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El pueblo egipcio abre caminos de liberación

Fuentes: Rebelión

En una nueva jornada de protesta el pueblo egipcio volvió a desafiar a uno de los regímenes más sangrientos y proimperialistas de la región. La movilización del martes 1° de febrero ha superado a la misma convocatoria de la marcha: «Un millón de egipcios para derribar a Mubarak». Todos los medios internacionales resaltan que fueron […]

En una nueva jornada de protesta el pueblo egipcio volvió a desafiar a uno de los regímenes más sangrientos y proimperialistas de la región. La movilización del martes 1° de febrero ha superado a la misma convocatoria de la marcha: «Un millón de egipcios para derribar a Mubarak». Todos los medios internacionales resaltan que fueron cerca de tres millones las personas que colmaron la Plaza de la Liberación (Plaza Tahrir) y sus adyacencias a pesar de los piquetes militares y de la cancelación de los trenes a la capital.

Fue el octavo día consecutivo en que el pueblo egipcio toma las calles alentado por el ejemplo tunecino. Se ha vencido al miedo, se alza la voz y se lucha por la libertad. La larga historia de resistencia de los pueblos árabes y africanos se renueva y toma nuevas dimensiones que trascienden sus fronteras nacionales, y pueden volver a desestabilizar los esquemas del imperialismo y el sionismo en la región.

Desde que el joven tunecino Mohamed Bouazizi decidiera inmolarse detonando el estallido en las calles, la onda expansiva no se detiene. Los jóvenes egipcios son la energía vital de la actual situación revolucionaria, son el centro de una nueva vanguardia de lucha que está surgiendo. Sus aspiraciones y consignas, todavía en posible evolución, son distintas a las de expresiones anteriores, nacionalistas e islamistas. Estos motorizan al pueblo egipcio, fundiendo todas sus expresiones religiosas, políticas, etáreas, de género y sociales, con el objetivo de derribar al régimen y alcanzar la libertad.

La confrontación del pueblo movilizado con las fuerzas de la Guardia de Seguridad ya ha superado los 300 muertos, un millar de heridos y otro tanto de detenidos, demostrando lo sanguinario que puede ser Mubarak que no está dispuesto a abandonar el poder.

Aunque la prensa y el gobierno israelí estén alentando al «faraón» a mayores matanzas, la sociedad egipcia no se detiene y sigue desafiando en la calle el toque de queda y los tanques. No es para nada casual que el más firme apoyo que recibe el corrupto régimen sea el de la autoproclamada «única democracia en Medio Oriente», es su socio estratégico desde que el asesinado al-Sadat estableciera en 1977 la alianza de colaboración para estrangular al heroico pueblo palestino, como hoy lo sigue demostrando con el cerco sobre la Franja de Gaza. Israel es muy conciente que el camino a Jerusalén pasa por el triunfo en las capitales árabes.

La caída de Mubarak no sólo afecta a Israel, sino directamente a los EE.UU. y los regímenes que apoya, así también pueden llegar a sentirse repercusiones entre la gran masa de inmigrantes marginados, magrebíes, árabes y africanos que habitan suelo europeo. Egipto fue y es una pieza central para el esquema estadounidense, los servicios de inteligencia y las cárceles egipcias cumplieron un papel fundamental en la «lucha contra el terrorismo», es por ello que este país es el segundo destino de la ayuda exterior estadounidense (después de Israel). Desde Washington están buscando desesperadamente, con una retórica hipócrita, una «transición ordenada», un posible recambio que permita continuar con lo esencial del régimen. La sensación de fracaso y frustración provocada por el «buen alumno del FMI» con sus planes de austeridad, privatizaciones y aumento del desempleo y de los alimentos, y que es parte del trasfondo que ha llevado a los jóvenes a la revuelta, no podrá ser superada fácilmente por una salida que se atenga a las pretensiones de la diplomacia estadounidense.

El presente levantamiento se enfrenta a una deuda histórica de los procesos de descolonización, de los nacionalismos que alcanzaron la independencia pero han reproducido, dentro del marco de los Estados-nación y bajo la tutela de las metrópolis, las formas de explotación y dominación sobre las clases subalternas.

Desde nuestras tierras deberíamos hacer crecer un movimiento de solidaridad con la lucha popular expresada en las calles por los jóvenes y el pueblo egipcio, que han logrado autoconvocar la Huelga General que paralizó todas las ciudades más importantes del país y también han formado grupos de autodefensa. Desde una Latinoamérica que ha sufrido dictaduras sangrientas, con nuevos y recientes intentos, intromisión imperialista y planes neoliberales, pero también, y sobre todo, que ha sabido combatir para abrir caminos de liberación, hoy más que nunca tenemos que sentir esta lucha como parte de las nuestras.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.