El secretario general de la ONU termina su mandato el 31 de diciembre y lo hace intentando desmarcarse de la estela que ha seguido su singladura desde que fue impuesto por EEUU en contraposición del egipcio Boutros Ghali, quien no pudo optar a la reelección por el veto que le impuso EEUU cuando pretendió reforzar […]
El secretario general de la ONU termina su mandato el 31 de diciembre y lo hace intentando desmarcarse de la estela que ha seguido su singladura desde que fue impuesto por EEUU en contraposición del egipcio Boutros Ghali, quien no pudo optar a la reelección por el veto que le impuso EEUU cuando pretendió reforzar el papel de la ONU al constatar el papel que jugaba el imperio en el organismo multinacional como
superpotencia hegemónica tras la desaparición de la Unión Soviética. Ghali, criticado por la incapacidad de la ONU en frenar el genocidio en Ruanda, por ejemplo, puso en marcha un plan de reforma del organismo multinacional que disminuía el poder de EEUU, y eso no le fue perdonado nunca. Además, como participante en el proceso de paz entre Egipto e Israel, quiso favorecer una situación similar en la región pero EEUU, envalentonado tras la primera guerra contra Iraq en 1991, lo evitó. Ghali contaba con una mayoría de apoyos a la reeleción, con Francia a la cabeza, pero EEUU, con Bill Clinton en la presidencia, se opuso con vehemencia y logró que se eligiese a un candidato africano alternativo: Kofi Annan. Era el año 1996.
Si bien en su primera etapa Annan procuró dar un nuevo dinamismo a la figura del secretario general y dio un impulso crucial a la creación de la Corte Penal Internacional, pronto su credibilidad decayó, especialmente por el papel de la ONU en Iraq. Las críticas de EEUU hacia lo que consideraba una actitud «condescendiente» con el régimen de Saddam Hussein y el hecho de que, en 1999, los datos que obraban en poder de los inspectores de la ONU que investigaban las armas iraquíes terminasen en manos de EEUU y luego fuesen utilizados para ataques contra Iraq, terminaron con su autonomía. EEUU dejaba bien claro quién manda ahí y Annan asumió un nuevo papel, pese a que -como un buen vasallo- se le haya otorgado un premio Nobel como consolación por tanta aquiescencia con el imperio. La guerra contra Iraq y la ocupación subsiguiente del país en 2003 fueron el triste colofón a esta trayectoria.
Pero Kofi Annan se va ahora y parece que no quiere pasar a la historia como el secretario general más sumiso a los intereses imperialistas en toda la historia de la organización multinacional. En poco tiempo hay dos hechos que merece la pena reseñar: su llamamiento, en la cumbre del Movimiento de Países No Alineados que se celebra en La Habana, a una reforma del Consejo de Seguridad de la ONU «por el bien del mundo y de la propia organización» puesto que «la percepción de que el poder está en manos de unos pocos entraña el riesgo de que se vean socavadas la autoridad y legitimidad de Naciones Unidas, e incluso, como afirmarían algunos, su neutralidad e independencia» (1) y el informe sobre la aplicación de la Resolución 1701 del Consejo de Seguridad que puso fin a las hostilidades entre Israel y Hizbulá (2). O su próximo retiro le ha hecho reflexionar sobre cómo va a pasar a la historia o muy mal ha tenido que ver las cosas en su reciente viaje por los diferentes países de Oriente Medio para dar
este giro a su política.
Así pues, la guerra de Israel contra Líbano le va a servir como excusa para limpiar un poco su maltrecha imagen. El informe que acaba de hacer público sobre la aplicación de la Resolución 1701 del Consejo de Seguridad recoge una suave crítica a Israel y viene a dar la razón, también con suavidad, a Hizbulá cuando esta organización político-militar reclama la soberanía libanesa de las granjas de Shebaa, la liberación de los presos libaneses en cárceles israelíes y la entrega de los mapas para identificar el territorio minado por Israel. Suavidad, pero un cierto despegue de la actitud que ha venido manteniendo hasta ahora con un tono marcadamente pro-israelí.
