Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
En su reciente artículo «El sionismo y la paz son incompatibles» usted llega a un punto en el cual declara «si es un hecho que los presidentes de EE.UU. temen provocar a Israel hay que llegar a la conclusión de que el Estado sionista es un monstruo fuera de control y que todos los esfuerzos por la paz están condenados al fracaso.» ¿Es verdaderamente un hecho que Israel posee un poder incontrolable, desproporcionado, que posibilita que viole el derecho internacional y goce de inmunidad ante la comunidad internacional? ¿Cuál es la fuente de ese poder e influencia injustificables?
Comencemos por la Realidad Número Uno. Hay dos conjuntos de reglas para la conducta de las naciones, una para todos los países del mundo menos Israel, la otra exclusivamente para Israel. Este doble rasero son la madre y el padre del dolor, la humillación y la cólera árabes y de otros musulmanes. Dicho de otra manera, este doble rasero es el mejor sargento reclutador para el fundamentalismo islámico violento.
En la historia del conflicto sobre Palestina que se convirtió en Israel, como lo documento plenamente en mi último libro Zionism: The Real Enemy of the Jews [Sionismo: el verdadero enemigo de los judíos], es posible determinar más o menos el momento en el que las principales potencias crearon el doble rasero. En las consecuencias inmediatas de la guerra de 1967, y porque fue una guerra de agresión israelí no de autodefensa, las principales potencias, a través del Consejo de Seguridad de la ONU, deberían haber dicho a Israel algo como: «No debéis construir ningún asentamiento en la tierra árabe recién ocupada. Si lo hacéis, demostraréis vuestro desdén por el derecho internacional. En ese caso la comunidad internacional declarará que Israel es un Estado ilegal y lo someterá a sanciones.»
Si se le hubiera leído la cartilla de una manera semejante a Israel, probablemente habría habido paz hace muchos, muchos años. Como antecedente, permítame que le explique brevemente el motivo.
El pragmático Arafat ya estaba reconciliado de mala gana en 1969 con la realidad de la existencia de Israel dentro de sus fronteras previas a 1967. En su discurso del fusil y la rama de olivo ante la Asamblea General de la ONU el 13 de noviembre de 1974, lo dijo por implicación obvia. Después puso en juego su credibilidad con sus colegas de la dirección y su pueblo, y su vida, a fin de obtener un mandato para un compromiso impensable con Israel. Obtuvo el mandato a finales de 1979 cuando el Consejo Nacional Palestino, entonces el más alto organismo de toma de decisiones del lado palestino, votó por 296 votos contra 4 por apoyar su política de dos Estados, una solución que cualquier gobierno y pueblo racional israelí habría aceptado con alivio. Lo que Arafat necesitaba a continuación era un socio israelí para la paz. Finalmente obtuvo un socio probable, Yitzhak Rabin, pero éste fue asesinado por un sionista fanático que sabía exactamente lo que estaba haciendo, matando el proceso de paz. Cuanto más claro quedaba que los dirigentes de Israel no estaban interesados en una genuina solución de dos Estados para la cual Arafat había preparado el terreno en su lado, más sufría su credibilidad con respecto a su propio pueblo.
Eisenhower fue el primer y último presidente estadounidense que contuvo al sionismo. Después que Israel se había coludido en secreto con Francia y Gran Bretaña en la invasión de Egipto en 1956 para derrocar a Nasser y recuperar el Canal de Suez que éste había nacionalizado, los dirigentes de Israel trataron de insistir en condiciones para retirarse del Sinaí. Eisenhower los enfrentó pasando por sobre los jefes del Congreso en un discurso a la nación. En él dijo lo siguiente:
«Israel insiste en firmes garantías como condición para el retiro de sus fuerzas de invasión. Si aceptamos que el ataque armado puede lograr adecuadamente los propósitos del atacante, temo que hemos atrasado el reloj del orden internacional. Habremos aprobado el uso de la fuerza como un medio para resolver diferencias internacionales y obtener ventajas nacionales… Si la ONU admite una vez que disputas internacionales pueden resolverse utilizando la fuerza, habremos destruido el fundamento mismo de la organización y nuestra mejor esperanza de establecer un verdadero orden mundial.»
Como señalo en un capítulo de mi libro intitulado Goodbye to the Security Council’s Integrity [Adiós a la integridad del Consejo de Seguridad], después de la guerra de 1967 simplemente no hubo una voluntad política similar a la de Eisenhower para obligar a Israel a comportarse como un Estado normal -es decir de acuerdo con el derecho internacional y sus obligaciones como miembro de las Naciones Unidas.
¿Qué explica realmente esta falta de voluntad política en 1967 y todavía hoy?
Yo solía creer que la respuesta breve era la influencia oculta sobre la política estadounidense para Oriente Próximo del lobby sionista y sus secuaces en el Congreso. No existe ningún misterio sobre la fuente primordial del poder del lobby. Es el dinero para financiar campañas electorales. Si uno fuera estadounidense y anunciara que se va a presentar como candidato al Congreso o a cualquier otro puesto público de importancia, sería contactado por el lobby. Le diría cuál es la posición política sobre Israel y le ofrecería una alternativa. Si apoyara a Israel, recibiría todo el financiamiento de la campaña que necesitara para derrotar a su oponente. Si no estuviera interesado, el financiamiento iría a su oponente y posibilitaría que lo derrotara a usted. Es una simplificación de cómo funciona el sistema pero también es la esencia de la realidad.
