César Sebastián (Valencia, 1988), historietista e ilustrador, publica su primera novela gráfica de la mano de Autsaider Cómics. Con esta obra abre una temática sobre la España rural. Toda una fuerza literaria y gráfica inspirada en el pueblo de su familia, que en mucho tiene que ver con los pueblos de todos
Pregunta: Ronson, su primera novela gráfica, ¿también podría ser la primera novela gráfica española sobre los pueblos olvidados?
Respuesta: No me atrevería a decir que es la primera, pero sí es cierto no abundan las novelas gráficas que retraten el medio rural. Creo que el cómic ha sido tradicionalmente un medio de expresión urbanita, pero no por ello deja de ser idóneo para retratar los pueblos olvidados.
P: ¿Cómo es el pueblo olvidado de su historia?
R: El pueblo en el que se desarrolla la historia está inspirado en Sinarcas, que es la localidad de la que procede toda mi familia paterna. Es un pequeño pueblo de poco más de mil habitantes situado en el interior de la provincia de Valencia, lindero con la provincia de Cuenca. No obstante el pueblo en que se desarrolla Ronson no tiene nombre, para que pudiese ser cualquier pueblo, uno de tantos que existen y existieron en España y con los que el lector pudiese identificarse fácilmente y hacerlo suyo.
P: ¿Ronson es un desafío a la memoria del lector, o a la indiferencia?
R: Puede considerarse ambas cosas. Aunque es un relato entrañable, no rehúye la crueldad, la injusticia o amargura que también formaban parte del día a día en la España franquista de hace seis décadas, por lo que quien tienda a idealizar el pasado se encontrará con un desafío a su memoria. Por otra parte, la España rural de aquel tiempo no ha recibido la consideración que merece, tal vez debido a que sus habitantes nunca han sido los grandes protagonistas de nuestra historia reciente, o si lo han sido es como una gran masa anónima. Por ello, se puede considerar también Ronson como un desafío ante la indiferencia histórica con que han sido tratada esa parte de nuestro país.
P: El estilo de los dibujos también parece un viaje en el tiempo, un letargo que nos lleva como fogonazos de la memoria. ¿Toda la realización de la obra fue pensada para conmocionar?
R: Pretendí que mi dibujo fuese sofisticado pero sencillo y austero. Quería que su acabado pulcro y su estilo naturalista fuesen capaces de evocar la época y los paisajes, y puse un gran esmero en reconstruir con escrupulosa fidelidad cada detalle, como las arquitecturas, el vestuario o los rostros. Todo ello ayuda a que el lector penetre con facilidad en el mundo que pretendo recrear, de tal manera que se sumerja en la lectura y se olvide de los resortes que operan en el cómic, atendiendo así únicamente a las reflexiones y emociones que le suscite. Se podría decir, para resumir, que mi enfoque es más bien frío y racional pero siempre puesto al servicio de las emociones y problemas genuinamente humanos.
P: ¿Concibe el arte como una conmoción ante la indiferencia?
R: Sí, considero ante todo que el arte ha de remover algo en el lector o espectador. Yo no conecto con las obras que solo operan en el terreno conceptual, que solo sirven para originar sesudas reflexiones teóricas en torno a la naturaleza de su lenguaje y que pecan del tan habitual ensimismamiento o hermetismo que parecen disfrutar de un inmerecido prestigio en muchos círculos artísticos. Aunque claro, cada lector o espectador tiene una sensibilidad distinta y lo que a mí me parece frío e inane a otra persona puede conmoverle hasta el llanto.
P: ¿Los pueblos olvidados serán la salida a la vorágine del progreso?
R: No sabría contestar a eso, la verdad. Lo que sí intuyo es que el progreso no puede construirse de espaldas a esos pueblos. Su importancia histórica, patrimonial y humana no pueden desdeñarse. El progreso no es compatible con semejante abandono.
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