Traducción para Rebelión de Loles Oliván Hijós
En la segunda ciudad más grande del país los manifestantes se unen contra los funcionarios corruptos independientemente de sus diferencias.
El fin de semana pasado varios miles de manifestantes se reunieron en la Plaza al Nur, en el centro de Trípoli, uno de los bastiones de las protestas contra el stablishment de Líbano. La plaza permanece cerrada al tráfico hasta nuevo aviso. Los edificios circundantes se han pintado con los colores de la bandera libanesa. Los residentes locales han hecho una lista de reclamaciones y han escrito un eslogan en grandes letras: «Trípoli: ciudad de paz».
«Cuando se busca Trípoli, Líbano en Google lo único que aparece son imágenes de la guerra», dice Mariam, recién graduada que trabaja como guía turística. «Así es como los políticos quieren que nos veamos. Pero no es verdad, no es eso lo que somos. Nuestra ciudad es hermosa y la gente es acogedora».
Rumbo al norte
Con más de 700 mil habitantes, Trípoli es la segunda ciudad más grande de Líbano. Es predominantemente suní y tiene una imagen muy conservadora. En 2014, no era raro ver retratos de los jóvenes mártires que murieron en la vecina Siria o en los enfrentamientos entre el barrio suní de Bab al Tabbeneh y el barrio de Yabal Mohsen, en su mayoría alawí. Sin embargo, esas sombrías imágenes parecen estar muy alejadas de la ciudad de Trípoli hoy en día, donde se celebran las manifestaciones más festivas del movimiento de protesta nacional.
Varios convoyes de manifestantes de Beirut y de otras partes del país se han dirigido al norte, a Trípoli, para mostrar su solidaridad en varias ocasiones. «Es la primera vez en 30 años que siento que somos uno»», dice Bassam, propietario de un restaurante de 35 años. «Quiero decir, mira a la gente, con hiyab, sin hiyab, shiíes, cristianos, suníes… Hasta han venido de Beirut y del sur… Están aquí para rebelarse junto a nosotros. ¿Por qué? Porque ahora todos estamos en la misma trinchera».
Los manifestantes, que han acogido con satisfacción la dimisión del primer Ministro Saad Hariri el 29 de octubre, pretenden seguir con las protestas al menos hasta que se forme un nuevo gobierno de tecnócratas independiente de los partidos políticos. «Esta revolución no puede triunfar en pocos días. Es como en todas partes, la gente tiene que entender que se trata de un compromiso a largo plazo», explica Abdalá, arquitecto en paro. «Por eso nos quedamos en las calles en tiendas de campaña, y tratamos de concienciar, de explicar a la gente cuáles son los siguiente pasos a dar. En todo caso, tenemos que mantener la presión sobre los políticos. Si nos vamos a casa ahora todo esto habrá sido inútil».
Marginados y empobrecidos
En la década de 1970 a Trípoli se le prometió un futuro brillante. La ciudad norteña tenía un gran puerto marítimo, un aeropuerto, una estación de tren, una refinería de petróleo e incluso un recinto ferial internacional diseñado por el legendario arquitecto brasileño Oscar Niemeyer. Quince años de guerra civil (1975-1990) y otros 15 de ocupación siria hasta 2005, dispersaron estos sueños.
Trípoli es en la actualidad una de las ciudades más pobres de Líbano. Más de la mitad de la población vive por debajo del umbral de pobreza mientras simultáneamente los políticos locales alardean de su riqueza. La revista Forbes ha clasificado al ex primer ministro y magnate de las telecomunicaciones Nayib Mikati entre los hombres más ricos del mundo árabe.
El contraste social es sorprendente y explica parte de la indignación que expresan los manifestantes hoy. En algunos barrios más de dos tercios de la población están desempleados, incluyendo una gran mayoría de jóvenes graduados que a menudo no tienen otra alternativa que aceptar dinero de los políticos. Con el paso de los años, el soborno se ha convertido en una práctica común y la mayoría de la gente habla de ello abiertamente.
Corrupción y soborno
Wael, de 23 años, comenzó a trabajar a los 10 años para ayudar a su familia. Durante los días festivos y los fines de semana trabajaba tantas horas como podía en una fábrica de conservas. Sin embargo, cuando se graduó en la escuela secundaria, no podía permitirse ir a la universidad. Entonces intervinieron los políticos locales. «Los hombres de Nayib Mikati se pusieron en contacto conmigo y se ofrecieron a pagar mi matrícula. A cambio, tenía que publicar cosas positivas sobre ellos en las redes sociales. Acepté el trato durante un año».
«La corrupción está en todas partes. Es imposible sobrevivir sin ella», dice Ahlam, madre de ocho hijos, seis de los cuales están desempleados. Los dos que tienen trabajo fueron contratados gracias a un conocido del Movimiento Futuro, el partido de Hariri.
«Sucede mucho durante las elecciones», dice Marwan, uno de los hijos de Ahlam. «Pedimos algo y a cambio nos reclaman un listado de familiares que les voten. Vendemos nuestras papeletas; es lo único que tenemos. El día de las elecciones son muy cuidadosos, nos llaman. Por ejemplo, la última vez me dijeron que no habían visto a mi madre en las urnas y que la estaban esperando».
No hay garantía de que las partes mantengan su parte del acuerdo por lo que algunos tripolitanos prefieren que se les pague en efectivo. Un voto vale entre 50 y 100 dólares de media. En Líbano, donde el salario mínimo es de 450 dólares al mes, esto representa una gran suma de dinero para muchos hogares. «Dependemos de ellos para todo: para llevar a nuestros hijos a la escuela, para ir al hospital, a veces incluso para comer», dice Wissam, manifestante de 34 años.
En Trípoli la población ya no cree en las promesas de los líderes políticos. A diferencia de otras partes del país, donde las contramanifestaciones y la violencia de los partidarios de Hezbolá y Amal han intimidado a los manifestantes, en Trípoli la gran mayoría de la población apoya el movimiento. Se espera que la movilización continúe este fin de semana para poner fin a la corrupción, el soborno y la mala gestión de los fondos públicos.
«No es normal, ya no queremos este sistema. Su trabajo es mejorar nuestras condiciones de vida, para eso son elegidos, no para darnos un poco de dinero de vez en cuando», dice Wissam.
Fuente: https://www.middleeasteye.net/news/protesters-fight-corruption-lebanons-northern-city-tripoli
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