«Ultimi barbarorum» («Los últimos bárbaros»: texto de la pancarta que esgrimió Spinoza para proptestar por el asesinato de los hermanos de Witt a manos de los absolutitas) !Vivan las caenas! Tal era el grito en la España a penas liberada de Napoleón que los absolutistas partidarios de la monarquía autocrática de derecho divino oponían a […]
«Ultimi barbarorum» («Los últimos bárbaros»: texto de la pancarta que esgrimió Spinoza para proptestar por el asesinato de los hermanos de Witt a manos de los absolutitas)
!Vivan las caenas! Tal era el grito en la España a penas liberada de Napoleón que los absolutistas partidarios de la monarquía autocrática de derecho divino oponían a quienes defendían la constitución de Cádiz. Hoy en Egipto se oye otro grito: «Mubarak, nuhibbuk«, «Mubarak, te amamos», que viene a decir lo mismo que el de los absolutistas españoles. Como salidos del desierto o de la nada, hombres de a caballo o a lomo de camellos, cubiertos con el rudimentario turbante de los campesinos de Egipto y armados de bastones, junto a mal disimulados policías de paisano irrumpieron en el espacio urbano de la plaza Tahrir ocupado por los manifestantes contrarios a la añeja dictadura. Estas bandas mafioso-policiales eran la carta quetenía guardada en la manga Hosni Mubarak cuando todo parecía perdido para él al haber sido aparentemente abandonado por el ejército.
Lo que estamos viendo es una contrarrevolución orquestada desde los aparatos de Estado egipcios. Una contrarrevolución que se basa en el enorme desfase cultural y material entre el campo y la ciudad existente en Egipto. Si las ciudades se han incorporado parcialmente a la modernidad postfordista y a la nueva figura proletaria que es el precariado más o menos cognitivo, cuya figura emblemática, como recordaba recientemente Akis Gavriilidis es el móvil y la conexión a la red, el campo no ha seguido el mismo ritmo y sigue recorrido por otras redes, que no son las de la comunicación moderna, sino las de la dependencia personal de tipo feudal en que se basa gran parte del poder del régimen. Frente a un movimiento democrático donde confluyen musulmanes, cristianos y agnósticos en la común exigencia del fin de la dictadura, nos encontramo entre los partidarios de Mubarak con una única ideología: la identificación al amo, en la figura del Presidente-Padre: el Rais. La tasa de alfabetización en Egipto es del 71%, algo inferior al 74% de Túnez, pero muy superior al 52% de Marruecos (lo que, por cierto, ayuda a comprender por qué, de momento, no está pasando gran cosa en el reino de Mohamed VI): esto indica que queda en el país del Nilo un 30% de población analfabeta, mayoritariamente rural y presa fácil de redes de poder tradicionales instrumentalizadas por los modernos mecanismos de dominación. No se trata de un fenómeno sólo árabe, la Mafia, en Italia se basaba y se basa en este mismo tipo de población y de relaciones sociales, también viene de un mundo rural semianalfabeto y se estructura según redes de dependencia personal que comunican con las más altas esferas del Estado italiano (Andreotti, Berlusconi etc.). Su función en el momento de fuerte ascenso de la izquierda italiana tras la liberación fue, entre otras cosas, la de aterrorizar a los comunistas. Queda en la memoria la matanza de comunistas sicilianos organizada por el capo-mafia Salvatore Giuliano en Portella della Ginestra así como otros muchos sangrientos episodios protagonizados por la Mafia y patrocinados por el Estado italiano.Esta irrupción de la Mafia de Mubarak en la renaciente política egipcia intenta desesperadamente hundir un proceso peligroso para los países occidentales e Israel: una democracia en un país árabe significaría, por un lado, el fin de las dictaduras neocoloniales y una amenaza contra Israel, el último Estado colonial del Mediterráneo, también él dominado, como explica Michel Warshawski por una cleptocracia militar.
