«Que la gente entienda mejor el proceso democrático». «Que vuelvan los turistas». «No me importan los problemas de Egipto. Solo quiero mi dinero». «Un trabajo». «Este año quiero tener un hijo. Y también un nuevo presidente para Egipto». «Un Egipto mejor, con una población unida frente al régimen y más bondad en este mundo»… Son […]
«Que la gente entienda mejor el proceso democrático». «Que vuelvan los turistas». «No me importan los problemas de Egipto. Solo quiero mi dinero». «Un trabajo». «Este año quiero tener un hijo. Y también un nuevo presidente para Egipto». «Un Egipto mejor, con una población unida frente al régimen y más bondad en este mundo»… Son solo algunos de los deseos de los egipcios para 2013. Entre ellos, destaca el que dice: «Lo mismo que pedí para el año pasado: pan, libertad y justicia social». Pan, libertad y justicia. Tres demandas que se convirtieron en el eco de la revolución y sonaron con fuerza de boca de cientos de miles de egipcios en enero de 2011. Dos años después, ninguna de las tres peticiones se ha convertido aún en realidad para la mayoría de ellos.
No conocemos el deseo de Mursi para 2013. Puede que continuar en el poder sea ya una aspiración suficientemente ambiciosa teniendo en cuenta la turbulenta transición que vive el país, donde todos los frentes están abiertos. Pero para que este propósito se cumpla el presidente tiene ante sí un año en el que enderezar la economía egipcia es el objetivo fundamental o, al menos, una condición sine qua non para que el proceso político y social siga su curso. Las elecciones parlamentarias en menos de dos meses, el pulso con parte de la judicatura, el diálogo con la coalición opositora Frente de Salvación Nacional, mantener el apoyo implícito de las fuerzas armadas o una posición fuerte en política exterior son algunos de los retos que esperan al presidente este año, pero no hay duda de que el económico es el más urgente y el que posiblemente definirá este 2013. Recordemos que los egipcios salieron hace dos años a la calle hambrientos, no solo de justicia y libertad, sino también literalmente pues lo poco que tenían para llevarse a la boca fue uno de los ingredientes fundamentales para que saltara la chispa aquel 25 de enero. Hoy, la mayoría de ellos sigue igual y las cuentas egipcias peor, aquejadas por dos años de inestabilidad y por la desaparición de cualquier rastro de inversión.
Ante esta situación, el Gobierno retomará este mes las conversaciones con el Fondo Monetario Internacional para ultimar la concesión de un crédito de 4800 millones de dólares, paralizada tras el decreto del pasado 22 de noviembre que concedía amplios poderes al presidente y que provocó la protesta de miles de egipcios. La declaración constitucional lanzada por Mursi no solo incendió de nuevo las calles de Egipto, sino que también encendió las alarmas de unas cuentas ya muy afectadas que apenas empezaban a ver números anteriores a la revolución (en el tercer trimestre de 2012 el PIB creció más del 5 %). Muchos analistas destacaron entonces que la medida de Mursi puso en duda la estabilidad de las instituciones del Estado, lo que ha retrasado la inyección, vital para reactivar un país económicamente en coma pero que supondrá el fin de algunos subsidios básicos para los egipcios y un aumento de impuestos. Pedirles ahora que se aprieten el cinturón será uno de los retos más importantes del presidente.
Ya se sabe que la economía no es muy amiga de la incertidumbre y, actualmente, no hay una palabra que defina mejor la situación egipcia. Las pequeñas y medianas empresas, que suponen el 90 % del sector privado y dan trabajo a tres de cada cuatro egipcios, son uno de los ámbitos económicos más perjudicados por el escenario de enfrentamientos con el que el país cerró 2012. Así, aunque muchos apoyan los levantamientos de la población y creen que es el precio que hay que pagar para conseguir la libertad, otros miran con verdadera preocupación el futuro que les espera. Ya no se trata de obtener beneficios, se trata de conseguir subsistir hasta que pase la tormenta. Sin duda, el hundimiento de la demanda interna y el crecimiento de los costes de producción (producto de una brusca devaluación de la moneda, de una creciente inflación y del aumento de las tasas de interés, que han pasado del 9% al 15% en un año y que suponen una sobrecarga para todas aquellas compañías que tengan un crédito con el banco) han supuesto un duro golpe para uno de los pilares básicos de la economía del país.
No son buenos tiempos tampoco para los que viven del turismo. Quienes tienen negocios que atraen a los viajeros -como las agencias que organizan cruceros por el Nilo- se lamentan de que la llegada de extranjeros, que ni por asomo había alcanzado las cotas anteriores a la revolución, vuelve a caer a mínimos. Es otro de los armazones de la riqueza del país que se resiente fuertemente ante la imparable tensión. Representa alrededor del 12% del PIB y emplea a más de tres millones y medio de egipcios. El ministro de turismo, Hisam Zazu, ha mostrado su preocupación por el descenso en la llegada de visitantes, que en los nueve primeros meses de 2012 alcanzó los ocho millones.
