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Entrevista a Albert Corominas sobre el Sindicato Democrático de Estudiantes de la Universidad de Barcelona (1996). 50 años después (II)

«El tercer día la policía, con Creix al frente, irrumpió en el recinto, al parecer por orden expresa de Franco»

Fuentes: Rebelión

Albert Corominas, que actualmente es catedrático emérito de la UPC, inició en la universidad su militancia en formaciones políticas de izquierdas, primero en la AUE y después en el PSUC, al que se incorporó en 1964 y a cuyo comité universitario pertenecía en el momento de constituirse el SDEUB. Ha contribuido a la fundación de […]

Albert Corominas, que actualmente es catedrático emérito de la UPC, inició en la universidad su militancia en formaciones políticas de izquierdas, primero en la AUE y después en el PSUC, al que se incorporó en 1964 y a cuyo comité universitario pertenecía en el momento de constituirse el SDEUB. Ha contribuido a la fundación de numerosas organizaciones e instituciones políticas y culturales y ha publicado artículos en revistas de izquierdas, especialmente sobre política universitaria, en defensa de la universidad pública y contra su mercantilización.

***

Nos habíamos quedado aquí. ¿Por qué escogisteis el convento de los Capuchinos en Sarriá? ¿Los delegados teníais una cosmovisión religiosa? ¿Inquietudes teológicas acaso?

¡Ja, ja! Ciertamente, muchas de las personas participantes debían de ser creyentes, ya que no es aventurado pensar que este era el sentir mayoritario entre el estudiantado de entonces, y el colectivo de delegados lo representaba. En este sentido, se puede decir que una parte de los delegados tenía una cosmovisión religiosa, por seguir con el planteamiento de la pregunta. Muchos menos, seguramente, tenían inquietudes teológicas. De todas formas, esto nadie se lo preguntaba a nadie. Por supuesto, entre la militancia del PSUC predominaba con mucho el ateísmo y el agnosticismo, pero esto tampoco tiene relevancia para la cuestión que nos ocupa.

De acuerdo, por supuesto que no tenía relevancia.

Como he dicho en una respuesta anterior, la actitud de la Iglesia con relación al franquismo, al que había apoyado incondicionalmente (cabe recordar la entrada bajo palio del dictador, en 1957, en la Basílica de Montserrat) se había diversificado en los últimos años. Numerosos miembros de la Iglesia e incluso colectivos diversos con ella vinculados habían adoptado posiciones democráticas. Este fenómeno era más intenso en Cataluña, donde algunos sectores eclesiásticos se caracterizaban por su defensa de la normalización del catalán y de otras formas de expresión cultural severamente prohibidas por el régimen. En particular, algunos párrocos o comunidades como la de Montserrat o la de los propios capuchinos de Sarriá solían facilitar el uso de sus locales para reuniones clandestinas obreras o estudiantiles. La celebración de reuniones en edificios de la Iglesia daba una cierta seguridad porque el Concordato entre el Estado y la Iglesia había establecido el privilegio de extraterritorialidad para los edificios eclesiásticos, en virtud del cual la policía no podía entrar en ellos sin la autorización de las autoridades religiosas.

Dado que las gestiones cerca de algunos decanos para realizar la asamblea en locales universitarios resultaron infructuosas, un miembro de la secretaría técnica se encargó de buscar un local eclesiástico y, descartadas otras posibilidades, obtuvo una respuesta favorable inmediata por parte de los capuchinos de Sarriá. Creo que no me equivoco si afirmo que todas las personas asistentes al acto guardan un gran recuerdo de la hospitalidad y la solidaridad de la comunidad capuchina, la cual incluso contribuyó a que pudieran eludir el cerco policial algunas personas que se encontraban en situaciones particularmente comprometidas.

Ello no justifica que se haya generalizado la absurda denominación de caputxinada para referirse a la asamblea constituyente del SDEUB. Con lo cual se da prioridad al continente sobre el contenido y parece sugerirse que aquello fue un acto aislado, un resultado brillante de un conjunto de actuaciones audaces y no un momento singular de un proceso tenaz y arduamente impulsado.

