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El último discurso de Fidel que algunos quisieran

Fuentes: Rebelión

Fidel Castro se irguió sobre su altura, saludó a los presentes e inició su discurso, un discurso que habría de transformar la historia de Cuba. «Compañeros y compañeras, comparezco ante ustedes para hacerles partícipes de una trascendental decisión unánimemente respaldada por nuestro Congreso, y que sólo depende de su parecer para ser aprobada. Y es […]

Fidel Castro se irguió sobre su altura, saludó a los presentes e inició su discurso, un discurso que habría de transformar la historia de Cuba.

«Compañeros y compañeras, comparezco ante ustedes para hacerles partícipes de una trascendental decisión unánimemente respaldada por nuestro Congreso, y que sólo depende de su parecer para ser aprobada.

Y es que hemos dispuesto una serie de profundos cambios que transformen completamente nuestra sociedad hasta convertirla en una democracia semejante a las que nos rodean.

En materia de educación, vamos a proceder inmediatamente a una masiva campaña de animalización que devuelva al pueblo cubano a la feliz ignorancia en que vivía antes de la llegada de la revolución.

Quedarán erradicadas de las escuelas costumbres tan obscenas y perniciosas como la del desayuno escolar, sustituyendo la leche y el pan por la inhalación de cemento y gasolina.

Igualmente, estimularemos en nuestros estudiantes conductas tan civilistas y democráticas como las que se dan entre nuestros vecinos del norte porque, y lo declaro consternado, todavía nuestros estudiantes de primaria y kinder no han logrado protagonizar ninguna matanza escolar digna de encomio, ni han sido capaces de violar a compañeritas o entrarle a balazos a los profesores y compañeros. Semejante atraso vamos a contrarrestarlo sometiendo a nuestros estudiantes a permanentes exposiciones de cine y televisión genuinamente «americanas», además de sustituir los caducos y trasnochados principios de nuestra educación por los competitivos valores de la educación estadounidense.

También procedemos al masivo cierre de escuelas e institutos para que pueda nuestra infancia deambular desnuda y descalza por las calles del país, recogiendo botellas, prostituyéndose y ejerciendo otras sanas actividades comerciales y mercantiles que les ayuden a comprender las características de la sociedad a la que nos abrimos.

Ocasionalmente, como ocurre en otras democracias latinoamericanas a las que debemos parecernos, procederemos al asesinato de los excedentes infantiles en las calles para lo que ya estamos entrenando a nuestros policías, asesorados por mandos de Colombia y Brasil.

En relación a la salud vamos a transformar nuestro ineficaz sistema suprimiendo hospitales y laboratorios y estableciendo, en su lugar, modernos consultorios de curanderos especializados.

En los centros médicos que se mantengan se impondrá el cobro compulsivo, como previa garantía al internamiento del paciente, incluidas las urgencias. Quienes no estén en condiciones de afrontar los pagos serán reenviados democráticamente a la democrática calle.

En los centros de maternidad, como ocurre en otras democracias vecinas, cada cama será ocupada por dos y tres parturientas para que puedan compartir tan hermosa experiencia, ayudarse en el conteo de las dilataciones y pujar juntas.

La injusta distribución de vástagos será sustituida por la permuta de bebés y los secuestros de recién nacidos.

En materia de orden público, Cuba va a transformarse en una democracia semejante a las que nos rodean. A pesar de la ferrea represión que ejercemos en esta isla, todavía no hemos podido protagonizar, en casi 50 años de revolución, una sola matanza popular que nos distinga.

Todavía, y lo digo con pesar, no hemos podido emular matanzas como la de Tathelolco, en México, donde el ejército de ese país masacró a un millar de estudiantes, o la de Chiapas, más recientemente, donde fueron asesinados decenas de indígenas.

Todavía no hemos podido llevar a efecto matanzas como las protagonizadas por policías brasileños en la favela carioca de Vigario Geral donde esterminaron a 21 pobladores en 1993 y a 400 garimpeiros en la selva amazónica en 1987.

Ni siquiera hemos podido desarrollar una discreta matanza de estudiantes como la que ejecutaran soldados estadounidenses en el Canal de Panamá reprimiendo los insensatos reclamos de soberanía para la zona, apenas un ensayo del eficaz bombardeo sobre el barrio Los Chorritos en el que murieron 3 mil panameños cuando, años más tarde, invadieron ese país.

