Traducido para Rebelión por LB
Otros dos levantamientos árabes están en marcha además de la guerra civil en Libia. Sin embargo, nadie en Washington ha pedido al gobierno de Bahrein que dimita, y a Arabia Saudita, donde se corta las manos a los ladrones, se le ha permitido invadir el emirato [de Bahrein] para colaborar en la represión. En Yemen están asesinando a diario a los manifestantes, y el Oeste colabora. Como siempre, la sangre árabe, de alto octanaje, está en venta.
Decir que hay un doble rasero es como quejarse de que un misil tiene cabeza y cola. Desde hace ya dos décadas se están destrozando Estados en nombre de los «derechos humanos»: Irak, Afganistán, Somalia y ahora Libia, utilizando misiles de derechos humanos disparados contra seres humanos. Los medios de comunicación occidentales ya están elaborando un discurso global sobre «una guerra de valores» y sobre «contradicciones entre valores y estrategia», como si la estrategia no incluyera «valores».
Una vez más Occidente cita a Homero y abandona los negocios y la cooperación con Muammar Gadafi en favor de índices, petróleo y en especial del uso de la maquinaria de guerra. Al público le gusta eso, hasta que le toca pagar con sangre y dinero. Cuando se cubran las tumbas el estado de ánimo tal vez cambiará. En general, la indiferencia -engendrada por los centros comerciales, los reality shows y las vacaciones en la playa- toma el control.
Hay ahí algo que está podrido. No sólo la corrupción del primer ministro italiano Silvio Berlusconi o del presidente francés Nicolas Sarkozy. No sólo el desmantelamiento del Estado del bienestar, la desaparición de la izquierda, sino -en lugar de todo eso- el retorno de la teología colonial. Comienza en casa con la hostilidad hacia árabes y musulmanes, y ahora, con la ayuda de la imagen de un Gadafi drogado, otra «zona de exclusión aérea» que se ha convertido, con un gran guiño mundial, en una descomunal galería de tiro de alta tecnología.
La destrucción de Irak -un crimen con dimensiones de genocidio- comenzó con ataques aéreos y con un asedio que se prolongó durante más de una década. Nadie planeó los movimientos en aquel momento. Así que no tiene sentido preguntar cuál es el objetivo del ataque a Libia. ¿Salvar vidas humanas? ¿Como en Irak? ¿Tal vez la democracia? ¿Cómo en Arabia Saudita? Quienes poseen gigantescas maquinarias de guerra con financiación para la investigación y el desarrollo prefieren la vía del ensayo y el error. No hay objetivos. ¿Llegará también pronto Al-Qaida allá? Bueno, hay un enorme arsenal que necesita ser repuesto, ora en nombre de «derechos humanos», ora en nombre de «la guerra contra el terror». Algo va a salir de todo esto. Índices, petróleo, una conferencia de paz, sesiones de fotos, Sarkozy al lado de Angela Merkel, Berlusconi junto a David Cameron y Barack Obama. Sonrisas. Discursos.
Las prisas en Israel no provienen de su preocupación por la vida de los combatientes de la oposición libia, y ni siquiera los «valores» han recibido buenas palabras. Desde la Campaña del Sinaí Israel ha aprendido a excitarse sólo cuando a los árabes los matan las intervenciones occidentales. ¿Y qué hay de la Operación Plomo Fundido?, podría preguntar algún ingenuo. ¿Qué hizo Occidente contra «Plomo fundido»? Bueno, la verdad es que no interfirieron, podría responder algún cínico de la mayoría silenciosa. Ése es el fracaso de Israel, históricamente hablando.
¿Cuántas generaciones pueden interpretar la verdad en términos de «lo más importante es que la escabechina nos beneficia» y no salir dañadas? ¿Puede realmente construirse el humanismo repudiando a un rabino racista de Safed o a un Avigdor Lieberman pero saltando de excitación ante guerras como las de Irak o Libia? Nuestro mapa político, con su giro perpetuo hacia la derecha, refleja precisamente esta lógica colonial, que se ha convertido en la lógica de nuestras vidas: Occidente está autorizado a hacer cosas que no pueden hacer los nativos.
Por un instante pensamos que Obama iba a cambiar nuestras vidas, pero las elecciones presidenciales estadounidenses -lo dijo en cierta ocasión el escritor Gore Vidal- son como una pugna para convertirse en gerente de un gran banco. A los clientes no les importa quién esté al mando. Desde Oriente Medio es fácil constatar cuánta razón tenía.
Yitzhak Laor es un poeta, escritor y periodista israelí opuesto al militarismo de su país.