En los países árabes estamos asistiendo hoy a un acontecimiento civilizador de primer orden, un acontecimiento que supone el nacimiento de nuevas democracias, pero también de la política. En su obra Totem y Tabú, Sigmund Freud situaba el nacimiento de la civilización en un momento originario tal vez mítico, pero suficientemente arraigado en el psiquismo y en la memoria cultural, para que no sea necesario que haya sucedido realmente. Se trata de la muerte del Padre a manos de sus hijos. Basándose en una hipótesis formulada por Darwin, Freud describió a la humanidad primigenia como una horda primitiva dirigida por un padre «violento y celoso» que «se reserva para sí todas las hembras y expulsa a sus hijos conforme van creciendo» (S.Faeud, Ty T, Alianza Editorial, p.185). Algo parecido al actual mundo árabe, donde la pobreza material de los jóvenes y su consiguiente imposibilidad de acceder al matrimonio supone una abstinencia sexual de masas. Este padre tenía una potestad absoluta sobre sus hijos, que vivían sumidos en el terror a tan terrible figura. Hasta que un día, en lugar de dispersarse en el terror, se asociaron para matarlo: «Los hemanos expulsados -continúa Freud- se reunieron un día, materon al padre y devoraron su cadáver, poniendo así fin a la existencia de la horda paterna. Unidos, emprendieron y llevaron a cabo lo que individualmente les hubiera sido imposible. Puede suponerse que lo que les inspiró el sentimiento de su superioridad fue un progreso de la civilización, quizá el disponer de una arma nueva. Tratándose de salvajes caníbnales, era natural que devorasen el cadáver. Además, el violento y tiránico padre constituía seguramente el modelo envidiado y temido de cada uno de los miembros de la asociación fraternal, y al devorarlo, se identificaban con él y se apropiaban una parte de su fuerza. La comida totémica, quizá la primera fiesta de la humanidad, sería la reproducción conmemorativa de este acto criminal y memorable, que constituyó el punto de partida de las organizaciones sociales, de las restricciones morales y de la religión.» (op. cit. p.185-186). La muerte del padre permitió a los hijos acceder a la civilización al sustituir la violencia y la arbitrariedad acaparadora del padre por el reparto regulado de las riquezas y de las hembras, instituyéndose así, una nueva ley distinta de la anterior que se identificaba con el goce sin límites del Padre vivo. Esta nueva ley era la ley del padre, pero la del padre muerto de cuya muerte se sienten culpables los hijos, pues el odio al padre era indisociable de su amor hacia él. La nueva ley se expresa en el lenguaje como mediación simbólica ineludible de todo deseo. Todo deseo debe a partir de ese momento expresarse como demanda dirigida al otro a través del lenguaje: tal es el sentido de lo que los romanos denominaban «communitas» y que consiste en un constante intercambio de dones («munus»<"com-munitas") en respuesta a la demanda del otro. Las abigarradas jaurías del desierto que han irrumpido en la plaza Tahrir, los «baltagi», como los llaman los egipcios, son las tropas de choque del Padre de la horda, que, manteniéndolas en un bendito analfabetismo, las somete a su voluntad, más acá de toda comunidad de base lingũística, de toda vida civilizada. Su constitución como masa sin comunicación interna se basa en la identificación con el Padre vivo acaparador y castrador al que profesan un amor sin límites teñido de terror y aun de odio. En estas masas y en una policía de paisano que practica la tortura en la calle se basa hoy, pero en realidad, siempre se basó el régimen «moderado» de Mubarak. Hoy se vuelven contra los periodistas occidentales y contra todos los que no tengan el aspecto que consideran adecuado. La UE, los Estados Unidos e Israel consideraron al régimen de Mubarak como amigo, en la medida en que, según las versiones oficiales, era una barrera contra el islamismo y el terrorismo. Hoy vemos, sin embargo, que lo peor de la superstición religiosa y de la violencia terrorista anida en las entrañas de este régimen «moderado» a través del cual occidentales e israelíes han controlado Egipto en el nombre del Padre de la Horda….
http://iohannesmaurus.blogspot.com/2011/02/egipto-en-el-nombre-del-padre-de-la.html