Muy bien visto lo que apuntas en mi opinión. Algunos intelectuales antifascistas, no sólo de Cataluña si no ando errado, estuvieron allí para apoyaros. ¿Quiénes participaron?

Si la memoria y la bibliografía no me fallan, por orden alfabético: Carlos Barral, Maria-Aurèlia Capmany, Salvador Espriu, Agustín García Calvo, José Agustín Goytisolo, Josep M. Martorell, Joaquim Molas, Antoni de Moragas Gallissà, Joan Oliver «Pere Quart», Albert Ràfols-Casamada, Jordi Rubió i Balaguer, Manuel Sacristán, Ricard Salvat, Antoni Tàpies y Francesc Vallverdú.

Estas personas (con la excepción de García Calvo, uno de los catedráticos expulsados de la Universidad de Madrid a raíz de les hechos de febrero de 1965, lo hemos comentado antes) constituían una representación significativa y de altísimo nivel de la cultura antifranquista catalana.

En el diseño del acto se otorgó gran importancia a la participación de los intelectuales, porque esta expresaba la voluntad del movimiento estudiantil de no enclaustrarse en el ámbito universitario, de conectar, en la medida de lo posible (no lo era en el caso del movimiento obrero), con otros sectores que luchaban por la democracia. Así lo expresa el hecho de que Espriu, Rubió, Oliver y Sacristán estuvieran en la presidencia, al iniciarse el acto, junto con los miembros de la Junta de Delegados.

¿Qué recuerdas de las intervenciones de Agustín García Calvo, de Manuel Sacristán, de Jordi Rubió?

La de García Calvo sorprendió a más de uno, ya que se centró en advertir de los peligros de que el nuevo sindicato se integrara en el sistema. Aunque dichos peligros nunca deben perderse de vista, a muchos no nos pareció el momento más oportuno para evocarlos. De hecho, mientras García Calvo intervenía, la policía iniciaba el asedio del convento.

Rubió, en su saludo, manifestó su admiración por el hecho mismo de que el acto se estuviera celebrando y por la calidad de los documentos que en él se presentaban y animó a seguir adelante sin desfallecer. Era un mensaje a la juventud de un miembro de una generación que había vivido, durante la II República, con gran esperanza en el futuro, truncada por la sublevación fascista. La presencia de Rubió, que había sido profesor de la Universitat Autònoma de Barcelona en el período republicano, era especialmente significativa puesto que expresaba la conexión del movimiento con la breve etapa republicana, desconocida por una gran parte de los asistentes. De todos modos, lo que más nos impresionó fue su firmeza al rechazar la posibilidad de salir del convento cuando la policía la ofreció a los intelectuales allí presentes; Rubió dijo que estaban allí como invitados de los estudiantes y que si los estudiantes salían, ellos saldrían y que si se quedaban, ellos estarían a su lado.

Pues no está mal, nada mal.

Sacristán polemizó con la intervención de García Calvo. Reconoció que el peligro de absorción existía en toda ocasión y que incluso los protestatarios críticos eran tan absorbibles que a veces hasta les daban cargos. Por otra parte, recordó que lo que estaba ocurriendo no era fruto de un antojo, sino de un proceso de no menos de diez años.

Esta última observación de Sacristán es muy importante. La «insólita experiencia» del SDEUB se explica porque se aplicó tenazmente, un curso tras otro, una línea política acertada, lo que fue posible porque había organizaciones, dadas las circunstancias, subyacentes. Las personas estaban de tránsito en la universidad, pero las organizaciones, con altos y bajos, permanecían. En aquella etapa, la dirección del movimiento estudiantil formulaba las propuestas para este fuera avanzando políticamente y organizativamente sin fragmentarse, lo que se conseguía mediante la transparencia, el debate y el respeto a la democracia en la toma de decisiones.

¿Organizaciones dices? El PSUC, por ejemplo. ¿Alguna más?

