Traducido para Rebelión por J. M. y revisado por Caty R.
Hay gente que quiere que tengamos miedo de la bomba iraní y no de la que proviene del creciente malestar social en el país; hay gente que, gustosamente, se dedica a este acto de encubrimiento y negación.
Debería haber sido un titular hace mucho tiempo, o por lo menos el tema de conversación del miércoles: una quinta parte de la población israelí vive con miedo a padecer hambre, una persona de cada diez sufre hambre. Sin embargo, esta cifra casi parecida a un país de África, la oscuridad que viene del Tercer Mundo, sólo apareció en las páginas interiores de los periódicos el miércoles. Otros temas fueron la comidilla del día.
Irán, Hizbulá, los Hermanos Musulmanes, se implantan en nosotros otros temores con regularidad deliberada y maliciosa. Algunos son temores inútiles, otros son exagerados, y en comparación con ellos el miedo al hambre de una de cada cinco personas de nosotros y la gravedad del hambre de una de cada diez sólo interesa a las víctimas. Ellos tienen los estómagos vacíos, pero no tienen voz. La mayoría de los israelíes no tienen idea de qué se trata.
Después de todas las autofelicitaciones sobre nuestra economía floreciente, después de toda la nauseabunda glorificación de los ricos, incluso después de las decrecientes protestas de verano y la radiante incorporación a la OCDE (1), llega esta mala noticia. Y no fue un golpe repentino. Israel ha recorrido un largo camino desde los días en que el país, que era mucho más igualitario, estallaba en un escándalo por los comentarios de la niña hambrienta de Beit Shean. Se llenó de grasa e insensibilidad.
Hay gente que prefiere asustarse por la bomba iraní y no por la bomba originada por la decreciente situación social, hay gente que con gusto se dedica a este acto de encubrimiento y negación. El sueño de los bombardeos de los reactores de Irán es más emocionante que el sueño de Ron Petah Tikva Nagar, que quiere tener una cuenta bancaria. Hay gente que quiere ocasionarnos precisamente eso: miedo a las armas nucleares, que no nos pertenecen, y olvidarse del hambre, que es sí es nuestra. Este comportamiento es típico de los regímenes no democráticos, y también es típico de la democracia de Israel.
El hecho de que haya tanta gente pobre y hambrienta entre nosotros, pone en peligro el futuro de Israel no menos que las armas nucleares de Irán; el hecho de que esta situación se barra bajo la alfombra del discurso público hace que el peligro sea aún mayor. El próximo Yom Kipur (2) de Israel puede tener origen en Hatzor Haglilit, el lugar de la planta de conversión de uranio en Isfahan, en Irán. La historia humana está llena de ejemplos aterradores de las naciones pobres y hambrientas que llevaron a sus gobernantes a cometer actos de locura. Podría pasar aquí también. Básicamente, ya está sucediendo.
Los datos son fríos, las estadísticas son aburridas, pero todos los viajes fuera de la burbuja de los medios de comunicación a otras zonas de Israel pintan el cuadro en toda su urgencia. Esta semana visité la estación central de autobuses de Afula, que no es la ciudad más pobre de Israel. Una estación de autobuses tercermundista, con comercios tercermundistas y pasajeros tercermundists. No hay nada parecido a la cobertura familiar que hacen los medios de comunicación israelíes.
¿Y de qué estaban hablando las personas en la estación central de autobuses de Afula? ¿De su pobreza? Por supuesto que no, estaban hablando de los árabes. Un residente del lugar, no muy joven, se acercó a mí y se quejó de su problema. Está en juicio y el juez es un árabe. «En la Brigada Golani me enseñaron que hay que asesinar a los árabes», me dijo mientras tomábamos una taza de café en el patético kiosco. «Es una raza a la que se debería eliminar. Estoy dispuesto a que me condenen a 20 años de prisión, pero no un juez árabe».
Este discurso racista, que es típico y auténtico, florece sobre la base de las dificultades sociales, que alguna gente maliciosa utiliza para desviar tales asuntos sombríos. Eso es lo que producen la pobreza y el hambre cuando el gobierno y los medios desvían la atención de las auténticas dificultades a la xenofobia, que es el refugio de los gobernantes y los gobernados.
También hay personas que desvían la atención de las verdaderas soluciones a esta dificultad. Nos alientan a aceptar los presupuestos escandalosos para la seguridad y los asentamientos como un decreto divino y no a protestar, o incluso a preguntarse si estos esfuerzos deben ser las prioridades de una sociedad cuyos sectores marginales están padeciendo hambre. Nos alientan a atacar a cualquiera que cuestione estas prioridades, afirmando que «no entiende nada» y «no tiene las herramientas», este «traidor y hereje».
El día que se publicó el informe sobre el hambre, el primer ministro se encontraba en Eilat. Las montañas que lo rodean están llenas de policías de fronteras, un dirigible de observación flotaba en el cielo, la ciudad era como una fortaleza, el hotel en el que hablaba era como una ciudadela, y Benjamin Netanyahu caminaba, como de costumbre, rodeado de docenas de tipos duros armados y ridículos. Eso también nos cuesta dinero, y ni siquiera preguntan cuánto, por qué y a expensas de qué.
Notas:
(1) Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico
(2) Se refiere a la guerra así llamada de Yom Kipur (octubre de l973), donde Israel se vió sorprendido por los ejércitos árabes (N de T.)
Fuente: http://www.haaretz.com/print-edition/opinion/israel-is-a-third-world-country-in-denial-1.398849