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Declaraciones del Dr. Mads Gilbert (presente en Gaza durante la masacre de hace un año) sobre la política sanitaria en los Territorios Ocupados

Emergencia en Gaza

Fuentes: The McGill Daily

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

    Mads Gilbert y Erik Fosse se convirtieron en los ojos del mundo durante la Operación Plomo Fundido desencadenada en Gaza, la invasión israelí de diciembre 2008-enero 2009. Cuando estallaron los ataques, como eran los dos únicos doctores extranjeros en Gaza,, Gilbert y Fosse informaron para la CNN, Al-Jazeera, ABC, BBC y CBS desde el exterior del hospital de Al-Shifa, donde estuvieron trabajando, consiguiendo así que el mundo conociera el conflicto a través de la mirada de las víctimas.

    Gilbert habló hace unos días a los estudiantes en un acto organizado por la junta McGill en Solidaridad por los Derechos Humanos Palestinos. Gilbert describió la naturaleza entretejida entre política y la medicina y su creencia en que la sanidad es la cuestión de política exterior más importante de nuestro tiempo. Las opiniones políticas de Gilbert destacan en una profesión donde la neutralidad es a menudo la norma esperada. Pero, bajo su punto de vista, ser neutral equivale a complicidad, a exponer a mayores peligros a sus pacientes. Ha defendido que el muro de separación entre Gaza e Israel es una línea divisoria entre los que tienen derecho a atención sanitaria y los que no la tienen, y que luchar por poner fin a la violencia y al bloqueo de Gaza es tan sólo «buena medicina preventiva».

¿Puede describir el panorama en el hospital Al-Shifa cuando empezaron a llegar las primeras víctimas tras iniciarse los bombardeos del pasado año?

Llegamos allí la víspera de Año Nuevo, y en aquel momento los bombardeos llevaban ya varios días provocando daños. Supimos que el primer día, el 27 de diciembre, había sido una pesadilla total, con un montón de heridos acudiendo al hospital… El bombardeo de la cercana mezquita de Al-Shifa había hecho saltar todos los cristales del área quirúrgica. Carecían de todo y los pacientes llegaban en oleadas, hasta trescientos, cuatrocientos, quinientos por día.

Fue un trauma inmenso, un drama penosísimo para nosotros. Realmente casi no puedo alcanzar a comprender qué sentimientos traumáticos invadían a nuestros colegas. Era su propio pueblo el que no cesaba de llegar, totalmente devastado, totalmente destrozado. Y entre ellos, sus propios familiares, sus amigos, sus vecinos, sus compañeros de trabajo, el personal paramédico… No creo que muchos hospitales de Occidente -mi hospital- hubieran podido aguantar durante tres semanas un flujo tan enorme de víctimas, y careciendo de todo, de equipamiento, de capacidad.

¿Cómo lograba la gente llegar al hospital? ¿Podían las ambulancias y los vehículos para emergencias moverse libremente?

No, también disparaban contra las ambulancias. No podían moverse con libertad. La gente llegaba con sus niños en los brazos, en coches privados, en cualquier cosa que sirviera de transporte. A menudo no podían llevar a los heridos porque Israel se dedicaba a atacar también las ambulancias. Había un caos total. Afuera, en la puerta del hospital Al-Shifa, todo era tumulto y confusión. Había momentos de calma… pero no sabíamos si acabarían bombardeando o atacando el hospital. Habían bombardeado otros hospitales, como el hospital de Al-Quds.

¿Tuvo que tratar a personas que habían sido víctimas de armas no convencionales? ¿Qué efectos se percibían en los heridos?

Tratamos a gente que pensamos habían sido víctimas de armamento nuevo. La primera vez que utilizaron esas armas fue en el Líbano en 2006, me refiero al uso de explosivos a base de metales densos inertes (DIME, por sus siglas en inglés). Son una nueva generación de bombas dotadas de un potencial altamente explosivo en un radio de acción muy corto. Pero si te coge en ese radio de acción, te hace pedazos. Muchos niños presentaban esas heridas, con los brazos y las piernas totalmente arrancados. Algunos de los adultos pudieron sobrevivir con amputaciones.

Se ha afirmado que Israel utilizó gas de fósforo blanco, que provoca graves quemaduras químicas. ¿Tuvo que tratar a alguna víctima que presentara ese tipo de heridas?

Por mí mismo no vi ninguna, pero sí que hubo víctimas por esa causa. Las granadas de fósforo blanco no son ilegales y el derecho internacional permite su uso como cortinas de humo, pero está prohibido utilizarlas contra objetivos civiles. Creo que no debemos poner todo el acento en las bombas de fósforo, no eran el principal problema.

El arma más importante que Israel está utilizando desde hace tiempo contra los palestinos es el bloqueo de Gaza, que es ilegal y que va contra el derecho internacional y que tiene que levantarse de inmediato. Estamos aquí hablando ahora mientras los israelíes siguen teniendo a Gaza bajo asedio, con un bloqueo inmisericorde. No entra material de construcción, ni alimentos, ni cemento, ni cuadernos, ni lápices, ni el menor aliento que lleve seguridad a la gente.