A propósito, NO culpo al lobby sionista por hacer el juego que hace. Sólo juega según las reglas de El Sistema. Culpo al sistema corrupto político de EE.UU. que pone en venta al mejor postor lo que pasa por democracia. Sucede que el lobby sionista en asociación con sus aliados cristianos fundamentalistas es uno de los mayores postores, si no el mayor. Si yo tuviera la oportunidad de aconsejar a un presidente de EE.UU. le diría: «Lo mejor que puede hacer por su país es darle una cierta democracia real, terminando con su política corrupta».
Actualmente, y como indiqué en el reciente artículo que usted citó: Zionism and Peace Are Incompatible [El sionismo y la paz son incompatibles], comienzo a pensar que es posible que la aterradora influencia del lobby sionista no sea la explicación completa de la falta de voluntad política. Porque obviamente va en contra de los mejores intereses de EE.UU. que siga apoyando a Israel, tenga o no razón, y convierta en enemigos a 1.400 millones de musulmanes al hacerlo; la pregunta que me hago es la siguiente: ¿Podría ser que todos los presidentes de EE.UU. tengan miedo de enfrentar el sionismo porque saben que no hay nada que los dirigentes israelíes con armas nucleares no harían si se vieran presionados seriamente para llegar a una paz que, consideraran en sus propias mentes ilusas, pondría en peligro la seguridad de Israel?
Esa pregunta fue suscitada por mi recuerdo de una declaración que me hizo Golda Meir en una entrevista para Panorama de la BBC cuando era primera ministra. En un momento la interrumpí para decir: «Sólo quiero estar seguro de que comprendo lo que está diciendo… ¿Usted dice que en una situación apocalíptica Israel estaría dispuesto a llevarse consigo a la región y al mundo?» Sin tomarse la más breve pausa para reflexionar, y con la voz pastosa que podía encantar o intimidar a presidentes de EE.UU. según lo que convenía, replicó: «¡Sí! Es exactamente lo que estoy diciendo.»
En esos días Panorama, el programa que era el buque insignia de la BBC en temas de actualidad, se transmitía los lunes por la noche a las 20.30. A las 22 horas, The Times, que entonces era un buen periódico serio, no el producto de Murdoch que es actualmente, había cambiado su principal editorial para citar lo que me había dicho Golda. Luego agregó su propia opinión: «Más vale que le creamos».
Lo que estoy diciendo equivale exactamente a esto. Incluso si un presidente estadounidense tuviera la libertad de recriminar a Israel, aunque fuera para proteger los propios intereses genuinos de EE.UU., eso no significa que sus dirigentes dijeran: «Bueno. Haremos lo que queréis.» A mi juicio es posible, incluso probable, que dirían: «Señor presidente, váyase al diablo. Si nos empuja demasiado lejos, crearemos el caos en la región.»
El periodista y activista pro palestino Jeffrey Blankfort me habló en una reciente entrevista de los esfuerzos de los presidentes estadounidenses anteriores para contener la influencia de Israel y del lobby sionista sobre el Congreso de EE.UU. Citó la confrontación de George Bush padre con la red sionista en 1991 y 1992 cuando negó a Israel su pedido de 10.000 millones de dólares en garantías de préstamos; sin embargo termiraron obligando a Bush a rendirse y a apoyar el préstamo. ¿Correrá la misma suerte el presidente Obama de quien se dice que está determinado a presentar una propuesta en el Consejo de Seguridad para el establecimiento de un Estado palestino dentro de las fronteras de 1967?
Ante todo, quisiera decir lo siguiente a propósito del presidente Obama. No creo como muchos de sus críticos antisionistas que haya llegado al poder como títere sionista, programado para lo que se les antoje a los sionistas. Si fuera así, ¿por qué iba a desafiar a Netanyahu y al lobby sionista respecto a los asentamientos y exponerse a ser humillado? Mi punto de vista es que tenía buenas intenciones pero era demasiado ingenuo e inexperto para la tarea y por lo tanto era seguro que se convertiría en prisionero del lobby sionista. Pienso que ningún nuevo presidente en su primer período puede ser consciente de toda la dimensión del control del lobby sionista sobre el Congreso hasta que llegue al Despacho Oval y trate que se hagan las cosas.
Como escribo en Is Peace Possible?, el Epílogo del Tercer Volumen de la edición estadounidense de mi libro, considero que hubo un motivo para que Obama actuara tan rápido para iniciar un proceso de paz en Oriente Próximo.
Sabía algo que todos los presidentes de EE.UU. saben con respecto a cuándo es o no posible emprender iniciativas serias para la paz. Sé lo que es eso porque un presidente me lo dijo pocos meses después que los acontecimientos le negaran un segundo período en el puesto. Cualquier presidente de EE.UU. tiene sólo dos oportunidades para quebrar o tratar de quebrar el control del lobby sionista sobre el Congreso en asuntos que tienen que ver con Israel/Palestina.
La primera oportunidad es durante los primeros nueve meses de su primer período porque después de eso comienza la búsqueda de fondos para las elecciones de mitad de período. Los presidentes no se tienen que preocupar por su propia cuenta por los fondos para las elecciones de mitad de período, pero con su cercanía ningún presidente puede hacer o decir algo que pueda costar escaños en el Congreso a su partido. La segunda es el último año de su segundo período, si llega a tenerlo. En ese año, porque no puede presentarse para un tercer período, ningún presidente tiene una necesidad personal de fondos para la campaña electoral o de votos organizados.
