Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
A lo largo de los últimos siete años, la economía de guerra ha ido produciendo en Siria sus propias fuentes de riqueza, numerosos señores de la guerra se han transformado en magnates y una nueva capa de empresarios se convertirá en parte, o en la cúspide, de una nueva clase alta. Los países del golfo Arábigo, antiguos patrocinadores económicos del régimen, han sido reemplazados por Irán y Rusia.
Las relaciones de poder a nivel local y regional también se han reordenado, con una percepción creciente de que el principal ganador regional es Irán. Han surgido nuevas fuerzas: las unidades paramilitares que lucharon junto al régimen, los líderes locales en los territorios no controlados por el régimen y otras.
Si bien el apoyo exterior a los rebeldes armados fue significativo, sus partidarios veían el conflicto en términos estratégicos. Por el contrario, la mayoría de los aliados del régimen lo vieron en términos existenciales y actuaron en consecuencia. Mientras tanto, los sirios corrientes se volvieron invisibles para ambos bandos y su levantamiento original contra la dictadura fue perdiendo importancia. Esos sirios ven hoy que Siria está prácticamente destruida, y después de décadas de represión del régimen comprobaron que ellos mismos y sus aspiraciones eran algo marginal ante los principales grupos rebeldes, con los que tienen poco en común. Se encontraron con que eran los extras en un teatro de continuos juegos de poder. A la hora de abordar las cuestiones de la reconstrucción, la gobernanza, la transición y el desarrollo, es preciso que nos centremos en los intereses de la mayoría de los sirios. Esto exige que ignoremos los planes de la mayoría de los Estados y organizaciones internacionales que han acercado y se acercarán a Siria tan solo para conquistar beneficios y poder.
Con el paso del tiempo, las fallas se ven cada vez más claras. Si lo que priorizaste fue la caída del régimen sirio, no conseguiste tus objetivos y te limitas a seguir adelante, o mejor aún, te distancias de Siria. Pero si lo que priorizaste fue el triunfo de una revolución que es antitética a la dictadura, sufriste una pérdida visceral, una pérdida de la que no puedes alejarte. La distinción es crucial y consecuente en el caso de Siria si tenemos en cuenta a los partidarios activos de todos los bandos en la guerra por poderes en marcha. Aún así, muchos observadores y partidarios de la revolución siria no entienden esta distinción.
Como individuos, grupos o Estados, debemos entender los motivos de aquellos que desean ayudar en la reconstrucción. Los partidarios del régimen están, por definición, interesados en su supervivencia, lo que no implica, claramente, un desarrollo socioeconómicamente equitativo o políticamente democrático. Los partidarios extranjeros de los rebeldes armados querían por lo general reemplazar al régimen por uno más sumiso, ya sea para fines nacionales o regionales, y no les preocupaba si servía o representaba a sus ciudadanos. Las instituciones financieras internacionales solo quieren un pedazo del pastel. Las personas a las que les importaba o estaban preocupadas por los intereses de una Siria libre y justa llevan mucho tiempo excluidas, y se encuentran de nuevo al margen de cualquier proceso de reconstrucción.
En cuanto al escenario interno, lo último en lo que piensan los hombres fuertes de Siria es en cualquier forma de compromiso, y mucho menos en una transición política en la que tengan que compartir cualquier mínimo de poder real. Donde otros ven la tragedia de casi medio millón de sirios muertos y más de la mitad de la población de Siria desplazada, el régimen considera lo acontecido como una afirmación de su poder y alcance, además de una lección para quienes intenten reavivar el levantamiento.
El régimen se ve a sí mismo como el triunfador de la batalla, lo que hace que los esfuerzos diplomáticos hacia la transición política sean un fracaso inevitable. Se ve a sí mismo controlando lo que denomina Surya al-Mufida, o la Siria útil, a pesar de que algunas zonas están bajo el dominio de otros. La restauración, la reconstrucción o los llamados programas de “buen gobierno” son, por lo tanto y en el mejor de los casos, una batalla extrema cuesta arriba.