Sector por sector se revelan todos los males que está sufriendo la economía egipcia azotada por una inflación que en octubre aumentó el 7% respecto al mismo mes de 2011 y un desempleo que se sitúa en el 12,5%. Por eso, estabilidad y confianza son dos de las claves necesarias para mejorar en 2013. «Nuestra economía ya no tiene la capacidad de soportar esta turbulenta situación», aseguraba el director de la Federación de Cámaras de Comercio, Ahmad al-Wakil, durante las últimas protestas de diciembre. Por ello, Muhammad Mursi no solo tiene que cortejar al FMI sino también procurar la máxima estabilidad política y social en el país. Para ello, el diálogo puede ser mejor instrumento que los giros autocráticos con los que sorprendió el año pasado.
Aunque el FMI desmintió que el flujo de dinero se viera directamente afectado por el decreto constitucional del presidente, recalcó que su aprobación y puesta en marcha requerirá que «no haya ningún cambio importante en las perspectivas económicas y su ejecución». Con ello, la institución apuntaba directamente al acuerdo alcanzado semanas atrás en el que se incluye un plan de reformas económicas a 10 años, centradas en la reducción del déficit –previsiblemente en el 10,4% del PIB en el presente año fiscal y que tendrá que reducirse al 5% para 2017-.
Entre otras medidas, el Gobierno de Mursi recortará los subsidios al combustible para la industria, aumentará el precio de la electricidad para las empresas y revisará el sistema de impuestos (impondrá tasas para las ganancias de capital financiero y aumentará la carga impositiva sobre el tabaco y el alcohol, como ya hizo el pasado 9 de diciembre en una reforma de impuestos anunciada y revocada en poco más de 24 horas). En contraposición, el plan destaca la importancia de mantener una seguridad social para los pobres, de acuerdo a los valores de la revolución, «que el gran pueblo de Egipto comenzó y que fue visto por el mundo hasta derrocar al régimen dictatorial», según destaca el documento dado a conocer por el Ejecutivo. De esta manera, el Gobierno incrementará en la próxima década el presupuesto para la Sanidad el 18,5% y el de la Educación el 28%, y ampliará las ayudas a la población con menos ingresos, de forma que prevé que al final de 2013, más de dos millones de egipcios con bajos recursos estén recibiendo una pensión del Estado.
No está claro que el crédito del FMI suponga una vuelta del capital exterior, aunque es cierto que la economía egipcia necesita ayuda para salir del estancamiento. De momento, acaban de llegar 500 millones de dólares de Qatar, y a finales de este mes Egipto recibirá una cantidad similar de Turquía. Además, China o Arabia Saudí también han ofrecido créditos y el ministro de Planificación, Ashraf al-Arabi, asegura que el Gobierno continúa la negociación con Estados Unidos para canjear más de un tercio de la deuda que mantiene con el país (más de 3000 millones de dólares) por programas de desarrollo y otros activos, aunque no ha especificado cuáles.
Después de que el Banco Central advirtiera de que las reservas de divisas extranjeras están en un nivel «mínimo y crítico» (con 15 000 millones de dólares, menos de la mitad que en enero de 2011), el partido de los Hermanos Musulmanes, Libertad y Justicia, ha puesto en marcha una campaña en internet bajo el nombre: «Su envío de dinero apoya la economía y el desarrollo de Egipto» para animar a los expatriados a depositar su dinero en cuentas egipcias. La Unión Europea también prevé enviar ayuda por unos 5000 millones de dólares, si bien la condiciona al acuerdo del país con el FMI y, por tanto, tendrá que esperar.
Según un estudio del Citi Research, económicamente 2012 ha sido un año perdido para Egipto. En marzo de 2011 el PIB registró una caída de más del 4% y, aunque desde entonces los valores han vuelto al terreno positivo, el crecimiento del país aún no alcanza los niveles anteriores a la revolución, cuando se situaba entre el 5 y el 7%, y el mejor comportamiento de la economía se ha registrado en el tercer trimestre de 2012, antes de que estallara la nueva ola de protestas.
Lo importante es que los préstamos se traduzcan en una mejora de vida de los ciudadanos y, para ello, las inversiones del exterior que ayuden a dinamizar la economía son de gran ayuda. Pero no hay que olvidar que su objetivo último debe estar en ayudar a la población. La creación de puestos de trabajo o el acceso al pan y al combustible de todos los egipcios son algunas de las promesas pendientes del presidente. Actualmente, alrededor del 30% del presupuesto del país está destinado a subvenciones, y la inyección del FMI supondrá recortes del gasto y un aumento de los intereses. Aunque habrá que esperar a que el Gobierno apruebe y especifique qué partidas se verán afectadas por el ahorro, el incremento del precio del petróleo, producto de los futuros recortes en los subsidios, podría afectar directamente, por ejemplo, a los taxistas. Pero, como recuerda una y otra vez la institución financiera, para restaurar la confianza que propicie el crecimiento es necesario que las cuentas estén equilibradas. Mientras, el país ha gastado este año el 10% del PIB en intereses de préstamos heredados de la época de Mubarak y muchos se preguntan si no es necesario primero reformar un subdesarrollado sistema financiero en un país en el que casi el 90% de los ciudadanos no tienen el dinero en el banco y gran parte de su actividad se encuentra en los pequeños negocios y en el movimiento de efectivo.
Fuente original: http://www.aish.es/index.php/es/component/content/article/121-clavesegipto/4038-egipto-07113-en-busca-del-impulso-a-la-economia-egipcia-