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En el día de la salud mental: ¡gracias!

Fuentes: Rebelión

Para Cristina Oliveira, por su generosidad y afabilidad. ¡Viva Maria Joao Pires! Como todos los años, este 10 de octubre celebramos el día de la salud mental. La mayoría de estas celebraciones, las que valen la pena y están pensadas desde bondadosas atalayas sin intereses crematísticos perturbadores, brindan una excelente ocasión para reflexionar sobre los […]

Para Cristina Oliveira, por su generosidad y afabilidad. ¡Viva Maria Joao Pires!

Como todos los años, este 10 de octubre celebramos el día de la salud mental. La mayoría de estas celebraciones, las que valen la pena y están pensadas desde bondadosas atalayas sin intereses crematísticos perturbadores, brindan una excelente ocasión para reflexionar sobre los asuntos recordados.

En lo que concierne a España, a Barcelona más en concreto, pensando en familiares muy próximos, a uno no le sale otra cosa que agradecer pensando en este día. Agradecer mil y una vez el esfuerzo, el buen-excelente hacer, la comprensión, la generosidad, la entrega en la mayoría de ocasiones, la afabilidad, la gran competencia, el trabajo en equipo, el cariño manifestado por tantas y tantas trabajadoras y trabajadores. Por enfermeras/os, médicos, administrativas, cuidadores, trabajadores/as familiares, personal de limpieza, apoyos familiares, celadores, profesores/as de apoyo, trabajadores de residencias, trabajadoras de fundaciones de salud mental, etc etc. Me olvido de muchos, de muchas. Disculpas por ello.

Ni que decir tiene que el papel de la medicina pública, a pesar de recortes, agresiones, falsedades, manipulaciones y maltratos (Boi Ruiz, el jefe privado de la pública por decisión de don Mas, debería ser declarado en Cataluña «peligro público») es esencial en esta problematica. ¿Cómo si no para tantas y tantas personas? ¿Cómo, en qué situación quedarían? A eso se suma, se debe sumar, el esfuerzo, el generoso esfuerzo como decía, de la gran mayoría de trabajadores -no hablo de «profesionales» distantes- que desempeñan una difícil (a veces muy difícil) tarea.

A todos ellos, a todas ellas (las mujeres, las trabajadoras son mayoría en el sector acaso no por casualidad), gracias, muchas gracias, infinitas gracias. Sé que es poco, muy poco.

¿Cómo podemos intuir o incluso llegar a determinar si una sociedad es más o menos justa? ¿Cómo podemos saber si una comunidad busca aproximarse, hace esfuerzos reales para ello, a un ideal no demediado de justicia, de equidad, de relaciones fraternales, de cooperación? Lo aprendí hace muchos años de Jorge Riechmann: miremos, pensemos como trata realmente esa sociedad a los seres más vulnerables. Ese es el punto y no el incremento del PIB o de la renta media. Los enfermos mentales, nuestros familiares, nuestros amigos, nuestros conocidos, lo son, son seres vulnerables. Como todos nosotros por lo demás. Obremos en consecuencia.

Sabemos, todos sabemos, que en esta sociedad de explotación, desprecio, élites-casta y maltrato nadie puede estar seguro de no caer en algún traspiés existencial. Nos empujan a ello permanentemente. Pero aunque lo estuviéramos. ¿Qué podría importar? Tres principios básicos deben imponerse, deben seguir imponiéndose, por encima de tanto bla-bla-bla falso, retórico y en ocasiones insoportable: solidaridad, humanidad y compasión-comprensión bien entendida.

Si lo pensamos bien, en su beneficio… y, sobre todo, en nuestro beneficio. Sacan de nosotros nuestro mejor yo. Hay otros mundos y están en éste.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.