En las páginas de «Tot Inclòs» se ha puesto en entredicho el modelo turístico balear desde 2014. El monográfico quiere dar el salto ahora al documental.
Ivan Murray lleva muchos años analizando el modelo turístico de Balears y sus consecuencias. Su trabajo en el mundo académico -es doctor en geografía y profesor de la Universitat de les Illes Balears (UIB) y autor de Capitalismo y turismo en España, del «milagro económico» a la «gran crisis» (Alba Sud, 2015)– le ha llevado a conocer como pocos los entresijos de un sistema que ha sacudido la sociedad y la fisionomía de las islas, en una de las transformaciones más agresivas y profundas que jamás han sucedido en el Estado español.
El monográfico anual Tot Inclòs, del que es colaborador asiduo, es uno de los escasos espacios que ha puesto en entredicho un modelo y un discurso oficial que mira al turismo solo como maná dorado e infinito sin consecuencia negativa alguna para el archipiélago.
Ahora, el colectivo detrás de esta publicación, nacida en 2014, ha decidido dar el salto y lanzar una campaña de micromecenazgo para producir un documental que haga descubrir a un público más amplio, y desde una mirada diferente, cómo se ha construido esta potencia turística mediterránea.
El discurso hegemónico e institucional sobre el turismo es que las Illes Balears viven de esta industria. En el documental planteáis la necesidad de un contrarrelato [Ver: https://youtu.be/HsmMZIjCGH8].
Aunque parezca muy evidente, hay toda una serie de puntos oscuros que no se manifiestan dentro de lo que son las corrientes más hegemónicas. En las islas, por la presencia tan brutal de lo que es la vía de acumulación a través del turismo, ha habido históricamente una cierta resistencia. Lo que pasa es que ha estado muy acotada a una serie de ámbitos; por ejemplo, el urbanismo devorador vinculado a la industria turística. Necesitábamos abrir el enfoque e introducir una serie de elementos.
La crisis hace saltar por los aires esa idea de que el turismo no se toca, de que todos vivimos del turismo, etcétera. Comienza a penetrar una idea de que a lo mejor no vivimos, sino que malvivimos, y se empiezan a tocar muchas otras cuestiones, que de hecho son estructurales. Lo que pasa es que, hasta el momento del estallido de la crisis, no se habían puesto sobre la mesa de una manera tan descarnada.
¿Crees que ha cambiado la visión de la sociedad balear sobre el turismo y todo lo que ha supuesto para las islas?
Es difícil contestar a esa pregunta. A pie de calle entiendo, por el hecho de que vivo en una zona turística, que siempre ha habido ese contrapunto de crítica a la excesiva penetración de la mercantilización turística. No hay espacio que quede al margen de esto. Pero ésta se ha agudizado y ha ido entrando cada vez más dentro de los debates de la cotidianidad. Creo que ha habido un cambio de ciclo en el sentido de entender que el turismo -que hasta hace no mucho estaba bastante más acotado en el espacio y en el tiempo- cuando se desparrama de la manera que lo está haciendo entra en conflicto con otras dimensiones de la vida que estaban, en cierta medida, al margen de estas dinámicas turísticas.
Las cifras de visitantes en Balears se superan cada año. En los seis primeros meses de 2017 recibió más de 5,4 millones de turistas extranjeros, un 8,5% más que en 2016, año que ya marcó un récord histórico. ¿Todo vale para atraer más gente a las islas?
Uno de los motivos por los que aparece Tot Inclòs es para señalar -más allá de la situación coyuntural actual, es decir, del contexto de crisis del capitalismo a nivel global pero con graves consecuencias dentro del Estado español y el sur de la UE- que en cada crisis ha habido un proceso de intensificación turística y se ha ido cortando el paso a cualquier posible brecha a estas lógicas. Ahora prácticamente todo es turístico, es una penetración de arriba a abajo y en todos los ámbitos de la vida. Además, en el momento que empiecen a presentarse de una manera más cruda el cambio climático, la crisis derivada del petróleo barato, etcétera, las Islas Baleares serán una de los zonas más vulnerables en cuanto al las turbulencias que se puedan generar.
Con esta opción política se ha ido cerrando cualquier fórmula de soberanía tanto en términos energéticos como alimentarios. Se depende absolutamente de esa llegada masiva de turistas baratos, el low cost del petróleo barato. También de la entrada masiva de materiales, de esta economía de capitalismo de contenedor que entra diariamente a través de los puertos de las islas. En el momento en que todo esto empiece a ser más caro va a afectar de una manera brutal a la economía balear. Además, esto hay que ligarlo con que la recomposición de los destinos que estaban pujantes antes del estallido de las primaveras árabes y todas las convulsiones que hay ahora: el resto de países del Mediterráneo tanto oriental como meridional. Son turistas que hemos tomado de prestado durante estos cuatro o cinco años. Las islas son tremendamente vulnerables.