Aunque hay dudas sobre si Obama obtendrá un segundo período, pero ya que terminaron las elecciones de mitad de periodo, podría tener otra oportunidad de aplicar una cierta presión verdadera sobre Israel -si así lo quiere. Se ha hablado de una iniciativa palestina y presumiblemente árabe más amplia para hacer que el Consejo de Seguridad reconozca la independencia palestina en Cisjordania y la Franja de Gaza. Si una resolución semejante llega al Consejo de Seguridad, Obama podría hacer lo que hacen siempre los presidentes de EE.UU. cuando las resoluciones no son del gusto de Israel -vetarla-. Pero también podría no decir ni hacer nada y dejar que efectivamente la resolución se apruebe. ¿Qué pasaría entonces?
En Ha’aretz del 20 de octubre, el comentarista israelí Aluf Benn sugirió esta respuesta: Una decisión del Consejo de Seguridad de reconocer la independencia palestina en Cisjordania y Gaza «consideraría a Israel como invasor y ocupante, allanando el camino para medidas contra Israel». Desde el punto de vista de Aluff Benn el movimiento internacional por el boicot de Israel «obtendría un aliento masivo cuando Europa, China e India volvieran la espalda a Israel y erosionaran los últimos residuos de su legitimidad. Gradualmente el público israelí también sentiría la presión diplomática y económica.»
Mi conjetura es que una resolución semejante no llegará al Consejo de Seguridad porque los regímenes árabes sienten demasiado temor de ofender excesivamente al sionismo; pero si llegara Obama tendría su última oportunidad de demostrar que, cuando tiene que ver con los esfuerzos estadounidenses por la paz en Oriente Próximo su «Sí, podemos» no se ha convertido en «No, no podemos».
Los dirigentes árabes han mostrado señales de que están dispuestos a volver a normalizar sus vínculos con Israel. Políticos en algunos de los Estados árabes han negociado abiertamente con altos funcionarios israelíes y los han invitado a sus eventos. ¿Cuáles son los beneficios de esta normalización para los dirigentes árabes mientras la cólera y el odio contra el régimen israelí crecen a diario en el mundo árabe? ¿Cómo pueden hacer caso omiso los dirigentes árabes de las multitudes que salen en masa a las calles para protestar contra las políticas agresivas y beligerantes de Israel en Cisjordania y Gaza?
La mayoría de los árabes desprecian en silencio a sus dirigentes pero no me consta que hayan salido en masa a las calles para protestar contra las políticas de Israel. Reformularía lo que a mi juicio constituye la esencia de su pregunta como sigue: «¿Interesa a los dirigentes árabes lo que pasa a los palestinos ocupados y oprimidos?»
Mi respuesta es breve: «No». Mi respuesta más amplia es la siguiente:
La verdadera historia del origen y del mantenimiento del conflicto de Palestina que se convirtió en Israel lleva a la conclusión de que los regímenes árabes, más por omisión que por propósito, traicionaron a los palestinos. Y no existe ningún misterio sobre la naturaleza de esa traición.
Cuando el expediente de Palestina fue cerrado por la victoria de Israel de 1948 en el campo de batalla y los acuerdos de armisticio, los regímenes árabes divididos e impotentes compartieron en secreto la misma esperanza que los sionistas y las grandes potencias. Era que el expediente quedaría cerrado para siempre. Se suponía que los palestinos aceptarían su suerte como cordero expiatorio en el altar de la conveniencia política.
Tampoco existe ningún misterio sobre el motivo por el cual los regímenes árabes coincidieron con los sionistas y las grandes potencias en la esperanza de que nunca habría una regeneración del nacionalismo palestino. Todos sabían que si sobreviniera, llegaría el día en el que habría una confrontación con el sionismo; y nadie la deseaba.
Cuando Yasir Arafat, Abu Jihad y algunos otros encendieron el fuego lento de la regeneración, los servicios de seguridad de Egipto, Jordania y el Líbano tomaron la iniciativa en el intento de apagarlo.
Avancemos rápidamente a 1982. Antes de que Sharon enviara a las FDI [ejército israelí] a Beirut a exterminar a la dirigencia de la OLP y a destruir su infraestructura, dirigentes árabes del Golfo [Pérsico] se reunieron en secreto, sin la presencia de asesores, con el fin de acordar un mensaje al gobierno de Reagan. El mensaje decía que no intervendrían de ninguna manera cuando Sharon entrara en acción. Después del envío de ese mensaje, uno de los dirigentes árabes presentes, el Sultán Qaboos de Omán, dijo a Arafat: «Ten cuidado. Vas a pedir nuestra ayuda y no tendrá lugar.»
Y quisiera agregar lo siguiente. El año pasado tuve una conversación privada en Londres con una importante personalidad real del mundo árabe. Le dije: «Nada va a cambiar en el mundo árabe hasta que vuestros regímenes sientan más miedo de sus propias masas que de ofender al sionismo y a EE.UU.» Respondió: «Tienes razón». También le dije: «Si los sionistas recurren a una vuelta final de limpieza étnica para cerrar el expediente palestino, los dirigentes árabes, tras puertas cerradas, darán las gracias y celebrarán». Su respuesta fue la misma: «Tienes razón».
