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El terror del Patronato: «memoria feminista» en Madrid para completar la represión franquista

Fuentes: Naiz [Foto: Imagen del Patronato de Protección a la Mujer]

En el ciclo ‘Atado y bien atado’ en Madrid, en vísperas del 20N, han sido ponentes las investigadoras Justa Montero, Consuelo García y Pilar Iglesias. Han explicado la «represión específica» que sufrieron las mujeres en la dictadura y relatado el terror del Patronato y el rol de la Iglesia.

Los 50 años del fallecimiento del dictador Francisco Franco han servido en Madrid como disparador para que muchos colectivos memorialistas impulsen actividades de memoria histórica, además de las organizadas por el Gobierno español. Unas de ellas son las de la plataforma Atado y Bien Atado, liderada por el exdiputado de la Eurocámara y cofundador de Podemos Miguel Urbán.

Entre los eventos organizados por ellos en Madrid ha tenido lugar este lunes por la noche, en el Teatro del Barrio en Lavapiés, uno muy especial, llamado ‘Memoria Feminista para una Memoria Democrática’, en el cual sus ponentes han explicado a un auditorio repleto la crudeza «específica» con la que la dictadura franquista se cebó con las mujeres, desde la creación del Patronato de Protección a la Mujer, con su violencia psicológica y patologizadora, hasta los mandatos morales y la deconstrucción de los avances conseguidos en la Segunda República.

Una de las activistas feministas más emblemáticas del posfranquismo es Justa Montero, quien comenzó el evento recalcando que «abordar la memoria democrática desde la perspectiva feminista es la única forma de tener una visión completa sobre lo que pasó en el franquismo y el tardofranquismo» porque todo el relato sobre lo ocurrido «ha sido predominantemente de hombres, el centro del relato de la represión era la que habían sufrido los hombres», aunque se ha alegrado que eso «ya está cambiando».

Consuelo García, Justa Moreno y Pilar Iglesias en ‘Atado y bien atado’. (D.G.)

«El paradigma de la represión no es el mismo que con los hombres, tampoco en las formas. Como todo régimen, hace una articulación con el sistema patriarcal y además es imposible entender la dictadura sin su alianza con el nacional-catolicismo», señaló. Montero recuerda que el franquismo suprimió «el modelo de feminidad de la Segunda República para hacer otro tipo con control social y represión de cualquier transgresión, a través de una ruptura absoluta de la separación de lo público y lo privado que había establecido la Modernidad».

Una peculiaridad, de las tantas que menciona, atañe a la identidad sexual: «La mujer tenía negación de deseo y placer sexual y las lesbianas en la mayoría de los casos fueron derivadas a manicomios o psiquiátricos, mientras que a los hombres homosexuales se les enviaba a la cárcel».

Por su parte, la investigadora Pilar Iglesias, autora de ‘Políticas de represión y punición de las mujeres’ (Círculo Rojo, 2021), hizo un recorrido histórico por las iniciativas franquistas que afectaron específicamente a las mujeres y puso como ejemplo de la peculiaridad de la represión sufrida que se han encontrado «fosas comunes en las que las mujeres están enterradas con el cuerpo de una forma que parece una ofensa sexual». 

También mencionó la figura de la mujer de preso, «una categoría política por la que muchas tuvieron que verse abocadas al estraperlo», y subrayó que sobre cada mujer detenida por motivo político «caía un doble estigma, uno por no ser franquista, y el otro por haber roto su mandato de género, el mandato moral».

Sobre aquella moral, «fundamental para el nacional-catolicismo», destaca que su peso recayó «sobre las mujeres y de alguna manera sobre la infancia», sufriendo el acoso de las llamadas «guardianas del honor».

En este aspecto, cita otro ejemplo: «En el franquismo las mujeres tenían pecados propios, como el aborto y el adulterio. En la ley los hombres no cometían adulterio sino amancebamiento, y si había una mujer soltera embarazada se la juzgaba pero no al hombre que había participado de ese embarazo».

