Traducido del inglés para Rebelión por J. M.
David Ben-Gurion
Mientras el Estado de Israel se autodenomina Estado judío, muchos sionistas y particularmente los sionistas liberales a menudo crean una fuerte separación entre el judaísmo y el sionismo, señalando que el sionismo es esencialmente una ideología secular y que su manifestación, Israel, es esencialmente un Estado laico. La separación entre el judaísmo y el sionismo es también común entre los antisionistas y entre los grupos propalestinos (incluidos los judíos y los no judíos) y la distinción sirve para marcar una separación fundamental entre el Estado y la religión: que el sionismo, como representación de la idea de un estado judío «secular», que se manifiesta en el Estado de Israel, no es una religión y que por lo tanto, la oposición a las acciones de Israel no es antijudío ni tampoco antisemita.
Mondoweiss publicó recientemente una entrevista a Zvia Thier, exsionista liberal, donde habla de forma contundente de esta separación.
Pero voy a hacer algo polémico. Voy a decir lo que pienso acerca de cuán artificial, remota y falsa es esta separación. Voy a mostrar que el sionismo es un nacionalismo judío y como tal una forma de religión. De este modo el punto es que los judíos sionistas son en realidad religiosos, aún cuando dicen ser seculares.
Tzvia Thier enfatiza en la entrevista el punto de que el judaísmo y el sionismo no son una y la misma cosa y que por lo tanto el antisionismo no se puede considerar antisemitismo. Hasta aquí todo bien. No son una y la misma cosa, pero todavía pueden estar muy cerca, si no están inextricablemente relacionadas. Thier trae la posición de los judíos ultrarreligiosos que están contra el sionismo. Esto es algo que he escuchado muchas veces, mayormente de los activistas propalestinos -y no voy a comprar el núcleo del argumento por las siguientes razones: hay judíos religiosos que creen que el «retorno» a la «santa tierra» de Sion debe esperar el regreso del Mesías. Esta idea ha sido generalmente aceptada en la cultura judía durante muchos siglos. Pero con el aumento del sionismo, la vena nacionalista del judaísmo fue atraída para dar cabida a un retorno propiciado por el hombre. El Rabino Zvi Yehuda Kook (muerto en 1982), líder espiritual del movimiento del colonialismo religioso, junto con su padre, Abraham Isaac Kook (muerto en 1935 ) fueron los padres fundadores del movimiento nacional-religioso y defendieron el hecho de que el «retorno» urdido por el hombre no era anatema para la llegada del Mesías, sino que más bien lo adelantaría.
El judaísmo es una religión que no está tallada en la piedra. La ortodoxia judía en realidad no usa la Biblia como su guía diaria, sino que más bien utiliza las interpretaciones religiosas posteriores a ella (que históricamente tomó forma en el Talmud). Así, la corriente de interpretación rabínica de las Escrituras es un tema central en el judaísmo y esto significa que está abierto a la discusión.
Por lo tanto se puede decir que si bien el sionismo y el judaísmo no son lo mismo, se han entrelazado en forma no casual. Esos judíos ultraortodoxos que se oponen al sionismo hacen esto debido a una interpretación rabínica que tiene más que ver con la sincronización que con la moral. Si tuvieran que creer que el Mesías realmente llegó tal día, no tendrían ningún problema con la promulgación de lo que iban a determinar como un «retorno» autorizado por Dios como la toma de control de Eretz Israel.
Así es como he reconocido que la separación es semántica. El movimiento religioso no sionista no se opone moralmente al sionismo en su esencia; para ellos es una cuestión de tiempo.
Ahora para los sionistas «seculares»:
La creencia en el «retorno» está más profundamente arraigada en el sionismo «secular» de lo que uno podría pensar.
En 1936 hubo una revuelta de masas de la población indígena palestina conocida como «La Gran Revuelta Árabe». El Gobierno británico, que en ese momento controlaba Palestina con su mandato, envió una comisión para escuchar a los representantes de ambas partes y tratar de resolver el «conflicto árabe-judío». El presidente del comité era Lord Peel y uno de los testigos que declaró ante la Comisión Peel fue el presidente de la Agencia Judía David Ben-Gurion. Este habló del derecho de los judíos a la tierra de Israel. Cuando terminó, Peel se volvió hacia él y le preguntó: «Sr. Ben Gurion, ¿dónde nació?». «En Plonsk, Polonia», respondió. Peel continuó: «Si un hombre vive en una casa durante muchos años y de repente aparece alguien y reclama la propiedad de la casa, el derecho internacional dicta que la carga de la prueba recae sobre el demandante, no sobre el actual ocupante. Señor Ben Gurion, ¿tiene un título de propiedad o contrato de venta que le da el derecho a ocupar el lugar de los árabes nativos que han vivido aquí por generaciones?». En el estrado de los testigos había una copia de la Biblia sobre la que los testigos habían jurado. De repente Ben Gurion levantó la Biblia en la mano y declaró: «¡Estos son nuestros hechos!»