En aquellos años había estudiantes, relativamente muy pocos, que militaban en partidos diversos. La organización universitaria del PSUC era la más numerosa y también la que más centraba su actividad en el movimiento estudiantil, en relación con el cual tenía una política muy elaborada y, por lo que se vio, muy acertada.

Más información sobre este tema se encuentra en el libro de Colomer sobre el movimiento estudiantil bajo el franquismo.

Hablamos luego de bibliografía si no te importa. ¿En qué momento intervino la policía fascista? ¿Creix, el jefe de la BPS, el temible Creix, el torturador de la Brigada Político-Social barcelonesa, hizo acto de presencia?

El tercer día, pocos minutos antes del mediodía, la policía, con Creix al frente, irrumpió en el recinto, al parecer por la orden expresa que Franco dio, poco antes, en el Consejo de Ministros, al de Gobernación, Camilo Alonso Vega, de que aquello de los capuchinos acabara inmediatamente.

¡Orden directa de Franco! No lo había oído nunca.

Sí, según unas declaraciones de Salvador de les Borges, provincial de los capuchinos en 1966, a El Periódico (9 de marzo de 1986). Esta era lo que podríamos llamar la única base jurídica con que contaba la entrada de la policía, ya que las autoridades eclesiásticas no habían dado la autorización que, según el Concordato, era preceptiva. Francisco Fernández Buey, delegado de Filosofía, intentó intervenir, pero Creix lo impidió con un manotazo y unos gritos.

¿Qué venía a decir el Manifiesto del SDEUB? ¿Quién o quiénes lo escribieron?

El «Manifiesto por una Universidad democrática» lo redactó Manuel Sacristán. No recuerdo los detalles del proceso de elaboración del documento, aunque sí que Sacristán, como solía hacer en casos análogos, consultó el contenido con los dirigentes del movimiento. Pero el autor fue Sacristán, hasta el punto de que figura en su libro Intervenciones políticas (Panfletos y materiales III) [1]. Escribir un texto como aquel no estaba al alcance de los dirigentes estudiantiles, pese a que muchos tenían altas capacidades intelectuales y políticas. Y Sacristán, que inspiraba un gran respeto incluso a sus adversarios políticos no fascistas, aceptó sin titubear el encargo.

El Manifiesto propone como tarea colectiva de todo el país, puesto que a todo el país importa, «conseguir una Universidad capaz de dominar los problemas técnicos y sociales de la época, una Universidad democrática». Analiza las causas del atraso universitario español y, con remarcable perspicacia, «la actual política universitaria de la administración». Al respecto, describe la encrucijada en que se encontraba entonces la universidad española. Por una parte, la vía marcada por la política del gobierno, que «quiere llevar a una institución de puro rendimiento técnico, indigna del nombre de universidad al perder todo horizonte cultural, moral, ideal y político», una «mera fábrica de especialistas». Por otra, la perspectiva de la Reforma Democrática de la Universidad, que sólo podría llevarse a cabo con la participación de los estamentos universitarios y del conjunto de la sociedad: la universidad, por motivos de justicia y de eficacia, ha de dejar de ser un privilegio reservado a las clases económicamente altas; ha de dejar de ser, dado que la sociedad española es multinacional, un instrumento de opresión de diversas culturas nacionales; ha de tener un gran peso en el sistema de investigación; los órganos académicos han de ser elegidos democráticamente. Y ello requiere libertades básicas: de enseñanza, de investigación, de expresión y de asociación.

Y el texto termina así: «[…] la universidad española debe evitar su conversión definitiva en un aparato oprimido que oprime a su vez las conciencias y emprender el camino que le permita llegar a ser el más alto reflejo de un pueblo plural como es el nuestro. La universidad ha de tomar en sus manos la causa de la libertad de la cultura e insertarla en el amplio horizonte de la lucha por la libertad en la sociedad española.»

Me voy de nuevo un poco de nuestro tema central. Has dicho que Sacristán inspiraba un gran respeto incluso a sus adversarios políticos no fascistas. ¿Y eso por qué? ¿Por su inteligencia?, ¿por sus conocimientos?, ¿por la consistencia de su compromiso político?

