El pueblo británico no quiere más intervenciones legalmente cuestionables y militarmente temerarias de su gobierno. Estos son tiempos serios. Después de los ataques con misiles sobre Siria, ahora es el momento de un poderoso impulso en favor de la paz. La frívola aceptación de Boris Johnson del domingo de que ahora el conflicto seguirá su […]
El pueblo británico no quiere más intervenciones legalmente cuestionables y militarmente temerarias de su gobierno.
Estos son tiempos serios. Después de los ataques con misiles sobre Siria, ahora es el momento de un poderoso impulso en favor de la paz. La frívola aceptación de Boris Johnson del domingo de que ahora el conflicto seguirá su curso normal y las negociaciones de paz serían un «extra» es una inadmisible abdicación de responsabilidad y moralidad.
Este devastador conflicto ha costado ya más de 500.000 vidas, ha forzado a 5 millones de refugiados a huir de Siria, y ha desplazado a 6 millones de sirios dentro de su propio país. Nosotros debemos poner las negociaciones para un acuerdo político en el centro del escenario y que no se deslice hacia un nuevo ciclo de acción y reacción militar.
La prolongada intervención militar exterior en Siria – desde la financiación y el suministro de armas hasta los bombardeos y los soldados en terreno enemigo – no ha ayudado en lo más mínimo. Siria ha llegado a ser el teatro para la acción militar de poderes regionales e internacionales – los Estados Unidos, Gran Bretaña, Rusia, Francia, Turquía, Irán, Arabia Saudí, Israel, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos entre ellos.
El ataque del sábado en el mismo lugar vinculado a la capacidad de armas químicas de Siria fue tan equivocado como mal interpretado. O fue puramente simbólico – una demolición de lo que parecen ser edificios vacíos, lo que ya se demostró enteramente ineficaz como freno – o fue el precursor de una acción militar más amplia. Esto aumentaría el riesgo de una escalada insensata de la guerra y el número de muertos, y el peligro de una confrontación directa entre los EEUU y Rusia. Ninguna de estas posibilidades implica el fin de la guerra y el sufrimiento, o alguna idea de salvar vidas. La intensificación de la acción militar simplemente conducirá a más muertes y a más refugiados.
No es cuestión de hacer la vista gorda sobre el uso de armas químicas. Su utilización constituye un crimen y los responsables deben rendir cuentas. Se suponía que el gobierno de Assad había abandonado sus existencias de municiones químicas (aunque no el cloro) por el acuerdo de 2013, respaldado por la ONU, y cientos de toneladas fueron destruidas bajo la supervisión de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas, Rusia y los Estados Unidos.
Al contrario de lo que se ha afirmado, el acuerdo del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas fue corroborado entonces, y, de nuevo, en 2015 y 2016 por un régimen de inspecciones de las armas químicas por parte de la ONU. Esto puede y debe ser restablecido, como ambas partes están ahora proponiendo en el Consejo de Seguridad.
Los inspectores deben tener acceso completo para recopilar pruebas, además de poder adicionales. Rusia tiene que hacerse responsable de sus compromisos de 2013, y ejercer presión sobre el gobierno de Assad para cooperar con las investigaciones en la atrocidad en Duma.
Es esencial insistir en la legalidad y en la sanción de las Naciones Unidas para cualquier acción militar.
Lo mismo se aplica a los grupos de la oposición armados, algunos apoyados por los saudíes y otros por Occidente, quienes han estado igualmente implicados en el uso de armas químicas. Se puede también aplicar presión a estos para encontrar responsables a través de sanciones, embargos y, si es necesario, a través de la Corte Penal Internacional
Una rendición de cuentas plena dependerá de un final del conflicto. Pero hay mucho que puede hacerse ya, sin añadir más gasolina al fuego sirio. Hay quienes son escépticos con la diplomacia multilateral. Pero es esencial insistir en la legalidad y en las sanciones de Naciones Unidas más allá de cualquier acción militar. Nosotros no podemos aceptar que una nueva Guerra Fría es inevitable como ha advertido el Secretario General de Naciones Unidas, António Gutierres. Un desplazamiento de la retórica de una confrontación sin fin con Rusia podría incluso ayudar a rebajar la temperatura y fomentar un consenso de las Naciones Unidas para una acción multilateral que pusiese fin de forma creíble a la agonía Siria.
La acción militar del fin de semana fue legalmente cuestionable. La propia justificación del gobierno, la cual depende fuertemente de la disputada doctrina de la intervención humanitaria, no superaba sus propios estándares. Sin contar con la autoridad de Naciones Unidas esto fue una vez más un asunto de los gobiernos de Estados Unidos y Reino Unido, arrogándose para sí una autoridad que no poseen para actuar unilateralmente.
El hecho de que el Primer Ministro ordenase los ataques sin solicitar la autorización del Parlamento solo subraya la debilidad de un gobierno que estaba en realidad simplemente esperando la autorización de un belicoso e inestable Presidente de los Estados Unidos. Esta es la razón por la que nosotros estamos presionando para que el Parlamento tenga en el futuro la palabra final sobre acciones militares planeadas en una nueva ley de poderes de guerra.
Más acciones militares serían una insensatez. Incluso más de lo que lo fueron en las desastrosas intervenciones en Irak, Libia y Afganistán, la guerra continua en Siria entraña grandes riesgos de un conflicto más amplio, comenzando con Rusia y arrastrando a Turquía, Irán, Israel y otros.
Tampoco hay ningún plan político que ofrecer. Libia ofrece el más reciente y calamitoso ejemplo de una operación militar lanzada sin una idea de la situación política posterior. Mientras tanto, la campaña de bombardeos saudí apoyada por el Reino Unido en Yemen es un desastre humanitario
El gobierno británico necesita actuar como una influencia condicionante en esta crisis, no como un fanático. Es una buena noticia que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas vaya a discutir sobre un nuevo régimen de inspección de armas y la recuperación de las conversaciones de paz paralizadas. Tales discusiones necesitan ser guiadas con el objetivo del acuerdo, no como una oportunidad de apuntarse tantos.
Nosotros debemos eliminar el azote de las armas químicas, pero también usar nuestra influencia para terminar con el azote todavía mayor de la guerra siria. Una solución diplomática, que permitiera la reconstrucción del país, la vuelta de los refugiados a su hogar y favoreciera un acuerdo político inclusivo para que el pueblo sirio decidiese sobre su propio futuro, no podría ser más urgente.Todo esto y no una nueva campaña de bombardeos, es lo que el pueblo británico quiere de su gobierno. Ahora es el momento para el liderazgo político y moral, no para respuestas militares viscerales.
Traducción para Sin Permiso: Rodrigo Amírola.
Fuente original: https://www.theguardian.com/profile/jeremy-corbyn