La R1701 daba a Israel algo que no había logrado en el campo de batalla -el desarme de Hizbulá y el incremento de fuerzas de la ONU en la frontera tanto con Líbano como con Siria-, aunque establecía algunos otros parámetros (los presos libaneses en cárceles israelíes, el territorio ocupado de las granjas de Shebaa y los campos minados dejados por Israel durante los 18 años de ocupación del sur de Líbano) que tendrían que solucionarse para alcanzar una paz duradera entre los dos países y, por extensión, en todo Oriente Medio al recordar que aún están incumplidas las Resoluciones 242 (aprobada en 1967) y la 338 (de 1973) del Consejo de Seguridad (3).
Suave crítica a Israel
Annan tenía el plazo de un mes para realizar una evaluación más amplia de la situación política, además de una actualización de todas las medidas adoptadas para aplicar la Resolución 1701 según lo establecido en los párrafos 8, 9 y 10 de la misma.
En este informe intenta un equilibrio, mostrar una cierta ecuanimidad entre «las dos partes» aunque tiene que agradar al gran patrón para evitar una licencia deshonrosa de la secretaría general y, así, avala la violación de la R1701 realizada por Israel al mantener el bloqueo naval y aéreo puesto que se justifica por el hecho de que no se había alcanzado un número suficiente de tropas de la Fuerza de Paz de Naciones Unidas para Líbano (FPNUL), tal y como había exigido Israel (punto 10). El secretario general de la ONU no ve en este punto una violación de la R1701 y, por el contrario, dice que «las partes han respetado en gran medida la cesación de las hostilidades» aunque tiene que reconocer que la FPNUL «ha observado numerosos incidentes y violaciones menores» especialmente de las tropas de ocupación israelíes en lo referente a fortificación de posiciones y «diarias incursiones áreas» sobre el espacio libanés. El secretario general de la ONU no ofrece cifras de estas violaciones, lo que sí hace el portavoz de la FPNUL, Alexander Ivanko, al afirmar que son 35 las violaciones del espacio aéreo libanés por los israelíes desde la aprobación de la R1701.
Para que los israelíes no aparezcan como los malos y los únicos violadores de la R1701, Annan menciona, por la parte libanesa, que «los pastores han reanudado su práctica de cruzar la Línea Azul en la vecindad de las granjas de Shebaa» -tal vez las ovejas estén cargadas de armas o explosivos- y que Hizbulá habría realizado «algunas presuntas tentativas de recuperar equipo de sus posiciones anteriores y transportarlo hacia el norte» (punto 12). Mientras que las violaciones israelíes son incuestionables las de Hizbulá son «presuntas», sin constatar, pero ahí queda el equilibrio. Así, sólo se menciona como «violación grave» la incursión en la zona de la Bekaa de un comando de las fuerzas israelíes el 19 de agosto en un intento, fracasado, de secuestro de un alto dirigente de Hizbulá.
Como la realidad es muy tozuda, Annan ha tenido que reconocer que «el desarme de Hizbulá y otras milicias debe tener lugar mediante un proceso político que conduzca al restablecimiento pleno de la autoridad del Gobierno del Líbano de manera que no haya más armas ni autoridad que las suyas», aunque luego añade que «el diálogo nacional no ha logrado hasta la fecha llegar a un consenso sobre un proceso político y un calendario para el desarme completo de Hizbulá en el sentido de la integración de sus elementos armados en las Fuerzas Armadas del Líbano» (punto 26), y critica que «aún no se haya materializado el acuerdo logrado en el diálogo nacional [libanés] sobre las milicias palestinas fuera de los campos de refugiados» (punto 27).
