Uno de los aspectos más interesantes de la Guerra de Yom Kippur (1973) fue que marcó un cambio repentino de la maníaca «arrogancia» israelí a la melancolía, la apatía y la depresión.
Tras su destacada victoria militar en 1967 los israelíes desarrollaron una actitud arrogante e irrespetuosa hacia los árabes y sus capacidades militares. La inteligencia israelí predijo que los ejércitos árabes tardarían años en recuperarse. El ejército israelí no creía que el soldado árabe tuviera la capacidad de luchar y mucho menos de conseguir una victoria.
Pero el 6 de octubre de 1973 los israelíes se enfrentaron a una sorpresa devastadora. Esta vez el soldado árabe fue muy diferente. La estrategia militar israelí, basada en la superioridad aérea y las maniobras terrestres rápidas apoyadas por tanques, resultó ineficaz en cuestión de horas. Egipto y Siria, ayudados por los nuevos misiles antitanques y tierra-aire soviéticos, lograron desmantelar el poder de Israel. En los primeros días de la guerra Israel sufrió numerosas bajas. Su liderazgo y alto mando militar estaban en un estado de desesperación. Sin embargo, este tipo de crisis no fue exactamente un evento raro en la historia judía.
El fiasco militar israelí en la primera etapa de la guerra fue una repetición de un síndrome trágico que es tan antiguo como los propios judíos. Estos escenarios repetitivos involucran la arrogancia colectiva judía impulsada por un fuerte sentido de excepcionalidad (Pueblo elegido) y conducen a horribles consecuencias. A esto lo llamo «el síndrome de Yom Kippur».
En el Berlín de la década de 1920 la élite judía se jactaba de su poder. Algunos judíos ricos estaban convencidos de que Alemania y su capital eran su patio de recreo. En ese momento algunos judíos alemanes dominaban la banca e influían en la política y los medios de comunicación de Alemania. Además la Escuela de Frankfurt (así como otras escuelas de pensamiento judías) se dedicaron abiertamente al desarraigo cultural de los alemanes, todo en nombre del «progreso», el «psicoanálisis, el «erotismo», la «fenomenología» y el «marxismo cultural». Entonces, casi «de la nada», apareció una ola de resentimiento y el resto es conocido.
Pero, ¿hubo realmente un cambio repentino en la conciencia alemana? ¿Debería haber sido una sorpresa el «antisemitismo» alemán de la década de 1930? En absoluto. Todos los signos necesarios habían estado presentes durante algún tiempo. De hecho, a finales del siglo XIX , los primeros sionistas como Herzl y Nordau predijeron correctamente el inevitable aumento de los sentimientos antijudíos europeos. Fue el síndrome de Yom Kippur, esa misma arrogancia la que impidió que la élite judía de Berlín evaluara la creciente oposición a su alrededor.
Lo que vemos en Israel en este momento es obviamente una manifestación trágica del mismo síndrome. Una vez más los israelíes han caído desprevenidos. Una vez más la manía de la omnipotencia es reemplazada por la melancolía. Una vez más los israelíes no pudieron estimar las capacidades militares de Hamás. No reconocieron la creciente frustración de los árabes israelíes y reconocieron la posibilidad de que sus frustraciones pudieran convertirse en peleas callejeras o incluso en una guerra civil.
Los israelíes han sucumbido al pensamiento delirante de que la causa palestina se había evaporado. Estaban convencidos de que romper el BDS y mantener a los habitantes de Gaza hambrientos habían desmantelado la aspiración palestina. Sin embargo es Hamás quien ha logrado obtener la victoria más crucial uniendo a los palestinos en Palestina, en los campos y en la diáspora, junto con los musulmanes de todo el mundo. Esta unidad es significativa, especialmente a la luz de que Israel está políticamente dividido de cara a una quinta elección.
Una vez más la arrogancia israelí es reemplazada por una profunda tristeza. Israel podría hacerse algunas preguntas necesarias: ¿Qué es lo que hacemos mal? ¿Por qué se repite nuestra historia? ¿Hay algo que podamos hacer para cambiar nuestro destino? En lugar de esta necesaria introspección, Israel en realidad está haciendo lo contrario. En lugar de analizar la crisis actual a la luz de eventos similares en el pasado, Israel repite los mismos errores. Se refiere a la crisis actual como «otra ronda de violencia». Profundiza en las posibilidades estratégicas y tácticas que «impondrán un alto el fuego en Hamás». Israel básicamente especula sobre el nivel de carnicería que pondrá a los «árabes de rodillas» una vez más.
Israel se define a sí mismo como el Estado judío y sus trágicos errores están naturalmente determinados por ese hecho. Si Yom Kippur es un día judío de introspección, el síndrome de Yom Kippur es el resultado directo de una incapacidad total para reflexionar sobre uno mismo. Sin embargo cabe preguntarse si el judío puede emanciparse del destino judío y del síndrome de Yom Kippur en particular. Como el primer sionista Bernard Lazare , creo que todo lo que se necesita es alejarse del excepcionalismo. Pero una vez despojado del excepcionalismo, no queda mucho del identitarismo judío contemporáneo.
Supongo que estamos tocando el aspecto existencial más devastador del síndrome de Yom Kippur, no hay escape ideológico colectivo judío para el judío. Básicamente nos enfrentamos a un limbo cultural y espiritual.
Tiendo a creer que la única vía de escape del síndrome de Yom Kippur es individual: el exilio autoimpuesto. Escúrrete del gueto a altas horas de la noche, arrástrate por debajo de la cerca, excava un túnel debajo del muro de separación. Una vez en la tierra de los libres, procede tranquila y modestamente en busca de lo humano y lo universal.
Fuente: https://gilad.online/writings/2021/5/15/the-yom-kippur-syndrome-revisited
Traducción de J. M.