Con todo su deseo ostensiblemente «secular» y «humano» a fin de resolver el «problema judío», el sionismo, a pesar de algunas ideas abortadas para colonizar otro lugar, se centró rápidamente en Palestina como su objetivo codiciado. Era ZION-ismo, después de todo, y la tierra histórica donde supuestamente los antepasados israelitas y jud í os reinaron y vivían y que por lo tanto resultaba un fuerte elemento de anhelo para la cultura judía. Pero con Palestina el reclamo por la tierra iba más allá de lo incidental, porque ya estaba habitada. Los sionistas se dieron cuenta de que tal «reemplazo de la población» tendría que llevarse a cabo en ciertas condiciones y no podía justificarse simplemente reclamando por un deseo de escapar de la persecución. La demanda moral se opondría a la persecución de la población indígena. De ahí la acentuación de la Biblia y el decreto «piadoso», incluso entre los sionistas seculares, como demuestra el ejemplo de Ben-Gurion.
La idea del «retorno» fue algo religioso y tenía que tener su base en el concepto de que los judíos, además de personas que comparten una fe, también comparten una herencia étnica. Uno podría tender esencialmente a afirmar que descienden de los antiguos judíos. Pero tal afirmación es muy discutida científicamente, por decirlo suavemente. La mayoría de los judíos de hoy no son ni siquiera semitas (no son originarios de Oriente Medio) y los sionistas que colonizaron Palestina hasta 1948 eran mayoritariamente europeos. Como también reconocen los investigadores israelíes no hubo un verdadero exilio en la época de los romanos (70 DC, cuando fue aplastada la gran revuelta de los judíos). Los romanos pudieron haber mandado al exilio a algunos intelectuales y dirigentes de la época, pero no era su forma ni su interés el exilio de un proletariado que les proporcionaba cultivos e impuestos. De hecho, como Ben-Gurion puso en relieve en un estudio que realizó en 1919 (junto con Itzjak Ben-Zvi, futuro segundo presidente de Israel), parece probable que el proletariado palestino sea descendiente de los mismos antiguos judíos que se quedaron y se convirtieron, en el ínterin, a otras religiones.
Así, los sionistas seculares tuvieron que forjar un lazo ideológico nacionalista e indisoluble con la tierra que codiciaban. Además de fomentar los mitos de que estaban llegando a su «tierra deshabitada» (que serviría para aliviar moralmente la tarea de tener que limpiar étnicamente a la población indígena) y «hacer florecer el desierto» (que serviría a la idea de que en realidad estaban ayudando al país y trayendo el progreso sin importarles su gente), los sionistas tuvieron que acentuar los mitos religiosos concernientes a la relación de la «nación» con los «‘antepasados» y la «Tierra de Israel».
Todos estos son mitos que, incluso si fueran verdad, no calificarían para algún tipo de «título de propiedad» y tampoco el truco de la biblia de Ben Gurion en la comisión Peel.
El aspecto intrínsecamente poderoso de la religión es que trasciende la razón. Y el sionismo tenía que tener este aspecto místico, enraizado en el judaísmo mismo para persuadir a su electorado de que se trata de un «caso especial»; la persuasión de que esto no es sólo acerca de la religión, sino de la supervivencia como nación.
Los sionistas seculares a menudo se refieren a la persecución judía como una señal de que tal nación existe de hecho. Pero la persecución de un grupo de personas que comparten las creencias religiosas no demuestra necesariamente que sea una nación. Si los musulmanes suníes o chiíes se persiguen unos a otros eso no quiere decir que hay una nación chiita y otra sunita. Por supuesto estos son problemas que necesitan resolverse, pero no necesariamente a través de la creación de un «estado-nación» para esa religión. La persecución de los judíos no significa que los judíos sean una nación, solo que los otros los perciben así.
Así es que el sionismo creó el «Estado judío». Uno podría hacerse y con razón la simple pregunta, ¿cómo la tierra podría ser un estado «secular» cuando, por su propia definición, es religiosa?
Este es el truco. El sionismo tomó el mito de la «nación judía», de la cultura judía. Se extrapoló la corriente nacionalista inherente al judaísmo y lo convirtió en un movimiento aparentemente «secular» y nacional. Pero este elemento nacionalista depende de la «contraparte» religiosa para existir.
De este modo llego a la conclusión de que el sionismo es una especie de religión, enmascarada como un mero nacionalismo secular.
Corrección: Originalmente este artículo no reconoció al padre del rabino Zvi Yehuda Kook, Abraham Isaac Kook.
Jonathan Ofir es músico israelí, director de orquesta, escritor y bloguero residente en Dinamarca.
Fuente: http://mondoweiss.net/2016/04/zionism-is-not-really-secular/
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.