Usted ha señalado en su artículo «Obama speaks at the UN… Goodbye to peace» [Obama habla en la ONU… Adiós a la paz] que si los dirigentes árabes y musulmanes estuvieran efectivamente unidos contra EE.UU. cuyo objetivo en última instancia es consolidar y empoderar el gobierno «quisling» de Mahmud Abbas, Israel no podría haber tenido éxito en la imposición de sus voluntades expansionistas a la nación palestina, y sus probabilidades de legitimar un Gran Israel que vaya más allá de las fronteras de 1967 habrían sido insignificantes; sin embargo no se ve una solidaridad semejante entre los dirigentes musulmanes y árabes, excepto en las calles, como usted dice. ¿Cuál será entonces la suerte de la nación palestina? ¿Deberían rendirse ante lo que Israel se propone con ellos, es decir desplazamiento, falta de viviendas y destrucción?
Mi opinión nunca ha sido que los dirigentes árabes y otros musulmanes tengan que estar «contra» EE.UU. La principal diferencia a nivel de la dirigencia entre los judíos y los árabes es que los judíos saben jugar el juego de la política internacional y los árabes no. Dicho de otra manera, los protagonistas claves del sionismo saben jugar las cartas que recibieron y los dirigentes árabes no.
Las cinco cartas principales del sionismo fueron y siguen siendo la obscenidad del holocausto nazi para propósitos de chantaje; dinero (virtualmente fondos ilimitados) y la influencia que compra; el voto judío organizado en estrechas contiendas electorales estadounidenses; una abrumadora superioridad militar; y, hablando de modo más general, de modo impresionante, una brillante organización y coordinación.
Los árabes tenían y siguen teniendo un as que habría matado todas las cartas del sionismo: el PETRÓLEO.
Imagine lo que habría pasado inmediatamente después de la guerra de 1967 si los dirigentes árabes se hubieran organizado y enviado a uno de ellos secretamente a Washington DC para decir al presidente Johnson tras puertas cerradas algo como; «Si no hace que Israel vuelva a sus fronteras previas a la guerra, cerraremos los grifos del petróleo».
Si Johnson hubiera creído que los dirigentes árabes estaban unidos y eran serios, habría respondido con algo muy parecido a lo siguiente: «No puedo garantizar una acción rápida sobre Jerusalén, pero dadme dos o tres semanas para el resto».
Si los sionistas hubieran estado en la posición árabe, habrían jugado su mano como sigue. Y no es pura especulación por mi parte. Durante años me lo han dicho una serie de dirigentes israelíes incluyendo ex directores de la Inteligencia Militar.
El punto principal es que si Johnson hubiera creído que los dirigentes árabes estaban unidos y hablaban en serio, no habrían tenido que cerrar los grifos del petróleo. Una amenaza secreta y verosímil de hacerlo habría sido suficiente para llevar a Johnson o a cualquier presidente a colocar primero los mejores intereses de EE.UU.
Teniendo esto como telón de fondo, la pregunta que hay que formular actualmente es algo como lo siguiente: ¿Qué, en teoría, podrían hacer todavía los dirigentes árabes para darse una probabilidad razonable de contrarrestar la influencia del sionismo sobre la política estadounidense para Oriente Próximo?
Con un prefacio resumido de todas las iniciativas que los árabes, incluidos los palestinos, han emprendido por la paz, podrían amenazar con:
- Romper sus relaciones diplomáticas con EE.UU.
- Retirar su apoyo financiero a la economía desbaratada de EE.UU.
- Cerrar los grifos del petróleo
¿Aprenderán algún día los dirigentes árabes a jugar bien sus cartas aunque sólo sea para proteger sus verdaderos intereses a largo plazo?
No lo creo, y eso me lleva a la segunda parte de su pregunta. ¿Cuál será la suerte de la nación palestina y deberían los palestinos rendirse a la voluntad del sionismo?
El punto principal es que los palestinos ocupados y oprimidos, las masas, no van a rendirse a la voluntad del sionismo y no aceptarán migajas de su mesa; ya que esas migajas son tres o cuatro bantustanes, en el mejor de los casos un 40% de Cisjordania que ni siquiera se aproximaría a satisfacer la exigencia mínima de los palestinos y su necesidad de un poco de justicia, pero que podrían llamar Estado si así lo quisieran. No es totalmente imposible que bajo presión de los regímenes árabes y de EE.UU. una dirigencia palestina quisling tratara de llegar a un acuerdo semejante con Israel, pero sería rechazado por las masas, y probablemente el dirigente palestino quisling sería asesinado.
La pregunta que se presenta es ¿qué harán los dirigentes del sionismo en Israel cuando concluyan que no pueden quebrantar con bombas, balas y medidas represivas de todo tipo la voluntad de los palestinos ocupados y oprimidos de continuar su lucha? Mi conjetura es que crearán un pretexto para expulsar a los palestinos de Cisjordania y hacia Jordania o donde sea. Si eso sucede, Cisjordania será bañada en sangre, sobre todo sangre palestina, y los periodistas honestos lo describirán como un holocausto sionista.
Pienso que la prioridad de la comunidad internacional debería ser detener la limpieza étnica final de Palestina por los sionistas, porque temo verdaderamente que es la perspectiva más probable.
