Los sirios están solos, así ha sido, así es y así seguirá siendo. Las palabras consagradas a pedir una intervención exterior o a justificarla han caído por su propio peso: el régimen es el único que recibe apoyo exterior, que hace venir a la flota rusa y que saca fuerzas de las armas importadas de […]
Los sirios están solos, así ha sido, así es y así seguirá siendo. Las palabras consagradas a pedir una intervención exterior o a justificarla han caído por su propio peso: el régimen es el único que recibe apoyo exterior, que hace venir a la flota rusa y que saca fuerzas de las armas importadas de Moscú y su aliado iraní. En cambio, los jóvenes sirios, cuya sangre cubre el cielo, están solos. Solos se manifiestan y solos mueren., solos construyen esperanzas y solos caen en la desesperación. Ellos solos, con sus lemas, sus canciones, su resistencia y su heroísmo, están escribiendo la página del mayor amanecer de la historia de su país y de los árabes. Solos, abandonados a su destino, ni EEUU hará nada por ellos ni los árabes de ese país quieren hacerlo ni pueden.
Están solos porque llamaron a la puerta de lo imposible, considerando que el corazón de los árabes debía volver a latir, y se encontraron de bruces con un tremendamente violento aparato militar fascista que se ensañó en matarlos mientras el mundo observaba. Los observadores no han sido más que el resultado de la miseria árabe, que ha convertido al mundo árabe en el campo en el que juegan las potencias regionales y extranjeras. La Liga Árabe dice lo que no hace y cubre los desgarrones de su incapacidad con palabras, sin medios efectivos para ejercer presión y detener la masacre.
En cuanto al mundo occidental, si hemos vivido décadas de complicidad con el dictador, al que intentó reconocer como hijo tras la caída de Ben Alí, un Occidente a quien no le interesaba de la revolución egipcia más que apoyar un golpe militar que garantizara el mantenimiento del tratado de Camp David, y un Occidente cuyos aviones participaron en el derrocamiento de Gaddafi en su aspiración al paraíso del petróleo, ese mismo Occidente se mantiene dubitativo ante la revolución siria, algo de lo que estábamos convencidos desde el principio. Esto se debe a que EEUU no quiere más que garantizar los intereses de Israel, unos intereses que residen en la debilidad de Siria como nación hasta dejarla exhausta, de forma que su dictador sea una mera marioneta sin poder alguno de decisión.
Las discusiones en las que se han enfrascado los intelectuales sirios fueron ilusiones. Cada palabra sobre la intervención extranjera ha sido en vano. La diferencia no está entre quien quiere una intervención que no sucederá y quien no la quiere, esas son disputas imaginarias: la pregunta es cómo puede salir victoriosa la revolución siria.
Diez meses después de su estallido, la revolución siria se encuentra amenazada. Se han perdido mucho tiempo y esfuerzos en pos de alianzas árabes y extranjeras, y lo óptimo habría sido invertir dichos esfuerzos en construir instituciones revolucionarias, para que el pueblo logre su objetivo de derrocar al régimen. Esa y solo esa es la pregunta: cómo puede resultar victoriosa la revolución.
La pregunta parte de una realidad que ya es hora de que todo el mundo comprenda: el pueblo sirio está solo en su enfrentamiento con el aparato de represión. Es de esta realidad de la que hay que partir. De hecho, se trata de algo que la realidad misma puso de manifiesto desde los primeros días de la más grande revolución de la historia contemporánea de los árabes: el enfrentamiento entre un pueblo desarmado y un régimen fascista, que ha erigido un aparato militar aterrador que se mantiene a la espera de la derrota final el pueblo.
El presidente sirio fue claro en sus últimos dos discursos, donde anunció con toda claridad, sin ambigüedades, que había decidió vencer sobre el pueblo. Se agrupó a la gente al estilo baasista para que el presidente apareciera entre ellos y lanzara un discurso en el que dijo que les vencería y que nadie le importaba. Dijo al mundo entero que vencería a su pueblo, valiéndose de palabras ambiguas en lo que a las reformas se refería, amenazando con todo, pero no cediendo en nada, y manteniéndose bien sujeto al fusil para dejar claro que no daría marcha atrás en su decisión de zanjar el asunto.
El juego del régimen ha quedado claro, se trata de empujar a la revolución hacia una solución militar, escenario en el que el hijo podrá recuperar las «glorias» del padre, convirtiendo toda Siria en una nueva Hama. Este es el peligro del que todos han de ser conscientes. El régimen puede refugiarse en la solución militar ocupando ciudades y pueblos.
Pero el juego de la solución militar, a pesar de lo evidente y claro del peligro que conlleva, ya no asusta a los sirios porque tienen un ejército paralelo que puede resistir ante el ejército del régimen. Más aún, no temen porque poseen algo ante lo que ningún ejército puede vencer: la voluntad y la unidad.
La coordinación entre el Ejército Sirio Libre y el consejo Nacional no será el factor que incline la balanza (a favor del pueblo), a pesar de lo necesario de tal coordinación, tampoco la hasta ahora infructífera búsqueda de denominadores comunes entre las filas de la oposición será la solución, aunque estos esfuerzos han de continuar. La respuesta está en los logros populares en Homs, Idleb, Deir Ezzor, los alrededores de damasco, Hama, el barrio del Midan o los estudiantes de Alepo. La respuesta está la decisión de que no hay vuelta atrás y de que ninguna fuerza militar en el mundo, por potente que sea, puede reprimir la voluntad de un pueblo que ha decidido luchar hasta el final. La respuesta está en los comités locales de la revolución, que se levantan tras cada campaña de detenciones y asesinatos, y en la valentía de la gente mientras miran por encima del hombro a la humillación sin miedo. La solución está en las manos levantadas, los pies que pisan con fuerza la tierra y las lágrimas que se han teñido de sangre.
La respuesta era, es y seguirá siendo siria, La lucha es larga, la revolución siria es la más difícil, más radical y más costosa. No veremos aquí un ejército que se mantendrá neutral como en Túnez, tampoco veremos un ejército que se capturará la revolución en una especie de golpe como en Egipto, ni aviones de la OTAN, que destruyeron (el país) más que protegieron a los civiles como en Libia. En Siria hay una larga lucha inserta en un contexto complicado y que conlleva un elevado coste y enormes sacrificios. La revolución no puede ser derrotada o retroceder, su única opción es continuar hasta derrocar al régimen. Los sirios están solos y saben que su misión es de máxima importancia, porque el destino de su revolución determinará el futuro de su país y el futuro de los árabes.