¿Cuáles son los efectos que sobre la infraestructura sanitaria ha tenido el asedio antes y después de la guerra?

Lo primero de todo, es que ha causado una caída muy grave y preocupante en la situación sanitaria de Gaza, los niños padecen atrofias, desnutrición, anemia y un agotamiento general. La gente está extenuada, la falta de libertad para poder moverse… La situación fundamental de la sanidad ha ido debilitándose con los años de asedio… La atención sanitaria hospitalaria es deficiente porque no le llegan suministros, ni elementos para el mantenimiento, ni piezas de recambio, todo hace tan dificultoso trabajar como doctor o enfermera…

¿Cree que puede separarse la medicina de la política?

Como doctor es mi deber ver el mundo desde el ángulo de mis pacientes e intentar proteger sus necesidades fundamentales en cuanto a la salud… Si no se dan ni las condiciones más básicas, entonces, como médico, tengo que hablar de esas condiciones de vida para que se puedan cambiar. Si, por ejemplo, el agua no es potable en Montreal, el cirujano general tiene que hablar con el gobierno, y eso implica un proceso político.

Todos los pacientes que llegaban al hospital era a causa de los bombardeos israelíes. Ese era el problema principal. No sólo era la falta de materiales, la carencia de doctores. Era una total y continua destrucción de vida humana a manos del ejército y del gobierno israelíes… No se olvide que murieron 13 israelíes frente a 1.400 palestinos. Esto es, 13 por un lado, y 1.400 por el otro, demasiados.

La distribución del poder en la sociedad, la distribución del acceso a la atención sanitaria, a la seguridad humana, todos esos aspectos de la vida son aspectos políticos. Creo que la comunidad médica tiene una responsabilidad y debe tomar parte en las decisiones que afectan a la distribución de poder y a la distribución de la sanidad, a los suministros de todos los productos necesarios para una vida buena y digna.

Por eso pienso que la política y la medicina están interconectadas y que la sanidad es la cuestión de política exterior más importante de nuestro tiempo.

¿Por qué sintió que era importante informar de todo lo que estaba presenciando como profesional de la medicina?

Teníamos que contarle al mundo lo que sucedía para poder pararlo, para poder proteger la seguridad y las condiciones de vida de nuestros pacientes, e hicimos lo que cualquier doctor tiene obligación de hacer: ser portavoz de los que no tienen voz, defender los intereses de nuestros pacientes, esa es una tradición insoslayable. Hicimos cuanto pudimos para informar a los dirigentes del mundo, para que pudieran ver y saber lo que ocurría. Por desgracia, se quedaron cruzados de brazos, no obstante, hasta este mismo día, estamos convencidos de que era nuestro deber y nuestro derecho hablar de todo cuanto ocurría.

Usted ha sido muy criticado por el gobierno israelí, entre otros, por emitir una crítica parcial en función de su posición política. ¿Es que la gente debería verle como un observador objetivo que no toma partido?

Sí, el gobierno israelí y por el lobby sionista nos han criticado y nos han llamado embusteros y un montón de cosas más, pero eso no es más que un ejemplo ilustrativo de que la medicina es en efecto una cuestión política.

El doctor y la comunidad médica tienen que implicarse en la prevención, en cambiar básicamente las condiciones sanitarias para tratar bien al paciente. Si sólo fuéramos a limitarnos a echar remiendos y a detener la sangre sin decir nada sobre los factores-causa, estaríamos traicionando a nuestros pacientes. Por eso era nuestro deber hablar, nuestro deber decirle al mundo por qué esos pacientes, por qué todos esos niños estaban llegando, tan heridos, muriéndose. No era un terremoto, no se trataba de un desastre natural, era un desastre deliberado provocado por el hombre, meticulosamente planeado y ejecutado por el estado de Israel.

Nadie es neutral, nadie. Aunque hayamos escogido estar junto al pueblo palestino, eso no significa que no hubiéramos tratado a un soldado israelí que llegara hasta Al-Shifa. A nivel individual siempre seremos neutrales. Pero a nivel de sistema, fuimos a Gaza… porque pensamos que el pueblo palestino tiene una causa justa, que viven bajo ocupación y que eso es injusto, tan sencillo como eso.

¿Cuál es la diferencia entre Erik y yo y los doctores israelíes que trabajan para el ejército israelí? Ellos han elegido situarse junto a su gobierno, junto al opresor, junto al ocupante, y bien, esa es su decisión. Pero es una decisión que también es política. ¿Por qué tienen que criticarnos por ser parciales? ¿Dónde están las discusiones sobre los deberes y la responsabilidad de las asociaciones médicas israelíes, de la comunidad sanitaria israelí, de todos los doctores israelíes que se unieron al ejército? ¿Dónde está la discusión sobre su ética médica?

Todo lo que sucedió en Gaza podía haberse evitado si el mundo no hubiera guardado silencio, si la administración estadounidense no hubiera guardado silencio y le hubieran dicho a Israel: «Tienes que parar. Tienes que acudir a la mesa de negociaciones, tenemos que encontrar una solución, no puedes seguir matando a todos esos civiles».

Fuente: http://www.mcgilldaily.com/articles/26178