Un número creciente de escritores en Internet y expertos técnicos en EE.UU. y muchos otros países creen que Israel fue responsable o estuvo implicado en los ataques del 11-S. ¿Piensa que la teoría conspirativa es verosímil y, si lo hace, de qué manera benefició el 11-S a Israel?
A mi juicio el punto de partida para cualquier discusión seria y honesta del 11-S tiene que ser la pregunta siguiente: ¿Fue el impacto de los aviones y el calor de su carburante ardiendo lo que derribó las Torres Gemelas? Si la respuesta es «Sí», no se requieren teorías conspirativas. Si la respuesta es «No», la pregunta especulativa tiene que ser – ¿Quién lo hizo, cómo y por qué?
Mi respuesta es «No». En mi análisis hay suficiente evidencia -visual, técnica y científica y de testigos presenciales, incluidos los bomberos- para llevar a la conclusión de que las Torres Gemelas, así como el Edificio Siete, fueron preparados para una demolición controlada con nanotermita, el explosivo militar de máxima tecnología.
Como contexto, la primera observación que quisiera presentar es que la complicidad de los medios occidentales incluso en la eliminación de preguntas y debate sobre lo que ocurrió realmente el 11-S es constante. Lo que quiero decir es que durante los últimos 63 años -desde la creación del Estado sionista de Israel sobre todo mediante terrorismo y limpieza étnica hasta la actualidad- los medios dominantes han sido cómplices en la eliminación de la verdad sobre la generación y el mantenimiento del conflicto de Palestina que se convirtió en Israel. Dicho de otra manera, los medios dominantes se han complacido en la difusión de las mentiras de la propaganda del sionismo. Las dos principales mentiras se pueden resumir en muy pocas palabras.
La primera mentira es que el pobre pequeño Israel ha vivido en constante peligro de aniquilación, que sus judíos serían «echados al mar». La verdad, como lo documento con detalle en los tres volúmenes de la edición estadounidense de Zionism: The Real Enemy of the Jews, es que la existencia de Israel no ha estado nunca, jamás, en peligro por alguna combinación de fuerzas árabes. La afirmación contraria del sionismo fue la cobertura que permitió que Israel se saliera con la suya donde importaba más -en el mundo occidental y especialmente en EE.UU.- al presentar su agresión como autodefensa y a sí mismo como víctima, en circunstancias en las que fue y sigue siendo el opresor.
La segunda mentira es que Israel «nunca tuvo socios árabes para la paz». Es una estupidez total. Ya he mencionado el pragmatismo y el trabajo por la paz de Arafat para probar lo que quiero decir, pero hay otro ejemplo. Casi desde el momento en que llegó al poder en 1951, el presidente Nasser de Egipto buscó un arreglo con Israel. Tuvo intercambios secretos con el ministro de Exteriores de Israel, Moshe Sharet, quien fue a mi juicio el único dirigente israelí completamente cuerdo de su época. Por querer hacer la paz con Nasser y los árabes, Sharet fue destruido por el fundador de Israel y su primer primer ministro, David Ben-Gurion.
Antes del 11-S, el mejor ejemplo de la complicidad de los medios dominantes en la supresión de la verdad cuando se relaciona con el conflicto en Oriente Próximo es el ataque de Israel contra el buque espía estadounidense, el USS Liberty, el 8 de junio de 1967, el 4º día de la Guerra de los Seis Días. (Fui el primer corresponsal occidental en las riberas del Canal de Suez con los atacantes israelíes, de modo que entonces estuve en el desierto de Sinaí). Ese ataque costó la vida a 37 estadounidenses e hirió gravemente a más de 90. Si las cosas hubieran funcionado según el plan del hombre que ordenó ese ataque, el ministro de defensa israelí Moshe Dayan, el Liberty hubiera sido hundido con todos sus tripulantes, no dejando a nadie que pudiera contar la historia de lo que sucedió en realidad… Si hubiera sido un ataque árabe/musulmán contra un barco estadounidense, es razonable especular que EE.UU. habría recurrido a un ataque militar, si no la guerra, contra el país o países considerados responsables. ¿Qué hizo el presidente Johnson? Por miedo a ofender al lobby sionista y a sus títeres en el Congreso, ordenó un encubrimiento que sigue vigente en la actualidad. Y los medios dominantes lo secundaron, y lo siguen haciendo.
Ahora paso al resumen de mis pensamientos sobre la posible, probable participación del Mossad de Israel en el 11-S. Presentaré dos hipótesis – A y B.
En la hipótesis A no es imposible que el 11-S comenzase como una idea árabe/musulmana. Pero incluso si así fuera, el Mossad habría tenido con mucha rapidez un canal infiltrado. Casi desde el momento del nacimiento del Estado sionista el Mossad invirtió muchos esfuerzos en la colocación de agentes dentro de cada régimen árabe, cada establishment militar y de seguridad árabe y cada movimiento de liberación y grupo terrorista árabe/musulmán. Muchos de los mejores y más efectivos agentes del Mossad fueron judíos marroquíes y otros del norte de África porque podían presentarse casi perfectamente como árabes. En un momento le contaré la breve historia de la penetración del Mossad en el grupo terrorista de Abu Nidal.
