiempo. Sus mensajes de firme determinación para encarar el proceso empiezan ya a resultar aburridos. Palabras, palabras y más palabras.

Pero el poder de un Estado no sólo está representado por el Ejecutivo, y otros poderes del mismo sí que han actuado. La labor del poder judicial, con actuaciones que directamente inciden en la creación de un clima de (des)confianza, o al menos de distensión, ayudando con la soga al cuello que diría el otro, hacen aún más incomprensible la indolencia del Gobierno. No se debe olvidar que la «doctrina Parot» se la sacaron de la manga con la declaración de alto el fuego ya vigente, y todo para impedir la salida de la cárcel de presos con la condena íntegra cumplida. Y luego lo de Iñaki De Juana, con 12 años de condena por dos artículos publicados en un diario. ¡Toma libertad de opinión! Las múltiples trabas judiciales (encausamientos, diligencias) para el inicio de un diálogo entre formaciones políticas. Pro- hibiciones de manifestaciones y actos políticos al albor de una ley infame que no muestran la mínima intención de derogar. El gran invento que les debía servir para acabar con el terrorismo, la tan cacareada «fortaleza del Estado de Derecho», se diseñó como una maquinaria precisa de represión, repleta de restricciones en las libertades tanto individuales como colectivas. Así, y como no podía ser de otra forma, lo que uno termina por encontrarse es un entramado legal que penaliza cualquier tipo de contacto con el diferente, ya abiertamente constituido en «enemigo de pleno derecho». Y si a ello le sumamos que estamos hablando de un Estado en que lo judicial se instrumentaliza básicamente por medio de un tribunal de excepción, legatario directo de un régimen dictatorial; si añadimos que lo hace por medio de un puñado de jueces que han hecho de la arbitrariedad más absoluta motivo de jurisprudencia, y ello sin verse relegados de sus funciones, sino, muy al contrario, convertidos en auténticas estrellas mediáticas ¿pues qué otra cosa se podía esperar cuando se les ha ido alimentando en base a recortes de derechos y rebajas en garantías procedimentales?

Y, mientras tanto, ¿el Gobierno qué…? Pues nada, escudarse en la separación de poderes. Como si ellos no hubiesen tomado parte en la alimentación del engendro. Eso sí, nada de poner en marcha algún tipo de medida que, en aras de la distensión, pudiera contrarrestar estas acciones. En realidad, nada de nada. Bueno, sí, palabras y más palabras.
«Seguimos verificando la intención de ETA para el abandono de las armas». Bien, siempre es conveniente ponderar la intención y voluntad de la otra parte para llegar a un arreglo. ¿Pero no será más bien que lo que no tienen claro es su propia intención o voluntad?

Pero no es el Gobierno el único actor que participa en esta obra, aunque sí (se supone) uno de los principales protagonistas. El resto de fuerzas políticas, y principalmente las que representan de una forma más directa a la sociedad vasca, también tienen papeles importantes. Creo que en estos nueve meses ninguno ha estado a la altura de las circunstancias, aunque a éstos las escenas más relevantes les llegarán cuando los principales abran el baile (si es que de una vez por todas permiten que suene la orquesta en vez de empeñarse en no permitirle ni afinar). Sólo el PP está jugando a su nivel, pero, claro, el papel de saboteador de la obra comenzó ya en el mismo momento de su publicitación.
Quedan mil cosas en el tintero, pero, por ir concluyendo, decir que tras nueve meses va creciendo la impresión de que, para algunos, el proceso consiste precisamente en hablar del proceso. Es como en el libro de Kafka, que sabemos que hay abierto un proceso porque continuamente se alude a él, no por otra cosa. Esperemos que el PSOE no haya puesto el cartel de la obra sin ninguna intención de representarla, con el mero propósito de que su presencia bajo el rótulo que anuncia «próximamente» nos reconforte una temporada y, después, con un poco de suerte y el paso del tiempo, se instale en el inconsciente colectivo la percepción de que la obra ya fue representada. Y entonces retiren el cartel. Esperemos que más pronto que tarde venzan el miedo escénico (si es que se trata sólo de eso) y se animen a pisar las tablas.

P.D.: La pelota sí está en el tejado (¡pesados!), pero ya es hora de que, en vez de preguntarse a quién pertenece ese tejado, alguien suba a por ella y se juegue el partido. Si no, ponemos entre todos un escote y se compra otra pelota, ¡que ya está bien!

* Eneko Herran Lekunberri es Licenciado en Sociología