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Cronopiando

El señor de los impulsos

Fuentes: Rebelión

«Tratar de impulsar a Cuba hacia el colapso no ha servido en los últimos 50 años». Lo acaba de afirmar Obama, y además públicamente, para que quede constancia. Apelaba también en su reconocimiento al característico lenguaje de las instituciones que gobierna: «impulsar el colapso». Los cientos de presos de Guantánamo, para el mismo tipo de […]

«Tratar de impulsar a Cuba hacia el colapso no ha servido en los últimos 50 años». Lo acaba de afirmar Obama, y además públicamente, para que quede constancia. Apelaba también en su reconocimiento al característico lenguaje de las instituciones que gobierna: «impulsar el colapso».

Los cientos de presos de Guantánamo, para el mismo tipo de lenguaje, tampoco eran prisioneros de guerra sino «combatientes enemigos ilegales»; y hace ya muchos años que la CIA y otras agencias estadounidenses no asesinan, simplemente «neutralizan». Aunque irrespeten hasta al diccionario, al bloqueo a Cuba el gobierno estadounidense prefiere llamarle embargo.

En ese mismo lingüístico contexto «impulsar el colapso» también puede traducirse por atentar contra el derecho a la vida de un pueblo.

Nadie como un presidente de los Estados Unidos, con el cinismo que les caracteriza, para resumir en una sola frase tantos años de bloqueo, de invasiones, de injerencias, de sabotajes, de atentados, de terror…

No había cumplido un año la revolución en Cuba y ya se habían producido más de 50 violaciones aéreas sobre La Habana. En la Enciclopedia Cubana contra el Terrorismo y en la memoria del pueblo cubano también queda constancia del incendio de la emisora de radio CMQ, de las bombas puestas en la Universidad de La Habana, en el cine Cándido de Marianao y en el teatro Riesgo de Pinar del Río, además de incontables atentados contra centros comerciales y almacenes, provocando víctimas mortales y cuantiosos daños económicos. Un año más tarde invadían Cuba y tras el fracaso de Bahía de los Cochinos, ponían en marcha nuevas operaciones y atentados. Se iniciaba la Operación Mangosta que llevaría a cabo más de cinco mil acciones terroristas y sabotajes contra Cuba.

La agresión a la isla caribeña se recrudeció aún más en los siguientes años con el hundimiento de barcos pesqueros, el secuestro de marineros, el ametrallamiento y cañoneo de buques mercantes, atentados contra las minas de Matahambre en Pinar del Río, ataques con lanchas piratas contra la planta de sulfometales Cubanitro, el desvío forzoso de aviones comerciales, las agresiones a sedes diplomáticas y comerciales cubanas, el desembarco de grupos armados y ametrallamiento de caseríos costeros como el de de Boca de Samá, el 12 de octubre de 1971 en el que mataron a dos pobladores.

En 1976 la administración estadounidense unifica el terror en un solo frente y se suceden los atentados explosivos contra la embajada de Cuba en Colombia; contra la embajada cubana en Portugal en la que mueren dos funcionarios cubanos; contra una oficina de Air Panamá a la que vinculaban a Cuba, contra un canal de televisión de San Juan, Puerto Rico, donde se proyectaba la película cubana «La nueva escuela»…

La Operación Cóndor también sirvió a Estados Unidos a través de las dictaduras que engendraba en el cono sur americano para, en Buenos Aires, hacer desaparecer a los diplomáticos cubanos Jesús Cejas Arias, del que apenas hace un año se identificaba su cadáver, y Crescencio Galañena.

El 9 de julio de 1976 los «impulsos» de los Estados Unidos siguieron engendrando atentados y se intenta hacer estallar un avión comercial cubano. Un retraso en el vuelo provoca que las bombas estallen en el aeropuerto de Jamaica, cuando todavía los pasajeros no habían embarcado. El atentado se repetiría tres meses más tarde con un sangriento resultado. El vuelo 455 de Cubana de Aviación que había salido de Barbados rumbo a Cuba, con 73 pasajeros a bordo, explota en pleno vuelo.

Siguieron los «impulsos» estadounidenses a través de sus financiadas fundaciones cubanas provocando la muerte y la destrucción: Fue incendiado el teatro Amadeo Roldán de La Habana, como también incendiaron un edificio de diez plantas en Marianao, en el que se ubicaba el Círculo Infantil Le Van Tam, con alrededor de 600 niños y en el que la inmediata movilización popular evitó una tragedia.