En la hipótesis A la pregunta es: ¿Informó el Mossad a alguien? Mi especulación es que informó a algunos en la CIA y a unos pocos de los asociados neoconservadores del sionismo, judíos y no judíos, incluidos el vicepresidente Cheney -que llamo el verdadero Doctor Strangelove- y gente como Paul Wolfowitz y Richard Perle. En esta hipótesis el Mossad podría haber preguntado: «¿Qué hacemos al respecto?» Y la respuesta podría haber sido algo como: «Lo utilizaremos como el pretexto parecido a Pearl Harbor que necesitamos».
En esta hipótesis, el 11-S, incluso si comenzó como una idea árabe/musulmana, fue una conspiración conjunta israelí/Mossad y estadounidense/
Como antecedente, sigue una historia muy breve sobre la penetración del grupo terrorista de Abu Nidal por el Mossad. Abu Nidal fue miembro del Fatah de Arafat pero rompió con ellos cuando Arafat aceptó la realidad de la existencia de Israel y estaba preparando el terreno para un compromiso con Israel. El grupo de Abu Nidal, basado sobre todo en Iraq, fue responsable de los asesinatos, sobre todo en Europa, de más de 20 de los emisarios de Arafat que estaban diciendo a gobiernos occidentales tras puertas cerradas que la OLP dominada por Fatah hablaba en serio de un compromiso con Israel. Una investigación por parte Arafat y Abu Iyad, jefe de contrainteligencia de Fatah, reveló posteriormente que Abu Nidal era alcohólico – consumía entre una y dos botellas de whisky al día, y durante la mayor parte del tiempo estaba borracho, no sobrio. Su número dos dirigía la actividad y determinaba los que debían ser asesinados y dirigía los asesinatos. El número dos de Abu Nidal era un agente del Mossad.
De hecho dos estudiantes palestinos en Londres fueron activados por el grupo Abu Nidal para asesinar al embajador israelí Argov. Ese intento de asesinato en 1982 dio al primer ministro israelí Begin y al ministro de defensa Sharon el pretexto que necesitaban para lanzar su invasión del Líbano hasta llegar a Beirut, con el propósito de eliminar a toda la dirigencia de la OLP y destruir su infraestructura… El embajador Argov sobrevivió y bastante tiempo después del evento indicó que él sospechaba la participación de Israel (sólo pudo haber querido decir en la determinación del objetivo) en el intento de matarle.
La hipótesis B tiene que ser considerada porque es un hecho que algunos de los conspiradores árabes/musulmanes, reales o supuestos, fueron vigilados durante años por diversas agencias de inteligencia occidentales antes del 11-S. Las agencias que los rastreaban como posibles/probables terroristas incluían a las de EE.UU., Alemania e Israel.
En esta hipótesis no es imposible que la idea del 11-S fuese introducida en las mentes de posibles/probables terroristas árabes/musulmanes por agentes del Mossad.
En esta hipótesis, el Mossad realmente dirigía la actividad e importantes neoconservadores estadounidenses arreglaban las cosas en EE.UU. para asegurar que el ataque tuviera éxito. Por todo lo que sucedió ese día, no estoy convencido de que el presidente Bush haya formado parte del circuito de amaño previo al 11-S. Pienso que es muy probable que Cheney controlase la supervisión ejecutiva estadounidense de lo que fue esencialmente una operación de bandera falsa del Mossad. ¿Quién más, por ejemplo, podría haber autorizado el bloqueo de las comunicaciones electrónicas del presidente Bush con el secretario de defensa Rumsfeld durante un período crítico?
Pregunta: ¿Cómo sirvió el 11-S los intereses de la derecha lunática en Israel y sus asociados neoconservadores en EE.UU.?
Desde su punto de vista, Sadam Hussein representaba el único desafío potencial árabe para la continuación de la dominación de todo el mundo árabe por Gran Israel. Había que eliminarlo. Al afirmar falsamente que Iraq estaba implicado en el ataque del 11-S, el sionismo y sus asociados neoconservadores en EE.UU. prepararon la escena para poder llevar mediante engaños al presidente Bush a a la guerra.
La intención del sionismo de librarse de Sadam Hussein no era, en los hechos, un secreto. En 1996, bajo la jefatura de Richard Perle, ampliamente conocido en círculos informados como el «Príncipe de las Tinieblas», el sionismo estadounidense presentó un documento de política con el título A Clean Break: A New Strategy For Securing The Realm [Una clara ruptura: una nueva estrategia para asegurar el dominio].
Instó al primer ministro israelí entrante Netanyahu a no dudar al hacer una ruptura radical con la política de Rabin de negociar con la OLP y cambiar tierra por paz. La reivindicación de Israel de toda la tierra que ocupaba era «legítima y noble», decía el documento político. «Sólo la aceptación incondicional por parte los árabes de nuestros derechos es una base sólida para el futuro». Después de la clara ruptura Israel sería libre para conformar su «entorno estratégico». ¿Qué implicaría eso? Entre otras cosas, «restablecer el principio de prevención (ataques preventivos)… concentrarse en la eliminación del poder de Sadam Hussein en Iraq… debilitar, contener e incluso hacer retroceder a Siria, Hizbulá e Irán.»