Impresionaban la capacidad intelectual, la preparación y el rigor de Sacristán, que se elevaban muy por encima de la miseria cultural imperante. Y sin que por ello dejara de ser una persona asequible, que atendía, escuchaba y daba consejo a quien se lo pedía.

También, como sugieres, su compromiso político. Por ejemplo, una persona tan conocida como él fue de las pocas que intentamos manifestarnos en Canaletas en señal de protesta por el asesinato de Julián Grimau, fusilado, en 1963. Por ello, fue detenido, junto con otros profesores comunistas.

Además, el apoyo de universitarios demócratas más o menos fervientes, no comunistas, a Sacristán se explica porque unía a sus conocimientos y a su rigor una gran capacidad para explicar y suscitar la atención de la audiencia. Es decir, era un extraordinario profesor. La injusticia de que fuera expulsado de una universidad en la que aún había muchos incompetentes sin otros méritos que los de guerra era indignante para cualquier persona con una mínima decencia intelectual.

Me voy de foco otra vez pero no puedo resistirlo. No sabía que tú también te habías manifestado en Canaletas pero, con todo mi respeto, ¿no estabais «com un llum», un poco idos si me permites la expresión? ¿Qué sentido tenía manifestarse en aquellos momentos de fuerte represión fascista en minoría de unos 50 o tal vez 3 o 4 más? Algunos compañeros, no digo adversarios o enemigos, tiempo después, han formulado juicios muy críticos respecto a vuestra «locura-actuación». «Izquierdismo infantil» es la expresión más suave. Las hay peores.

La verdad es que no tenía ni idea de que este intento de manifestación había sido considerado como fruto del izquierdismo infantil. A lo largo de mi vida, y en particular en mi etapa de estudiante universitario, he tenido muchas ocasiones de intervenir para intentar evitar aventuras izquierdistas y las catástrofes previsibles. Y muchas veces he tenido que soportar estoicamente críticas al revisionismo del PSUC en boca de presuntos radicales que en no pocos casos han acabado, digamos, como asesores de la patronal o como críticos frenéticos de la clase obrera y defensores del neoliberalismo más desaforado.

En cualquier caso, si hubiéramos dejado de promover acciones porque previsiblemente iban a ser poco concurridas, pocas iniciativas habríamos tenido. Aunque no afirmo, claro, que todas las que tuvimos fueran acertadas. A veces hay que esperar el momento y crear las condiciones adecuadas. Pero me parece que una convocatoria para protestar por el asesinato de Grimau era necesaria. Aquella infamia no podía quedar sin algún tipo de respuesta. Siempre que sea posible se tiene que intentar poner un granito de arena, por pequeño que sea, en los engranajes. Hace muchos años leí la novela Vino y pan de Ignazio Silone, en la que hay un pasaje que me impresionó particularmente y que ahora resumo según mi recuerdo: el protagonista, fugitivo de la policía fascista, coincide en su huida con manifestantes exultantes por la invasión italiana de Abisinia, que no encuentran oposición alguna; pero él, al amparo de la noche, consigue pintar en un muro la palabra PAZ y romper aquella ominosa unanimidad.

Tocado y hundido, gracias. Me da que a Paco Fernández Buey, a Pilar Fibla, a Pere de la Fuente, a Mª Rosa Borràs y, por supuesto, a Sacristán les hubiera gustado mucho lo que acabas de decir. Por cierto, hablando del autor de El orden y el tiempo y de su expulsión de la Universidad. ¿Nos puedes explicar algo más? ¿Por qué se le expulsó? ¿Qué papel ejerció Valdecasas? ¿Estuvo relacionada con lo que había ocurrido en Madrid? ¿El movimiento estudiantil universitario hizo algo al respecto?