Los «impulsos» estadounidenses también dejaron sentir sus deseos de colapsar Cuba recurriendo al terror contra el sector turístico: ametrallamientos desde el mar contra el Hotel Guitart-cayo Coco; explosivos contra hoteles de Varadero; explosivos contra la discoteca Aché del Hotel Meliá Cohíba; en los hoteles Capri, Nacional, Copacabana, Chateau, Tritón, en la Bodeguita del Medio… Más víctimas, más daños…

Y los «impulsos» tampoco se limitaron a la dinamita, el C-4, y demás explosivos del catálogo de la CIA. Los atentados también buscaron desde el principio crear una crisis alimentaria. Desde la Operación Mangosta la guerra biológica también se convirtió en un habitual recurso: En 1962, súbitamente, surge en Pinar del Río, Matanzas, Oriente y La Habana una enfermedad llamada Newcastle que obligó a sacrificar más de un millón de aves de corral. En 1971, un brote de fiebre porcina, cuyo origen estuvo en la base estadounidense de Fort Gullick en Panamá, obliga al sacrificio de medio millón de cerdos. Casi al mismo tiempo, de improviso, una plaga de origen asiático que nunca se había detectado en América asola Cuba. Y también se hacen presentes la roya de la caña de azúcar, el moho azul del tabaco, la sigatoka negra del plátano, el pulgón negro del cítrico, la hemorragia viral del conejo, la broca del café, la varroasis de la abeja, la úlcera de la trucha, así como extrañas enfermedades del ganado bovino y otras premeditadas pestes.

Tampoco los «impulsos» se conformaron con semejantes intentos. En 1981 una epidemia de dengue hemorrágico causó la muerte de 158 personas, entre ellas 101 niños. Los laboratorios, entre otras investigaciones, demostraron que las cepas diseminadas en Cuba no tenían nada que ver con otras activas en el Caribe de mucha menor virulencia.

Y lo mismo ocurrió ese mismo año con un brote de conjuntivitis hemorrágica producida por un agente patógeno que, según la Oficina Panamericana de la Salud nunca había existido antes en el Caribe. Cerca de la base de Guantánamo surgen de improviso y se multiplican los casos de disentería que costarían la vida a 18 niños cubanos.

Cincuenta años de bloqueo, de embargo, de terror, de «impulsos» que viene Obama a reconocer ahora.

George Bush, poeta frustrado, ya sabía lo que eran los impulsos cuando declaró ante la asamblea anual de la OEA en una impulsiva metáfora: » Algún día llegará a Cuba una ola de libertad». Antes que él, Eisenhower también había pronosticado la ola liberadora que restituyera a Batista en Cuba pero la ola se llevó a Eisenhower. J.F.Kennedy llegó augurando nuevas y libertarias olas a las que, incluso, por aquello de ayudar al mar, hasta les buscó una cochina playa por las que romper, pero otras olas, que aún no han sido esclarecidas, acabaron ahogando a Kennedy en Dallas. Johnson tomó el relevo en los pronósticos meteorológicos sobre Cuba y predijo la llegada a Cuba del maremoto redentor que devolviera a Cuba al pasado esplendor de casinos y casas de putas, pero la ola otra vez equivocó el rumbo y se llevó a Johnson. Nixon, para no ser menos, también salió anunciando el arribo a Cuba de la ola de la libertad que restituyera los derechos de la mafia en La Habana, pero pasó la ola y el que se ahogó fue Nixon.

Llegó Gerald Ford y advirtió la inmediata presencia en la isla de una ola redentora que recuperase para los tantos delincuentes barridos por la historia y por Fidel, los privilegios perdidos pero, antes de que terminara de hacer sus predicciones, el tiempo y el agua se llevaron a Ford. Jinmy Carter también apeló a la ola de la libertad que rescatara a Cuba de la ignominia del derecho, la educación y la salud pero, de nuevo, la ola se llevó a Carter. Ronald Reagan, no conforme con pronosticar las libertarias olas sobre Cuba, hizo lo indecible por ayudar al mar en su trabajo, pero el mar, otra vez dispuso el mismo rumbo y se llevó a Reagan. Vino el primero de los Bush y reiteró el anuncio pero tampoco lo oyó nadie. Bill Clinton, no se quedó atrás y, desde que asumió el gobierno y la becaria, predijo el arribo a Cuba de la ola libertaria. Ocho años esperó la ola pero, cuando ésta llegó, el que se ahogó fue Clinton. Y entonces el segundo de los Bush dio rienda suelta a sus anhelos de que la ola de la libertad hiciera de Cuba otro burdel, un narco-estado más… pero tampoco Bush vio llegar esa ola.

Obama sigue confiando en la ola de la libertad pero, al menos, parece no ignorar que 50 años de «impulsos» no han servido para provocar el colapso de Cuba. Cierto que tampoco para que Estados Unidos responda por su criminal infamia ante un tribunal imposible pero, al menos, si ha servido para dejar en evidencia la soledad de su arrogancia en 23 resoluciones consecutivas de las Naciones Unidas contra el bloqueo, en las que sólo Estados Unidos e Israel lo defendieron contra el parecer de todo el mundo, de 180 naciones.

Y Obama, en sus «impulsos», además de equivocar los verbos también yerra en las cuentas, porque no son 50 años los perdidos por el gobierno que preside en ese demencial y canalla afán. También debiera considerar como perdidos todos los años de colonialismo y servidumbre que pretendieron convertir a Cuba en una casa de putas con pista de baile y casino, porque fue en esa Cuba que se gestó la única ola libertaria que ha llegado a Cuba, la que puso en marcha la revolución.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.