Hace diez años nuestro pueblo celebró una gran victoria fruto de la lucha unida de todas y todos. El secuestro de un niño que aún no tenía seis años, apartado por la fuerza de su padre y su familia y sometido al maltrato infantil más impune y publicitado, conmovió a toda la sociedad cubana y […]
Hace diez años nuestro pueblo celebró una gran victoria fruto de la lucha unida de todas y todos. El secuestro de un niño que aún no tenía seis años, apartado por la fuerza de su padre y su familia y sometido al maltrato infantil más impune y publicitado, conmovió a toda la sociedad cubana y nos transformó en una sola familia.
Fueron siete meses de brega incesante en la que, como siempre, contamos con la guía firme y sabia del Comandante en Jefe Fidel Castro. Vaya para él un mensaje de gratitud y afecto.
En esa batalla participaron, junto al pueblo, sus Iglesias y todo el movimiento ecuménico agrupado en el Consejo de Iglesias de Cuba. Me complace afirmarlo en este templo que ha sido y es paradigma de auténtico espíritu evangélico, parte inseparable de una comunidad verdaderamente unida a sus pastores.
No habríamos triunfado si no hubiéramos tenido a nuestro lado al Consejo Nacional de Iglesias de Cristo de Estados Unidos y especialmente a la Reverenda Joan Campbell. Ella y otras personalidades religiosas, como el Reverendo Lucius Walker, todos con su incansable solidaridad fueron capaces de movilizar a la abrumadora mayoría del pueblo norteamericano que exigió el fin del secuestro y la devolución de Elián a su padre, a su familia, a su Patria.
Para muchos en Estados Unidos el caso de Elián fue el descubrimiento de una realidad que la propaganda imperial, la industria del engaño, trata de ocultar celosamente.
El empleo del tema migratorio como instrumento criminal e insensato contra Cuba y su pueblo, ofreciendo a los cubanos, sólo a ellos y si arriesgan sus vidas, privilegios exclusivos para acceder a un inexistente paraíso del cual expulsan cada día a miles de infelices. O los encarcelan, o los matan, como a ese niño mexicano asesinado por jugar cerca del muro que separa a su país de las tierras que fueron arrebatadas por la fuerza a sus abuelos.
La verdad de una Cuba real, con restricciones y carencias, con dificultades y angustias, cuya principal causa se nos impone desde afuera, pero en la que vive y resiste un pueblo que en su inmensa mayoría ha rechazado la oferta envenenada y falsa, y se aferra a su isla y trata heroicamente de hacerla mejor, el pueblo de Juan Miguel González y su digna familia.
La existencia de un enclave de violencia y corrupción en la ciudad de Miami en el que unos desalmados con el total apoyo de las autoridades locales hicieron mofa del Gobierno y de las leyes cometiendo un delito abominable por el que nunca fueron sancionados.
Para liberar a Elián y restaurar la legalidad Washington tuvo que realizar un operativo secreto, a espaldas de quienes gobiernan la ya mentada ciudad. Fuerzas especiales enviadas desde la capital tomaron por asalto las casas vecinas y desarmaron a numerosos terroristas para rescatar al niño.
Muchos no lo sabían entonces pero Elián no era el único cautivo en Miami. También estaban Gerardo, Ramón, Antonio, Fernando y René, cinco jóvenes que han sacrificado sus vidas luchando contra los mismos grupos que secuestraron a Elián y son culpables de incontables crímenes contra Cuba y su pueblo. Si en alguna falta incurrieron nuestros Cinco compatriotas fue al ocultar la verdadera naturaleza de su misión, algo inevitable como lo prueba la conducta del propio gobierno federal que tuvo que actuar en las sombras para neutralizar a los terroristas. Y nuestros compañeros no tenían armas ni emplearon la fuerza o la violencia.
Los Cinco permanecieron encerrados en celdas de castigo durante 17 meses. Mientras ellos sufrían confinamiento solitario la misma prensa miamense que respaldó el maltrato a un menor desató una feroz campaña de calumnias y mentiras contra los héroes. Y el mismo gobierno que se vio obligado a un procedimiento extraordinario para salvar a un niño, exigió que los Cinco fueran sometidos a juicio precisamente allí en medio del odio, las amenazas y el terror.
Fue en ese ambiente que se inició una farsa judicial que fue el mayor escarnio a la justicia, una prevaricación absoluta del gobierno estadounidense incluyendo sus tribunales.
Ahora se sabe que todos los periodistas que denigraron a los Cinco, insultaron a los abogados y amenazaron a los miembros del jurado, cumplían su vergonzosa tarea a sueldo del gobierno norteamericano que para ello les entregó decenas de miles de dólares del presupuesto federal.
Los Cinco fueron encarcelados sin haber cometido delito alguno ni haber causado ningún daño a nadie y, en un ambiente sumamente hostil promovido y pagado por el gobierno que los condenaba de antemano, les fueron impuestas las sentencias más injustas que cumplen en condiciones particularmente duras.
Hemos andado un largo camino en busca de su liberación en el que siempre nos ha acompañado el Consejo de Iglesias de Cuba. Por su intermedio se ha logrado incorporar al Consejo Mundial de Iglesias y al Consejo Nacional de Iglesias de Cristo de Estados Unidos, especialmente en el reclamo de que se les permita a Adriana Pérez y a Olga Salanueva visitar a sus esposos prisioneros.
Elián fue salvado porque el pueblo norteamericano pudo conocer la verdad y exigió el fin del secuestro, la devolución a su padre y el regreso de ambos, libres, a su Patria. Gerardo Hernández Nordelo y sus compañeros siguen privados de libertad hace ya casi doce años, porque al pueblo norteamericano no le permiten conocer este caso. Se lo ocultan quienes se autocalifican como «medios de información» pero son instrumentos dóciles del Imperio cuya función es diseminar la mentira y esconder la verdad.
Hermanas y hermanos, compatriotas todos:
Juntos libramos la batalla que hace diez años coronamos con la victoria. Algunos suelen decir que en esa lucha coincidimos creyentes y no creyentes. Pienso que esa afirmación es errónea. La libramos juntos, porque somos parte del mismo cuerpo, los fieles de todas las denominaciones – cristianas o no, incluso las que no están presentes hoy en esta celebración – y quienes no practican ninguna religión.
Todos somos uno. Nuestra, de todos, sin exclusiones, es la Patria de hermandad y justicia que soñaron nuestros antecesores. Nuestra, de todos y de todas, será siempre la aspiración martiana de conquistar «toda la justicia».
Lo logramos hace diez años con Elián. Comprometámonos a hacerlo ahora por Gerardo y sus compañeros. Lo merecen porque él y sus hermanos sacrificaron sus vidas por nosotros. Es difícil, muy difícil.
Pero, queridos hermanos y hermanas, compatriotas, ustedes saben que el milagro brota de la fe y del amor.
Sigamos luchando por los Cinco. Con nosotros irán muchos. Hasta hacer realidad la antigua promesa: «nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación y saldréis y… hollaréis a los malos, los cuales serán ceniza bajo las plantas de vuestros pies.» (Malaquías 4.2,3)
Gracias hermanas y hermanos.
Gracias sobre todo porque sé que estaremos juntos hasta la Victoria siempre.
Fuente: http://www.cubadebate.cu/opinion/2010/07/01/el-sol-de-justicia/