La gran cuestión a la que se ha enfrentado y se enfrenta la revolución siria es la relación entre el régimen dictatorial y el Estado. El régimen destruyó el Estado convirtiéndose él en sustituto del Estado y la sociedad a un tiempo. La intransigencia y estupideces de las que ha hecho gala el régimen desde […]
La gran cuestión a la que se ha enfrentado y se enfrenta la revolución siria es la relación entre el régimen dictatorial y el Estado. El régimen destruyó el Estado convirtiéndose él en sustituto del Estado y la sociedad a un tiempo. La intransigencia y estupideces de las que ha hecho gala el régimen desde el estallido de la revolución en Daraa son ilógicas. Era como si el régimen fundado por Hafez al-Asad estuviera convencido de la ausencia de una fuerza capaz de disuadirlo, pues había logrado eliminar el Estado, y/o hacer que fuera incapaz de defenderse a sí mismo, y después destruir la lógica de Estado.
El régimen baasista copió la experiencia de Corea del Norte con una exactitud llamativa, la herencia pasó con una pasmosa fluidez, y parecía como que el régimen había podido adueñarse de todos los componentes del Estado: Justicia, Ejército, sindicatos, las instituciones religiosas oficiales, las universidades, etc. Así, el Estado perdió su lógica y capacidad para defenderse a sí mismo porque, simplemente, ya no existía. El Estado se convirtió en un esqueleto sin carne, sangre ni músculos, y pasó a ser una montura sin patas propias, lo que permitió al régimen aprovechar su supuesta legitimidad para cometer estupideces dementes que hoy van en la dirección de destruir el tejido social sirio.
La destrucción del Estado exigió décadas, pero fue posible gracias a una compleja operación de asimilación entre el lenguaje «revolucionario, de resistencia y de izquierdas» y la práctica fascista. Además, se apoyó en una operación de dominio de la institución militar, por medio de la estructura sectaria-tribal, que en la época de Asad padre convirtió a las Brigadas de Defensa que lideraba su hermano Rifaat en el coco del ejército y del pueblo, y a la Cuarta División Armada liderada por Maher, hermano del hijo, Bashar, en una réplica moderada de la experiencia previa. Además de eso, los sindicatos cometieron masacres poco antes de las salvajes matanzas de Hama en 1982, y los jueces se convirtieron en la escoba limpiadora del régimen, llegando a la Unión de Estudiantes, que se convirtió en una de las ramas de la Inteligencia.
Cuando se inició la revolución tras la caída de los dictadores de Túnez y Egipto, parecía que el levantamiento popular sirio podría obrar un milagro por medio de los ingentes sacrificios que ofrecieron los y las manifestantes pacíficos, que eran asesinados a balazos o en los sótanos de tortura. Pero la caída del régimen no fue posible porque el levantamiento popular sirio parecía desnudo ante la ausencia del Estado y las instituciones, que si hubieran existido se habrían defendido participando en la operación de derrocamiento del régimen, como en Túnez y Egipto.
El Estado estaba destruido y no era más que un espectro antes del estallido del levantamiento, por eso fue fácil para el régimen mafioso quitarle la túnica que lo cubría y terminar con su existencia efectiva, para recurrir a la represión salvaje sin freno haciendo uso de rebaños de shabbiha, cuyas prácticas se han legitimado ante el desplome de las instituciones del Estado bajo los golpes del régimen.
El régimen dictatorial se ha visto obligado a quitarse la máscara del Estado, y ha anunciado que es enemigo de la idea de Estado como institución formada por distintas instituciones sociales que interactúan entre sí y conservan una independencia relativa de los distintos componentes. El régimen se ha quitado todas las máscaras y considera que su actual misión es romper la sociedad siria que hizo la revolución contra su dominio, y por eso inició una operación de represión descontrolada, que se convirtió en un instrumento de venganza y destrucción. El régimen se venga de la sociedad e intenta, convirtiendo las ciudades y pueblos en escombros, destrozar el tejido social sirio, y así convertir al pueblo en grupos enormes de refugiados y vagabundos.
Quien cree que la misión de la revolución hoy es salvar el Estado se equivoca, pues el Estado no existe, porque el régimen baasista fascista lo destruyó mucho antes del estallido de la revolución. La misión de la revolución es salvar a la sociedad de la destrucción que la amenaza, y hoy es una operación cada vez más complicada porque se desarrolla en dos frentes: el frente de la resistencia contra el salvaje aparato militar del régimen por un lado, y por otro el de la resistencia civil que va en aumento contra el Estado Islámico de Iraq y Siria y sus semejantes. Los y las jóvenes de Raqqa han ofrecido un modelo de resistencia, heroicidad y valentía.
Salvar a la sociedad es la condición para construir el Estado sirio. El régimen destruye el Estado y la revolución es el instrumento para construirla. Ese es el punto clave de la lucha en Siria hoy, y ello exige de las fuerzas de la revolución que se organicen y funden el núcleo del Estado, purificando sus filas de fuerzas represoras excluyentes y terroristas.
Los indicadores internacionales y regionales, tras el acuerdo estadounidense y ruso sobre las armas químicas no traen buenas noticias para el pueblo sirio en su difícil situación con el régimen de la muerte y la destrucción. Siria está abandonada a su suerte, y el régimen del pequeño Asad ha confirmado que no representa los intereses del Estado sirio, ya que se ha desprendido de las armas estratégicas que según el régimen se prepararon para lograr una paridad con Israel utilizándolas primero contra el pueblo y luego ofreciéndolas como renuncia a la lógica del Estado para mantener al régimen.
Del mismo modo, el régimen ofrece un servicio incalculable a las fuerzas occidentales y a Israel, porque destruye a la sociedad y pretende asalvajarla por distintos medios. No quiero agrandar la desgracia, porque ya es bastante grande y crece sin parar, pero no veo salida de la misma si no es con el éxito de la sociedad siria de derrocar al régimen como primer paso hacia la construcción del Estado.
Aquí es necesario señalar que los luchadores y luchadoras sobre el terreno en Siria están obrando el milagro de su resistencia y perseverancia sin ayuda efectiva del exterior. Las burbujas cruentas y salvajes que se han filtrado a la revolución no podrán, y estoy convencido, dominar la revolución del pueblo y convertir Siria en sacrificios gratuitos sobre el altar de sacrificios del régimen.
La lucha es larga, y la condición para su victoria es asegurar los valores de la unidad social, el rechazo del sectarismo y el racismo y sacar el discurso religioso de la revolución, para que la revolución pueda proteger a la sociedad de la desintegración y volver a fundar el Estado y su lógica desde debajo de estos escombros fruto de la dictadura.