De hecho el compromiso de los amañadores del sionismo en EE.UU. y sus asociados neoconservadores con la eliminación de Sadam Hussein data de antes de 1996. Se enfurecieron cuando el presidente Bush padre se negó a completar la tarea cuando reunió una coalición para expulsar a Iraq de Kuwait. Después de eso los amañadores del sionismo dentro de EE.UU. y sus asociados neoconservadores necesitaban dos cosas:
- Un presidente que fuera lo suficientemente tonto como para tragarse sus ideas – y lo consiguieron con George W. Bush; y
- Un evento parecido a Pearl Harbour» que gatillara la acción. Lo consiguieron con el 11-S.
Pero la cosa iba mucho más allá. El 11-S fue un hecho en el cual el sionismo no podía perder.
Previsiblemente provocó una creciente ola de islamofobia en todo el mundo occidental y especialmente en todo EE.UU. En las mentes de los estadounidenses desinformados e ignorantes (es decir la mayoría), agregó credibilidad a la afirmación del Estado sionista de que era el único aliado genuino y fiable en todo el mundo árabe y musulmán.
Como digo en la introducción Dear America a la edición estadounidense del Volumen I de mi libro, cuando los estadounidenses preguntaban «¿Por qué nos odian?» ellos eran más o menos todos los árabes y musulmanes por doquier. E hice la siguiente pregunta: ¿Qué habrían aprendido los estadounidenses si, en lugar de apresurarse a declarar su guerra contra el terrorismo global, el presidente Bush hubiera hecho que la pregunta «por qué nos odian» fuera encarada seriamente?
La breve respuesta que doy en mi introducción -la respuesta más larga en los tres volúmenes de mi libro- comienza con la declaración de que la abrumadora mayoría de los árabes y musulmanes por doquier NO odian a EE.UU. o a los estadounidenses. Lo que SÍ odian casi todos los árabes y musulmanes por doquier es la política exterior de EE.UU. – sus DOBLES RASEROS en general y, en particular, su apoyo incondicional a un Israel que ignora las resoluciones de la ONU, muestra su desdén por el derecho internacional y las convenciones de derechos humanos y recurre al terrorismo estatal… Una verdad relacionada es que durante décadas muchísimos árabes y otros musulmanes habrían, si hubiesen podido, emigrado a EE.UU. para gozar de una mejor vida en ese país. Actualmente, la cantidad de árabes y otros musulmanes que podrían optar por residencia y ciudadanía en EE.UU. ha disminuido considerablemente por el hecho, triste pero verdadero, de que el monstruo de la islamofobia está al acecho en el País de los Libres y lamiéndose los labios.
Durante los últimos cinco años y desde la escalada de la controversia internacional por el programa nuclear de Irán, Israel ha amenazado repetidamente a Irán con un inminente ataque militar y ha apoyado la imposición de sanciones financieras contra ese país por sus actividades nucleares. ¿Terminará Israel por atacar a Irán? ¿Cuáles serían las consecuencias de un ataque semejante para Oriente Próximo?
No creo que Irán esté desarrollando armas nucleares, pero pongamos por caso que me equivoque y que en un futuro no demasiado distante posea algunas. ¿Hay alguien que piense seriamente que lanzaría un primer ataque nuclear contra Israel? Evidentemente no lo haría. Si lo hiciera, todo Irán sería devastado por una respuesta en represalia. Ninguna dirigencia iraní va a provocar una catástrofe semejante. A menos que los dirigentes del sionismo sean completamente dementes, lo saben. ¿Por qué, entonces, exageran realmente la supuesta amenaza nuclear iraní?
Pienso que lo hacen por tres motivos:
- Uno, para distraer la atención de sus crímenes, en parte para reducir la perspectiva de verdadera presión sobre ellos para que sean serios sobre la paz en condiciones que virtualmente todos los palestinos y la mayoría de los demás árabes y musulmanes por doquier podrían llegar a aceptar.
- Otra es lo que podría llamarse una consideración estratégica. Los dirigentes de Israel saben que si Irán poseyera armas nucleares se limitaría considerablemente su potestad sobre la región.
- Pero sobre todo existe la necesidad del sionismo de que los judíos israelíes se sientan atemorizados.
Una buena explicación del motivo fue suministrada por Ira Cherna en un artículo en Truthout en noviembre de 2009. Llevaba el título: Israel’s Pathology. Cherna preguntaba: ¿Cómo es posible que sentimientos patológicos de miedo, debilidad y victimización sean «reconfortantes» para tantos israelíes» Su respuesta fue la siguiente:
«Para comenzar, «colocan automáticamente a los judíos en el lado de la inocencia. ¿Quién puede culpar a la víctima débil por la violencia? Todo el problema, parece, es iniciado por la otra parte… Y si todo el problema es iniciado por la otra parte, toda la culpa debe recaer en la otra parte. La debilidad y la victimización parecen probar que «Somos morales». Obviamente los inmorales son nuestros enemigos y por lo tanto hay que culparlos de todos nuestros problemas. Por lo tanto los israelíes ni siquiera tienen motivos para considerar un cambio de alguna de sus políticas o conductas.»
¿Terminará Israel por atacar Irán?
En lo que concierne al sionismo nada es imposible, pero prefiero pensar que incluso los dirigentes de Israel, a pesar de su retórica, no están tan locos. Como estoy seguro de que usted sabe, ha habido informes de que Obama envió mensajeros a Israel para decir a sus dirigentes que un ataque contra Irán no es una opción. Eso me sugiere que no habrá un ataque contra Irán durante su período. ¿Pero qué pasaría si Obama no obtiene un segundo período? Si los republicanos y los lunáticos del Tea Party llegan al poder en las elecciones estadounidenses de 2012, me imagino que podría pasar cualquier cosa. En el peor de los casos habrá una operación nuclear de bandera falsa del Mossad en EE.UU. por la cual se culpará a Irán. A los pocos minutos, si no segundos, de que ocurra, surgirá el grito: «¡Bombardead a los hijueputa!» Lo única que quedará por decidir entonces será si EE.UU. debería dar luz verde a Israel o hacerlo por sí mismo.
