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El regreso de la utopía ibérica

Fuentes: eldiario.es

Saramago profetizó en 2007 que Portugal y España acabarán siendo Iberia; y esta semana el alcalde de Oporto ha apostado por una unión similar al Benelux

La utopía ibérica de José Saramago nos ha vuelto a visitar esta semana. El alcalde de Oporto, Rui Moreira, ha afirmado este miércoles: «Siempre creí, desde que Portugal y España tienen democracias, que deberíamos tener un Iberolux, como un Benelux. España y Portugal deberían tener una estrategia coordinada, ya que durante muchos años vivimos de espaldas y con enormes sospechas y desconfianzas».

Moreira decía esto pocos días después de que un aliado histórico de Portugal, Reino Unido, haya dejado la Unión Europea; y en un momento en el que se negocia en Bruselas un presupuesto comunitario para los años 2021-2027 en el que España y Portugal tienen necesidades parecidas.

Pero el iberismo tiene mucho recorrido. La escritora, periodista y traductora Pilar del Río, buena conocedora del concepto, recuerda el prólogo de José Saramago a un libro de César Antonio Molina de hace 30 años –Sobre el iberismo y otros escritos de literatura portuguesa. Akal. Madrid, 1990-.

«Como cualquier otro portugués antiguo y moderno, fui instruido en la firme convicción de que mi enemigo natural es, y siempre habría de serlo, España», escribía el Nobel de Literatura. Pero algo vino a modificar su relación, «primero con España, después con la Península Ibérica: la evidencia de la posibilidad de una nueva relación que sobrepusiera al diálogo entre Estados, formal y estratégicamente condicionado, un encuentro continuo entre todas las nacionalidades de la Península, basado en la búsqueda de la armonización de los intereses, en el fenómeno de los intercambios culturales, en fin, en la intensificación del conocimiento».

«José no hablaba de Estados», explica Pilar del Río, directora también de la Fundación Saramago: «Le interesaba poco. José lanzó una idea, el trans-iberismo, que es la balsa de piedra. Decía que somos un conjunto geográfico, no político, llamado Península Ibérica, con las islas, en el que hay dos Estados y diferentes culturas con la posibilidad de entendimiento con el continente americano. La persona que mejor lo entendió fue Ernest Lluch».

«Saramago está diciendo que miremos a los otros, que nos abramos al mundo», prosigue Pilar del Río, viuda del escritor, «y sitúa a la Península como un remolcador de Europa para mantener relaciones de igualdad. José Saramago defendió el trans-iberismo más que el iberismo, que no es otra cosa que preservar y unir a los pueblos ibéricos a través de la cultura, no de la política. Saramago no quería que Portugal se anexionase a España, defendía la riqueza y la grandeza cultural ibérica y los diálogos multiculturales dentro de la Península. Él leía siempre a los autores en sus lenguas. Le encantaba la literatura gallega y era inconcebible para él leer a Rosalía de Castro, por ejemplo, en castellano».

Así, Saramago escribía en aquel prólogo al libro de César Antonio Molina:

«Admitiría que América Latina quisiera olvidarse de nosotros, sin embargo, si se me permite profetizar, preveo que no iremos muy lejos en la vida si escogemos caminos y soluciones que nos lleven a olvidarnos de ella […] Escribiré sólo las dos palabras que tengo fijas en el espíritu y que condensan este manojo de ideas desglosadas en concepto: trans-iberismo. No iríamos muy lejos si no empezásemos por conocer a fondo, de unmodo crítico y objetivo, el solar literario ibérico. Nos perderíamos, como sucedió tantas veces en el pasado, en los embelecos de una retórica vacía y oficialista, que sería la responsable de los nuevos malentendidos que llegaran a sumarse y a agravar los antiguos. Sólo aquellos que todavía se mantienen asidos a prejuicios nacidos de un nacionalismo más defensivo que racional, más hecho de mesianismos que de objetividad, porfiarán en cerrar los ojos. Pero esos, si alguna vez los llegan a abrir, se hallarán, ese día, inmovilizados en la historia, solos».

«La balsa de piedra», explica Pilar del Río, «tiene que ver con las varias culturas que hay dentro de la Península Ibérica, en un movimiento para encontrarse con otros y tratando de establecer la cuenca cultural del Atlántico Sur. Del mismo modo que ha existido la cuenca del Mediterráneo, frente a los grandes dominios del Atlántico Norte, el Atlántico Sur tenemos mucho que decir y podemos ser un puente entre los países de América y los países de África que quieran sumarse».

