Acaba de publicarse El padre de Blancanieves, la sexta novela de la escritora Belén Gopegui (Madrid 1963). Su obra narrativa se completa con cinco novelas más: La escala de los mapas (1993), Tocarnos la cara (1995), La conquista del aire (1998), Lo real (2001) y El lado frío de la almohada (2004). En teatro ha […]
Acaba de publicarse El padre de Blancanieves, la sexta novela de la escritora Belén Gopegui (Madrid 1963). Su obra narrativa se completa con cinco novelas más: La escala de los mapas (1993), Tocarnos la cara (1995), La conquista del aire (1998), Lo real (2001) y El lado frío de la almohada (2004). En teatro ha escrito El coloquio (2005) que fue representado en Madrid en el circuito de salas alternativas. Su novela La conquista del aire fue adaptada al cine con el título Las razones de mis amigos, con guión de Ángeles González-Sinde y dirección de Gerardo Herrero. Posteriormente, ha escrito guiones para el cine, con Ángeles González-Sinde coescribe el guión de La suerte dormida (2003) y, de nuevo con Gerardo Herrero como director, escribe los guiones de El principio de Arquímedes (2004) y Una mujer invisible (2007).
El padre de Blancanieves es tu sexta novela. En todas las anteriores hay una coherencia ideológica y política que busca el cuestionamiento del sistema capitalista y su transformación. ¿Qué quieres transmitir con esta nueva novela?
Las historias que oímos o leemos actúan de un modo distinto al de las frases sueltas y también al de los ensayos. Las historias acompañan y además construyen referentes: lo que me gustaría es construir un referente literario, imaginativo, en torno a la no resignación política. Una persona que leyó el libro me dijo que le había gustado esa sensación de que siempre se puede hacer algo, algo político, algo desde la organización y la colectividad. Ojalá le pase a más personas. Creo que hoy la mayoría de los relatos o bien construyen la idea melancólica y engañosa de: mejor no intentarlo porque todo sale mal, o bien construyen la idea hollywoodiense y engañosa de: tú tranquil@, las circunstancias personales cambian con tres gotas de autoayuda, dos de flechazo y una de casualidad.
¿Qué has aprendido y qué bagaje has acumulado después de El lado frío de la almohada que habla de Cuba y de la revolución, para que surja El padre de Blancanieves que nos habla de la clase media?
Además de apoyo a las revoluciones en marcha (apoyar y sobre todo, como dice Santiago Alba, apoyarse en ellas), lo mejor que podemos hacer por esas revoluciones y por nosotr@s sería iniciar aquí, en España, en un país europeo y al mismo tiempo bastante tercermundista, un proceso revolucionario. De momento esto parece fantasía pero, quién sabe, la materia no es rígida y depende de cómo estén distribuidos los átomos, las moléculas. Nuestras condiciones subjetivas y objetivas también son materia, lo que parece inamovible deja de serlo y lo que parece frágil también.
La mayoría de las novelas de este país caminan bien por el conflicto individual, con autores y autoras muy autocomplacientes, o bien por el pseudo historicismo policiaco y detectivesco, con autores de best-sellers de consumo. ¿Hacia dónde camina y en qué situación se encuentra la literatura conspirativa?
Empiezan a darse nuevos movimientos y textos que ponen en cuestión el orden establecido. Muchos niegan expresamente esa intención, pero lo que importa es lo que cuentan y el hecho de que lleguen al enfrentamiento político aun sin haberlo buscado. La política, en un entorno capitalista y como sabemos, está secuestrada por la economía: no podrá salir de ese secuestro si no es conspirando contra él.
¿Cómo valoras el hecho de poder publicar en una editorial importante como Anagrama, a la vez que estás expresando con rotundidad en tus novelas ideas que ponen en solfa el discurso económico dominante?
Es una oportunidad de dos filos. Me permite llegar a más personas pero aunque no sea de forma explícita, seguro que algo me condiciona. Por otro lado, a medida que me radicalizo mis textos van siendo más cuestionados por la academia y el discurso hegemónico. Mi tarea es intentar escribir lo menos posible para el discurso hegemónico y lo más posible para una realidad que lucha por emerger.
¿Temes ser absorbida y normalizada por el mercado y que éste acabe por neutralizar tu discurso narrativo por el hecho de ser la cabeza visible de los escritores y escritoras de lo que desde ciertos medios se define como izquierda radical?
Si mi literatura viniera sola, si no estuviera unida a un campo político existente y real, supongo que esto ocurriría. De hecho ocurrió un poco con novelas mías anteriores. Por ejemplo, Lo real, una novela muy política, se leyó de manera literaria, academicista, y es curioso que ahora empieza a ser leída políticamente digamos de un modo retroactivo. En cuanto a lo de ser cabeza visible, quizá ahora lo sea un poco, pero cuantos más seamos más fácil será llegar a convertirse en mano, o en ojo, o sólo en sangre invisible que siga ahí.