¿Cuáles serían las consecuencias de un ataque contra Irán?
Una respuesta breve: una catástrofe en la región -conflicto e inestabilidad; un daño inmenso a los intereses estadounidenses y occidentales en general en todo el mundo árabe y musulmán; y muy posiblemente el colapso de lo que queda de la economía global, porque Irán tiene la capacidad de interrumpir las exportaciones de petróleo del Golfo y de provocar una crisis petrolera mundial.
Tampoco es imposible que un ataque contra Irán aliente a su dirigencia, cualquier dirigencia, a adquirir armas nucleares.
¿Cuál es su predicción para el futuro de la entidad política de Israel? ¿Seguirá sobreviviendo o terminará en un destino como el del régimen del apartheid de Sudáfrica o la Unión Soviética?
Personalmente pienso que el proyecto colonial del sionismo está condenado al fracaso. Según mi análisis hubo una condición previa para la supervivencia del Estado sionista, no judío. Cuando cerró el expediente Palestina en 1948/1949, tenía que mantener el expediente cerrado, impedir una regeneración del nacionalismo palestino. No lo ha logrado.
Ese hecho nos lleva a la verdadera amenaza para la existencia de Israel. No son Hamás, Hizbulá, Irán, o cualquier combinación de fuerzas árabes o musulmanas. La verdadera amenaza es la bomba de tiempo demográfica de la ocupación.
En la ocupación de Cisjordania, Israel tiene tres opciones:
- Anexarla formalmente y otorgar a todos sus ciudadanos igualdad de derechos, para que Israel pueda seguir afirmando que es una democracia. El problema con esta opción es que llevaría a un fin del Estado sionista mediante medios políticos porque, en su momento, los ciudadanos árabes del Gran Israel superarían en cantidad y votos a sus ciudadanos judíos.
- Anexar formalmente Cisjordania pero negar a los ciudadanos árabes de Gran Israel (la futura mayoría) igualdad de derechos. En esta hipótesis Gran Israel tendría que tratar a sus ciudadanos árabes aún peor que como la mayoría negra en Sudáfrica fue tratada por el régimen del apartheid. Y eso no sería aceptable para muchos judíos en el mundo y, tal vez, para una cantidad importante de judíos israelíes. Tampoco dejaría a los gobiernos de la comunidad internacional otra alternativa, en algún momento, que declarar Estado paria a Israel, e imponerle sanciones.
- Recurrir a una vuelta final de limpieza étnica -provocando una confrontación generalizada con los palestinos para dar al ejército israelí y a los colonos armados el pretexto para expulsar a los palestinos de Cisjordania y hacia Jordania o a cualquier otro sitio en nombre de la autodefensa, evidentemente. Si los palestinos se negaran a huir, habría, como dije antes, un baño de sangre. Un holocausto sionista.
Tal como van las cosas actualmente pienso que, en un cierto momento, los dirigentes de Israel preferirán la tercera opción.
Cuando lo hagan habrá tal indignación en el mundo que los gobiernos, incluido el de Washington DC, tendrán que decir a Israel: «¡Basta ya!» Y el Estado sionista será sometido al aislamiento diplomático y a sanciones devastadoras, y habrá serios esfuerzos por responsabilizar a sus dirigentes políticos y militares por sus crímenes.
¿Cómo reaccionarán los dirigentes de Israel?
Como dijo Golda Meir, en una situación apocalíptica estarán dispuestos a llevarse consigo a la región y posiblemente al mundo.
Si me preguntara si creo realmente que así podría terminar la lucha por Palestina, respondería «Sí», y éste es el motivo:
El sionismo no es sólo nacionalismo judío que creó un Estado para algunos judíos en el corazón del territorio árabe sobre todo mediante el terrorismo y la limpieza étnica. El sionismo es un modo de pensar patológico. Y lo que realmente piensa la engañada mente sionista es: «El mundo siempre ha odiado a los judíos y siempre lo hará». En otras palabras, el modo de pensar patológico judío supone que Holocausto II (forma conveniente de referirse a otra gran vuelta en contra de los judíos) es inevitable.
A la sombra del holocausto nazi, ese modo de pensar llevó a los dirigentes del sionismo a creer que no había nada que no debieran hacer para preservar Israel como un refugio de último recurso para todos los judíos cuando el mundo volviera a ponerse contra ellos.
Y al final, la demencial lógica sionista habla por sí misma: «Si el mundo no nos deja hacer lo que creemos que es necesario para preservar Israel como un refugio de último recurso para todos los judíos, nuestro proyecto está condenado, pero no caeremos solos».
Alan Hart ha sido corresponsal extranjero de ITN y de Panorama de la BBC. Ha cubierto guerras y conflictos dondequiera ocurrían en el mundo y se especializó en Oriente Próximo. Autor de: Zionism: The Real Enemy of the Jews: The False Messiah. Tiene su blog en www.alanhart.net
rCR