Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
La cantidad es impresionante, para decir lo menos. Un total de 4.577 residentes palestinos de Jerusalén fueron despojados de sus derechos de residencia sólo en 2008, un 35% de todos los jerusalemitas orientales que perdieron sus derechos de residencia desde 1967 y más que el promedio de cualquier otro año desde la ocupación israelí del sector oriental de la ciudad hace casi 42 años. Para los menos versados en los procedimientos israelíes en lo que se refiere a los derechos de residencia palestinos en Jerusalén, procedo a un breve resumen. Cuando Israel ocupó Jerusalén Este en 1967, los palestinos que permanecieron en sus casas fueron incluidos en el censo israelí de la ciudad y se les otorgó la «residencia permanente.» Esto, de ninguna manera significa ciudadanía, que Israel también ofreció a los residentes desgarrados por la guerra de los vecindarios aún más desgarrados por la guerra de Jerusalén. Pero la adopción de la ciudadanía israelí era, para la mayoría de los palestinos, equivalente a alta traición, ya que asumirían la nacionalidad del país que había usurpado la mayor parte de su patria y que había convertido a cientos de miles de palestinos en refugiados sea fuera de las fronteras de Palestina o dentro de ellas. Eso sin mencionar que una condición para la ciudadanía era jurar lealtad a Israel.
Desde entonces, la mayoría de los palestinos de Jerusalén ha vivido la precaria existencia de residentes permanentes. Ya que no son ciudadanos a parte entera, las autoridades israelíes imponen estrictas condiciones para que los jerusalemitas mantengan esa residencia. Como escribe la organización de derechos humanos israelí B’Tselem: «Israel trata a los residentes palestinos de Jerusalén Este como inmigrantes que viven en sus casas gracias a la benevolencia de las autoridades y no por su derecho.»
Según fuentes del ministerio del interior israelí, la mayoría de los residentes de Jerusalén cuyos derechos de residencia han sido revocados vivían en el extranjero, lo que según la «ley» israelí es ilegal. Los palestinos, por cierto, lo ven de un modo totalmente diferente. Después de la legislación de 1995 para imponer la política de «centro de vida» a los residentes en Jerusalén, más y más jerusalemitas descubren que su tarjeta de identidad azul ya no es válida. La política de centro de vida es draconiana en su naturaleza y apunta a dificultar lo más posible que los palestinos permanezcan en sus casas en Jerusalén. Exige que los palestinos que viven en Jerusalén demuestren que cada elemento de sus vidas está cementado dentro de las fronteras de los límites municipales israelíes para Jerusalén. Es decir que hay que tener disponibles en todo momento facturas de arriendo, impuestos a bienes raíces, escuelas, trabajo, certificados de vacuna, cuentas de teléfono y una multitud de otras pruebas para presentarlas como evidencia de la vida de una persona en Jerusalén. Si alguna no tiene sentido, puede significar la despedida de todos los derechos en la ciudad, es decir al derecho a vivir en su propia casa.
La estratagema más obvia de Israel detrás de estas medidas es desembarazar Jerusalén de sus residentes árabes, reivindicando así la ciudad como su «capital indivisa y eterna.» En combinación con otras medidas opresivas contra los palestinos como ser demoliciones de casas, confiscación de tierras y discriminación en la educación y en los servicios básicos, parece ser una suposición justificada, especialmente si se compara Jerusalén Este y su contraparte occidental (israelí). Calles y edificios modernos caracterizan a Jerusalén occidental, que emana un aire general de prosperidad económica mientras las calles y casas malsanas y húmedas de Jerusalén Este reflejan una imagen bastante diferente.
Tal vez Israel esté exacerbando sus políticas sobre los derechos a la residencia de los palestinos con otras intenciones. Si no puede expulsar a todos los palestinos, sea mediante la demolición de sus casas o revocando sus tarjetas de residencia, tal vez esas medidas lleven a otros a solicitar por temor la ciudadanía israelí. Esto, para Israel, es el menor de dos males – si no puede expulsar a los palestinos, por lo menos puede alterar las escalas demográficas en Jerusalén donde incluso los palestinos sean ciudadanos israelíes, haciendo que sean indistinguibles de los israelíes judíos en las estadísticas demográficas. Según informes del propio ministerio del interior de Israel, es un fenómeno inquietante pero creciente entre los jerusalemitas palestinos. Según un informe del Ministerio del Interior israelí, hasta 500 palestinos en Jerusalén solicitaron la ciudadanía israelí en 2007.
Sin embargo no podemos culpar sólo a Israel por esta tendencia en particular. Por desgracia, con el habla constante de la división de Jerusalén para posibilitar una capital palestina, hay palestinos en Jerusalén que están dispuestos a sacrificar su deber hacia Palestina por su beneficio personal. Si adoptan la ciudadanía israelí antes de que se llegue a un estatus definitivo de la ciudad, piensan que tendrán la garantía de que continuarán las prestaciones con las que cuentan como ser el seguro nacional de salud. Sus puestos de trabajo en Israel no serían amenazados y no tendrían que preocuparse de demostrar su residencia en sus propias casas. Sin embargo, se convertirían en parte permanente del establishment de Israel y habrían ayudado a entregar Jerusalén a la soberanía judía israelí.
De una manera indirecta, esto favorece a Israel, por lo menos en Jerusalén. Dentro de las fronteras de 1948, o lo que es ahora Israel, sabe que los residentes palestinos son gente que ha logrado quedarse a pesar de las masacres, los combates y el exilio que ocurrió en 1948. Por lo tanto, constituyen una amenaza a su propia existencia. Sin embargo, un jerusalemita palestino que desea por su propia voluntad cambiar su tarjeta de residencia permanente por la ciudadanía israelí es difícilmente una amenaza para Israel. Al contrario, ha elegido ese camino en lugar del camino mucho más duro de demostrar sus raíces árabes y palestinas en la ciudad.
Lamentablemente, es un terreno extremadamente peligroso y resbaladizo. Los palestinos han estado librando una batalla muy difícil respecto a Jerusalén durante décadas, y la mayoría no está dispuesta a rendirse. La cantidad de revocaciones de tarjetas de residencia del año pasado evidencia que Israel se mueve lenta pero seguramente hacia el objetivo de aniquilar toda presencia palestina fuerte en la ciudad. Es una lástima que haya gente que les ayude.
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Joharah Baker escribe para Media and Information Programme en la Palestinian Initiative for the Promotion of Global Dialogue and Democracy (MIFTAH) . Fue publicada en Media Monitors Network (MMN) por cortesía de MIFTAH.
by courtesy & © 2009 Joharah Baker
Fuente: http://americas.mediamonitors.