También hizo hincapié en los delitos de lesa humanidad (impunes hasta hoy) que constituyen las entregas forzadas de hijos de mujeres detenidas en cárceles y Patronatos.

Iglesias lamentó el proceso de desmemoria con la represión a las mujeres y recordó que hace poco tiempo una profesora catalana que daba clases de Historia le dijo que era de izquierdas y no podía creer que se hubiera jubilado sin saber lo que había ocurrido con el Patronato. «Es importante hacerse muchas preguntas de por qué esto ha sucedido», remarcó, y por ello reclama el impulso por parte del Gobierno español de «comisiones de investigación sobre lo ocurrido, con recursos y gente que no tenga que investigar solo en sus ratos libres».

Una superviviente del Patronato

Por último hizo uso de la palabra Consuelo García del Cid, una superviviente del Patronato (de tres, de hecho, en los que estuvo internada contra su voluntad). «El Patronato ha sido la mayor operación que existió en contra de las mujeres en la historia de España», sentenció antes de comenzar a recordar en detalle cómo era el protocolo.

«Lo que solía ocurrir era que las ‘guardianas del honor’ veían a alguna menor de edad y si creían que tenía conducta inmoral, llamaban a la policía, que las detenía, esposaba sin leer sus derechos y se las llevaba al Centro de Observación y Clasificación. Éste era una comisaría encubierta para menores. Se les hacía examen ginecológico para ver si eran vírgenes, algo que era determinante para decidir a qué reformatorio irías», recuerda.

Consuelo García del Cid, superviviente, erizó la piel del auditorio contando cómo a los 16 años la durmieron para llevarla de Barcelona o Madrid, donde comenzaría su calvario

Su historia personal, relatada entre ironías, tacos y algunas bromas para quitar el hierro, erizó la piel del auditorio. Explicó que a los 16 años (en 1974) su propia madre pagó para que se la llevaran, y para lograrlo ella recibió una inyección que la durmió durante 24 horas. Así, dormida, fue trasladada de Barcelona a Madrid, donde comenzaría su calvario, con castigos físicos, prolongados aislamientos y trabajo forzado. «Yo cosía las etiquetas de El Corte Inglés y de Galerías Preciados en prendas de ropa», comentó.

Pruebas de virginidad y ortigas en la vulva

El rol de la Iglesia fue clave y ella lo vivió en carne propia. «Las manos que mecían las cunas de los bebés de las internas eran monjas. Nos hacían rezar todo el día. Un día a una monja que me castigaba y me amenazaba con más aislamiento le dije que podían controlarme todo lo que hacía, pero no iban a controlar nunca mi cabeza». También recuerda cómo las monjas permitían que chicas violadas por sus padres fueran retraumatizadas y hasta violadas nuevamente cuando las visitaban.

«Mi primer libro sobre esto es de 2012 y cuando empecé a investigar lo único que había en internet sobre el Patronato era el decreto de 1985 en el que se le daba fin. Ha sido muy difícil hablar de esto, cuando quería darle difusión nadie me hacía caso, incluso periodistas que ahora me quieren entrevistar hace unos años me rechazaban, o no me creían que se hacían hasta pruebas de virginidad o que ponían ortigas en la vulva a las chicas que se hacían pis en la cama», explica.

Lamenta además que «cada reformatorio tenía su archivo y están mega custodiados” por la Iglesia y no los entregan. «Nos inocularon un estigma de vergüenza, nos hacían sentir golfas rojas y feas y  por eso costó tanto que las mujeres hablen. Llevo 15 años haciendo divulgación y fue parte de una promesa que hice cuando salí del Patronato del Buen Pastor;  les prometí a mis compañeras que lo iba a contar aunque pasaran otros 40 años».

Fuente: https://www.naiz.eus/es/info/noticia/20251028/reclaman-en-madrid-una-memoria-feminista-para-una-vision-completa-de-la-represion-franquista