Soy consciente de que esto deja muy pocas opciones lucrativas. Pero esto es precisamente con lo que tenemos que trabajar si realmente estamos preocupados por una Siria para todos los sirios. Es el punto de partida desde el cual poder llegar a compromisos, en lugar de un ideal que descartar o mantener a toda costa. Las buenas intenciones sobre la equidad y la justicia no van por sí solas a reconstruir Siria, pero existen niveles prácticos y aceptables de salida desde posiciones de principios que operan como compromisos necesarios. Si el régimen o los valores del orden político-económico global dominante se salen con la suya sin restricciones, es probable que veamos la reproducción de las relaciones de poder, el amiguismo y los consiguientes resultados injustos y/o de explotación que reproducirán las condiciones que ante todo estimularon el levantamiento sirio.
Por lo tanto, no se nos permitirá decir en el futuro que “no había otra vía más que someternos al régimen o a las fuerzas internacionales con capital”. Hay vías que pueden apoyarse y así se ha hecho. La tarea es maximizar este apoyo al tiempo que se señala y afirma, sobre la base de los registros históricos, el potencial desastre de alternativas impulsadas por el poder que reemplacen a las impulsadas por las personas.
Clases empresariales
La cuestión de las clases ejecutivas en las que se puede confiar para invertir en una Siria de posguerra ha estado apareciendo desde hace algún tiempo. Las divisiones a lo largo de varios ejes -dentro de los círculos del régimen y entre este y otros actores políticos- destrozaron en 2012 la unidad entre la economía nacional y la clase empresarial rentista que existió y floreció junto a ella en la era anterior a 2011. Las empresas independientes más grandes se han asfixiado bajo el peso de la inseguridad y/o la guerra, lo que ha llevado a una fuga masiva de capitales. Las pequeñas y medianas empresas tropiezan necesariamente con un sinfín de obstáculos y han visto disminuir o desaparecer sus fortunas. Impulsada por nuevas fuentes de riqueza, la economía de guerra ha creado sus propios magnates empresariales en toda una variedad de sectores.
El Estado y la comunidad empresarial
El régimen quería construir una comunidad empresarial, o partes de ella, a su propia imagen desde principios de los años setenta. El proceso de acumulación de capital y sus correlacionadas políticas neoliberales en las décadas de 1990 y 2000 estuvieron a punto de crear una situación similar a la de Egipto, donde el mercado comenzó a competir con el Estado como medio para la movilidad social ascendente y la obtención del poder. Sin embargo, esta competencia no parecía amenazadora dado que gran parte del nuevo gran capital estaba controlado o era propiedad directa de actores económicos vinculados al régimen. En la década de 2000 hubo un inflado sentido securitario en el país, lo que llevó a extralimitarse en el desarrollo de la economía centrada en el Estado. Este proceso comenzó después de 1986 y desembocó en la vaga noción de la economía social de mercado en 2005, en reflejo del aumento del poder del capital en Siria.
El levantamiento sirio interrumpió este proceso de acumulación de capital y el régimen se mueve ahora con mucha mayor inseguridad en sus tratos con la comunidad empresarial. Las nuevas relaciones entre el Estado y las empresas estarán aún más estrictamente controladas por el Estado. Como hizo con sus aliados, recompensará a la comunidad empresarial a través de esquemas de restauración y reconstrucción. Esto será a expensas de la mayoría de los sirios, así como de un Estado erosionado, al que se le negarán los beneficios de los privilegios que acumularán los nuevos magnates. El régimen también verá este proceso de recompensas a los nuevos actores económicos como parte de su consolidación política, y no va a comprometerlo por nociones más racionales o equitativas de reconstrucción y gobernanza. En cambio, hará todo lo posible para limitar, por ley o por la fuerza, el empoderamiento de la mayoría de los segmentos sociales en ese proceso.
El régimen como obstáculo formidable
Hoy en día el régimen ha desplegado, y así viene haciéndolo en los dos últimos años, un marco legal y financiero para lograr sus objetivos políticos, económicos y demográficos. Los ejemplos incluyen planificación, recalificación urbana, recuperación, posesión y transferencia de la posesión de la propiedad privada. Sin una organización local y de base, esos esquemas proseguirán su avance a un ritmo significativo, creando nuevas realidades que sirvan para apoyar el reforzamiento del régimen a corto plazo aunque exacerbando las mismas fuentes de descontento y disensión que impulsaron inicialmente las protestas.