«Frente a eso», prosigue Pilar del Río, «está la idea de hacer un Estado único, y eso le importaba poco a José. Se trata de tener relaciones múltiples, Portugal puede establecerlas con gallegos, catalanes… Es la pluralidad, la multiculturalidad de tener cinco idiomas en este territorio. Somos ricos. José decía que lloraba cada día que se moría un idioma».

En 2007, una entrevista con José Saramago en el Diário de Noticias portugués agitó el mundo. Profetizó la formación de Iberia, recogía El País: dijo que los portugueses aceptarían la «integración territorial, administrativa y estructural» con España si fuese bien explicada: «Con diez millones de habitantes, [Portugal] tendría todo que ganar en cuanto a desarrollo, y no sería una cesión ni acabar con el país, continuaría de otra manera. No se dejaría de hablar, de pensar y de sentir en portugués, (…) y no seríamos gobernados por españoles, habría representantes de los partidos de ambos países en un parlamento único con todas las fuerzas políticas de Iberia».

Entre 1580 y 1640, Portugal estuvo, como España, bajo los Austrias -Felipe II, Felipe III y Felipe IV-. Pero el iberismo es otra cosa, como también explica el traductor y profesor de la universidad de Évora Antonio Sáez Delgado -autor de De espaldas abiertas, relaciones literarias y culturales ibéricas, 1870-1930-: «El iberismo es un cajón de sastre de muchas cosas: sobre todo desde la segunda mitad del XIX, cuando florece de una manera más evidente».

Sáez Delgado establece tres tipos de iberismo: «Uno sería el económico, que plantea cuestiones de fronteras, aduanas, impuestos, que es donde se acomoda mejor la propuesta del alcalde de Oporto; luego está el político, que levanta más ampollas, porque encuentras desde planteamientos anexionistas vinculados a una monarquía hasta una imagen de una península federal de naciones; y, por último, un tercer tipo de iberismo, el cultural, que es el más extendido y el que aparece cuando hablamos de Fernando Pessoa, Miguel de Unamuno, José Saramago…».

El profesor de la Universidad de Évora explica que «el iberismo cultural no levanta los recelos que sí levanta el iberismo político, porque las élites cultas no molestan socialmente».

«Lo del alcalde de Oporto», explica Sáez Delgado, «tiene que ver con la idea de que los dos países encajados en la UE formen un lobby ibérico ante la UE, no solo desde el punto de vista económico, sino también social, con los derechos de los ciudadanos, la educación, la cultura… Tener una voluntad y posibilidad de entenderse y presentarse con una sola voz pero con acentos diferentes».

La propuesta, explica Sáez Delgado, «también incide en el engranaje interno del Estado español, con las circunstancias del encaje territorial, las identidades peninsulares… Es uno de los objetos de reflexión. Cuando Pessoa hace sus planteamientos iberistas, decía que Iberia sería protagonista del imperialismo futuro de la cultura. Hacía una lectura sociocultural de la Península, como también hacían los catalanes de principios del XX, hablando de un bloque atlántico, Galicia y Portugal; el central, el castellano; y el tercero, el mediterráneo. Era otra manera de acercarnos a la comunidad ibérica».

«También es fundamental hacer una pedagogía atractiva», prosigue Sáez Delgado, «explicar que esto es atractivo, que no tiene que ver con invasiones culturales ni imperialismos identitarios, sino con la ciudadanía. La pluralidad es una de las marcas del ADN de la Península. Había también iberismos imperialistas de Castilla, pero se trata de plantear el reconocimiento de las identidades. Relaciones multidireccionales, radiales, que hacen como espirales y rizos».

«Como decía Saramago», afirma Pilar del Río, «hay que proponer las inmersiones lingüísticas, que se enseñen las lenguas, para que a partir de ese momento, aunque no sepamos hablarlo, sí podamos entenderlos».

¿Cómo se entiende el Grândola, vila morena? «Se entiende porque a continuación dice Terra da fraternidade, y eso es bonito porque queremos encontrar amigos», contesta Pilar del Río.

Fuente: http://www.eldiario.es/internacional/regreso-utopia-iberica_0_993201048.html