Y es a partir de aquí donde realiza una suave crítica a Israel reseñando que el Centro de las Naciones Unidas para la Coordinación de Actividades Relativas a las Minas ha afirmado que «aproximadamente el 90% de las bombas de racimo se lanzó [por Israel, aunque no menciona a este país en este punto] desde el momento de la aprobación de la R1701, el 11 de agosto, hasta la cesación efectiva de las hostilidades, el 14 de agosto» (punto 38) y pasa a reconocer que la situación en el sur de Líbano es catastrófica por este hecho. El punto 39 es bastante esclarecedor al respecto: «Si bien las FDI [Fuerzas de Defensa de Israel] han suministrado algunos mapas a la FPNUL en relación con los bombardeos con bombas en racimo, esos mapas no son suficientemente precisos para ser de utilidad para los operadores sobre el terreno. Espero que Israel proporcione más información detallada a la FPNUL sobre la ubicación exacta, la cantidad y el tipo de las municiones en racimo utilizadas en el conflicto. Además de las municiones en racimo, la zona meridional y algunas zonas del norte y el este del Líbano están sembradas de bombas, cohetes, morteros y otros artefactos explosivos sin detonar. (…) La contaminación supone una grave amenaza para el despliegue de las Fuerzas Armadas Libanesas y de la FPNUL reforzada, cuya misión es prestarles asistencia. Se han encontrado artefactos explosivos sin detonar dentro de las bases de la FPNUL, a lo largo de las rutas de patrullaje y en los lugares propuestos para la ampliación del despliegue. Desde el punto de vista humanitario, los efectos que han causado esos restos explosivos de guerra en los civiles han sido de un mínimo de 14 muertos y 57 heridos. Esos muertos y heridos eran en su gran mayoría varones jóvenes y niños. Además de una amenaza para las vidas humanas, los artefactos explosivos sin detonar suponen un obstáculo para el regreso de las familias desplazadas, el acceso a la vivienda y las actividades agrícolas que afecta a la subsistencia de la población del sur del Líbano».
La Shebaa y los presos como puntos centrales
Tal y como ha venido reiterando desde siempre Hizbulá, el territorio ocupado de las granjas de Shebaa y los presos libaneses en cárceles israelíes se convierten en los ejes centrales del informe, junto con el despliegue de las fuerzas de la FPNUL.
Annan considera «importante destacar» que «se sigue planteando la cuestión de la zona de las granjas de Shebaa para justificar la existencia y las actividades de Hizbulá» -aunque dice que eso está en contradicción con las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, según las cuales ese territorio es sirio y no libanés, aunque estos dos países dicen que pertenece a Líbano- (punto 44) y, por lo tanto, «toma nota» de la vía alternativa sugerida por el gobierno libanés en su plan de siete puntos que establecía un compromiso del Consejo de Seguridad para situar la zona de las granjas de Shebaa y las colinas de Kafr Shuba bajo la jurisdicción de las Naciones Unidas hasta que se estableciera claramente el trazado de la frontera y la soberanía del Líbano sobre ese territorio. Ahora bien, no menciona que ese territorio está ocupado por Israel y se limita a decir que una vez Siria y Líbano delimiten sus fronteras se podrían dar pasos para tomar en cuenta esa petición. Mientras tanto, dice «estar estudiando con detenimiento las complicadas consecuencias cartográficas, jurídicas y políticas de esa posibilidad y volveré a dirigirme al Consejo en su debido momento» (punto 46).
Las interpretaciones sobre las granjas de la Shebaa son varias, como el propio Annan reconoce, pero pese a lo que diga la ONU no están incluidas en la Resolución 425 del Consejo de Seguridad con respecto a la retirada israelí del sur de Líbano tras la invasión de 1978, sino por la Resolución 242 con respecto a los territorios ocupados por Israel en 1967 puesto que la Shebaa es la parte libanesa de los Altos del Golán sirios. Que se incluya en una u otra resolución es muy relevante puesto que ya no sería un conflicto entre Siria y Líbano, sino entre Israel y Líbano. Y la retirada israelí de esta zona supondría un precedente significativo para la devolución de los Altos del Golán a Siria y de Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este a los palestinos.
La «importancia fundamental» de los presos y soldados capturados es reconocida por Annan (punto 48), que vuelve a señalar el plan de siete puntos presentado por el gobierno libanés durante la guerra, hay que recordar que acordado con Hizbulá, -liberar a los prisioneros y detenidos libaneses e israelíes por conducto del Comité Internacional de la Cruz Roja- y anuncia que ha nombrado «un facilitador» encargado expresamente de esta cuestión, aunque no da más detalles «dado el carácter de esa tarea» (punto 51). La cuestión es más compleja puesto que Israel no sabe aún dónde están cinco de sus soldados, presumiblemente muertos y cuyos cadáveres estarían en manos de Hizbulá y serían también intercambiados.