Falsos supuestos, políticas insostenibles y programas de reconstrucción inconexos
La idea de que los programas de reconstrucción eficaces y la buena gobernanza van de la mano es lógica y deseable. Pero son pocos los que prestan atención a las realidades dominantes sobre el terreno o a las nuevas reglas dominantes del juego.
El reto se plantea entre la capacidad y voluntad para actuar y la autoridad, y ambas están en función de las relaciones de poder existentes, que están irremediablemente sesgadas a favor del régimen. ¿Qué autoridad se espera que apruebe los innumerables programas de reconstrucción que se están urdiendo incesantemente fuera de Siria? ¿Qué agencia supervisará e implementará dichos programas?
Si el régimen sirio es la respuesta, gran parte del discurso de reconstrucción y buen gobierno que cualquier institución, erudito, activista o político pueda esbozar no verá la luz del día, a menos que se cree una Siria en gran medida menos disidente, con leyes y regulaciones que controlen al pueblo.
La visión del régimen sobre el papel de la reconstrucción es clave para comprender el reino de lo posible, por no decir de lo probable. Y para comprender su punto de vista, debemos analizar más de cerca cómo el régimen ve el proceso, la naturaleza y el desenlace de los últimos siete u ocho años. En resumen, el régimen está ahora en lo que yo llamo modo- fortificación, lo que sin duda bloqueará los esfuerzos que puedan beneficiar a cualquier otra parte e incluso puede causar fricciones con sus propios aliados cuando terminen las hostilidades.
Desafíos internos
• Una transición política es improbable si no se presiona a la parte más significativo del régimen.
• La política identitaria no funciona. Esto supondría un desafío para prácticamente cualquier programa, aunque el régimen desapareciera mañana.
• Disciplinar a una nueva cosecha de caudillos militares, magnates y quienes se benefician y facilitan sus operaciones es un reto incluso para el régimen y, ciertamente, para las poblaciones locales que los sufren.
• La mayor parte de la población siria está compuesta por niños y jóvenes, que van a crecer en una relativa indigencia a falta de suficientes instituciones educativas y sanitarias y con escasas oportunidades económicas. Dado que la mayoría de los niños han tenido que perder muchos años de escolaridad y una gran cantidad de sus progenitores ha perecido, este problema se agrava significativamente, a pesar de lo poco que se menciona en los arrogantes discursos sobre el futuro de Siria.
Desafíos regionales/internacionales
• El régimen tendrá que saldar cuentas y proporcionar una retribución geoestratégica, económica y de seguridad a sus aliados antes de entrar a considerar cualquier análisis racional de reconstrucción.
• Cuando la apariencia de estabilidad resulte más permanente y los refugiados internamente desplazados y los que están fuera del país se sientan mucho más presionados con medidas como la Ley nº 10 en vigor, ¿a dónde regresarán? Y hay muchos otros obstáculos.
• Después de que se resuelva la cuestión de Idlib y de otras zonas y se hayan liquidado todas las hostilidades, surgirán potenciales divergencias entre el régimen sirio y algunos de sus aliados, particularmente Rusia. Esto dependerá de varios factores relacionados con las políticas y tensiones que rodean a los Estados involucrados, sobre todo con Turquía, Estados Unidos e Irán.
[Este artículo se ha publicado en colaboración con el Programa de Investigación de Conflictos de la London School of Economics (LSE). Fue presentado por primera vez en la Conferencia sobre Economía Política y Gobernanza en Siria organizada por la LSE en diciembre de 2018.]
Bassam Haddad es Director del Programa de Estudios sobre Oriente Medio y Profesor del Departamento de Asuntos Internacionales y Públicos de la Universidad George Mason. Es asimismo profesor visitante de la Universidad de Georgetown. Es autor, entre otros libros, de «Business Networks in Syria: The Political Economy of Authoritarian Resilience» (Stanford University Press). Es cofundador y editor de Jadaliyya; coproductor y director del film «About Bagdad»; ha dirigido recientemente una película sobre los emigrantes árabes/musulmanes en Europa titulada «The ‘other’ thread», etc.
Fuente:
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