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Elefantes blancos

Fuentes: Traducido por Carlos Sanchis y revisado por Caty R.

El rey de Siam sabía como tratar a sus oponentes internos: los obsequiaría con un elefante blanco. Los elefantes blancos son raros en la naturaleza y, por consiguiente, sagrados. Al ser sagrados no pueden ponerse a trabajar. Pero incluso un elefante sagrado come, y come mucho. Lo suficiente para convertir a un hombre rico en […]

El rey de Siam sabía como tratar a sus oponentes internos: los obsequiaría con un elefante blanco.

Los elefantes blancos son raros en la naturaleza y, por consiguiente, sagrados. Al ser sagrados no pueden ponerse a trabajar. Pero incluso un elefante sagrado come, y come mucho. Lo suficiente para convertir a un hombre rico en pobre.

Mi difunto amigo el general Matti Peled, que fue intendente general del ejército, señaló la similitud entre este elefante y muchos de nuestros regalos del presidente de Estados Unidos.

Según las estipulaciones de la donación, la mayor parte de ella debe gastarse en Estados Unidos. Asumamos que Israel necesita tanques Merkava, fabricados en Israel. O sistemas antimisiles, también hechos en Israel. En lugar de adquirir éstos en Israel el ejército israelí compra aviones estadounidenses que no necesita.

Un avión militar innovador es un objeto inmensamente caro. Ciertamente, nosotros lo conseguimos por nada. Pero, como el elefante blanco, el avión es muy caro de mantener. Necesita pilotos cuyo entrenamiento cuesta una fortuna. Necesita campos de aviación. Todos estos gastos suman mucho más que el precio del propio avión.

Pero, ¿qué ejército puede rechazar semejante regalo maravilloso?

Oriente Próximo actualmente está siendo invadido por una manada de elefantes blancos.

Esta semana se supo que el presidente Bush está a punto de proporcionar a Arabia Saudí grandes cantidades de las armas más avanzadas. La etiqueta del precio es de veinte mil millones (20.000.000.000) de dólares.

Aparentemente, las armas hacen falta para proteger a Arabia Saudí del Gran Satanás: Irán. A los ojos saudíes ese es ahora el gran peligro.

¿Cómo pasó esto? Durante siglos Iraq sirvió como un muro entre el Irán persa chií y el Oriente Próximo suní árabe. Cuando el presidente Bush derribó el régimen suní en Iraq toda la región se abrió al poder chií. En el propio Iraq se instaló un gobierno chií y sus milicias vagan a voluntad. El Hezbolá chií está aumentando su poder en Líbano e Irán, está extendiendo su largo brazo a todos los chiíes de la región.

Alá, en su sabiduría infinita, ha visto que casi todas las grandes reservas de petróleo de Oriente Próximo se localizan en áreas chiíes: en Irán, en el sur de Iraq y en las áreas chiíes de Arabia Saudí y los principados del Golfo Pérsico. Si estas reservas salen del control de EEUU, originarán un cambio drástico en el equilibrio de poder, no sólo en la región sino en el mundo entero.

Por consiguiente el fortalecimiento de Arabia Saudí -gobernada por suníes conservadores- tiene mucho sentido desde el punto de vista estadounidense. Sin embargo el negocio de las armas es completamente irrelevante para esto.

Los saudíes no necesitan armas. Tienen un instrumento que es mucho más eficaz que cualquier cantidad de aviones y tanques: un suministro inagotable de dólares. Ellos acostumbran a financiar a los amigos, comprar influencias y sobornar líderes.

Por otra parte Arabia Saudí es incapaz de mantener las armas que le están llegando. No tiene bastantes pilotos para los aviones que está comprando ni tripulaciones para los tanques. El nuevo armamento recogerá la arena del desierto, como todas las armas caras que ha comprado en el pasado.

Así pues, ¿cuál es el sentido de comprar más armas al son de los 20.000 millones?

Bien, los saudíes están vendiendo petróleo a los estadounidenses por dólares. Mucho petróleo, muchos dólares. Estados Unidos, con una gran brecha en su balanza comercial, no puede permitirse el lujo de perder estos miles de millones. Así que para hacer posible que EEUU pueda sobrellevar esta carga, los saudíes deben devolver al menos una parte del dinero. ¿Cómo? Bastante simple: compran armas estadounidenses que no necesitan.

Este es un tiovivo que beneficia a todos. Sobre todo a los príncipes saudíes. Arabia Saudí está bendecida con una gran abundancia de ellos, unos 9.000 (nueve mil) príncipes, todos pertenecientes a la a la Casa de Saud. Un príncipe tiene muchas esposas, una esposa tiene mucha descendencia. Algunos de ellos son tratantes de armas que automáticamente reciben gruesas comisiones de los miles de millones de las armas. (Es fácil de calcular: un mero uno por ciento de 20.000 millones son 200 millones. Y ellos se reirían de una comisión de un uno por ciento.)

Por consiguiente, los príncipes tienen un interés personal en este conveniente acuerdo.

Aquí es cuando Israel entra en escena.

Cada negocio de armas efectuado por la Casa Blanca necesita la aprobación del Congreso. En el Congreso «los amigos de Israel», los lobbies judíos y evangelistas tienen la autoridad suprema. Cualquier senador o diputado puede olvidarse de ser reelegido si ofende a uno de estos grupos.

Cuando Israel levanta su voz contra un tratado de armas con Arabia Saudí, la Casa Blanca tiene un problema. Sin duda, puesto que hay una cierta lógica en la objeción israelí: la base aérea saudí de Tabuk está a pocos minutos de vuelo del puerto israelí de Eilat.