Desde tu primera novela a esta última han pasado muchas cosas. Has hablado de buscar un hueco en el sistema desde el que poder conspirar, de la reivindicación de lo colectivo como medio de lucha, de cómo el concepto moral del dinero está ya instalado en lo más recóndito de nuestro cerebro, has hablado también del uso del sistema para transformar al propio sistema y acabar finalmente absorbido por él y has defendido con ideas y argumentos la revolución cubana. Ahora hablas sobre el silencio cómplice de la clase media, que solo se lamenta y no actúa. ¿Sigues considerando que la novela es tu medio más propicio para la transformación social?
Hay otros medios, aunque sí, de momento creo que es en el que mejor me desenvuelvo, lo cual no quiere decir que me desenvuelva bien, claro. Lo que sí creo es que las novelas tienen influencia sobre nuestros sueños y, por lo tanto, sobre nuestros comportamientos.
Suelen ser habituales en tus entrevistas en periódicos y medios «oficiales» las preguntas capciosas sobre Cuba y tu siempre argumentada defensa de la revolución cubana y su significado político para la izquierda transformadora. Todo ello se incrementó a raíz de tu anterior novela, pero aún así, ¿crees que sigue echándose en falta en la izquierda española un debate a fondo sobre lo que Cuba representa y puede aportarnos?
El hecho de que en Cuba haya una revolución en marcha, con medio siglo de experiencia y además en nuestro idioma tiene un valor excepcional. Creo que podemos aprender muchísimo de ella y sí, pienso que no se ha trabajado lo bastante para conocer mejor lo que allí ocurre, cómo se afrontan allí los problemas, los errores, los aciertos, las realidades y las posibilidades.
¿Qué autores y autoras elegirías de los últimos 50 años de la literatura española y qué destacarías de cada uno?
Elijo tres aunque, desde luego, habría más. López Salinas por su capacidad para construir una historia coral, radical y muy bella a pesar de su tristeza en La mina. Méndez Ferrín, porque ha conseguido arrebatar el tono alto, el lenguaje tradicionalmente aristocrático de cierta poesía y utilizarlo para la lucha y la calma. Martín Gaite, porque no pudieron comprarla y escribió mejor que muchos de su generación que sin embargo obtuvieron -digo obtuvieron y no merecieron- mayor prestigio.
¿Qué autores jóvenes están actualmente en la línea de una literatura transformadora de la realidad imperante?
Otros tres, pero también hay más: Pablo Caballero, quien ha contado bien como desde una realidad laboral precaria lo que se construye también es precario. Alberto Olmos, el autor más rojo que he leído últimamente aunque él lo negaría y no por disimular sino porque seguramente lo piensa, pero no importa, su última novela es muy roja y casi mejor que no lo parezca, así no le etiquetarán. Elvira Navarro, una autora que habla de la necesidad de espejos para construirse y deja ver que en la medida en que no nos permitan elegir al menos parte de esos espejos, la identidad siempre nos la harán otros.
Has escrito, como ya mencionábamos al principio, tres guiones cinematográficos. ¿Cómo valoras tu participación en el cine desde un punto de vista conspirativo?
Regular. Creo que en la inmensa mayoría del cine las exigencias implícitas del medio -género/industria- acaban absorbiendo la intención transformadora y convirtiéndola en otra cosa. Siempre quedan cabos sueltos que pueden tener su efecto. En este sentido tanto La suerte dormida como El principio de Arquímedes me parecen películas con capacidad de cuestionar un poco, pero no demasiado.
¿Consideras el cine como un medio más propicio a largo plazo para tus intenciones creativas de transformación de la realidad?
No en las circunstancias actuales, a largo plazo no sé qué ocurrirá.
¿Te condiciona especialmente en tu decisión de seguir escribiendo novelas la opinión que éstas suscitan en la calle y en los lectores?
Me interesa, sobre todo según quienes sean esos lectores y lectoras. Me condiciona, sí, no diría que es la única condición, pero sí una de las condiciones en medio de las que trabajo.
¿Qué balance harías de la izquierda oficial y de la no oficial de este país en los últimos años?
Creo que a la izquierda no capitalista (la única que, a mi modo de ver, puede llamarse izquierda) le falta un programa económico serio, le falta ser capaz de explicar que es posible llevar a cabo transformaciones económicas radicales y contar cómo lo haría, con qué instrumentos, dando qué pasos.
http://www.dprogresivo.com/nuevoclaridad/index.php?option=com_content&task=view&id=153&Itemid=2
* Javier presenta un espacio de Cultura en el programa «Al fondo a la Izquierda» de la Asociación de Vecinos de Aluche (Madrid) y milita en IU-Latina (Madrid).