Todavía no hemos podido reeditar un «Cerro Maravillas puertorriqueño, o poner en funcionamiento campos de concentración como el que tienen los estadounidenses en Guantánamo.

Apesadumbrado declaro que todavía estamos muy lejos de alcanzar la eficacia interrogatoria de los estadounidenses como ponen de manifiesto en Iraq, ni hemos aprendido a disparar contra periodistas con la precisión y alcance de los marines en Iraq.

Todavía, y lo digo con hondo pesar, no hemos podido protaginizar matanzas populares como las de Abril del 84 en República Dominicana o los varios «caracazos» y «bogotazos».

Así que, para corregir este histórico retraso y siempre pensando en democratizar nuestra sociedad, vamos a proceder de inmediato a asesinar, como en Guatemala, cuatro monjas y un obispo cada cierto tiempo. Vamos a asesinar en plena eucaristía, emulando los ejemplos salvadoreños, a un cardenal de cuando en vez, y a cinco jesuítas de cuando en vez.

Vamos a asesinar a pérfidos estudiantes y cómplices profesores como en la democracia peruana y a dar muerte a peligrosos comunicadores como nos instruyera la democracia argentina en las personas de Bonino y Cabezas, el mismo gobierno peruano en los Andes de ese país, el estado colombiano a cada rato, o como ocurriera en República Dominicana con Orlando Martínez, Goyito y Narcisazo.

Vamos a volar por los aires a opositores al régimen, como hiciera la democrática policía de Pinochet y la propia CIA nos ilustrara con el asesinato de Letelier a un par de cuadras de la mismísima Casa Blanca.

Vamos a hacer desaparecer no sólo las quejas de los inconformes disidentes sino también los disidentes, considerando las sabias experiencias de las democracias militares de Argentina, Chile y Uruguay.

Vamos a asesinar a algún que otro Colosio opositor, al igual que en México, y a proceder a nutridas matanzas de negros, como en la democracia estadounidense en los años sesenta o, más recientemente, en Los Angeles, luego de los desórdenes ocurridos tras el democrático apaleamiento de un supuesto ciudadano negro.

Y para mejor iniciar estas reformas, vamos a proceder a la voladura de algún que otro avión de pasajeros, tal y como lo hicieran impúnemente en el pasado, demócratas como Posada Carriles y Orlando Bosch.

En materia de deporte vamos a prohibir definitivamente costumbres tan insanas y repugnantes como correr, saltar y otras impudicias semejantes, así como a cerrar estadios y canchas deportivas para inaugurar en su lugar casinos, hipódromos, galleras, canódromos, bancas de apuestas y loterías, caraquitas, rifas diplomáticas, y otras lúdicas recreaciones.

En el campo de la cultura cerraremos todas las escuelas de cine, de teatro, de danza y de otras denigrantes actividades para la condición humana, fomentando en su lugar los combos y estimulando el reguetón y otras delicias musicales contemporáneas que ensalcen virtuosos bailes, tan del agrado de los turistas, como «el perrito», «el pollito», «el pingûino», «el maco‑penpén» y «pónmelo ahí que te lo voy a partir».

También se promoverán espectáculos como los «wte t‑shirt» y toda clase de desnudos y encueramientos, por supuesto, artísticos.

En el área de la vivienda ya se está trabajando en la construcción de modernos condominios al estilo de las democracias próximas y que, en su honor, se llamarán La Ciénaga, El Hoyo de Chulín, Vietnam, Camboya, La Puya, Los Cartones y La Cucaracha, todos dotados de sus correspondientes aguas negras.

En relación al trabajo ya se encuentra en estudio un proyecto de diversificación laboral globalizada para que muy pronto encaremos los retos del nuevo milenio con nuevos oficios y profesiones como: limpiavidrios, buceadores, chiriperos, billeteros, botelleros, vendeperros, quinieleros y otros oficios semejantes.

De igual forma, los anacrónicos monumentos al Ché, Máximo Gómez o Martí, serán sustituidos por monumentales faros en homenaje al pirata Drake y otros héroes continentales.

Todo lo cual dispongo para su conocimiento.