¿Qué hacer? Fácil: nos entregan un regalo en armas para mantener «el equilibrio de poder» y nuestra «superioridad cualitativa sobre todos los ejércitos árabes combinados» por lo que, junto a los 20.000 millones del trato con los saudíes, el presidente Bush decretó que la concesión anual de la ayuda militar estadounidense a Israel debe incrementarse de 2.400 millones a 3.000 millones. Esto significa que en los próximos diez años Israel recibirá armas por valor de 30.000 millones de dólares.

Quitando la pequeña parte de la concesión que a Israel se le permite gastar en otro lado, esta gran suma debe gastarse en Estados Unidos. Desde el punto de vista económico el regalo a Israel es realmente un inmenso empujón a la industria armamentista de Estados Unidos. Enriquecerá a los fabricantes de armas que son tan estimados en el corazón de Bush. También mostrará a los ciudadanos estadounidenses cómo su sabio presidente crea muchos nuevos trabajos buenos para ellos.

Por supuesto este no es el final de la historia.

Sería inaceptable «fortalecer» a los gobernantes de Arabia Saudí de una manera tan impresionante sin darles algo a los otros reyes, presidentes y emires que cooperan con los estadounidenses. Egipto, Jordania y los emires del Golfo también esperan su parte.

Los nuevos tratados de armas, por consiguiente, sumaran 40, 50 y Dios sabe cuántos más miles de millones de dólares.

Eso no es malo para los fabricantes de armas que ayudaron a que Bush fuera elegido y que continúan apoyándole. Ni es malo para los comerciantes de armas, los príncipes y todos los demás que se benefician, los regímenes corruptos que gobiernan Oriente Próximo (y, por lo menos en este aspecto, Israel ha tenido éxito en convertirse en parte integrante de la región).

Todo esto podría ser divertido si no fuera por el lado oscuro de estos tratados circulares.

Cuando yo era un niño me enseñaron que uno de los tipos humanos más despreciables es el comerciante de armas. Es bastante diferente de todos los otros tipos de comerciantes porque su mercancía es la muerte. Sus riquezas están empapadas de sangre. El título de «comerciante de armas» en aquella época era un insulto terrible, uno de los peores. Una persona no se presentaría como tal a no ser que admitiera ser un asesino a sueldo.

Los tiempos han cambiado. El tratante de armas es ahora una persona respetable. Puede ser una celebridad, objeto de adulación para la prensa sensacionalista, amigo de políticos, un generoso anfitrión de los miembros del gobierno.

Las armas tienen su propia vida. Se esfuerzan por comprender su potencial. Su misión es matar. Un general cuyos arsenales están llenos tiende a fantasear sobre «la guerra para este verano» o «la guerra de este invierno».

El potencial mortífero de las armas está «mejorando» todo el tiempo y sus fabricantes necesitan campos de pruebas. Hace algunos días uno de nuestros generales reveló en la televisión que bajo un acuerdo estadounidense-israelí, el ejército israelí está obligado a informar a la clase dirigente militar de Estados Unidos sobre la efectividad de todo tipo de armas. Por ejemplo la precisión de las bombas «inteligentes» y la actuación de aviones, misiles, aeroplanos no tripulados, tanques y todos los demás instrumentos de destrucción que utilizamos en nuestras guerras.

Cada «asesinato selectivo» en Gaza o el uso de bombas de fragmentación en Líbano sirven también como una prueba. La destrucción de un barrio en Beirut, la muerte de mujeres y niños como «daños colaterales», la continua amputación de miembros por bombas de fragmentación en el Sur de Líbano -todos son datos estadísticos importantes para que los fabricantes de armas estadounidenses sepan cómo mejorar su mercancía-.

Un trato es un trato y el género es el género.

En la misma semana en que se anunció este gran tratado de armas Ehud Olmert habló de un diálogo (ilimitado en el tiempo) sobre los principios (no vinculantes) para un acuerdo del estatuto final. Condoleezza estaba zumbando de nuevo alrededor de las capitales de la región sonriendo y saludando, abrazando y hablando.

Arabia Saudí da indicios de que quizás-quizás pueda estar lista para sentarse con Israel en la mesa de «la reunión de paz» que puede tener lugar en el otoño. También se piensa que esto lo hace más fácil para que el Congreso (que quiere decir: el lobby proisraelí) confirme el tratado de armas.

La gente de Bush ha anunciado por enésima vez que se está abriendo una «ventana de oportunidad». (No una «entrada a la oportunidad», no una «puerta de oportunidad» sino una ventana. Como si las ventanas fueran para pasar por ellas en vez de para mirar a través de ellas).

Toda esta actividad de algún modo me recuerda otra historia sobre el elefante blanco:

A un billonario estadounidense se le había metido en la cabeza adquirir un elefante blanco para impresionar a sus iguales. Pero estaba estrictamente prohibido exportar elefantes blancos desde Tailandia porque son muy escasos.

Un sagaz operario le prometió hacerse con un elefante blanco e incluso le dijo cómo lo haría: pintaría al elefante de gris antes de pasarlo de contrabando.

Y ciertamente, en el momento prometido llegó una caja de madera de la que salió paseando un elefante gris. Cuando se eliminó la pintura gris apareció un elefante blanco. Pero con un poco más de fregado la pintura blanca también desapareció y debajo el elefante era gris.

Original en inglés: http://zope.gush-shalom.org/home/en/channels/avnery/1186268207/

Carlos Sanchis y Caty R. pertenecen a los colectivos de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y la fuente.