Francisco García Valdecasas, que ya se había distinguido como represor en 1957, fue nombrado rector de la Universidad de Barcelona en el mes de julio de 1965, en el marco de las medidas adoptadas por el gobierno a raíz de los hechos de febrero en la Universidad de Madrid, como cúspide de un dispositivo en que tenía como colaboradores destacados los decanos y directores de algunos de los centros más importantes. Una de sus primeras medidas fue no renovar el contrato de Manuel Sacristán como encargado de la cátedra de fundamentos de filosofía de la facultad de Económicas, para lo cual adujo «razones de conciencia». Por la oposición del profesorado y de los estudiantes a esta arbitrariedad y las dificultades para encontrar un substituto, no hubo clases de la asignatura hasta el mes de abril de 1966, en que Francisco Canals fue nombrado para que la impartiera. Sus clases fueron boicoteadas, hasta que en uno de sus intentos fue rodeado y abroncado por estudiantes, algunos de los cuales le lanzaron huevos. El decano, Mario Pifarré, llamó a la policía, que recogió varias decenas de carnets. Valdecasas abrió expedientes que resultaron en más de veinte pérdidas de matrícula y casi cuarenta expulsiones del distrito. Ni que decir tiene que tales expedientes se instruían sin garantía jurídica alguna y que los hechos fueron aprovechados por el rector y el decano para desembarazarse, con independencia de que hubieran o no lanzado huevos o incluso de que estuvieran o no presentes en aquellos momentos, de todos los activistas de la Facultad, una de las más combativas del distrito.

Después de haber perdido a un gran profesor, la Facultad, merced a las sanciones, se quedó sin muchos de sus mejores estudiantes. Una característica seguramente poco conocida del SDEUB es que sus dirigentes y sus miembros más activos solían ser muy buenos estudiantes, pese al tiempo que consumía la dedicación al movimiento y las zozobras que ello conllevaba.

Por cierto, estos hechos constituyen un ejemplo singular de cómo las gastaban las «dignidades académicas», «definitivamente rebajadas a la categoría de autoridades», con unos rectores que regían «contra los estudiantes y gran parte del profesorado», como decía el propio Manifiesto.

Vuelvo al tema por fin. Mirado desde ahora, ¿qué opinión te merece ese documento del que hablamos?

Se trata, por una parte, de un texto muy ponderado, admirablemente bien escrito y con un diagnóstico y unas propuestas muy precisas y adecuadas al momento que vivíamos.

Visto desde la perspectiva actual, permite darse cuenta de qué carecía la universidad y qué se ha conseguido: multiplicar por doce, aproximadamente, el número de estudiantes en el sistema universitario público de Cataluña; autonomía; libertades dentro y fuera de la universidad; democracia interna; homologación con las universidades de países similares, en particular en lo que respecta al peso de la investigación en la actividad académica. No han sido ajenos a todo ello, claro está, los movimientos de estudiantes y del profesorado. Ciertamente, las clases con rentas bajas están infrarrepresentadas en la universidad y puede discutirse el alcance real de algunos de estos logros, como la autonomía. No cabe aquí discutir a fondo estas cuestiones. Pero sí que me parece pertinente señalar que estas conquistas, suficientes o no, nunca pueden darse por definitivas: los aumentos en el precio de las matrículas implican un retroceso en la facilidad de acceso a la universidad, leyes represivas recortan las libertades, la democracia interna es objeto de constantes ataques en nombre de la gobernanza y los recortes presupuestarios y las restricciones en la renovación del personal condicionan gravemente la calidad del sistema.

¿Hay todavía en el texto, cincuenta años después, algo que nos concierna directamente ahora? Decididamente, me temo que sí. ¿Es o no ahora la universidad española «una institución de puro rendimiento técnico, indigna del nombre de universidad al perder todo horizonte cultural, moral, ideal y político»? En Cataluña, en el gobierno bipartito CDC-UDC (CiU), hasta 2015, las competencias sobre universidades correspondían al departamento de Economía y Conocimiento; ahora mismo, al de Empresa y Conocimiento. Toda una declaración de principios, sobre la cual no me consta que las universidades hayan emitido opinión alguna.

Otro descanso, el último. ¿Me permites?

Te permito y te agradezco.

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Nota:

[1] Icaria, 1985.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.