El informe termina con una observación de Perogrullo: «es preciso abordar las causas subyacentes del conflicto en la región para impedir un resurgimiento de la violencia y un nuevo derramamiento de sangre. Tampoco puede dejar de prestarse atención a otras crisis, especialmente en el territorio palestino ocupado, dada la interrelación entre todas ellas. Mientras que la comunidad internacional no insista en una paz justa, duradera y general en el Oriente Medio, cualquiera de esos conflictos puede explotar y afectar a toda la región» (punto 60).
Maniobras de EEUU e Israel en la ONU
EEUU e Israel sufrieron un importante revés estratégico en Líbano gracias a la resistencia, arrojo y capacidad militar de Hizbulá. También sus aliados árabes, que se han visto obligados a desempolvar un viejo plan de paz del año 2002 (4) que será presentado oficialmente a la Asamblea General de la ONU el próximo día 21 de septiembre con la intención de que, tras su aprobación por ella, pase al Consejo de Seguridad.
Los movimientos diplomáticos estos últimos días son frenéticos puesto que para todos ellos la cuestión es vital dado que lo que emerge de la guerra de Líbano es un panorama caracterizado por la debilidad de tres líderes aliados de EEUU: Olmert en Israel, Abbas en Palestina y Siniora en Líbano. Ninguno de ellos está seguro, de ahí los intentos de los aliados estadounidenses de apuntalarles antes de que todo el edificio se venga abajo. Annan, en su viaje a la zona, se prestó gráficamente a reforzarles reuniéndose con ellos y no con otros. Por ejemplo, en Palestina se reunió con el presidente Abbas pero no con el primer ministro Haniye, mientras que en Líbano hizo justamente lo contrario al entrevistarse con primer ministro Siniora y no con el presidente Lahoud. Y ni en Palestina ni en Líbano se reunió con los familiares de los presos y sí con los de los israelíes capturados.
Pero entre el viaje de Annan a la zona y la publicación del informe hay un hecho que se mantiene inalterable: la popularidad de Hizbulá entre el pueblo árabe, especialmente el libanés. La última encuesta publicada (5) establece que el dirigente de Hizbulá Hassan Nasrala (79%), el presidente del parlamento libanés -aliado de Hizbulá- Nabih Berri (71%), y el líder de las Fuerzas Patrióticas Michel Aoun (58%) -cristiano maronita, también aliado de Hizbulá- son los más valorados por los libaneses en detrimento de los prooccidentales Siniora (57’3 %), Saad Hariri (56%) y el druso Walid Jumblat (43%), cuya actitud durante la guerra no es bien valorada.
De ahí la importancia de su informe y las últimas afirmaciones en la cumbre de los No Alineados. Kofi Annan sabe que los EEUU e Israel están presionando a los integrantes del famoso «cuarteto» (Unión Europea, EEUU, Rusia y ONU), y en especial a sus aliados árabes Egipto y Jordania, para que el desempolvado plan de paz de 2002 no pase al Consejo de Seguridad en la fórmula de resolución y se quede simplemente en una declaración presidencial. Es decir, que no tendría valor ejecutivo alguno puesto que esas declaraciones no son de obligado cumplimiento y tienen sólo un valor simbólico y moral (6).
El secretario general de la ONU no quiere que esto sea así para que pueda pasar a la historia como una persona ecuánime y que sentó las bases para un acuerdo definitivo de paz en Oriente Medio. La semana del 18 al 24 nosotros, y él, saldremos de dudas.
—————————–
(1) Europa Press, 15 de septiembre de 2006.
(2) Informe del Secretario General sobre la aplicación de la resolución 1701 (2006) del Consejo de Seguridad. S/2006/730, 12 de septiembre de 2006.
(3) Alberto Cruz, «La resolución de la ONU sobre Líbano, última oportunidad para los regímenes árabes prooccidentales» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=36102
(4) Alberto Cruz, «El grito de la calle árabe: «sin justicia no hay paz» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=36850
(5) The Daily Star, 7 de septiembre de 2006.
(6) The Jerusalem Post, 14 de septiembre de 2006.