Habláis de la necesidad de organizarse contra los excesos del turismo. Si las islas son tan vulnerables, ¿cómo se puede paliar esta situación?
A corto plazo, hay que intentar parar la oleada de la mercantilización turística. Por ejemplo, la última es la apuesta, dentro del circuito del capital turístico, por un proceso de acumulación por desposesión -o de capitalismo de rapiña- de todo el parque inmobiliario y el espacio urbano que está devorando los restos que ha ido dejando la crisis y está generando lo que podríamos llamar un proceso de gentrificación insular a gran escala. Por ahí es una de las principales vías donde actuar.
¿Fórmulas para luchar contra esto? Sacar la vivienda del mercado capitalista. Reclamar todo lo que los movimientos por el derecho a la vivienda y a la ciudad llevan reclamando desde hace más de cincuenta años, y que ahora se manifiesta con una espacial crudeza. También, de manera inmediata, se pueden organizar las luchas.
Por otro lado, está el derecho a participar de la fiesta turística por parte de las clases trabajadoras. Con la recomposición de las estructuras corporativas, el ataque a las clases trabajadoras se ha dado en una situación de aumento vertiginoso de los beneficios corporativos al tiempo que han empeorado de manera brutal las condiciones de trabajo y los ingresos salariales. Aquí hay una de la claves que nos explica el porqué de todo este cuento. Al tiempo que se ha ido dañando todo el marco sociolaboral, se expandían esos beneficios empresariales y se hacía prácticamente infernal la vida en las islas, porque los sueldos ya no bastan para poder vivir aquí. Nos enfrentamos al hecho de que, en las islas, lo que sobra para el mercado turístico son los trabajadores y trabajadoras, lo cual es una gran contradicción porque sin ellos todo este circuito del capital quedaría bloqueado.
Según este panorama que comentas, este modelo es también una fábrica de precariedad.
No solo eso. Es además, si miramos históricamente cómo ha funcionado la economía turística, el laboratorio de las lógicas que luego se aplicarán a mayor escala y en otros sectores. Por poner un caso, cuando empiezan las empresas de trabajo temporal en España, las primeras aplicaciones se llevan a cabo en hoteles en Mallorca. Luego se irán esparciendo por el resto del Estado y de la economía española. Además, el llamado sector Horeca -hostelería, restaurantes y cafeterías- es el que genera la mayor parte de la ocupación en la economía española. Son las principales ocupaciones, y las que perciben los salarios más bajos y con peores condiciones laborales.
El turismo ha dado empleo y riqueza a las islas, pero sus excesos han tenido graves consecuencias para la sociedad balear. Una es el altísimo precio del alquiler de viviendas.
Tenemos una hiperinflación de los precios tanto del alquiler como de la compra y, además, mientras que el mercado de la compraventa sigue activo, el mercado de alquiler residencial se ha evaporado. Literalmente. Hay pueblos en los que es imposible encontrar una vivienda de alquiler, y, si la encuentras, los precios son desorbitados. En el caso de la ciudad de Ibiza, si tienes la suerte de encontrar una vivienda, supondrá que tendrás que destinar el 86% de tu salario a pagar el alquiler. La gente tiene que buscar casas compartidas, o mil y una fórmulas. Y aparecen en juego nuevas mafias que se encargan de sacar tajada de esta situación.
Por otro lado tienes un mercado de alquiler turístico, que no es más que un enorme mercado negro. La mayor parte de la plazas turísticas de alquiler vacacional son ilegales y de ellas se extraen unos 7.000 euros en pleno mes de agosto de media. Eso da una serie de claves de por dónde van los tiros. Además, todo esto va de la mano del hecho de que Balears y Canarias son las dos comunidades autónomas del Estado español con menor ratio de viviendas sociales per cápita. Es decir, aquí han actuado las lógicas del mercado más salvajes. En las zonas turísticas es donde el mercado capitalista ha ido más desatado.
¿Y cómo crees que se puede revertir esta situación?
Lo que se viene reclamando es rescatar la vivienda del mercado capitalista, que lo único que hace es generar potentes desigualdades sociales, desplazamientos y no resuelve los problemas sociales, sino que los agudiza. Hay mil y una fórmulas, pero la forma que las élites han adoptado es, precisamente, potenciar más las dinámicas financieras en torno a lo inmobiliario, dando cabida a fondos de inversión inmobiliarios, etcétera. Es ir en la dirección totalmente opuesta. Hay que ampliar el parque de vivienda social y extender otras formas de tenencia de la vivienda, por ejemplo con fórmulas tipo cooperativas de vivienda.
