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Sales y soles

El puente de flores y las abejas de Gaza

Fuentes: Gara

Tomamos la autopista de Tel Aviv a Haifa, la segunda más transitada de Israel. Unos 20 kilómetros al norte de la capital, esa carretera divide, y aleja, dos mundos inseparables. De un lado, los campos de iris púrpura oscura, una efímera flor que apenas luce durante unos pocos días del invierno. Del otro, las abejas. […]

Tomamos la autopista de Tel Aviv a Haifa, la segunda más transitada de Israel. Unos 20 kilómetros al norte de la capital, esa carretera divide, y aleja, dos mundos inseparables. De un lado, los campos de iris púrpura oscura, una efímera flor que apenas luce durante unos pocos días del invierno. Del otro, las abejas. El ruido, la contaminación y los coches acelerados dificultan su embarazoso encuentro. Y sin abejas polinizadoras, no hay flores. De seguir así, la iris púrpura, una flor endémica del país, podría extinguirse.

Para evitarlo, para que las abejas crucen sin miedo la autopista, un grupo de científicos israelíes va a levantar un «corredor aéreo ecológico» sobre la carretera. Una pasarela fabricada con la flora más sabrosa. Un arco de iris. Sin cemento ni asfalto. Un jardín botánico suspendido en el aire. Un puente de flores para abejas.

Tomamos ahora la autopista de Tel Aviv a Erez, la puerta de Gaza. Del otro lado de la frontera, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), 32 enfermos palestinos, cerca de una decena de ellos menores, han muerto en los últimos cinco meses mientras esperaban la autorización para ser trasladados a hospitales israelíes. El porcentaje de pacientes rechazados ha crecido del 10% en 2006 al 18,5% el año pasado. Este mes de diciembre alcanzó el 36%. Israel aduce «razones de seguridad» para limitar estos permisos. La OMS habla de «un castigo colectivo contra los más débiles» y de un acto «absurdo, inhumano y, al final, trágico».

Si en lugar de franja fuera círculo, podríamos hablar hoy de la colmena de Gaza. Un millón y medio de abejas obreras refugiadas en diminutos panales. Apiñadas. Encerradas en sus celdas. Sin aire, sin vuelo, sin trabajo, sin miel ni cera. Si viéramos a Gaza como una colmena, con sus abejas endémicas amenazadas, tal vez entonces, por fin, construiríamos un gigantesco corredor aéreo. Un arco iris de personas. Un puente inexpugnable entre sus alas y nuestras flores.