Teniendo en cuenta el actual punto inflexión, con cifras astronómicas de ocupación del territorio y un mercado que no deja de expandirse, ¿un turismo respetuoso con el medio ambiente es posible en Balears?
Lo que ocurre, básicamente, es que el panorama ha ido dando lugar, gracias a las reglas del juego del capitalismo global y del comercio internacional, a una situación en que se mantenía un entorno, podíamos decir, de cierta calidad. Porque el propio capital requiere que no esté muy degradado. Todo lo contrario: requiere tener unas playas más o menos conformes, unas aguas limpias, unas costas sin una excesiva destrucción urbanística… De hecho, la clase política en las islas, sobre todo encabezadas por la derecha pero luego continuado por los diferentes gobiernos de izquierda, han tenido, en cierta manera, una dedicación orientada a la preservación territorial y paisajística de las islas mediante diferentes normas. Por ejemplo, en 1995 pararon de manera significativa todo lo que es la construcción en el litoral del archipiélago. Se construyó un cierto consenso en que le territorio era el principal recurso turístico, y ahí coinciden la clase empresarial, las élites políticas y buena parte de la sociedad.
Lo que no quedaba tan explícitamente señalado era que, por un lado, buena parte de ese capital turístico empezaba en esos momentos un proceso de deslocalización de la producción turística a otras playas baratas, fundamentalmente al Caribe. República Dominicana por excelencia, y luego vendría Cuba y la costa caribeña de México, donde aplicarían fórmulas que ni durante el franquismo aplicaron casi, con lo que podríamos llamar comunidades turísticas cerradas, al modo de las gated communities, y con la apropiación de los diferentes recursos, ya fuese agua o playas privatizadas, etcétera.
Eso por un lado. Por otro, el funcionamiento del metabolismo de las islas Baleares está estrechamente vinculado a la importación absoluta de todos los materiales que requiere esta economía. De los 42 millones de toneladas que se utilizan en la islas, más de la mitad procede del exterior. Un caso ejemplar es la electricidad: el 40% de la que se genera en el archipiélago Balear procede de la central térmica de Es Murterar, en Alcudia. Ésta funciona con carbón que se extrae en la cuenca carbonífera de Sudáfrica. Se exportan y deslocalizan todos los conflictos sociales que acompañan a esas extracciones de carbón, con las revueltas mineras del 2012, etcétera. Y no solo eso. Se importa carne de oveja de Nueva Zelanda, cereales y piensos de Argentina y Brasil, maderas de Canadá… Es una auténtica locura. En unas huelgas que hubo por parte de los pescadores cuando estalló la crisis en el año 2010 cerraron los puertos de Palma y Barcelona. Con dos días sin tráfico marítimo ya empezaba a haber escasez en los supermercados.
Y el beneficio de todo esto, ¿se queda en Balears?
Eso es uno de los grandes misterios. No se sabe muy bien qué pasa con todo esto. Además. es muy difícil rastrear el dinero. Lo que sí está claro es que los grandes grupos son corporaciones globales con buena parte de sus filiales ya sea en Holanda, que es una especie de paraíso fiscal, o directamente en Panamá. Tienen sus diferentes plataformas a través de las cuales vehiculan los ingresos que van teniendo, sus propios mecanismos para desviar los beneficios hacia plataformas fiscales seguras para ellos.
Para terminar, volvamos a Tot Inclòs. El monocráfico lleva editándose desde 2014, ¿por qué dar un salto al documental?
La idea del documental era algo que giraba en la cabeza de muchas de las personas que hacían Tot Inclòs desde hace tiempo. Lo que teníamos en mente es que faltaba un documento o material audiovisual que ayudase a explicar este proceso de construcción de la economía balear por la vía turística. Como no venía pon ningún lado y nosotros hemos llevado este trabajo de investigación militante todos estos años, pensamos que el documental es una manera de difundir otras mitradas. Incluso diría que es el primer relato audiovisual de una cuestión turística, que se ha caracterizado por un opacidad enorme. De hecho, los conocimientos que se tienen de cómo ha funcionado todo esto son bastante escasos a pesar de ser una potencia turística a nivel mundial.
La idea era ofrecer a un público mucho más amplio toda una serie de miradas sobre cómo se ha ido construyendo esta potencia turística, introduciendo diferentes enfoques. Este es el leitmotiv que hay detrás.
Fuente: http://www.elsaltodiario.com/turismo/canarias-balears-logicas-salvajes-mercado-capitalismo